Artículo Central ed Miedo Octubre

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¡Tengo

Miedo! Más que un mecanismo adaptativo o una construcción social, esa perturbante y real angustia ante el peligro no es algo para echar en saco roto, porque aquí nada es imaginario. Mallpocket se pone la piel de gallina para hablar de una de las emociones más desagradables, culpable de guerras pero además colaboradora en la supervivencia. "Ganas fortaleza, coraje y confianza en ti mismo cada vez que te detienes y miras el miedo en la cara".

Roosevelt


Ilustraciones: SANDRA GARCĂ?A

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Oct

2013

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ED. MIEDO

Desde el momento en que el ser humano ha tenido autoconciencia de su propia existencia, las emociones y sentimientos que lo caracterizan y diferencian de los demás objetos de la creación han sido material constante en su vida. Uno de ellos, tal vez el más cercano a la propia supervivencia, siempre ha sido el miedo. La Biblia da cuenta de esto cuando narra el proceso natural en el que Adán y Eva desobedecen a Dios y prueban la manzana, generando en sí mismos la sensación de fragilidad y desprotección que la propia condición humana siempre ha intentado ocultar y defender. El hombre y la mujer procedieron a esconderse de Dios y, desde entonces, a establecer un vínculo perpetuo con el miedo y de paso con la muerte, generando el valor simbólico y real que recorre nuestras ideas hasta la fecha. Pero además, el miedo ha cumplido una función social de corte proteccionista, la misma limitación que permite que el ser humano sea consciente de los peligros externos que lo pueden amenazar y por lo tanto no camine hacia su muerte. Es así como el organismo ha sido diseñado para reaccionar biológicamente para denotar dicha perturbación.

La biología del miedo El proceso inicia en los sentidos, quienes captan el foco de peligro y envían las señales al cerebro, quien es el encargado de interpretar la sensación y accionar el sistema límbico. Este se encarga de regular las emociones de lucha, huida, y ante todo, la conservación del individuo. Además de todo esto, el sistema límbico también se encarga de la constante revisión de la información dada por los sentidos, incluso cuando se está durmiendo, para poder alertar en caso de riesgo.

Cuando esto ocurre, se activa la amígdala, que se encarga de desencadenar todo el sistema del miedo, y es entonces cuando el cuerpo pasa a sufrir reacciones como el aumento de la presión arterial, de la velocidad en el metabolismo, de la glucosa en la sangre. Así mismo, también hay un aumento de la adrenalina, tensión muscular y detención de las funciones no esenciales. En determinados momentos de miedo, puede llegar el pánico, el cual hace que se desactiven los lóbulos frontales, retroalimentando el miedo y haciendo que se pierda la noción de la magnitud de este y en muchas ocasiones el control sobre la conducta de uno mismo.

El miedo en sociedad Aunque comenzó siendo algo positivo que protegía a las sociedades prehistóricas de depredadores y demás amenazas climáticas, el papel capital del miedo radica en su función sometedora, buscando imponer obediencia en aras de no recibir castigos o consecuencias funestas. Aunque esta es solo una arista del tema, toda civilización es producto de una larga lucha contra el miedo y el deseo de libertad. No es un misterio que a medida que las sociedades fueron avanzando, las teorías sobre los temores fueron creciendo paulatinamente a estas, siendo utilizado en muchas ocasiones por los grandes poderes para controlar a las masas o para moldear a las poblaciones a su antojo. Un ejemplo claro de esto fueron las grandes políticas autoritarias que se apoyaban en el terror para asentar sus mandatos, como el nazismo que asoló Europa durante los años 30 y 40 del siglo pasado, que basó gran parte de su poder en entender que hombre, cultura y miedo son piezas asociadas en un mismo cuadro. @mallpock et


Miedo, guerra y literatura El miedo también debe estudiarse como una de las grandes normas con las que se condiciona el ser humano. Nicolás Maquiavelo es considerado uno de los maestros del miedo (de allí el término “maquiavélico”) y uno de los teóricos más representativos de la utilización de las artes del miedo como medio de gobierno y de gestión de las masas. Desde su libro El Príncipe, Maquiavelo detalla cómo el miedo representa una de las mejores y más poderosas herramientas de gestión, al punto de ofrecer doctrinas para ciencias administrativas. La guerra está basada en un ejercicio de intimidación, donde hay que rectificar el papel vergonzoso que tenía el miedo, pues en la historia, son los valientes los que encabezan las conquistas. Este concepto se vio plasmado en parte de la literatura renacentista, donde con historias como la popular Juan sin miedo de los hermanos Grimm, se describe el papel del héroe: «Era altivo y de gran valor; seguro en el peligro, sin miedo y sin espanto; y si alguna vez Héctor fue valiente ante Troya, este lo fue otro tanto.» Lo mismo sucede con la obra culmen de Miguel de Cervantes, el Ingenioso Hidalgo don Quijote de la Mancha, quien al momento de prepararse para intervenir a favor del ejército de Pentapolín contra el de Alifanfarón, le responde a

Sancho Panza al reclamarle que se trata simplemente de dos rebaños de carneros: “El miedo que tienes te hace, Sancho, que ni veas ni oigas; porque uno de los efectos del miedo es turbar los sentidos (…) y si es que tanto temes, retírate a un lado y déjame solo; que solo basto a dar la victoria”

La cobardía romántica El miedo ha estado ligado a la deshonra, porque es un ejercicio de humanización que pocos desean mostrar, mucho más si son llamados a inspirar revoluciones. No en vano, el poeta Virgilio decía que «El miedo es la prueba de un bajo nacimiento», porque solo los humildes eran los miedosos y los hombres de poder procedían de modo que el pueblo y los campesinos les temieran. El concepto de caballero y hombre honorable que pone a temblar a las fieras para rescatar a una belleza, nace en una búsqueda de afirmación y valentía, ocultando el miedo a reconocer la humanidad limitada y corta. Es por eso que las historias de miedo ejercitan el imaginario común de querer tener habilidades sobrenaturales, de manera que el conflicto y la adversidad se venzan como por arte de la historia partiendo de una premisa: Camuflar el miedo es exaltar el heroísmo de la humildad.



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ED. MIEDO

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la brujería, una concepción de fe cual es el caso de la figura del demonio, incluso, en algunos casos, la figura de la mujer. Y otras se han manifestado de un modo genérico, colectivo, en razón de la presencia de la peste o la guerra.

Miedo en cuanto miedo El miedo religioso Las religiones y muchas supersticiones también se utilizaron para paliar los miedos, como por ejemplo las promesas vikingas del Valhala, el paraíso donde iban los muertos caídos en combate, que, a través de esa creencia, los guerreros perdían su miedo a la muerte en la batalla. Muchas creencias han ayudado a las personas a lo largo de la historia como catarsis contra fobias o como impulso para la superación de terrores. Los dioses vengativos, el infierno y las deidades malignas, y así mismo las criaturas sobrenaturales han hecho que los crédulos vivan temerosos de realizar actos “moralmente reprobables”, simplemente por el miedo a lo desconocido. Varios rasgos comunes en muchas religiones siempre han sido el fin del mundo y los entes malignos, sembrando el pánico entre los fieles y dejando resquicios de terror entre las sociedades modernas con elementos como la culpa y la condenación. Aunque el miedo es una facultad de seres racionales, muchas veces este mismo se encarga de enturbiar la razón para dar paso a una fe en lo inexplicable, sea bueno o malo. Es el caso de

Cuenta la historia que el candoroso varón de guerra Filippo María Visconti, último gobernante de su dinastía en Milán, sostuvo guerras largas y difíciles en las que venció, pero hacía registrar a toda persona que entraba en su castillo y prohibía detenerse junto a sus ventanas. Creía en los astros y en la fatalidad, e invocaba al mismo tiempo la protección de una legión de santos. Este gran lector de novelas de caballerías, este ferviente admirador de sus héroes, no quería oír hablar de la muerte, e incluso hacía evacuar del castillo a sus favoritos agonizantes. No obstante, murió con dignidad. Desde las gárgolas de las catedrales, que evocan monstruos horrendos con escorzos agónicos, hasta el moderno cine de terror; desde que el ser humano tiene conciencia de tal, siempre se ha regocijado en sus miedos, y, mientras que muchos de estos se mantienen desde el principio de los tiempos (deidades malignas, la muerte, terrores sobrenaturales) otros, se han ido refinando o apareciendo a medida que la sociedad avanzaba, como las fobias sociales, o las angustias modernas. Los artistas de todos los tiempos no han dudado en explotar este sentimiento humano, y desde siempre podemos ver ejemplos de arte terrorífico en todas las disciplinas posibles y en todas las vertientes de este.


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