12 minute read
Cannabis y Cárteles
from 2013 01 ES
by SoftSecrets
LA HERMANA PEQUEÑA DE LA COCA HA CRECIDO UN MONTÓN El cannabis y los cárteles
La coca es difícil de cultivar y costosa de procesar (copyright: H. Zell)
Todos asociamos la cocaína con la industria narcótica latinoamericana. Tenemos cierta idea de la cantidad de vidas que se pierden o se arruinan, de la cantidad de sociedades dañadas por este negocio. Pero, si bien estamos igualmente al tanto del hecho de que un gran porcentaje del cannabis consumido en Estados Unidos procede de Latinoamérica, pocos comprenden el verdadero significado de este sector de la industria. Existe una opinión general equivocada sobre que el comercio de cannabis es menos lucrativo que el de cocaína; aunque esto puede ser cierto en algunos casos, el cannabis está adquiriendo tanta importancia económica que involucrarse en el negocio es un juego al que pocos pueden permitirse no jugar. Kali Mist
“La marihuana es la reina”, según mucha gente de la industria actual. Los problemas dentro del negocio de la cocaína (por ejemplo una aparente disminución en la producción y la disponibilidad, y un ligero descenso mundial del consumo) han hecho que los jefazos redoblen su interés por el cannabis, cuyo valor sufre fluctuaciones muy pequeñas a lo largo del tiempo, y que actualmente está experimentando un incremento de la demanda. La coca es una planta mucho más difícil de cultivar y procesar para su comercialización que el cannabis: requiere de hábitats muy específicos para cultivarla, y de procedimientos peligrosos y caros para convertirla en cocaína. Como el coste al por mayor de un envío de cocaína suele ser mucho mayor que el de uno de marihuana, para los traficantes resulta mucho más difícil obtener los fondos necesarios y mucho más perjudicial si se pierden los envíos.
Los cárteles mexicanos (particularmente los de Sinaloa, Golfo y Juárez), responsables de la gran mayoría de drogas que entran en Estados Unidos), también tienen que comprar cocaína de Colombia u otro país productor; la producción de marihuana suele ser doméstica, por lo que es más sencilla de obtener. Por último, tanto las autoridades de Estados Unidos, como las de los países productores de cocaína han convertido a ésta en su principal prioridad, mientras que los cultivadores de cannabis corren un peligro algo menor.
La mayor parte de ambos productos pasa a través de la frontera suroeste de Estados Unidos y México, y el negocio
está controlado por el mismo grupito de poderosos cárteles. También entra algo de marihuana procedente de Canadá, cantidades comparativamente minúsculas del sudeste asiático, ocasionalmente barcos o aviones traen portadores de yerba directamente de otros países latinoamericanos o caribeños. A veces también entra cocaína a través de mulas directamente de Bolivia, Colombia o Perú. Sin embargo, sólo hay que echar un vistazo a las cifras de tráfico en la frontera sur: entre 2005 y 2009, las cantidades de cocaína cayeron significativamente, si bien con alguna fluctuación, de 22, 653 kilos hasta 17,085. Por otro lado, las cantidades de marihuana subieron de 1,03 millones de kilos en 2005 hasta 1,49 millones en 2009, con la única anomalía de un leve descenso en 2008 (www.justice.gov).
Debido al crecimiento masivo del mercado doméstico en años recientes, los pro-
ductores de marihuana latinoamericanos han visto cómo su producto tradicional se convierte en algo menos apreciado, comparado con las nuevas variedades de interior, de gran potencia y cultivo especializado, que hoy están disponibles. La iniciativa de introducir nuevas genéticas, más potentes, en el acervo génico, ha cerrado ligeramente esta brecha, y la potencia media de la yerba importada parece haberse incrementado -por lo menos según el Potency Research Project (Proyecto de investigación sobre potencia) (www.olemiss.edu) de la Universidad de Mississippi, que sostiene que el incremento total en la potencia del cannabis se debe sobre todo al incremento en la potencia de los ejemplares no domésticos, frente a los domésticos.
Generalmente, cuanto mejor es un producto, más vale en el mercado libre; en el caso de la yerba latinoamericana, la mayor calidad ha contrarrestado la tendencia a la baja de los precios, normalmente manteniéndolos estables a lo largo del tiempo. En 1991, el coste de una libra (algo menos de medio kilo) de yerba comercial mexicana o colombiana estaba entre 450 y 1.600 dólares, dependiendo de la calidad y de la distancia desde la frontera); hoy en día, las cosas no han cambiado mucho. Sin embargo, si tenemos en cuenta la inflación del dólar, su valor en términos reales ha bajado algo, haciéndola incluso más accesible para los salarios de hoy (normalmente más altos). El cannabis de interior de producción doméstica ha incrementado su precio mayoritariamente -aproximadamente en proporción a su incremento de calidad- durante el mismo periodo, y especialmente en California, a causa de la ofensiva federal contra los dispensarios, por lo que el aliciente para optar por el importado, más barato, no ha desaparecido.
En el otro extremo de la cadena de producción-distribución, el cultivador de marihuana latinoamericano puede esperar ganar entre 15 y 20 dólares por kilo, lo que de nuevo no ha variado mucho con el tiempo (excepto ocasionalmente, en respuesta a cambios repentinos en la disponibilidad). Cualquier descenso en precio
o poder adquisitivo que los cultivadores puedan haber notado en estos últimos años de alta inflación del dólar, a menudo puede compensarse sencillamente aumentando la producción, de hecho en México el cultivo está en su punto más alto en dos décadas, habiendo aumentado alrededor de un 59% entre 2003 y 2010
Un agente de aduanas norteamericano muestra fardos de marihuana interceptados (CBP)
KITS DE CULTIVO KITS DE CULTIVO DE HONGOS Y TRUFAS DE HONGOS Y TRUFAS DE HONGOS Y TRUFAS MÁGICAS MÁGICAS MÁGICAS
NUEVA FORMULA = RENDIMIENTO MAS ALTO
(de 13,500 toneladas a 21,500). El traslado de las áreas de cultivo hacia zonas montañosas más remotas ha mantenido la dificultad de localizarlas; las brigadas de erradicación han sido trasladadas masivamente a los frentes de la sangrienta como mayor suministrador extranjero de marihuana para Estados Unidos, de hecho es el primer exportador mundial, a pesar de que Colombia y otros cuantos países (como Jamaica y Paraguay) siguen teniendo un papel importante.
La presencia militar, como aquí en Michoaca, es constante (Diego Fernández)
guerra que se está produciendo en las ciudades mexicanas fronterizas, así como a los laboratorios de cocaína y metanfetamina. En los últimos años, el número de plantas destruidas ha disminuido, y el suministro es abundante. En aquel momento, el comercio de marihuana había empezado a verse ensombrecido por el negocio de la cocaína. Sobre todo en Colombia, los cárteles orga-
A finales de los setenta, el escándalo del Paraquat provocó un enorme daño al negocio de la marihuana mexicana. Se descubrió que el gobierno norteamericano fumigaba las cosechas mexicanas con este producto químico altamente tóxico, que luego entraba en la cadena de producción-distribución en forma de yerba contaminada, provocando efectos severos en los desgraciados que la fumaban sin querer. El Paraquat no sólo daña el tejido pulmonar, causando embolia pulmonar con la exposición crónica, sino que también afecta a los riñones, el hígado y el esófago. Tras encontrarse esta sustancia en cientos de ejemplares de yerba mexicana en Estados Unidos, la confianza de los consumidores cayó drásticamente, aunque en 1979 se declararon ilegales estas fumigaciones en Estados Unidos, hacia 1981 la parte mexicana del mercado norteamericano había caído hasta casi el 4% -desde el aproximadamente 90% anterior a 1970-.
En respuesta a esta drástica caída en el suministro mexicano, la antes durmiente máquina colombiana despertó a la vida. Hacia 1975 los colombianos habían asegurado su posición, construyendo una red (hoy infame) de viajes por avión y rutas por barco para facilitar sus ambiciosos envíos de muchas toneladas; para finales de esa década disfrutaban ya del 70% del mercado norteamericano. De las aproximadamente 60.000 toneladas que entraban en los Estados Unidos en los años cumbre de la influencia colombiana, alrededor del 90% se transportaba por mar, normalmente en grandes cargueros con capacidad para cien toneladas o más.
Pero su supremacía no iba a tardar en ser desafiada: la producción de cannabis mexicano se dobló entre 1983 y 1984, lo que representaba el 20% del mercado norteamericano, mientras que por aquel entonces Colombia suministraba el 42% de la demanda estadounidense. Hoy en día México ha recuperado su puesto Una supuesta plantación dirigida por mexicanos en el bosque de Chequamegon-Nicolet, Wisconsin (DNR)
nizados, con actitudes más jerarquizadas, casi militares, convertían en habituales tácticas agresivas y de mano dura -aunque desde luego, espeluznantes incluso para un país tan acostumbrado a las consecuencias brutales de la violencia-. Estos nuevos métodos se extendieron a los países vecinos y al propio negocio de la marihuana, en última instancia controlado por las mismas organizaciones.
Las primeras batallas de la Guerra contra las Drogas ya habían demostrado su ineficacia por parte del gobierno de Estados Unidos: los éxitos conseguidos en determinadas regiones, como la casi total erradicación de la industria mexicana del cannabis, se veían eclipsados por grandes fracasos. El incontrolable ascenso de los cárteles colombianos (sobre todo los famosos clanes de Medellín y Cali) destruía cualquier opinión sobre que el tráfico estaba siendo controlado. Además, los cárteles mexicanos no respondían a la presión cesando definitivamente sus operaciones. Se limitaban a mantener un perfil bajo, lamiéndose las heridas y esperando a que el foco se pusiera en otro punto; cuando llegara otra vez su momento, estaban preparados para la guerra. hasta 2006, cuando el presidente Felipe Calderón declaró la guerra total a los cárteles: desde entonces la violencia ha explotado. En enero de 2012, la cifra de muertos en México (desde 2006) ascendió a 45.000 personas, más de 15.000 de ellas sólo en 2011. Resulta imposible diferenciar entre marihuana y cocaína cuando se intenta identificar una “causa” para estas muertes, y es imposible ignorar la responsabilidad de los instigadores de la “Guerra contra las Drogas”, han inflamado la situación hasta un punto crítico. El negocio está podrido hasta la médula, desde cualquier punto de vista está claro que las estrategias para combatir la violencia deben revisarse radicalmente si queremos progresar algo.
Millones de personas se ganan la vida con la producción y venta tanto de marihuana como de cocaína, hasta que se les proporcionen alternativas viables, es comprensible que gente de todos los niveles del negocio arriesgue su vida por recibir un pago. Se ha creado una situación de “comer o ser comido”, en la que muchísima gente se encuentra con que ya no tiene nada que perder. Es espantoso y trágico que cada vez haya más periodistas, blogueros, familiares de enemigos y otras víctimas inocentes entre los muertos, es la confirmación definitiva de que -al menos en las ciudades fronterizas donde se libra la guerra- no hay ninguna parte de la sociedad que pueda escapar.
Sin embargo, la influencia mexicana en el mercado norteamericano no se detiene en la frontera. No sólo porque los cárteles mexicanos que operan dentro de Estados Unidos controlan gran parte de la distribución, al menos en los estados sureños, sino también porque ha habido un incremento en la producción doméstica de estas mismas organizaciones, que compiten con bandas del sudeste asiático por el control del mercado negro. El cultivo en tierra americana tiene sentido, porque el suministro está más cerca de la demanda y no se necesita cruzar fronteras.
Se han llevado a cabo programas de erradicación a gran escala en varios estados sureños donde prolifera el cultivo al aire libre, especialmente en Kentucky, Michigan, Tennesse y California. Existen numerosos informes sobre parques las cifras oficiales sobre erradicación de yerba “cultivada” se están incrementando en general. También hay un ascenso en informes sobre cultivos comerciales de interior dirigidos por bandas mexicanas, ya que éstas empiezan a capitalizar las ventajas del método.
En esta fase, parece un movimiento cada vez más necesario unir esfuerzos para legalizar y regular el comercio de marihuana, tanto en Estados Unidos, como en México, al mismo tiempo que se relajan los controles fronterizos. Está claro que los intentos por detener la inmigración no son eficaces, las severas discrepancias entre las fuerzas económicas de ambos países les obliga a actuar por su cuenta, mientras no se den pasos para cambiar esta realidad la tendencia continuará-. Legalizar la marihuana podría al menos suavizar un poco la presión de esta situación tan inestable, permitir una normalización de precios y disponibilidad, hasta cierto punto (aunque no está nada claro cuáles serían las consecuencias totales de un movimiento así).
Está claro que las políticas actuales de “guerra a las drogas” están empeorando la situación, hasta el punto de que están siendo cuestionadas seriamente, especialmente desde que autoridades de ambos lados de la frontera se han visto implicadas en diversos abusos contra los derechos humanos. Por supuesto, la contracultura hace mucho que se plantea estas cuestiones; lo novedoso ahora es la postura oficial que han adoptado organizaciones tan influyentes como la OMS y la Comisión Global sobre Políticas de Drogas, diciendo que “la guerra contra las drogas ha fracasado, con consecuencias devastadoras”.
Mientras que la legalización de la cocaína y otras drogas duras sigue siendo un tema demasiado controvertido para que lo planteen políticos y medios de comunicación, el enorme progreso que ha supuesto la gradual reintroducción del cannabis demuestra su potencial para cambiar la sociedad. Ahora debemos intentar establecer conexiones recíprocas entre los países productores de cannabis más importantes (como las de países productores de petróleo organi-
Ciudad Juárez, una ciudad devastada por el impacto de la Guerra contra las Drogas (Google).
nacionales y reservas de nativos americanos utilizados para grandes cultivos ilegales. La DEA ha sido fuertemente criticada después de admitir que alrededor del 90% del cannabis erradicado es silvestre; sin embargo, a pesar de esto, zados en la OPEP) con el objeto de que pueda reducirse la lucha por el control de los mercados, y puedan establecerse y consolidarse líneas de suministro, de forma que todas las naciones paren este absurdo gasto en vidas y recursos.