n medio de tambores, gaitas y bandas de vientos; de porros, cumbias, bullerengues y fandangos, María de los Ángeles Tapia, una humilde lavandera, se convierte en la bailadora más admirada en la Costa Caribe colombiana, una región que padeció una serie de conflictos y transformaciones sociales durante la transición entre el siglo XIX y el siglo XX, tiempos en que se abolía la esclavitud y tomaban fuerza las voces pequeñas. La juglaría —que incluye variantes musicales y literarias como las décimas, los cantos de vaquería y los gritos de monte— es el recurso narrativo que utiliza la obra para contar la historia de la legendaria fandanguera que, arrastrada por el amor y la muerte, tomó el nombre con el que es recordada cada vez que en el Caribe se habla de danza y de música: María Barilla.