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Nテコmero Especial - IV Aniversario
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Portada
Los Personajes de San Miguel de Abona
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Foto: Daniel Mu帽oz
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Edita:
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E El Personaje
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Introducción (Valentín E. González Évora - Tte. Alcalde y Concejal de Cultura)
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Juan Bethencourt Alfonso
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Arabia Alonso Alayón
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Götz Loepelmann
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Daniel Delgado Martín
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Carlos León Rodríguez
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Jovita González Feo
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Adela Toledo Bello
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Miguel González Frías
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María Rodríguez Sierra
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Evelio Delgado Gómez
Ilustre Ayto. de San Miguel de Abona Ctra. a Los Abrigos, 30 - 38620
web: www.sanmigueldeabona.org
e-mail: cultura@sanmigueldeabona.org Dirección y coordinación:
Concejalía de Cultura Diseño e impresión: Edición KA
Depósito Legal:
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León Delgado León
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Flora Oramas Pérez
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Consuelo Rancel Cuesta
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Antonio Hernández García
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Félix Alberto Linares Bello
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Evaristo Chávez Frías
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Los Carteros de San Miguel de Abona
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Lorenzo Oliva Domínguez
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Ignacio Rodríguez López
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Antonio Marcial García González
TF 937/2002
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Ilustre Ayuntamiento de San Miguel de Abona - Marzo/Abril 2006
Introducción E
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stimados vecinos, apreciados lectores de La Tajea: Ha llegado el mes de abril. En este preciso instante se encuentra entre nuestras manos un ejemplar alusivo a su 4À Aniversario. Han pasado cuatro años cargados de historias, recuerdos, anécdotas, curiosidades..., todo desde el más simple de los objetivos; un objetivo que se mantiene desde el nacimiento de esta Revista Cultural. Ya por aquel entonces partíamos con una filosofía clara: ser el medio por el que nuestra cultura pasara por encima de cualquier tipo de barreras y llegase aún más allá de los límites de este San Miguel de Abona. Éramos, y somos, conscientes de la importancia de todos y cada uno de los rincones, callejuelas, plazas... que forman y dan vida a los sanmigueleros pero, sobre todo, éramos y somos conscientes de la importancia de nuestra gente que, al fin y al cabo, es la que se encarga de escribir la historia de cada pueblo. Es por ello el especial de este número. La sección de El Personaje es probablemente una de las más esperadas entre nuestros lectores, quizás porque es en ella donde muchos de nosotros nos vemos reconocidos con las vivencias de todos y cada unas de las personas que han pasado por estas páginas. Con el paso del tiempo, nos hemos
dado cuenta que en cada una de ellas se ha reflejado la vida, la trayectoria y la realidad del municipio a través de sus gentes, de sus sentimientos, de sus vivencias... pero también la vida de San Miguel de Abona desde el más silencioso de sus anonimatos. Hemos contado con sus historias particulares, con sus biografías. Pero con cada palabra se iba más allá porque... œquién no se ha identificado con alguno de ellos?; en muchas ocasiones, aquello que nos han contado ha pasado a formar parte de nosotros, de los lectores de La Tajea. Hemos querido enlazar las expectativas con las que nacía esta revista con algo sumamente importante para todos los que ponemos un poquito de nosotros en ella: la vida de la gente de San Miguel de Abona contada, en unos casos, en primera persona, en otros, a través de aquellos que más cercanamente tuvieron ocasión de compartirla. Se trata de una fuente inagotable de sabiduría. Seguiremos apostando y acercando a estas páginas la vida de aquellos que han marcado y seguirán marcando la historia de un pueblo. Éste es nuestro sencillo homenaje a todos los que han formado parte de nuestra historia, aún sin ser conscientes de ello. Valentín E. González Évora 1 Teniente de Alcalde y Concejal de Cultura er
Juan Bethencourt Alfonso
El Personaje Esther Marrero León
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uando se toma la decisión de elaborar una artículo sobre la figura de D. Juan Bethencourt Alfonso, a todos nos viene a la mente la persona, distinguida donde las haya, de aquel médico, historiador, antropólogo, etnógrafo, profesor y periodista, nacido en San Miguel de Abona por aquel que corría 1847. Uno de los más ilustres hijos que ha dado este municipio, ha dejado el legado de nuestra cultura, de nuestra razón y de nuestro motivo. Sin embargo, œqué sabemos en realidad del personaje que dio en herencia el pueblo de San Miguel de Abona? La familia Bethencourt, se encontraba establecida en la Comarca de Chasna desde el siglo XVI. Teniendo este apellido origen francés, descienden todos ellos del matrimonio formado en el municipio de Adeje por Juan de Bethencourt y la chasnera Catalina Rodríguez. Bethencourt Alfonso nace en el municipio de San Miguel de Abona, en el seno de una familia acomodada y burguesa. Pocos años fue los que dedicó a vivir en su pueblo natal; gracias a su estatus social, logró ingresar en el Instituto Canario de La Laguna para realizar sus estudios secundarios, privilegio de unos pocos cuando se vivía una época de analfabetismo en toda la Isla. Finalizados estos estudios se desplaza a Madrid para cursar la carrera de medicina. Es allí, durante sus años de buen burgués (período entre 1867 y 1873) cuando vive muy cercanamente los cambios bruscos y violentos de la estructura social y política que envuelve al Estado en ese momento (la Revolución), llegando a presenciar personalmente en 1868 la proclamación de la República (se estaría hablando de una forma de gobierno en la que el poder del Estado procedía por vez primera del voto de los ciudadanos). Al margen de su colaboración en aquellos aspectos políticos que marcaron el momento, la figura de D. Juan Bethencourt Alfonso estuvo caracterizada principalmente por su trabajo de investigación antropológico, etnográfico e histórico del cual salieron numerosos datos sobre nuestra cultura aborigen. Fundador del Gabinete Científico de Santa Cruz de Tenerife, y más tarde socio corresponsal del
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Museo Canario de Las Palmas (entre otros) logró, junto a un equipo de investigadores acogidos a sus orientaciones, descifrar el maravilloso mundo y el origen de aquellos nuestros antepasados los guanches. Sus trabajos llegaron a alcanzar cotas importantísimas en el desarrollo de los estudios antropológicos e históricos de las Islas Canarias. La obra de Bethencourt Alfonso llegó a traspasar las puertas del archipiélago, logrando codearse con científicos franceses de la talla de Darwin, Tylor, Broca, etc.; esta relación se confirma cuando apuntamos que los primeros guanches clasificados como cromagnoide (proceden—tes de Barranco Hondo en Tenerife) se encuentran en el Museo antropológico de París y que posible—mente los mismos fueron enviados en su día por el propio Bethencourt Alfonso.
Fueron muchos los años dedicados al estudio de nuestra raza; sin embargo, el objetivo de este personaje era la culminación de su trabajo plasmado en las páginas vacías de un libro: ÿHistoria del Pueblo GuancheŸ, trabajo este que dio por terminado justo un año antes de su muerte, en 1912. La obra, publicada 80 años después de su fallecimiento, nos sumerge en un ir y venir de historias totalmente nuevas para los más desconocedores del tema, a la vez que fascinantes para los más entusiastas. Aún siendo hijo de este nuestro San Miguel de Abona, son todos los canarios los que debemos estar agradecidos por gozar del privilegio de poseer tan preciado legado; legado que es fruto de una cadena consolidada tras la unión de varios eslabones. Privilegiados por tener el honor de conocer nuestras raíces mediante la maravillosa sencillez de las páginas de un libro.
El Personaje
Dña. Arabia Alonso Alayón
Luisa De Peuter
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oña Arabia, como la conocemos todos, nació el 13 de marzo de 1919, en Aldea Blanca del Llano. Su madre fue Doña Eloísa Alayón Delgado, muy recordada por los delicados y acertados poemas que componía con motivo de las más variadas ocasiones. Junto a sus diez hermanos tuvo la infancia que solían tener los niños en aquellos tiempos: pobre pero imaginativa. Cuando ella y sus hermanas eran pequeñas, su madre les cosía muñecas de trapo, a las que les hacían la boca, los ojos o la nariz con hebras de hilo de colores. Cuando iban creciendo, eran ellas las que aprendían a hacerlas solas. También jugaban a ÿlas casitasŸ, con conchas de lapas que eran los platos, y una mesa de penca a la que le hacían las patas con palillos. Otros juegos habituales eran el tejo, la soga, el anillito... Y es que las niñas jugaban con las niñas y los niños con los niños. En aquella época, pocos padres podían o querían mandar a sus hijas a la escuela; algunos decían incluso que podían aprender a escribir para mandarles cartas a los niños, cosa que, lógicamente, no estaba bien vista. La propia Arabia fue poco a la escuela (a la de Dña. María Díaz), porque en casa hacían falta las 8 perras y media que ganaba en su primer trabajo, espantando a los pájaros en La Estrella, para que no picaran los canteros sembrados. Las espantadoras tocaban latas con palos para asustar a los pájaros con el ruido. Más tarde, trabajó de sirvienta en muchas casas, donde pronto empezaron a hacerse populares los ÿsandwiches de ArabiaŸ, que solía preparar para las bodas de entonces. El ÿsecreto de la cocineraŸ, que ya no lo es tanto, porque con el paso del tiempo todos los secretos se descubren, era una mayonesa con un pelín de ajo, con la que se untaba el pan que luego albergaría el jamón, el fiambre o el queso de rigor. El relleno del bocadillo iba en función del presupuesto de la boda en cuestión, porque había ocasiones en las que se mataban dos gallinas y ocasiones de matanza de cerdo o de cabra, según la cantidad de invitados a alimentar y el lucimiento de la fiesta. Ella también preparaba la tarta o dulces que se sirvieran luego. Hubo veces que coincidieron dos bodas, y Dña. Arabia recuerda una en particular en que fue y vino varias veces desde El Roque a San Miguel el mismo día para preparar dos comilonas. Muchas veces, el pago era en especias, desde varias cajas de dulces hasta puros, vino, papas, etc.
Y tanta fama adquirió organizando comidas de boda, que entró por casualidad a trabajar 15 días en el comedor del colegio (cuando estaba en los sótanos de la ÿCasa AzulŸ, el actual Ayuntamiento), que le duraron 6 años. En ese tiempo, alguna que otra anécdota salpicó su paso por el comedor escolar; desde el día en que le congelaron los pimientos, hasta el día de cierto ÿdespisteŸ, en que sirvió rancho sin fideos y los alumnos tocaron palmas para quejarse de la comida. Dña. Arabia atesora muchos recuerdos ÿde los tiempos de antesŸ; cuando había que volver a casa ÿantes de la oraciónŸ (que era justo al anochecer), en una época en la que la vida del pueblo estaba gobernada por el toque de las campanas de la iglesia. Sólo en el día de la fiesta se les permitía a los hijos volver un poco más tarde, al toque de animas, ya de noche cerrada, que marcaba el momento de retirarse a dormir. Por sus ojos han pasado los cambios de aspecto del pueblo a lo largo de los años. Lo que conocemos como ÿel puenteŸ eran dos muritos que estaban donde hoy encontramos el cruce de la calle General Franco con la carretera a Los Abrigos. En esos muritos, que enmarcaban la calzada a modo de puente, se sentaban los chicos a ver pasar las
muchachas que iban o venían del Barrio del Pino. Hoy ocupan el lugar de esos muritos las casas construidas por D. Avelino y Dña. Magdalena sobre el barranquillo que ya no vemos. Un momento que marcó la vida de los vecinos del Pino fue el incendio que arrasó la Casa del Capitán en 1979. Esa noche, D. Esteban, el cabrero, que vivía en ella, se refugió en la casa de Dña. Arabia. Otro acontecimiento en la vida del barrio fue el traslado del Ayuntamiento a la casa que se alquiló a D. Antonio Miguel Alfonso y Alfonso, hoy desaparecida. En su planta baja estaban los calabozos, la primera escuela de párvulos de la localidad y los lavaderos, que utilizaban las esposas de los guardias civiles que vivián en la casa. En la planta alta estaban las dependencias del Ayuntamiento. Dña. Arabia también ayudaba a quien necesitara que le leyera la carta de un familiar lejano o enviar una carta al hijo que estaba haciendo el servicio militar. Muchos recuerdos, en fin, de una mujer que ha visto pasar los años desde el trabajo cotidiano y constante. Hoy a sus 83 años, queremos reflejar aquí algunos momentos de su vida, que seguro les serán familiares a muchos lectores mayores y jóvenes, en claro contraste con el desarrollo y las comodidades de hoy en día.
El Personaje
Götz Loepelmann: alguien por descubrir C
ando en este apartado llega a aparecer un nombre tan „extraño‰ como el de esta ocasión, no podemos, , ior más que queramos, dejar de preguntarnos quién es este personaje y qué importancia tiene dentro del ámbito cultural de San Miguel de Abona. Gótz Loepelmann es uno de esos individuos que prácticamente han pasado desapercibidos dentro de este embrollado de rostros y gentes que conforman las calles de nuestro pueblo. Un hombre y una obra por descubrir; un hombre que se da a conocer en estas líneas después de casi 30 años como sanmiguelero, demostrándonos que el simple hecho de vivir, es un arte. Esther Marrero León
„Llegué a Berlín el 24 de Diciembre de 1930, justamente en la Nochebuena. No existieron vuelos de última hora a Roma, Amsterdam o Granada. Con los años tenía que convencerme a mi mismo que esta fecha significaba buena fortuna, aparte de haberme arruinado todos mis cumpleaños. Mi primer hincha fue mi tía Kläre, rubia y gordita, que me regalaba tinta negra, papel blanco y marionetas hermosas. Ella guardaba también todas mis obras juveniles, que al final en la guerra fueron victimas de las llamas. Crecí en una huerta grande y llena de luces milagrosas, con pájaros y animalitos y criaturas de mi imaginación (hasta hoy guardo este paraíso sumergido). Mi padre, declamaba con voz alta sus 17 idiomas como si no hubiese nadie en casa, era un diletante estupendo de la música, de la pintura, la caligrafía, las letras y –desgraciadamente– de la política. Tiraba con su escopeta al teléfono en bruscos ataques de rabia o cortaba una esquina de la mesa con un serrote si chocaba con ella. Mientras tanto, mi madre, con pelos de oro, cuidaba cada vez más silenciosa sus rosas en el jardín. Con 12 años, una pintora danesa me enseñaba cómo se pintaban uvas y vasos; pinté mi teatro de títeres y mi cine de papel. Así pude sobrevivir al horror y la estupidez de los nazis, los bombardeos, el hambre y el silencio de mis padres.
En Enero del 45, con 14 años, adiestrado como lanzagranadas antitanque, me reclutaban para la „tormenta del pueblo„, el último ejército de ancianos y niños para alargar un poquito la vida de Hitler. Entendí muy bien lo que significaba el trueno de los cañones soviéticos que oía. Y desertaba. Mi tímida madre me escondió para el resto de la guerra en un zulo. Con 17 años pasaba el bachillerato de mi gimnasio clásico y empezaba a estudiar pintura sin recurso alguno. Berlín, en ruinas, era bloqueado y sostenido sólo por aviones de los Aliados (ingleses, americanos...). Se necesitaba cosas más importantes que pinceles y colores. Mi tía Klare, bombardeada y empobrecida, no pudo ayudarme. Tenía que pintar con pasta dentífrica, que daba a mis cuadros la luz blanca de la luna. Con suerte pude entrar en un gran y famoso taller de vidrieras y mosaicos. Pinté cientos de metros cuadrados de cartones por poco dinero. La primera posibilidad de ganar dinero era trabajar para la compañía Volkswagen. Pinté murales gigantescos y feos. Ellos eran felices y yo pude casarme. El día 12 de Agosto de 1961, el muro dividió Berlín. Emigrábamos de la jaula de Berlín a Hamburgo, pero no lográbamos felicidad. Después de mi exposición „Exhibición 1„, que me permitieron hacer, una exposición satírica contra el provincialismo en Hamburgo, algunos de los caciques culturales se enfadaron. Tenía que encontrar modos de sobrevivir, dando clases de pintura para niños de la clase obrera. Me sentí liberado cuando en 1969 llegaba una invitación de mi amigo Stephen DeStaebler de California para enseñar escultura y diseño como catedrático. Nunca más me sentí tan entusiasmado, tan liberado, como en los casi dos años en San Francisco State College. Aprendí mucho junto con mis estudiantes. Volví a Hamburgo, a mi mujer y a mis dos hijos que mientras tanto habían pasado brevemente. Pero me agarró la estrechez, el cielo gris y húmedo, la extrañeza alemana. œEn qué luz podría pintar? En 1972 emigrábamos definitivamente, esta vez juntos. Sin maletas lle-
gábamos a la casa de nuestros amigos, en el sereno desierto, en San Miguel, en Tenerife. Comprábamos una casa antigua y bonita con un dinero que no teníamos. Tendría que volver a Alemania para ganar ese dinero. Por suerte encontré el gran Domador del teatro alemán, el extraordinario director Peter Zadek, jefe del Teatro de Bochum, que se entusiasmó por mi. Él me eligió como su escenógrafo, que aún no era, me invitó a poner en escena, sin experiencia en esa profesión y me animó a escribir obras de teatro y montar mis textos. Cuentos infantiles, y más, todo el mundo de mi infancia coloqué en la luz brillante de los focos del teatro. Mi carrera empezó como un sueño. Pero mi familia siempre estaba muy lejos. Mi mundo, mis pensamientos, toda mi energía, quedaron en el teatro. Mi matrimonio rompió. Pero el teatro tampoco pudo significar la patria para mi como pintor y escultor. Compré otra vez una casa antigua en Alemania en la búsqueda de un taller. Otra vez humedad y grises nieblas y siete años de remodelación de la casa antigua sin fin. La dejé. El 9 de noviembre de 1989, el muro cayó. Corrí a Berlín. La esperanza de volver por fin a casa ya después de un año se apagó. En 1991 me construí mi taller en Tenerife, un espacio lleno de luz, siempre buscado. Ahora vivo y trabajo aquí con Grischa, mi mujer„. Götz Loepelmann
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El Personaje
Daniel Delgado Martín ...a modo de entrevista Wladimiro Pareja
Me contaba Daniel que a la música en su época juvenil no entonces carecía de escuela y de orientación. Había que se le daba ninguna facilidad. Se refería a la folclórica, que aprenderla por pura vocación y a iniciativa propia.
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mpezó Daniel a descubrirla a los seis años, recibiendo las primeras clases de su propio padre. Con ella se le fueron abriendo las puertas del arte, la técnica, la alegría y la diversión. No era extraño que unos pocos tocadores organizaban bailes, amenizaban bodas, aniversarios, homenajes; hasta con una guitarra y un timple se iba a El Roque bailando sin parar en las fiestas navideñas. Por eso, me asegura el amigo Daniel, algunos viejos puretas eran reacios a enseñar su arte pensando que si se generalizaba no iban a tocar ni a chicharrón por cabeza. Fue autodidacta de la guitarra, timple, bandurria, violín, laúd... Cree que la guitarra es la madre de todos los instrumentos de cuerda.
Lo conocí cuando daba clases en los bajos del Ayuntamiento, formando a un grupo de quince o veinte alumnos. A los seis meses formamos un conjunto que sonaba bien y éramos capaces de amenizar ratos muy agradables ya que él sabía mantener vivo el ánimo. Nos presentó las jareas de Las Zocas y el churrasco de Aldea. Fue una época que culminó en la brillante gestión municipal de Miguel Reverón, creo que en cultura. La huella de Daniel Delgado Martín se fue haciendo cada vez más honda, sincera y afectuosa. En todas partes cosechaba actos de reconocimiento, diplomas, placas, menciones; como los otorgados por los Ayuntamientos de San Miguel y Vilaflor. Curiosamente no en el de Granadilla, de donde es natural.
Fue reconocido por múltiples organizaciones artísticas y culturales. Tal vez la más significativa sea la del Cabildo Insular de Tenerife en la que se le cita como padre del folclore del sur: -Calculo que he impartido clases durante más de veinte años -me dicecon más de cinco mil alumnos. Luego añade: -Mi despedida fue en la festividad de San Juan; dirigí cerca de cien agrupaciones en un canto común. Uno no cree que Daniel fuese consciente de la obra que venía haciendo. La música es un arte abstracto que llega a todas partes. Weber decía que es el único lenguaje universal.
El Personaje
Don Carlos LeónZapatero Rodrígueza:tus zapatos
Valentín E. González Évora
En una mañana del mes enero, y junto a la puerta de la pequeña habitación, se asomaba el sol y estratégicamente un haz de luz se proyecta sobre una parte de la zapatería, dando calidez a todo el
espacio... y nos comenta Don Carlos: – „... se agradece este rayito de sol ya que las mañanas están tan fresquitas y al estar sentado tantas horas se me enfrían los pies... y luego al levantarme...‰
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iertamente el espacio es reducido, pero en él cabe todo, no es necesario acudir fuera. Con cierta sorpresa nos acercamos, nos atrevemos a abrir las puertas de un mundo muy singular e irrepetible que atesora experiencias y recuerdos, no todos ellos confesables, y que nos describe a sus ochenta y cinco años a la persona de Don Carlos (sus vivencias) y a su zapatería en el nÀ 5 de la Calle Obispo Pérez Cáceres. Todo ello, en una atmósfera única, que nos traslada a esos escasos lugares en que aún perviven y se siguen manteniendo los lazos más íntimos, con un pasado no muy lejano de nuestra historia más reciente y vivencial. Cuando nos referimos a esos primeros años nos comenta con entusiasmo y no sin cierta nostalgia, que en nuestro Pueblo, allá a finales de los años 30, había más de catorce zapateros que se repartían por todos los Barrios: don Luciano Delgado, don José Casanova,
don Leoncio Dorta, don José González, don Gregorio Hernández, don Francisco Estévez, don Antonio Armas... En ese largo listado su voz cambia al enfatizar con cariño y respeto el nombre de su padre, don Juan León González . De él aprendió los primeros conocimientos del oficio, cuando ya tenía 9 años –„ya sacaba las puntas a los hilos...‰– Mientras asiente con la cabeza, nos comenta que ya a esa edad le gustaba el oficio ya que, –„desde chico era algo amañado y tenía luz para esas cosas...‰. Nos recuerda, estando aún en la casa materna , una anécdota: ‰yo ya era muchacho, ya bailaba...‰, cuando su padre seguía haciendo por cuatro duros un par de zapatos o unas botas de señora „... eso sí –sonríe– cuanto más altas mejor, no había que enseñar nada de nada...‰, fue en el Valle de San Lorenzo, en el Molino de Gofio y tienda que tenía don Pancho Gómez, dónde vendían... –„unos zapatos bajos
de goma, como de plástico y de colores que venían de Japón, y muy bien hecho... para vestir y que costaban medio duro‰. Fue ésta, la primera ocasión que vio este tipo de calzado, innovador para la época, y que supuso un cambió radical en el futuro y en la tradición de las zapaterías existentes en nuestro Pueblo, y cuya competencia haría casi insalvable la existencia de este oficio artesanal. Pero no fue hasta que le llamaron a „La Guerra‰, en Cebreros (˘vila) cuando a requerimiento de un capitán que buscaba zapateros que arreglaran los „zapatos del cuartel‰ (ya que se descosían con facilidad unas especies de orejeras) decidió salir al llamamiento hecho y se apuntó, „y de allí vine ya como zapatero‰. Esta circunstancia fue trascendental para don Carlos, ya que en esos años de postguerra, las materias primas escaseaban „era el racionamiento‰, y el hecho de que hubiera aprendido su oficio en la
Ilustre Ayuntamiento de San Miguel de Abona - Marzo/Abril 2006
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milicia, facilitaba que las solicitudes de la suela, imprescindible para su trabajo, llegase antes, no sin grandes dificultades. Recuerda que en Santa Cruz había una „Fábrica de Curtidos‰, muy cerca de La Recova, donde acudía para comprar las pieles, la suela, etc. y demás materiales. Cuando la escasez de estos materiales era tan grande se suplía incluso utilizando „la goma‰ ya desgastada de las ruedas de los escasos camiones de la época, pero ello entrañaba una dificultad desconocida hasta esos momentos y que no se podía superar, consistía, nos dice don Carlos, en introducir el hilo a través de las leznas, dada la flexibilidad de la „goma‰ plástica puesto que ésta se cerraba muy rápidamente. Fue entonces, un chico de Guía de Isora, que vendía zapatos de goma, el que les „orientó‰ que habían unos paraguas que en su estructura utilizaba unos alambres huecos en su interior y que se podría a través de éste pasar el hilo. –Gran invento fue éste! que facilitó más cómodamente el cosido de los zapatos. Fue en 1942/43 cuando se casó con doña María y montó su zapatería, en Cabo Blanco (Arona), donde estaban de medianeros. Esta ilusionante iniciativa personal no hubiera sido posible, nos dice, con especial agradecimiento, sin el apoyo de su suegra que „antes de casarse‰ le compró la máquina de coser; y que muchos años más tarde cambiaría, además de aportar 1.000 pesetas, por una „SINGER‰, que tenía don Antonio Armas, y que aún hoy, ocupa un espacio importante en la zapatería. Don Carlos nos descubre orgulloso bajo una tela que la cubre del polvo y del aire húmedo del invierno, a esta máquina de coser, testigo del buen hacer y del esfuerzo callado de tantos años. En ese momento, el trabajo era mucho, y se realizaba „por encargo‰, recuerda que cobraba por un par de Lezna.- Instrumento compuesto de un vástago de acero con punta y un mango de madera que usan los zapateros y otros artesanos para agujerear, coser y pespuntear. Horma.- Util para dar forma deseada a un objeto, zapato, guantes, etc. Bigornia.- Yunque con dos puntas opuestas Alza.- Pedazo de cuero que ensancha o alarga la horma del calzado. Cartabón.- Regla graduada de tope móvil que utilizan los zapateros. Tajarrones.- Correa que sujeta la silla al rabo del camello. Petral/pretal.- Correa que sujeta la silla al cuello del caballo. Cabestro.- Rienda para llevar o sujetar las caballerías
zapatos veinte duros. Mientras nos cuenta todo esto, junto a leznas, hormas, etc., nos muestra con fuerza y agrado su „bigornia‰, y nos afirma que „––como ésta hay pocas!!‰, nos recuerda que era de su padre, al igual que „el cartabón‰ que por medio de su regla graduada servía para tomar las medidas del pie, de forma que „se colocaba encima el calcañal y el pie se mantenía recto hasta el otro extremo del tope que se fijará junto al dedo gordo, luego se le daba dos medidas más para que tuviera holgura‰. Con ayuda de una cinta se medía el grueso del pie, ésta se presentaba sobre la horma junto a las alzas y rellenos, que finalmente completaban la medida del pie, en el momento del diseño definitivo del zapato. Mientras hacemos este recorrido, nos evoca don Carlos que ya quedan lejos aquellos años en que salía a vender tajarrones, pretales, cabestros, cinturones... muy apreciados en esos tiempos y necesarios para los trabajos con los animales en el campo; y que de alguna manera complementaban su trabajo en la zapatería desplazándose hasta el Lomo de Arico (llegando a hacer noche en Las Cisneras). Ya más reciente, se sonríe cuando nos comenta que los chicos y las chicas iban a los bailes a Charco del Pino, Valle San Lorenzo... a través de caminos empedrados y llevaban dos pares zapatos,
unas „lonas‰ para el camino que las guardaba antes de llegar a los salas o a la plaza, y otro par de zapatos que sustituían a los anteriores, más elegantes y dignos para la ocasión. En fin, mientras hablamos con don Carlos, el tiempo ha transcurrido rápidamente, sin darnos cuenta...ya es la una y media de la mañana, ya el sol ilumina toda la habitación. Testigos de ello, son la réplica de los „tres camellos‰, que alineados en la acera, junto a la puerta de la zapatería muestran elegantemente sus jorobas, y que describen para siempre una silueta inconfundible. Hemos disfrutado de la compañía y de la palabra de don Carlos, ciertamente somos afortunados por ello. A través de este recorrido nos hemos empapado de cosas y experiencias que en muchas ocasiones estaban arropadas de cierta nostalgia, pero no solo de eso hemos llenado nuestro bloc de notas y nuestras retinas.... lo más importante es que aún podemos descubrir a través de lo auténtico aquello que es más cercano que no se puede adulterar, que no tiene caducidad aunque hablemos de muchísimos años, y que ni la tecnología más avanzada puede llegar a igualar, hablamos de la memoria viva de nuestras gentes. A don Carlos León „el zapatero‰, a su labor... con mucho cariño, ahora y siempre, GRACIAS.
El Personaje
Jovita González Feo: Centralita dígame Esther Marrero León
Cuán amplia y variada podría ser la lista que se utilizara para adjetivar a la persona de Dña. Jovita. Quizás, palabras como esfuerzo, constancia, sacrificio... podrían
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nmensa suerte la de los sanmigueleros cuando un 15 de febrero de 1901 nace el personaje de esta historia, Jovita González Feo. Sumando tres con sus hermanos, a la corta edad de 7 años se vio huérfana de madre, quedando bajo el abrigo y el calor de sus abuelos. Sin embargo, la humildad no atendía a razones y, sin poder disfrutar de las gracias y fortunas de la juventud, embarcó por Los Abrigos rumbo a Santa Cruz donde, en casa de bien, quedaría sirviendo durante mucho tiempo. Con veinte años, y ya en la Aldea Blanca del Llano, en los ojos de la muchacha brillaron los lazos del matrimonio; pero dos años después, con un hijo de once meses y marido emigrante en tierras cubanas, es de nuevo acogida entre la servidumbre de aquella familia chicharrera. El ahorro y el esfuerzo fueron sus cómplices durante largo tiempo; tiempo que le dio el coraje suficiente como para armarse de valor y emprender una nueva vida en su entrañable y anhelada Aldea. Con unas pocas monedas consigue alquilar en Los Tarajales la que sería su propia casa a lo largo de varios años, la misma que serviría de cuna a la primera y única Centralita de Teléfonos del barrio. Entre cables y clavijas se movía día y noche, comunicando a lugareños y extraños con los ocho abonados de entonces: Ricasa, Los Erales, El Taller de Enrique, San Roque, La Valeria, Las Chafiras, El Guincho y Archiles, además de la Central de San Miguel y el propio locutorio de la Centralita. Nombres propios como D. Alejandro, D. Antonio Miguel, D. Antonio Feo o D. Enrique fueron algunos de los propietarios de estas fincas que en muchas ocasiones daban vida a aquel extraño aparato mediante serios oficios, secretos o simples chismorreos. Sin embargo, y a pesar del sacrificio que ello traía consigo, la utilidad de aquellos pequeños cuartos 1
dibujar el rostro de aquella mujer menuda, vestida de grises y con enorme trenza de carbón y plata.
fue en aumento; la transitada casa de Dña. Jovita era famosa no sólo por su centralita, sino por la variedad de servicios que poco a poco fue dando al vecindario: tienda, panadería, correo... El ir y venir de aquellas gentes altas, bajas, gordas, flacas, de aquí o de allí, del norte o del sur, hacían de cada día un trasiego de rostros que, minuto a minuto, irían formando parte de la que después sería su historia. Muchos venían de paso y quedaban a comer y dormir; otros sólo almorzaban; algunos paraban sus camiones para recoger el desayuno y seguían con destino a las primeras construcciones de Ten-Bel. Curas, maestros, médicos... e incluso el propio Presidente del Cabildo, por aquel entonces D. José Miguel Galván Bello. Todos llegaron a formar parte de aquel embrollado. Nombrar también a los que sencilla y complejamente se valían de los productos de la famosa tienda; productos entre los que se encontraba algún trozo de tela, hilos, colonias o tal vez, unos surtidores de aceite o petróleo. Incluso algún que otro chiquillo compraría allí su par de alpargatas nuevas para seguir correteando por las calles de la Aldea mientras que, de manera inconsciente, molestaba con sus juegos y risas a los que pacientemente se sentaban cada tarde en el mentidero de enfrente. Y cuando cada uno de ellos obtenía lo necesitado y marchaba, en el anonimato quedaba siempre la figura oscura de aquella mujer haciendo lo inenarrable para mejorar cada día más su atención a los demás. Allí quedaba la que subía a San Miguel y bajaba de nuevo, con el único vehículo de sus pies, mientras portaba a la cabeza el garrafón de vino; allí quedaba la que se acostaba a las dos de la mañana dando aceite en los cañizos a los quesos tiernos que en más de una ocasión compró a los cabreros con el único objetivo de curtirlos hasta su venta;
11 allí quedaba la que aún no conociendo los dulces y armónicos movimientos de un baile, en más de una ocasión arrimó los atrabancos de su salón y, entre cantos y cuerdas, daba paso al que quisiera. Y aunque más tarde todo este tinglado se trasladó cuatro casas más abajo el vaivén fue el mismo durante años. Años en los que, mientras todo esto se daba forma, aquella extraña máquina de singulares clavijas seguía sonando, intentando obtener alguna respuesta desde el otro lado del aparato: Centralita, œdígame? Entre tanto, y mientras aquí la seguimos imaginando con el pan duro entre las mangas de su rebeca, a muchos les seguirá quedando en el recuerdo la tan cantada por ella... „Tápame, tápame, tápame. Tápame, tápame que tengo frío. œCómo quieres que te tape si la manta se ha perdido?‰1
Fuente Popular. Agradecer a sus nietos, Jovita y Angel, la colaboración prestada a la hora de realizar este artículo.
A Jova.
Adela Toledo Bello:
El Personaje
Seña Adela
Algunas de las mujeres atendidas por ella dicen que preferían el atendimiento de Seña Adela al del propio médico pues ella ayudaba, mientras que el médico sentábase en una silla frente a la mujer esperando a que pariera ella sola.
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n 1915 (hace 87 años), nacía en el barrio de Tamaide del municipio de San Miguel de Abona, la primogénita de una familia de seis hermanos. Estamos hablando de Adela Toledo Bello: Seña Adela, la partera de Las Zocas. Se crió como cualquier niño de la época. Su madre, Dña. Rafaela Bello Acevedo, era partera, de ahí que su hija heredara la tan bella y difícil tradición. Pasó su infancia en Tamaide, trasladándose al barrio de Las Zocas cuando contrajo matrimonio allá por el año. Acudía con su madre a los partos en un intento por aprender las mañas de su maestra, hasta que ya ella sola los atendía. Cuentan los mayores del barrio que servía de ayudante al médico del pueblo cuando el parto se complicaba. Acudían a buscarla a cualquier hora, tanto de día como de noche, teniendo más suerte que su madre, pues esta última era trasladada en burro, mientras que en la época de Seña Adela ya había algún que otro camión o coche. Acudía a cualquier lugar que la llamaran: a barrios como Tamaide, El Roque, El Frontón, San Miguel casco, Guargacho, Aldea Blanca, Buzanada, Cabo Blanco... Hubo incluso algunos partos complicados en los que llegó a ocupar dos o tres días atendiéndoles hasta llegar a buen término. Cuando enviudó marchó para Archiles a trabajar en los cestos, en la finca de Don Antonio Miguel Alfonso, y hasta allí iban a buscar a la partera. A los ocho años de su vida en la finca regresó a casa, donde siempre tendría preparada en una silla para cuando la viniesen a buscar, en caso de caer la noche, vestirse rápido y salir a ofrecer ayuda a aquella mujer que estaba de parto. A la hora del parto, era necesario que, aparte de ella, estuviesen dos personas más que la ayudaran, pues la una aguantaba las manos a la que estaba de parto, la otra le aguantaba las piernas abiertas y ella ayudaba a venir al mundo al bebé. Tenía dos ba-
ñaderas preparadas, una con agua fría y otra con agua caliente, pues si el bebé nacía con síntomas de asfixia le metían primero en agua caliente y después en agua fría; le quitaban el frenillo y se le cortaba la vida. La cama se preparaba poniéndole una tabla y una manta encima y si se veía que el parto iba a ser complicado ponían a la mujer en el suelo con un manta debajo. Algunas de las mujeres atendidas por ella dicen que preferían el atendimiento de Seña Adela al del propio médico pues ella ayudaba, mientras que el médico sentábase en una silla frente a la mujer esperando a que pariera ella sola. Sólo si el parto complicaba llegaba a implicarse en el mismo. Cuando la mujer empezaba con los dolores Seña Adela aconsejaba dar chocolate caliente para que éstos aumentaran
y así conseguir que pariese más rápido. Y cuando acababa el parto, a la recién parida le daba chocolate y caldo gallina. La gente, en agradecimiento, ofrecía toallas, alguna camisa de dormir... pero a la familia que tuviese medios escasos o muchos hijos que sacar adelante no le recibía el detalle. Cierta vez, y recién parida ésta, al tiempo de amamantar a su propia criatura daba su pecho durante seis meses al hijo de otra mujer, prácticamente desfallecido, con la única intención de mantenerle vivo. Hasta hace veinte años, esta peculiar partera siguió trayendo hijos al mundo, reconociéndole el barrio de Las Zocas, en alguna ocasión, la gran labor desempeñada a lo largo de su vida. Asociación Juvenil Cultural Berijaje
Miguel González Frías
El Personaje Valentín E. González Évora
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n una tarde calurosa del mes de julio, y mientras la ventana de la habitación junto al comedor permanece entreabierta, una ligera brisa mueve la cortina. Se nos descubre al fondo, y a través de ésta, el huerto donde un naranjero con su particular vaivén desplaza sus hojas dejándonos admirar aún sus escasos frutos. Mientras tanto, iniciamos la conversación con don Miguel, mientras que doña Nicolasa nos escucha a cierta distancia, cómodamente sentada en su sillón, actuando como excepcional testigo de nuestra amigable conversación. En este singular recorrido que hacemos con don Miguel, nos sitúa inicialmente en un lugar, la Calle Alfonso Mejías, y nos traslada a un año, 1910; aquel que lo vio nacer. Son años de dificultad y de escasez económicas, donde la posibilidad que tenía un niño de acudir a la escuela eran muy remotas. Nos recuerda don Miguel a su primer maestro don Miguel Feo y a las „cabezaditas‰ que éste se daba en el transcurso de sus clases interminables, mientras sonríe pícaramente cuando recuerda alguna de las „perrerías‰ que se atrevían a hacerle. Recuerda que una de las escuelas se encontraba junto a la Plaza de la Iglesia (hoy Correos) y la otra en la C/ El Pino, significando que el tiempo que se le dedicaba a los estudios dependía en gran medida de las necesidades y de las labores que se requerían en casa; chicos y grandes debían contribuir al esfuerzo familiar, máxime cuando a los diez años, a la muerte de su padre, don Miguel quedó huérfano. Afirma: „todos éramos pocos para sacar adelante a la familia‰. De ahí que ya muy de jovencito, sin tener aún los catorce años, tuvo que trabajar en la panadería de don José Delgado, llevando pan a Chimiche y a El Río. Salía a las seis de la mañana, justo al alba, con su burra cargada con cuatro sacos de pan, y con un sueldo de siete pesetas por trayecto. Fue más tarde, en El Médano, en una casa que se construía don Tomás Zerolo („era un famoso cirujano y me cogieron cariño‰, afirma), cuando se inició como peón de albañil, „era un aficionado‰ con escasos conocimientos en el oficio. Fue en ese momento cuando lo llamaron al cuartel. Sus años en la escuela le sirvie-
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ron años más tarde, y lo expresa con satisfacción, cuando llamado a filas, y estando en el Destacamento en La Orotava junto a más de trescientos „quintos‰, el comandante hizo un llamamiento a todos aquellos que supieran leer y escribir. Nos dice don Miguel, que a este primer requerimiento no salió nadie, ya que todos estaban algo „cohibidos‰, indicándoles el comandante para convencerles que „con arreglo a la que supieran tendrían un puesto...‰, fue entonces cuando él junto a quince más se atrevieron a „dar un paso al frente‰ y a presentarse, ejemplo todo ello, nos dice, de la escasa formación que teníamos todos en aquellos años.
Nos recuerda que, quizás producto del azar, un día estando de „relación‰ en la Santa Cruz, y cuando transitaba por la C/ Imeldo Serís se le acercó a poca distancia de él un coche, de aquellos escasos vehículos que circulaban por la capital en esos años, mientras oye una voz que salía del mismo y que pronunciaba su nombre „–Miguel!‰cuando se gira ve que era don Tomás Zerolo, al que saludó inicialmente no sin cierta incredulidad y sorpresa. Este le preguntó sobre él y su familia, a lo cual contestó que actualmente se hallaba destinado en La Orotava, circunstancia ésta que hacía que resultara cada vez más difícil ver a su familia. A consecuencia de esta con-
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versación, y por alguna „gestión‰ de don Tomás, le destinaron definitivamente al Cuartel de San Carlos, en Santa Cruz. Es aquí donde nos comenta una particular anécdota de su etapa en la milicia: estando de asistente de un teniente „de academia‰, que como nos recuerda don Miguel era hijo a su vez de un teniente coronel de la Guardia Civil de la época llamado don Juan, tuvo que hacer un muy singular cometido del que se le requería la máxima discreción y confianza. Su teniente tenía una novia que vivía en la Cruz del Señor y éste le había encomendado la „misión‰ de llevar una carta y esperar la respuesta, si fuera el caso, de dicha señorita; a cambio recibiría dos pesetas. Este cometido no sólo tuvo un final feliz, sino que a partir de ese momento „caí bastante bien‰, ofreciéndole al término del servicio militar el empleo de „mozo de comedor‰, que no aceptó, ya que tenía que regresar junto a su madre. Ya de regreso de la milicia, es cuando emprende su labor de albañil, especializándose en tareas y en la utilización de materiales novedosos para la época, ya que por primera vez se generaliza la colocación de „pisos‰, mosaicos y azulejos (baños, cocinas...) para las diferentes dependencias de las viviendas. Recuerda que trabajaba con un albañil del Valle de San Lorenzo y que se relacionó con un aparejador sobrino del Sr. Marrero, además consultaba un „libro sobre construcciones‰ que le había facilitado. Nos recuerda don Miguel, que en esos años emprende varias obras y edificaciones, en las que participa de una forma activa. Señala la construcción del Casino, el cine de don Panchito, obras-reformas en la vivienda de don Modesto Hernández, don Teófilo Bello, don Pepe Bello, doña Efigenia, don Segundo, don Isidro Rodríguez, etc.. Asimismo, años más tarde, participa en la obra de la construcción de la Cooperativa, además de realizar tareas de mayor responsabilidad como „encargado‰, donde se utilizaron técnicas y materiales no habituales para aquellos años; y donde no estuvo exentas de algunas dificultades planteadas con el arquitecto del proyecto, el Sr. Quirino, que dieron lugar a realizar consultas y a examinar con otros especialistas los problemas planteados en tan singular obra. Pero será un acontecimiento triste, el inicio de la Guerra Civil, el que va a marcar de nuevo el devenir de don Miguel, y el de muchos jóvenes de la época. En el año 1937, un año después de su inicio, fue llamado al Frente de Teruel, circunstancia esta que trastocó todos los planes que tenía para su futuro más inmediato, dejando este hecho una huella imborrable en la persona de todos aquellos que participaron en tan triste batalla. Será dos años más tarde, en 1939, a su regreso de la guerra, cuando sucedió un hecho que va a marcar definitivamente su vida. Nos comenta don Miguel que era un día de San Antonio Abad. Venían en una guagua „llena con toda la gente del sur que había sido movilizada‰, ésta hacía su última parada en Granadilla, que estaba en fiesta por su Patrón. Recuerda que la gente venía cantando, otros bebidos..., no sé como expresarlo „era la mayor alegría del mundo‰. La Guerra había finalizado. En esas circunstancias, acudió a una pensión que una familia suya tenía en Granadilla, para poder ducharse y cambiarse. Con la emoción de los momentos vividos, golpea de un modo apresurado la puerta de la pensión, ésta se abrió y tras la misma una guapa joven le hace pasar. Se trata de la joven Nicolasa Rivero. Este primer encuentro, fue el inicio de una relación que tuvo su momento más significativo un año más tarde, ya que el 1 de julio de 1940 doña Nicolasa y don Miguel contraen matrimonio en la Parroquia Matriz de San
Miguel Arcángel siendo el párroco don José Flores, y del que tuvieron tres hijos. Pero en estos años de tantas dificultades, además de los trabajos como albañil donde la experiencia que iba acumulando, hacía que se le fuera reconociendo cierta „fama‰, recuerda que doña Cecilia García, tras una grata experiencia laboral, decía de él, „que tenía manitas de Dios‰ (señala que exageraba mucho). Pero don Miguel, aún nos guardaría alguna sorpresa más en su particular curriculun vitae, fruto todo ello de la necesidad de sacar una familia adelante, y no es otro que su experiencia como barbero durante más de doce años, donde regentó una barbería en un local que alquiló a... donde vive doña Remedios. El horario al público dependía en gran medida de su trabajo como albañil, dedicando especialmente todas las tardes, incluidos los sábados, los domingos y los días de fiestas, no tenía muchos momentos para el descanso, incluso cuando la luz ya no era suficiente encendía un quinqué hasta altas horas de la noche, y con el dinero que sacaba daba para unas „gorrominas‰. Mientras, baja la cabeza y con voz firme, sentencia don Miguel: „mi vida siempre ha sido una lucha‰. Será en 1968, cuando un „infarto‰ cambió su vida, ello hace que deje su trabajo de albañil por recomendación facultativa, ya que los riesgos eran muy elevados para su salud. Desde ese momento se ha dedicado a cultivar sus huertas hasta que las fuerzas le acompañaron para realizar dichas tareas agrícolas. Finalmente, expresar nuestra gratitud a don Miguel y a doña Nicolasa por dejarnos entrar en su particular „espacio‰,—el suyo, y dejarnos ojear algunas de esas páginas llenas de acontecimientos que han marcado toda una vida „construida‰ sobre bases fuertes de constancia y coherencia personal, para sí y para con los suyos. Nuestro agradecimiento más sincero.
El Personaje
María “La Planchadora” Cada día, Dña. María Rodríguez Sierra „La Planchadora‰, alegraba con sus puntos cubanos las vidas de sus hijos, nietas y vecinos. Esta mujer luchadora nació en 1905 en San Miguel de Abona, su infancia transcurrió entre Tenerife y Cuba• puesto que siendo una mocita viajó con sus padres y „Soy el potrero del Curugey, tengo 15 años me llamo Elena, soy dulce y blanda como el mamel me despiertan las tojosas, salgo al bosque con el sol y allí encuentro la rosa, la más hermosa para el amor‰.
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ruto de su matrimonio con D. José Estévez González nacieron tres hijos: Ignacio, Juana y ˘ngela (nuestra vecina Lita). Su marido se dedicaba a las tareas del campo, haciendo paredes, plantando papas... Nuestro personaje se dedicó a planchar, lavar, teñir y almidonar las ropas de los vecinos pudientes, incluso le mandaban ropa de Santa Cruz y Granadilla. Con el paso del tiempo llegó a encargarse del cuidado de los paños, manteles, etc., de la Iglesia. Cobraba quince pesetas, o bien trataba un trueque cambiando su servicio por papas, calabazas o cualquier vívere. Para planchar utilizaba las planchas de hierro que calentaban con serrín en un bidón, dándole fuego hasta que se hiciera brazas y poniendo después las planchas. También utilizaba el carbón que traía de Vilaflor, y con el adelanto de los tiempos utilizaba la cocinilla de mecha o el infernillo. Antes del planchado debía lavar la ropa; llenaba su baño de zin y con su ruedo en la cabeza y las dificultades del camino se dirigía hacia El Chorro. En este lugar había un salón grande donde el agua, que procedía de una tajea, se recogía en un tanquillo. Una vez allí, el agua se repartía en pilas de lavar que estaban en los laterales, el agua sucia pasaba a otro tanque (este lugar es un recuerdo entrañable pero el progreso hizo que desapareciera). Una vez tenía la ropa lavada la ponía a secar en las paredes y al llegar a su casa..., de nuevo a planchar. En aquellos tiempos, cuando moría alguna persona las ropas debían de teñirse de negro ya que no había dinero para comprarse estos atuen-
Marta Elena Díaz Reyes
D. José Tavío a esta isla caribeña. Allá aprendió a realizar la labor de planchadora. Sobre los años 20 regresó a tierras canarias, instalándose tras su matrimonio en la Calle Garañaña, donde actualmente se conoce como el Patio de María la Planchadora.
dos. Entonces, Da María compraba las pastillas de teñir en la tienda de Dña. Celestina, ponía el agua a hervir y con su ajerbo comenzaba a teñir el agua, después introducía la ropa y con un palo y paciencia comenzaba a darle vueltas a la ropa, y la miraba, y otra vuelta, y otro vistazo..., y así hasta que la ropa quedara teñida uniformemente. A medida que su hija Lita crecía Dña. María le ponía alguna tarea, tal es el caso de que ella era la encargada de llevar la ropa planchada a la casa del vecino en cuestión, cogía su brazo derecho y bien estirado su madre le colocaba un pantalón, y con la otra mano llevaba en una percha una chaqueta; y Lita bien derecha y con cuidado de no arrugar nada se dirigía a realizar el encargo. Además de su dedicación a la lavandería, nuestra vecina dedicaba su tiempo a cultivar preciosas flores, cuidar pájaros, hacer mojos tan famosos que hasta la península fueron llevados. Esta mujer con sangre canaria y alma cubana nunca olvidó la isla que la vió crecer, de ahí que al suspirar siempre la tuviera presente, alabando: „–Ay, Cuba bella, tus hijos lloran!‰. Del mismo modo, nunca dejó de deleitar con puntos cubanos; así, a sus nietas les enseñaba alguno que otro, y como tenía tan buen humor dejaba caer más de uno „picante‰: „Allá arriba en aquel morro hay un perro que come queso con un cigarro en el culo apuntándote los besos‰. Cuando su nieta se lo contaba, Dña. María „escandalizada‰ no podía creer que una niña pudiera decir esos cantos, y entre risas y veras le contaba otro. La dedicación de nuestra vecina duró unos 40- 50 años, a principio de los 80 colgó su oficio de planchadora, pero su buen humor, su amabilidad,
gratitud y generosidad permanecieron en ella. Fue una mujer luchadora, nada le pertenecía, todo lo que tenía lo daba, cuando algún vecino se ponía enfermo ahí estaba ella acompañándole hasta su último momento. En sus últimos años tenía un fiel amigo que le acompañaba dónde quiera que iba, el „Yoli‰, un perro pequinez que se convirtió en su compañero inseparable de aventuras; hasta en su último paseo por el pueblo hacia el cementerio la acompañó. Y es que Dña. María conquistaba el corazón de todo aquel que la conocía, no es de extrañar que su perro no quisiera separarse de ella, del mismo modo que su recuerdo permanecerá en la memoria de tanto sanmiguelero que por cualquier razón cruzó su camino por la vida de nuestra „amiga, Dña. María‰. „En la Habana nací yo y en Cuba nació mi hermano ahora sí que estamos bien yo habanera y tú cubano‰.
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A Evelio
El Personaje Francisco Javier González Méndez
Esta escultura ganó el Primer Premio en el Concurso Nacional de Escultura de La Escuela de Arte de Washington. 7-7-1975.
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s fascinante dar vueltas alrededor de cualquier país, sumergirnos en los trabajos del arte que nos rodea, con él podemos detectar la historia y los grandes tesoros que nos transportan a épocas distantes, a los talleres de los artistas. A ese mundo maravilloso donde realizan esos sueños que convierten en arte, a ese mundo artístico, loco y bohemio, a ese mundo donde se ignora la realidad y se sueña apoyados en la fantasía. Evelio fue estrella del arte en los Estados Unidos, donde hizo su sueño realidad. Evelio Delgado Gómez, sanmiguelero de nacimiento (1953), fue escultor y pintor. De carácter alegre y picaro, desde niño mostró su amor por el arte pintando sus primeros cuadros. Pasó su infancia y juventud en San Miguel de Abona, dejándonos el bonito recuerdo de las artísticas carrozas en la fiesta del Patrón.
En 1970 se traslada a La Laguna para estudiar Pintura y Escultura en la Facultad de Bellas Artes, terminando la carrera y presentando su tesis: Escultura Griega-Michelangelo y Thorualdsen; Columnas y Soportes Cristalinos. En 1972, obtuvo el Primer Premio de Escultura de la Primera Semana de la Construcción. Tentó al destino en Estados Unidos y fue becado en 1983 por la Fundación Johnson Atleir en Treton (New Jersey) durante ocho años, hasta su muerte. Entró en la Escuela de Arte Corcoran, siendo un perfeccionista en su trabajo y amigo de sus amigos. Amaba la naturaleza, las cuevas, la nieve, los minerales y los fósiles. En su pequeño huerto cultivaba tomates y fresas orientales. Le gustaba la comida china y los paseos en bicicleta. En su taller realizaba sus sueños oyendo las canciones de María Dolores Pradera, Bob Dylan o Neild.
Ganó el Primer Premio de Escultura y el Segundo Premio Gráfico de la Muestra Anual de Beach Art en North (EE.UU.). También obtuvo el Primer Premio en la Muestra Artística de la Cape May Art League. Sus amigos le describían como un ser natural, espontáneo y que solucionaba los problemas de una forma ingeniosa. De su trabajo decían que todo lo que hacía emanaba serenidad. En 1985 se alzó con el Primer Premio en el Concurso de Escultura James Wilbur Johnson que se celebraba anualmente en Washington, bajo el patrocino de la Fundación del Arte para la Humanidad, la de mayor prestigio en Estados Unidos. Es el único escultor de nacionalidad española que ha obtenido hasta la actualidad este preciado premio. Evelio fallece a los treinta y siete años en New Jersey (1991), donde desarrolló su labor artística, recibiendo sepultura en su pueblo natal y perdurando su arte en nuestra memoria. San Miguel de Abona tiene un artista internacional, un artista que siempre que podía regresaba a su pueblo y, orgulloso, mostraba a sus amigos la máscara que está sobre el escenario del Casino; la única obra que el pueblo posee de nuestro genio, Evelio Delgado Gómez.
El Personaje
LEŁN Un hombre sencillo de San Miguel
Vanessa Pérez Díaz
León Delgado León, vecino del municipio de San Miguel, personaje carismático donde los haya. Después de 30 años viviendo en El Hoyo, La Tajea orgullosa, se hace eco, del gran regalo que este hombre ha supuesto tanto para los sanmigueleros como para los agricultores en general. Me dirigí a su taller de Tamaide, donde se encontraba atareado en los quehaceres del día a día, sin embargo buscó un huequito para afablemente atenderme y así surgió este artículo.
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ntre lo años 68 y 70, la agricultura sufrió una gran pérdida de mano de obra, el sector turístico entraba como un tornado en la isla, arrasando y desgarrando de la tierra a muchos que hasta entonces vivían de ella y de su cultivo. El turismo ofertaba mejores salarios y menos esfuerzos, lo que entorpeció la sufrida labor del agricultor. La necesidad llevó a nuestro peculiar personaje a movilizar innumerables ideas, locas y ansiosas por pasar de la cabecita de León hacia sus manos, que con entusiasmo y afán por mejorar las precarias condiciones en la que se desarrollaba la agricultura en nuestras islas, las materializó en una máquina capaz de sacar las papas a la superficie. Lo que supuso un gran adelanto al sector agrícola de la época. Debemos destacar que aunque hoy lo valoramos como un gran avance, en su momento fue juzgado y criticado por muchos como una locura, una idea falta de sentido que a veces hicieron que nuestro vecino
se replantease sus proyectos, sin embargo su genialidad iba mucho más allá de la mentalidad tradicional, y su valor le hacía creer en sí mismo y en que esa máquina sería posible. En este momento he de citar, por petición de nuestro protagonista, algunos nombres que para él significaron apoyo moral y motivación para seguir adelante, emocionado y lleno de gratitud reseña a Don Antonio Feo, a Don Eduardo Gómez, a Don Juan García y a Don Adolfo Rodríguez entre otros. Al comprobar los éxitos obtenidos por las máquinas, ya sus ideas no parecían tan descabelladas, a los ojos de quienes no apostaban por él y las críticas no eran expresadas con la misma naturalidad con la que fueron en los inicios, quizás por el miedo de que fueran ridiculizadas con el tiempo por la creatividad y el tesón que este peculiar agricultor ponía en sus inventos. Llegados a este punto, he de decir que nuestro personaje repitió hasta la saciedad que él no inventó nada, que todo estaba inven-
tado, que él solo hizo adaptaciones; yo creo que es su infinita humildad y sencillez la que no le deja reconocer lo que sus máquinas fueron y son para la agricultura, y es que además de un gran inventor, o „adaptador‰, es un gran hombre que en cada frase que habla deja entrever muchos valores humanos de los que tanto se carecen hoy: gratitud, bondad, humildad, inquietud por crecer y mejorar, en fin, un hombre que sin duda dejará huella en la época en la que vivió. Además de ganarse el respeto y la admiración de muchos agricultores se le concedió el título de Caballero de la Orden del Mérito Agrícola en 1.977 y también el Reconocimiento por su labor de Investigación en beneficio de la agricultura isleña, en 1.983. En cuanto al sistema de siembra, fueron muchos los prototipos con los que experimentó, decantándose finalmente por el actual, con su variedad de modalidades, de un surco, de dos, de tres e incluso de cuatro y de cinco, según las necesidades. Hoy por hoy, la mente inquieta de este León no descansa sino que está envuelta en un nuevo proyecto para cerrar el ciclo de su pragmática obra, la recogedora, puesto que en la era de los avances tecnológicos, desea suavizar el ingrato trabajo del agricultor. Es autodidacta, como él mismo se define, porque lo que sabe es por su propia experiencia, por cometer errores y aciertos, no es un hombre con carrera, sin embargo es un hombre culto, es un hombre que cuenta con muchos logros profesionales, sin embargo es un hombre campechano y cordial que no alardea de los mismos. En definitiva para muchos y para mí, León Delgado León es un hombre sabio, un hombre sencillo que reside en el pueblo de San Miguel.
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Doña Florala de la fonda
El Personaje
Francisco Javier González Méndez
San Miguel de Abona, como todos los pueblos, tiene su heredadas, las maneras de hablar y de vestir, la cultura y las historia. Una historia llena de documentos, de leyendas y de costumbres de una época. Una historia llena de historias y fotografías; una historia donde nos encontramos las tradiciones llena de personajes como doña Flora, la de la fonda.
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ombrar a este personaje es sinónimo de trabajo. Flora Oramas Pérez nació en 1903 en La Hoya. Desde pequeña comenzó a trabajar en el campo, había que ayudar a la familia en la lucha diaria por la supervivencia. Eran los tiempos del calor en el hogar y de un rato de conversación. Era muy diestra en las tareas agrícolas, con la buena ayuda de los animales a los que incluso ayudaba a parir. Desde joven empezó a trabajar en la casa de los Peña, donde además de hacer las labores de la casa aprendió el buen arte de cocinar. En San Miguel el comercio fue uno de los medios de vida con un notable progreso y a doña Flora no se le escapó la oportunidad, a pesar de que ya existían dos fondas (la de doña Magdalena Delgado y la de doña Silveria Cabrera), y en el año 1939 con la Carretera General recién estrenada, sin saber leer ni escribir, alquiló una casa en la calle Guzmán y Cáceres, donde puso una fonda con el nombre de La Principal, por la cual pagaba 50 pesetas de alquiler y 71Ê8 pesetas de contribución. Una casa grande, con un zaguán que daba paso al comedor y a las habitaciones laterales, un baño y una gran cocina donde demostraba la buena fama de cocinera; llamándola siempre cuando venían autoridades al pueblo para que preparase sus famosas gallinas rellenas. La fonda también contaba con una patio trastero donde tenía un horno y una cuadra con un burro y una vaca que ella misma ordeñaba. Siempre con su moño y sus gafas, alta, muy altiva, nunca perdió el buen humor que la caracterizaba. Vestida con el hábito de la Virgen del Carmen por una promesa, con el canto de los gallos doña Flora se levantaba, se ponía su delantal y se las ingeniaba para resolver con imaginación las necesidades cotidianas, elaborando de modo artesanal el pan que hacía en
el horno, atendiendo a los huéspedes y a todas las actividades de la fonda y la cantina. En el San Miguel de esa época había muy poco tráfico, la guagua pasaba una vez al día y dejaba la correspondencia en el correo que estaba por debajo de la fonda. Las pescadoras, a las que llamaban las adejeras también pasaban por La Principal porque doña Flora, siempre con su buena gracia, les ponía un plato de comida para poder continuar su camino. La puerta de la fonda permanecía abierta día y noche y después de veintisiete años rodeada de trabajo, de
huéspedes, de anécdotas, del calor del horno y de sus animales, doña Flora cerró la puerta de su fonda en 1966. „31 de didiembre de 1946: 316Ê50 pesetas. Gastos ocasionados en la fonda principal durante las fiestas locales de San Miguel, con motivo del Santo Patrón del pueblo. Diciembre de 1948: 626Ê50 pesetas. Gastos ocasionados por la fiesta de la Copatrona, la Purísima Concepción‰ Libros de Pago-AMSMA. El Ayuntamiento requería a doña Flora para hacer la comida a los presos del calabozo y a los policías de guardia.
Doña Consuelo
Hoy me siento feliz por poder plasmar sobre estas líneas la historia de una gran mujer. Como ella me dice: es zoquera de los pies a la cabeza, quiere a su pueblo
El Personaje
y a su gente y aquí, en Las Zocas, quiere morir. Con ella he aprendido a querer yo también al pueblo, pues en él tengo mis raíces.
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sta mujer entrañable, valiente, luchadora, sabia y con un gran corazón, es Dña. Consuelo. Doy gracias a Dios por darme la oportunidad de vivir cerca de ella algunos años. A ella quiero agradecerle el hacerme partícipe de su vida y de su historia, compartir con ella ratos maravillosos y bebernos un café juntas. Darle también las gracias por permitirme tutearla (cuando me ve llegar a su casa se le ilumina la cara y me dice „hola, mi flor‰. Gracias Consuelo. Como ella dice, zoquera de los pies a la cabeza, Dña. Isabel Rancel Cuesta, conocida por Dña. Consuelo, nace en
El Hoyo, en las casas que aún están en pie. Estas casas fueron construidas en 1820, comprándolas su abuela antes de ella nacer. Nació el 4 de julio de 1910 a las seis de la mañana. Hija de D. Miguel Rancel y de Dña. Rosa Cuesta, es la mayor de cuatro hermanos. „Mi niñez fue feliz a pesar de los poco que teníamos; nos ingeniábamos todos para poder jugar, hacíamos las casitas en las penqueras, jugábamos al paro y la pelota la hacíamos de trapo, brincábamos a la soga. A la escuela no iba pues decían que no hacía falta aprender, lo que teníamos que ser mujeres de casa‰.
œVenían los Reyes? Sí, nos traían una naranja y unos higos pasados y poco más. La niñez fue poca, pues teníamos que trabajar a muy temprana edad. Yo quería aprender a escribir y fui aprendiendo después de más grande... no hacía sino rebujones y luego iba pintando las letras. Yo recuerdo aquella época con cariño: éramos pocos vecinos y éramos como una familia. Había catorce vecinos, luego fue creciendo el barrio porque nos íbamos casando y venía algún forastero.
œCómo se divertían? Pues, íbamos a los bailes que se
Ilustre Ayuntamiento de San Miguel de Abona - Marzo/Abril 2006
hacían aquí, en alguna de las casas que no tuviera el piso muy ruin. Aquí mismo, en El Hoyo, en la casa del medio de mi tía Magdalena, le poníamos agua y tierra al piso, lo pisábams fuerte y a los cuatro o cinco días estaba listo paÊ bailar. También nos llevaban alguna vez a San Miguel, a mis hermanas María y Rosita y mi prima Jorgina. œTú bailabas? No, pues yo no sabía y mi hermana María no quería que yo bailara y me quedaba sentada. œTenías novio? Sí, algún pretendiente. Tenía pocos, no muchos. En aquellos tiempos nos fuimos a trabajar a La Estrella, nos quedábamos toda la semana y el sábado veníamos a bañarnos. Teníamos que ir a buscar el agua al barranco La Orchilla. Aquí detrás está la cueva La Jurada, traíamos el agua en un cacharro que era de petróleo, o en un barril el que lo tenía. Había varios charcos: unos paÊ lavar, otros paÊ coger agua y otros paÊ beber las cabras. Lavábamos la ropa paÊ ir el lunes limpios al trabajo.
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œCuánto ganabas? Se ganaba peseta y media por día, que eran doce pesetas más o menos (eso, las que éramos buenas trabajadoras). Había que ir a cobrar al Porís de Abona, casa D. Antonio Reverón, siempre iban dos personas y traían el dinero de todos, cada uno en su sobre. La poca ropa que teníamos me la hacía mi madre y mi tía Magdalena que siempre estaba cosiendo. Mis padres también tenían una venta... œQué vendían? Millo, lonas, sombreros... un poco de todo. Yo aprendí a hacer bolsillos sesgados con mi tía Adela y yo se los hacía a mi madre. Yo fui aprendiendo a coser y a planchar y bordar. Y aprendí a hacer macramé con ochenta y ocho años por una revista. œA qué edad te casaste? Yo no era muy nueva, pues tuve que trabajar paÊ juntar paÊ mi dote y llevé cuatro sábanas y una manta defresá y poco más. Me quedé sola muy pronto. Mi pobre marido se enfermó, pues nos fuimos al Río porque paÊ allá había más trabajo y muy pronto falleció. Me quedé sola con cuarenta años y tuve que luchar paÊ sacar a mis hijos adelante. Hice de padre y de madre. También aprendí con mi abuela a rezar el empacho a los niños y el mal de ojo... œCómo lo hacías? Con un poquito de aceite calentito le
sobaba en la barriguita, le decía el nombre del niño y se rezaba un padrenuestro; y el mal de ojo se le hacían tres cruces y se decía „dos te lo hicieron, tres te lo van a quitar: el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo‰ y se decía „Jesús, Jesús‰ tres veces en cruz. œY las poesías cómo las hacías? Pues, me llegaban solas a la cabeza y después las iba juntando... œme dices una? Pues... si me acuerdo, sí. Yo soy nacida en Las Zocas aquí me gusta vivir viendo la Cruz de Chimbesque me gustaría morir. Aquel que viene a Las Zocas es como el que planta un drago aquí echa sus raíces y se hace milenario. El barrio era rico en fruta tenía muchas higueras pero todas las quitaron para hacer las carreteras. Van quitando montañas entullando los barrancos pasando diez años más esto será un Campo Santo. El barrio tiene un colegio hay pocos en Tenerife donde se educan los niños desde los tres a los quince También tenemos un Kinder para niños de dos años sus madres a trabajar otro que cuide el rebaño Me voy a morir de vieja soy analfabeta a cero y no ponen un colegio para enseñar a los viejos. Le digo a la juventud que cuiden lo que tenemos que no quiten un pencón los higos picos son buenos. La fiesta de San Esteban en octubre se celebra todo el que quiera venir se divierta como pueda. Y con esto me despido es el fin de este relato para no cansarles más si Dios quiere hasta otro rato
Don Antonio Hernández García
El Personaje Valentín E. González Évora
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n una mañana soleada de domingo del mes de octubre, nos adentramos en una expectante conversación con don Antonio, en su vivienda de Punta del Viento. Mientras tanto, el ir y venir de las olas se oye de fondo a nuestro ameno diálogo, como si de un testigo atento se tratara y quisiera participar también en ella Son muchos los recuerdos que se agolpan entre gestos y sonrisas no exentas de mucha, muchí—sima nostalgia contenida en emotivos recuerdos de una vida llena de contenidos y personas que acompañaron, y acompañan aún, a don Antonio en su ya dilatada vida, que se inició un 25 de agosto de 1907, en una humilde familia de nuestro pueblo de San Miguel de Abona. Son 97 años de una vida que en gran medida plasman el devenir de un pueblo que ha evolucionado –unto a sus gentes, a través de esas pistas de tierra, carreteras... ahora ya de asfalto, que don Antonio recorría a diario como nadie entre dificultades y secretos que com—partía con sus pasajeros, siempre a un destino seguro. Don Antonio fue de los primeros sanmigueleros que aprendieron a con—ducir y que luego se dedicaran profesionalmente al mundo del transporte de pasajeros. Antes, nos cuenta que trabajaba como peón en la carretera que se hacía a finales de los años 20 entre Aldea Blanca y La Camella. El trabajo era muy duro, nos recuerda, „si eso era vivir no valía la pena vivir‰. Fue entonces cuando le pidió a don Virgilio que lo enseñara a conducir en el camión que éste tenía, como ayu—dante y gratis. Cuenta que „ya a los tres meses lo dejaba solo, y veníamos a la Playa de La Ballena (Las Galletas) por arena y revuelto y la subíamos a San Miguel para depositarla junto al Barranco de El Lomo‰. En esos años, las carreteras eran escasas, se trataba de pistas, en la mayoría de los casos de tierra: Los Abrigos-Atogo, Charco del Pino-Granadilla, La Camella, Aldea Blanca, Llano del Camello..., que unían las grandes fincas donde se encontra—ban los empaquetados. La mejor que se encontraba era la que unía San Miguel con el Puerto de Los Abrigos, entrada y salida natural de las mer—cancías: tomates para la exportación, madera, turba... Nos recuerda don Antonio,
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que los barcos no atracaban sino que unas barcas se acercaban a los barcos fondeados y transporta—ban la mercancía, que ya en tierra era llevada la mayoría en camellos y en menor medida en los escasos camio—nes. Llegado este momento, con una amarga sonrisa nos dice que cuando tenía 13 ó 14 años fue camellero, justo en el momento que su padre, don Leo—cadio Hernández, emigró para Cuba y sólo muchos años más tarde es cuando ante una larga ausencia regresó para vivir sus últimos años en esta otra Isla que lo vio nacer. Después de la experiencia adquirida en los camiones entre los años 1930-1935, decide don Antonio com-
prar un coche Ford descapo—table por el precio de 5.515 pesetas, mucho dinero para la época y para sus recursos. Nos recuerda que no tenía ninguna forma de garantía, asegurándolo a todo riesgo, y comprometiéndose a pagarlo en el plazo de dos años, haciéndolo finalmente en 18 meses. En estos primeros años de taxista, lo hacía de una forma no regular ya que los denominaban „los piratas‰; recuerda que –unto a él, don Josefín y Vitelio Reyes, transportaban a sus pasajeros a los distintos destinos. Nos precisa que en esos años eran muy pocos los que tenían vehículos particulares, así nos señalaba los de don Pepe Bello, don Teófilo Bello, don
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Antonio Miguel Afonso, don Luciano Alfonso... Asimismo, los camiones eran escasos, cita los de don Virgilio, don Miguel Rodríguez... Será en 1937 cuando don Antonio, a través de un conocido, adquiere una „parada‰ en Santa Cruz, circunstan—cia ésta que se mantendrá hasta 1977, fecha en la que cumple los 70 años ininterrumpidos como conductor de transporte de pasajeros, todo un hito difícilmente superable en nuestro pueblo. Señala que, 12 años más tarde, en 1947, decide vender „su Ford‰. Recuerda que „estaba san/Yo, ya que todos los años por el mes de agosto le hacía en el taller de don Enrique y don Claudio en Aldea Blanca, una reparación general: rodillos, niveles de líquidos, desmontaje y limpieza total. El coche salía nuevo. Ya lo entendía muy bien‰. Asimismo, nos dice que este vehículo fue vendido a un señor que aún lo conserva en La Orotava. Final—mente, adquiere a través de una agen—cia de coches en Santa Cruz (Agencia Hernández) un nuevo coche, en esta ocasión un Humbercon el que seguirá trabajando muchos años más tarde. Haciendo los habituales y agotadores itinerarios por el „carretera vieja‰, cruzando los pequeños pueblecitos con sus cuevas y casas blancas de cal y humilde aspecto, atravesadas por una carretera plagada de interminables y cerradas curvas que transcurría a través de las medianías de nuestro sur. La monotonía y el cansancio agotador sólo eran rotos por el llanto de un niño y por las escasas luces que salpica—ban e iluminaban la noche, hasta que finalmente con las primera luces de la mañana, de descubría Santa Cruz al fondo. Una vez repostado el vehículo en el surtidor de gasolina, a través de bidones de 200 litros, nos recuerda que costaba 2 perras el litro, se iniciaba el recorrido de costumbre a las seis de la mañana para recoger a los pasajeros que previamente se había concretado, en alguna ocasión se llegaba a reco—ger a pasajeros en el propio recorrido. A las siete, en Granadilla me tomaba un café, y finalmente después de „tres horas de carretera‰ se llegaba a Santa Cruz, a la zona conocida como „El Bosque‰ donde se dejaba a la mayoría de los pasajeros. En otras muchas ocasiones se le acompañaba a éstos a algunos organismos, médicos, clínicas o dependencia oficiales para la realización de algunos trámites. En otras casos se hacían pequeños encargos, „paquetitos‰, que se entre—gaban a sus destinatarios. Luego, a las dos
de la tarde, todos quedába—mos en el punto de encuentro, que no era otro que „El Bosque‰. Antes de regresar se almorzaba y luego nos esperaba otra agotadora –ornada de tres horas, amenizada toda ella con conversaciones y anécdotas del día. Esta situación se repetía todos los días de lunes a viernes y en algunas ocasiones los sábados („si había algún motivo especial para subir, se venía de nuevo a Santa Cruz‰), circunstancia ésta que provocó que temporalmente don Antonio se estableciera –unto a su esposa doña Tomasa, en el Barrio de La Salud (S/C de Tenerife). Finalmente, nos gustaría describir una anécdota que don Antonio nos comentó, y que explicaría muy parti—cularmente la forma de ser de nuestro personaje, además del compromiso con otras labores socioculturales de nuestro Municipio, si bien ésta nos descubre una semblanza muy acertada de su labor profesional de tantos años trabajando en la carre—tera llevando y trayendo con mimo y cuidado el „bien‰ más preciado: a sus cliente, a sus vecinos. También nos acerca más a
su persona, a su talante, a una forma peculiar de ver la vida y de vivir la vida sobre ruedas, si se nos permite esta expresión. Y dice así: nos recuerda que siempre ha tenido mucha suerte en la carretera, „nadie me ha dado un estampido ni yo tampoco a otro‰. Cuenta que un presidente del colectivo del taxis fue a Barcelona para contratar un seguro para todos los vehículos, para así abaratar las pólizas que estos pagaban indivi—dualmente, habiéndose concertado éste para todo el colectivo. Una vez transcurridos más de veinte años sin que don Antonio tuviese ningún accidente o siniestro, un día tuvo una visita inesperada en su casa del Barrio de La Salud, se trataba del responsable de la Cía. de Seguro que le visitaba personalmente en su vivienda para felicitarle por esa labor profesional ante el volante durante tanto tiempo, así como por su exquisito y correcto desarrollo del mismo. Por su tiempo, por su confianza, por su amena y correcta conversa—ción, por ser como es; con nuestro más afectuoso cariño, a don Antonio. GRACIAS.
El Personaje
Félix Alberto Linares Bello
Félix, El Canalero
Łscar Linares Donate
Sus 39 años dedicados al canal nos muestra todas las experiencias por las que ha pasado este incansable canalero. Intentamos aquí hacer un resumen de tantos años de trabajo y esfuerzo.
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l Canal Intermedio y el Canal del Sur han supuesto una gran importancia para el desarrollo del Municipio de San Miguel de Abona en el ámbito económico y demográfico. La historia de San Miguel como Municipio independiente de Vilaflor en 1798, está caracterizada por dos hechos importantes: su lucha contra la incomunicación y la carencia de agua. Gracias a la construcción del Canal Intermedio y el Canal del Sur a mediados del siglo XX, el problema de la carencia de agua se resolvió, lo que supuso un importante crecimiento demográfico. En veinte años se pasó de los 2.383 habitantes de 1950 a los 4.939 de 1970, y pasó a ser un lugar receptor de personas más que una zona tradicional de emigración. La construcción de los dos canales anteriormente mencionados también provocó un despegue económico y la superación de un déficit estructural, ya que al haber agua se realizaron grandes inversiones privadas construyéndose charcas, estanques y canalizaciones que fomentaron la cultura de regadío, centrada en el cultivo de exportación de la papa. Un importante exponente del Canal Intermedio y del Canal del Sur es el señor Félix Alberto Linares Bello, jubilado y nacido en el año 1939, que ha trabajado casi toda su vida como canalero. A través de sus experiencias de muchos años podemos observar el gran trabajo realizado por él y por muchos otros canaleros que, gracias a su incansable trabajo y constante dedicación, sacaron el canal adelante. Intentaremos hacer un resumen de más de 39 años dedicados a esta profesión a veces tan poco valorada y reconocida. Félix empezó a trabajar en el Canal en el año 1965. Al principio no tenía especial motivación pero con el paso de los años el trabajo le fue llenando cada vez más por lo que empezó a amar el canal y todo lo que le rodeaba. Dentro de su profesión su función era, como él
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mismo explica „recoger el reparto que venía diariamente y repartir el agua que pertenecía por hora a las personas que tenían las huertas. La persona que recibía el agua tenía que llevar la cuenta del agua ya que las horas fijas se avisaban una vez o dos veces‰. Pero las cosas no fueron fáciles al principio. Muchos de los cortes de agua que los canaleros realizaban se producían durante las horas más intempestivas de la noche, como las cuatro y las cinco de la madrugada. Al recordar este pasaje de su vida comenta que „lo pa-
saba mal teniendo que ir a trabajar tan de noche ya que tenía que ir caminando porque no tenía coche, tenía que salir aunque estuviera lloviendo con mucha intensidad, iba con la linterna y cogía una guagua desde San Miguel hasta el Valle y después iba caminando a las diferentes tanquillas. Cogía la guagua a las cinco de la mañana‰. Esta situación cambió un poco al comprarse una moto de segunda mano que le facilitaba los desplazamientos, aunque también tuvo una bicicleta que le robaron, „un día la dejé en una de las
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tanquillas porque se me había pinchado una goma y al día siguiente había desparecido‰. Después todo esto cambió ya que las oficinas „ponían los adulamientos distintos‰, por lo que el turno de noche desapareció ya que si el turno de agua acababa a medianoche se cortaba antes paran acabar más temprano. También tiene recuerdos curiosos respecto a su primer sueldo „ganaba 1.800 pesetas al mes y me descontaban 160 o 180 de la Seguridad Social. El Canal me pagaba lo que me descontaban ya que el sueldo era realmente poco, el sueldo base era 60 pesetas‰. Pero como en todo, recuerda con alegría que con el paso de los años su situación laboral mejoró ya que empezó a ganar un poco más de dinero por los pluses de las horas extras, los domingos eran pagados como dobles y su condición de antigüedad. Durante la entrevista, D. Félix se mostraba con muchas ganas de hablar del funcionamiento del Canal, sobre las pipas decía que „es lo que hay que medir en las tanquillas, las pipas equivalen a 480 litros de agua‰. Hay también otros conceptos como los cortes que se „realizan cuando pasan las horas que le corresponden a las personas que riegan las huertas‰. Respecto a las personas que demandaban el agua, eran sobre todo los que tenían huertas y fincas que cultivaban bastante, aunque como el entrevistado dice „esto ha ido cambiando hoy en día ya que sólo hay cuatro lechugas, el agua va hoy en día a empresas o lugares como Las Galletas o al Ayuntamiento‰. Se han producido importantes cambios en el canal. Cuando D. Félix empezó a trabajar el túnel llegaba hasta El Valle y luego se prolongó hasta Fañabé. Al principio también trabajaba un número mayor de canaleros pero se crearon nuevos métodos para que el agua se pudiera dar de una manera conjunta y no había tanto trabajo, „el agua que tenía dos o tres galerías se juntaba y se podía repartir de una vez‰. Respecto al horario, éste no es fijo ya que se tienen que adaptar a la hora en la que se reparte y se corta el agua. Por otra parte la creación del Canal fue muy importante para el municipio ya que antes de implantarse „se sembraban las papas y había que esperar a que lloviera para que dieran algo, y cuando llegó el canal se podía regar sin la necesidad de esperar a las lluvias‰. La economía iba creciendo, la gente podía cultivar y vender. Aquí es cuando aparece la cooperativa que las vendía al precio que realmente valían.
Con el paso de la entrevista D. Félix recordaba algunas anécdotas como cuando las tanquillas se tupían y si las personas que recibían el agua no podían destrabarlas eran los propios canaleros los que tenían que hacerlo. También recuerda haber tenido algunos despistillos normales como cuando una vez se olvidó de cortar el agua pero como él mismo afirma „no pasaba nada ya que el agua de más se descontaba en otros repartos‰. Otro hecho curioso era que a veces aparecían animales muertos en el agua que él mismo tenía que quitar „al principio me costaba cogerlos pero luego me tuve que acostumbrar‰. Cuando se le pregunta por la diferencia entre el Canal del Sur y el Canal Intermedio el canalero lo deja bastante claro: „el canal del sur pasaba por más sitios pero ya tiene poca agua porque no coge los pozos, antes traía más agua el canal del sur pero ahora trae más agua el intermedio porque tiene agua de los pozos. Por otra parte, el canal intermedio pasaba por la montaña gorda y el del sur por la parte alta‰. Durante la entrevista D. Félix quiso también recordar algunos compañeros ya fallecidos que dedicaron casi toda su vida a trabajar como canaleros „tenía siete u ocho compañeros, aunque dos de ellos ya no están entre nosotros: José Miguel González Linares de 68 años y ˘ngel González de Armas de 67 años de edad‰. Llegando el final de la entrevista el entrevistado siente ganas de expresar
lo que significaba el canal para él: „estuve 31 años en el canal, era mi medio de vida, fue un trabajo bueno, si no hubiera trabajado allí hubiera acabado en cualquier otro sitio‰. Estuvo trabajando en una fábrica de cestos de madera pero al utilizarse el cartón para hacerlos se dio cuenta que el trabajo de los cestos no tenía mucho futuro así que tuvo que buscar otra profesión y qué mejor que la de canalero, donde aprendió muchas cosas nuevas no sólo a nivel profesional sino también personal „la verdad es que traté con mucha gente durante mi profesión y nunca tuve problemas con nadie‰. Y para finalizar recalca „el trabajo de canalero era uno de los mejores que podía haber tenido, era un trabajo entretenido y me gustaba bastante‰. Sus palabras lo dicen todo. Una persona, un canalero que ha desarrollado su profesión de la mejor manera posible y que siempre estuvo bien con todo el mundo. Una persona que se dedicó en cuerpo y alma al bonito trabajo de canalero y que se ganó el respeto de todos por su forma humilde de ser y sus inmensas ganas de trabajar. Por esto, y por mucho más, quiero rendir mi más sincero homenaje a través de esta revista a todos los canaleros que como Félix han contribuido a hacer de San Miguel un lugar mejor. Y porque para mí también significó una experiencia enriquecedora ya que yo, como su hijo, lo acompañaba muchas veces a las „tanquillas‰ y me transmitía su ilusión por su profesión.
Evaristo Chávez Díaz
El Personaje
Un sanmiguelero en la Antártida
˘lvaro Toledo
Evaristo Chávez Díaz nació en La Laguna hace 21 años y es la actualidad trabaja. Su hobby, el fútbol, ha sido uno de los vecino de este pueblo (barrio de Aldea Blanca) desde 1993. deportes que más le gustaba, llegando a participar en equipos Como cualquier joven de hoy en día, realizó sus estudios y en de base del municipio (C.D. San Miguel y la U.D. Las Zocas).
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on sólo 17 años, aún siendo muy joven, sintió la llamada del amor... amor... amor que a todos nos llega, de una forma u otra, pero, al fin y al cabo, amor. Bello sentir que con el paso de los años se rompió, dejando una estela de dolor y sentimientos rotos que el tiempo nunca ha logrado reparar. Una ruptura sentimental y el deseo de su padre, quien siempre quiso que ingresara en la vida militar, fueron conjuntamente quienes le empujaron definitivamente a poner tierra de por medio, incorporándose a la Marina Española, en la cual ha pasado tres largos años. Tiempo que le ha servido, no sólo para formarse como persona, sino que además se ha instruido en MANIOBRA Y NAVEGACIŁN, formándose en una especialización dentro del cuerpo militar, algo que le colma. Después de una pequeña pausa dejó entrever una irónica sonrisa, dejando caer, con la boca chiquita, que lo había conseguido casi todo, pero... había algo..., algo que no había logrado olvidar: aquel primer amor que un día se rompió y que, a pesar de estar tan lejos, siempre aparece como el reflejo del sol en el mar, en un caluroso día de verano. A lo largo de un ameno almuerzo, el cual estuvo regadito con un buen vinito chasnero, y que a la vez sirvió para hacer que ésta fuese muy distendida, haciendo que contestara de forma muy pausada a una serie de preguntas: œCómo se vive la marina siendo profesional? Se intenta llevar de la mejor forma posible pues, aunque no haya nada que hacer, se busca o te buscan algo con que mantenerte ocupado y no tener tiempo ni para pensar, algo que cuando se hace en la distancia y en soledad se convierte en mala compañía. œY la distancia? Mal..., mal... Siempre echas en falta a los tuyos... padres, familiares,
25 amigos. Pero si eres consciente de lo que eres y haces, llegas a entender y comprender que es motivo de orgullo, porque son vivencias que, aunque algunos no las quisieran vivir ni obligados, otros las desean; de ahí que siempre haya algo para no derrumbarse y ver la parte positiva, aún a sabiendas de que se trata de una vida muy dura. œCuáles son los momentos más duros para un marinero? Por lo general, siempre es duro, pero sobre todo cuando se navega, cuando estamos mucho tiempo en alta mar el aspecto psicológico te hace mucho daño. Otra cosa muy distinta es cuando se está en puerto, ya que todo se vuelve más llevadero. œUna experiencia para olvidar? Entre otras, destaco la primera operación antidroga donde después de cumplir una misión en la que capturamos al PESCAM-1, el cual transportaba gran cantidad de droga, procedíamos a remolcarlo hasta puerto; momento en el que ocurrió algo que bien pudo terminar en tragedia pues, en un momento deter-
minado, se pararon los motores, lo que motivó, que por la inercia, el PESCAM-1 se nos viniera encima dándonos alcance y colocándose a estribor, dando lugar por el fuerte oleaje a que los dos barcos se golpearan. En ese momento, una de las tres bombonas de ACETILENO (hidrocarburo gaseoso utilizado en el alumbrado y soldadura) colocadas en el puente alto, cayó sobre la cubierta y luego al mar, con la desgracia de que se produjo una pérdida por la válvula, haciendo que ésta girara sobre su eje, estando a punto de golpearse contra el casco, que de haberse producido quizás no lo estaría contando en estos momentos. œY la experiencia agradable que nunca se olvida? Por haber, hay muchas pero, yo particularmente me quedo con el que vivo justo en el momento en el que nos dirigimos a puerto, después de estar tiempo fuera, en operaciones especiales, campañas, etc. Es un instante que siempre me ha llenado. œPaíses que has visitado como marino? Han sido varios, entre ellos: Portugal, Brasil, Argentina, Chile, Maurita-
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nia, Italia, Grecia, Bulgaria, Turquía, etc.
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œEl dicho de que todo marinero tiene una novia en cada puerto...? Después de tomárselo con ironía, nos decía que del dicho al hecho va un buen trecho y que él piensa, y además lo tiene muy claro que, mientras no eche anclas en un lugar, cosa que no ocurrirá mientras continúe en la marina, no unirá sus sentimientos a una mujer, ya que el tener pareja, le traería más sufrimientos que alegrías a sus más que largas ausencias, que no van a ser pocas. De ahí el motivo por el que prefiere continuar como hasta ahora, aunque sabe de buena fuente que esos sentimientos cuando llegan, no son fáciles de dominar. œIlusiones para el futuro? En un principio cumplir el periodo militar, el cual puede abarcar un par de años más, luego espero una nueva etapa donde echar anclas, como vulgarmente se dice, y presentarme a oposiciones municipales e intentar entrar en la policía local, estabilizarme y formar una familia, cosa que colmará en cierta medida mis deseos de futuro. œOperaciones en las que has participado? En cuatro operaciones que nunca olvidaré. Dos antidroga, donde capturamos al PESCAM-I y al SANTA LUC¸A, el cual terminó hundiéndose al sur de la isla de El Hierro y en el que se intervino gran cantidad de droga. La tercera operación fue realizada en aguas del Atlántico y duró unos 25 días. Ésta estuvo enfocada
de cara al grave problema mundial de la inmigración y que concluyó con el NOE, en el puerto de Las Palmas de Gran Canaria, el cual llevaba en sus bodegas decenas de inmigrantes, la mayoría de ellos de procedencia subsahariana. En último lugar, la campaña OCEANOGR˘FICA 2003/2004 que fue entre los ejercicios y operaciones realizadas, la que más me impactó y que me llevó aquí al lado, a la Antártida: 26 días de ida y 25 de vuelta, más cuatro meses y medio a bordo del buque R.A. LAS PALMAS A-52, en lo que fue una experiencia inolvidable. En la misma viví momentos que, dudo mucho que el paso de los años me los haga olvidar. Entre otras cosas, se decantó por una visita hecha a una pingüinera, en lo que fue el único día que tuvimos libre durante los cuatro meses y medio que estuvieron en el continente de hielo. En el lugar, viví momentos y experiencias que me marcaron, pero hubo una cosa, que fue especial por la singularidad de la misma, la Isla de La Decepción, donde se prevé que haya una 70.000 parejas de pingüinos. Isla que fue bautizada por el famoso pirata Arthur Drake, quien también dio nombre al no menos conocido Estrecho Drake. Recientemente ha realizado su último viaje, el cual le llevó a Funchál, capital de Madeira; saliendo de Cartagena (Murcia) el 11 de noviembre de 2004 y regresando el 9 de diciembre, en un ejercicio de preparación para estudiantes a Escala de Oficiales.
Recuerdo a los Carteros de San Miguel de Abona
El Personaje
Claudio Antonio García González
Quiero utilizar un hueco de la revista La Tajea para acontecimientos es inexorable, pero, hoy, me quiero rendir homenaje a unos hombres y a una forma de con- resistir, deseo rescatar del anonimato del pasado sus cebir la vida y el trabajo. El tiempo deteriora y des- nombres y su humilde y grandiosa profesión. truye los recuerdos poco a poco, la velocidad de los
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n el año 1976 me incorporé a trabajar en la Oficina de Telégrafos de San Miguel. El responsable era don Wladimiro Pareja junto a Yuseff Delgado. Una mampara nos separaba del servicio de Correos, que funcionaba de manera independiente, aunque compartíamos el mismo Edificio. El Telégrafo tenía una gran importancia en aquella época porque la Oficina de San Miguel era el nexo de comunicación con las Islas menores La Gomera y El Hierro y en periodos de temporal donde se interrumpía la comunicación marítima y telefónica éste resultaba vital. De la Oficina de Correos dependía gran pare del reparto de correspondencia de la Zona Sur. Más tarde llegó la fusión de los dos cuerpos y se constituyó la oficina de Correos y Telégrafos y Caja Postal. Ahí estaba Don Juan Beltrán, toda una vida dedicada a la profesión, don Ramón Martín, que en su particular coche repartía por Tamaide, Aldea, Los Abrigos, Las Chafiras o Don Julián, que a pie, subía El Portillo, El Frontón, La Hoya, El Roque, Jama, don Manuel Hernández que repartía Valle San Lorenzo, Cabo Blanco, Buzanada, el Pal Mar, Villa Isabel, Chayofa, don Honorio Gutierrez, que bajaba a Las Zocas, los hermanos José Manuel y Jesús que se encargaban del casco. No voy a resaltar aquí sus valores y virtudes individuales, que quizás usted querido lector ha tenido o tiene la oportunidad de conocerlos pero sí quiero expresar mi admiración por la dedicación y esfuerzo que siempre mostraron. Ahora, con la evolución de las comunicaciones, con las nuevas carreteras, con Internet, nos resulta extraño comportamientos y situaciones de hace apenas treinta años. Es difícil entender que los Domingos y días festivos los empleados tenían que trabajar, que esperaban la última guagua del día (nueve de la noche) para recoger la conducción, que la correspondencia se repartía puntualmente y que la devolución de una carta no dependía de su dirección incorrecta sino de que era imposible su entrega.
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De izquierda a derecha. En la fila superior: Jesús Hernández, Ramón Martín, José Manuel León, Claudio García y Gonzalo González. En la fila inferior: Manuel Hernández Donate, Jesús León y Honorio Gutiérrez.
Quiero resaltar lo que representaba su figura para muchos vecinos que tenían sus familiares en Venezuela o en Cuba, que la única forma de comunicarse era por carta y que esperaban sus noticias con ansiedad. –Aquellas cartas de colores!. Hoy el buzón se llena de correspondencia y nos da pereza hasta abrirlo. También aunque el recuerdo no me alcanza, quiero hacer mención a D. Juan Ramos, desde la anterior ubicación de Correos en la casa de D. Juan Rodríguez en la calle de Guzmán y Cáceres, D. Miguel Yánez y su hijo Pepe, D. Víctor Suances que subía de Las Galletas, D. Fulgencio Hernández y los anteriormente citados D. Juan Beltrán,
D. Ramón y D. Julián que desde antes de la Guerra Civil y toda la posguerra ejercieron esta profesión con esmero y en circunstancias muy difíciles. Más reciente fue la época de D. José Domingo Martín, D. Gonzalo, D. Jesús Hernández y tantos otros, perdón a los que no he reseñado, qué han dejado su huella en la Oficina de Correos de la Calle Alfonso Mejias número 2, su actual ubicación. „El tiempo que huye no puede ser recuperado‰ decía el poeta romano Virgilio (fungit irreparabile tempus) y es cierto, pero, sus vidas se han entrelazado a la historia de San Miguel de Abona, su PUEBLO.
Lorenzo Oliva Domínguez: Historia de un tejero Todo empezó siendo un juego de niños que se divertían viendo como los mayores ejercían su labor diaria. Desde que amanecía, hasta que la luna hacía su presencia, se trabajaba en el campo. Con tan solo varios años a su espalda, Don Lorenzo Oliva Domínguez, nacido el 27 de
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os principios no fueron fáciles: tejas que se rompían, días de lluvia, etc. Pero existía en Lorenzo un coraje que hacía sobrepasar estos baches. Su padre tenía varios jornaleros a su cargo, pero al ir creciendo sus hijos, estos tomaron el rumbo de dicha actividad. Don Lorenzo nació en Adeje, pero con temprana edad se mudó a Arona, donde vivió gran parte de su vida. En aquel horno, propiedad de Don Eladio Gómez y situado en Martela, se empezó a ganar la vida con sacrificio. En la época de trabajo se quedaban en una casa que estaba cercana al horno, y por la cual, se pagaba unas 200 pesetas por cada jornada. Como dice Don Lorenzo, no era un trabajo „liviano‰. Tenía que haber tres trabajadores para que el ritmo no parase y la jornada diera sus ingresos no granel objetivo fundamental, solo les importaba que les diera para comer cada día. Una persona se encargaba de sacar las tejas frescas del molde, la segunda iba cortando con una gradilla los restos de barro y colocando las tejas en el llano y una tercera iba amasando el barro. No había descanso. Sólo había un rato para comer aquel rico goñi con queso, todo bien amasado, unas veces con higos pasados y los mejores días con algo de carne de cocción. Las frutas pasadas
El Personaje Jonathan Millet Ravelo
julio de 1932, jugueteaba mientras su padre luchaba con el barro y el fuego. El segundo de nueve hermanos admiró desde pequeño la profesión de tejero y poco a poco fue familiarizándose con ella.
hacían de postre cada día. Después de este pequeño tentempié, se continuaba la labor. Las tejas, para que se secaran, se iban colocando en un gran llano y posteriormente eran introducidas en el horno. Cuando amasaban el barro tenían que tener cuidado de que la tierra no fuera muy arenosa y que no tuviera granas. En el horno de Martela podían caber aproximadamente entre unas 3.500 y 4.000 tejas. Todas ellas introducidas con una gran maña y una experiencia adquirida día a día. El hueco del horno se tapaba con piedras y se revestía con barro. Pero una de las labores más difíciles de este trabajo era conseguir esa leña, escobones, escodezos, que eran tan preciados. Sólo se podían coger en „el monte público‰, y las retamas y los escobones estaban prohibidos. Ya hecho el fuego, era el momento de descanso de los trabajadores. Iba gente a ver el proceso de fabricación y por la noche cuando se quemaba la teja, en el mantillo donde se secaron, los niños jugaban y se divertían con la pelota. Era un trabajo que no lo ejercía cualquiera y la gente lo admiraba. Se tenía que estar pendiente de que no se quemaran las tejas, y sobre todo, de que el fuego no se apagara. Eran varios días de incesante espera. Por fin se han cocido, y llega el momento de abrir el horno. Se van sacando y montándolas en los camellos y bestias y llevándolas a su comprador. Don Lorenzo también trabajó en el horno de Vilaflor, el cual era propiedad de Don Modesto. Recuerda, cómo cada vez que quemaban las 3.500 tejas que cabían en ese horno, una docena de ellas iba para la ermita de San Roque que estaba muy cercana. El horno también se usaba para quemar un poco los pinos para que no se picaran, y así utilizarlos para los arados. Muy pocas veces se utilizó para secar fruta, verduras o hacer carne. Las tejas tenían dos tamaños, unas grandes y otras pequeñas. La gente so-
lía comprar más las grandes para tener que comprar menos tejas y ahorrarse un par de pesetas. Pero no todo fue un camino de rosas. Don Lorenzo tuvo que dejar el negocio porque sus manos no podían soportar más el contacto con el barro y se llenaban de ronchas fácilmente. Y se fue a trabajar a la construcción. Estuvo en ˘frica y en Francia, en los cuales aprendió muchas cosas. Es de mencionar una anécdota que le sucedió cuando joven: se fue a trabajar con un contratista. Como Lorenzo no tenía los 18 años tuvo que mentirle y decirle que sí los tenía, porque en caso contrario no le hubieran hecho seguro. Don Lorenzo tan contento, creyendo que había engañado al jefe, trabajó durante nueve años y al retirarse se enteró de que el engañado era él, porque había trabajado durante ese tiempo sin ningún seguro. Don Lorenzo recuerda que su trabajo de tejero era bonito y sobre todo interesante. Lo que más pena le da es que se hayan perdido los hornos, esos hornos que fueron el sustento de nuestros antepasados. Ahora, él disfruta junto a su mujer cada día, haciendo cestos y destiladeras. Y sobre todo, orgulloso por la labor que ejerció y que tan honradamente supo apreciar. Muchas Gracias, Don Lorenzo.
A la Memoria de Ignacio:
El Personaje Francisco Javier González Méndez
El Practicante El sanmiguelero siempre estará agradecido de la figura del practicante, D. Ignacio Rodríguez López. Su pueblo ha estado orgulloso por haber tenido el privilegio de contar con un profesional como fue este personaje.
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ació en San Miguel de Abona, el 17 de septiembre de 1935, realizando sus primeros estudios en Granadilla y en su pueblo natal, trasladándose con posterioridad a Santa Cruz donde hace el bachiller, para posteriormente terminar su carrera. Sus primeras prácticas fueron en el antiguo Hospital Civil, hoy Museo de la Ciencia y el Hombre, y en el Servicio Militar (Ceuta), actuando como ATS. Fue el número siete de España cuando se presentó a las Oposiciones, trasladándose a Galicia durante por lo que en principio eran dos años donde desempeñaría su profesión; pero su estancia no llegaría a los dos meses, puesto que la hija del alcalde de aquel pueblo gallego era practicante; así que llegaron a un acuerdo de compartir sueldo con la condición de regresar a Canarias. Llegó a su pueblo natal donde trabajó como ayudante del médico D. José Feo Rodríguez, adquiriendo de esta manera una gran experiencia. Con el paso del tiempo, salió la plaza de practicante en San Miguel de Abona, puesto que ocupa D. Ignacio, y donde pasaría a dedicar cuarenta años de su vida al servicio de los demás. La vida de un practicante de pueblo que puso toda su humanidad y empeño en su lucha diaria. Un hombre que contribuyó con el nivel de la salud de los sanmigueleros. Sito, como popularmente se le conoció. Vivió en el tiempo de la medicina rural y creyó en ella. Eran tiempos donde existía la humanidad, y él la tenía detrás de su mirada. No existía tanta maquinaria como ahora, ni los adelantos que tenía el Hospital, pero en la medicina rural de San Miguel no eran ajenos al dolor. En D. Ignacio estaba la figura del practicante, del consejero, del médico... A cualquier hora del día o de la noche,
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con la lluvia o con el viento, no importaba, lo principal era la salud de su paciente. Para el enfermo era como una luz que entraba en su cuarto. Ignacio o Sito, Sito o Ignacio, conocía los antecedentes de los enfermos y sus diagnósticos siempre eran certeros. Este personaje creyó en su profesión, a la que se entregó en cuerpo y alma,
dejándose la piel en el camino de su pueblo, en esa profesión de practicante que ya ha quedado atrás. Este sanmiguelero que nos trajo mucho y se llevó la satisfacción del deber cumplido y el reconocimiento de su pueblo que siempre le dirá „GRACIAS, SITO‰.
D. Antonio Marcial García González
El Personaje Esther Marrero León
–Buenos días, Don Marcial! Antonio Marcial García González, nace en San Miguel de Abona el 30 de junio de 1937, como dice él „soy de la guerra‰. Pertenece a una familia humilde de agricultores que pasaban el día entero trabajando sus terrenos sin que, por este motivo, hubiese tiempo para ir a la escuela, ya que las necesidades económicas de la época así lo establecían. El
campo no estaba en el entorno escolar; al contrario, se encontraba a las afueras del pueblo, por lo que si se necesitaba recolectar allí estaba él con sus padres; si se necesitaba sembrar, allí estaba él con sus padres; si se necesitaba trillar o ir a la costa, allí estaba él con sus padres...: la fruta, la papa, la trilla... œcuándo había tiempo para ir a la escuela?
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in embargo, D. Marcial, como todo el mundo le conoce, nos cuenta que aún así tenía la suerte de vivir cerca de un colegio de monjas, concretamente en los bajos del colegio, por lo que alguna que otra vez, sus padres confiaron en éstas para que pasara las noches en el mismo. Quizás sea en esta época cuando se empieza a notar la entrada en la adolescencia, y con catorce o quince años, en alguna que otra ocasión los chicos tenían que atravesar el patio de este colegio para llegar hasta el granero o el depósito de frutas, tropezándose con las monjas, la madre superiora⁄ y alguna que otra chica de las que venían de Güímar y se encontraban internas, a las que hacían mínimas perrerías, „sin malas ideas⁄ sino la juventud de aquella época‰. Entre los días de trabajo y ausencias a la escuela, recuerda su infancia feliz pues, aunque el noventa y nueve por ciento de su tiempo lo pasase trabajando, siempre había tiempo para los buenos momentos con la familia en el campo, donde nunca existieron los malos humores. Manteniendo, por otro lado grandes recuerdos de D. José Sánchez, el que fuera maestro de la época o D. Emilio Marrero, existiendo la curiosa paradoja de que cuando cabía la posibilidad de ir un solo día a clase debían estar dispuestos a recibir más de un coscorrón por todos los anteriormente faltados. Habla D. Marcial de los bailes en El Frontón, en el Casino, o en el paraje de Las Monjas, en Atogo (este último se aprovechaba cuando coincidía con alguna jornada laboral en la costa); de los momentos en los que se iba a coger cochinilla en El Gorón, „cuando todavía había pencas en El Gorón‰, cargándose un cestita al hombro para llevarla hasta El Valle y poder venderla. Llega el año 64 y su vida cambia. D. Marcial entra a formar parte de la Poli-
cía Municipal de San Miguel de Abona por unos anuncios que se encontraban pegados en alguna que otra esquina del pueblo. Aconsejado por un amigo puso la solicitud y cuál sería su sorpresa que fue admitido, llegando a estar contratado en sustitución de D. Ezequiel González. No se puede hablar de una sola labor como policía del municipio, pues contando éste en aquel entonces, con unos 4.000 habitantes (a los que
conocía perfectamente, uno a uno, dicho sea de paso), las funciones del policía pasaban, además de velar por la seguridad del vecino, por ser agente judicial, por buscar a los militares que fuesen a entrar en Quinta, cotejarlos y medirlos; leer contadores, hacer recibos, cobrar el agua; controlar obras del Ayuntamiento, como la ampliación del cementerio o la ampliación del colegio público, haciendo las veces de en-
Ilustre Ayuntamiento de San Miguel de Abona - Marzo/Abril 2006
cargado de suministro, listero y pagador. Si se tenía que dar cuerda al reloj de la plaza, ahí estaba Marcial, si se tenía que levantar una pared de tosca gorda, Marcial pedía el material, si se tenía que hacer notificaciones se hacía, y si la fiesta del pueblo duraba catorce días, la policía municipal estaba en la gincana, en el baile y en todo lo que hiciera necesario. Salía de su casa a las ocho y media de la mañana, y en muchas ocasiones utilizaba el escaso tiempo que le quedaba al mediodía para acudir a los terrenos de la familia y colaborar todavía con sus padres en la dura faena agrícola para, rápidamente, darse una ducha en casa y, nuevamente, ponerse el uniforme para continuar con la jornada laboral hasta no antes de las once o doce de la noche. Incluso, en ciertas ocasiones, llegó a uniformarse en el propio campo. Todas estas „anécdotas‰ nos traen muy buenos recuerdos en boca de nuestro personaje, sin embargo, no siempre fueron momentos felices en su quehacer cotidiano, pues en más de una ocasión, por encima del policía municipal desta-
có el Marcial persona, y en muchísimas situaciones, su actitud para con los vecinos de este pueblo tuvo que ser la de mediador y consejero, llegando a arreglar de la mejor manera posible momentos conflictivos en la vida de unos cuantos matrimonios o dando lecciones de buen comportamiento a los más chicos cuando se enzarzaban en alguna pelea a la salida del colegio (incluso a sus propios padres); o acompañando en más de una ocasión a Sito, el practicante, en sus múltiples asistencias de urgencia. Recuerda con cariño, entre otros, a compañeros de profesión como D. Ezequiel González o D. Luis Díaz, con quienes compartió buenos y malos momentos en la vida diaria de este pueblo, haciendo mención a aquellos otros que, aunque ejerciendo labores más administrativas, también formaron parte de la vida profesional de D. Marcial, como D… Sofía Hernández, D… Soledad Delgado, D. Benito Rodríguez y sobre todo, su tan querida y apreciada D… Maruca González Galván, con la que nunca se cansó de aprender y a la que nombra con gran cariño en
sus palabras: „Maruca era consejera y amiga, entre sus múltiples cualidades‰. De igual manera, durante este recorrido por los nombres y rostros de los que le acompañaron en estos 38 años, destaca y agradece la confianza depositada en su persona por parte de los cinco alcaldes con los que tuvo el privilegio de trabajar: D. Modesto Hernández, D. Daniel Feo, D. Victoriano Toledo, D. Claudio Delgado y D. Arturo González, con los que, en más de una ocasión llegó a compartir momentos de gran amistad. El pueblo cambió mucho con el paso de los años, como también cambiaron sus responsabilidades, aunque gustosamente seguía haciendo labores que se correspondían con actuaciones fuera de su propia función. Y durante todo este tiempo, su familia le apoyó en todo momento, siendo su mujer, D… Concepción, la gran sacrificada dentro de esta historia, puesto que era la que siempre estaba en la casa a cargo de los hijos; unos hijos de los que se siente muy orgulloso. Y así lo demostró cuando, entre lágrimas no reprimidas por la emoción, nos comentó lo sacrificada que ha sido toda su vida, sólo por el hecho de poder dar a Carmen, Carlos y Rosa lo mejor, „por ellos ha merecido la pena todo y me siento recompensado‰. En el año 2002, D. Marcial se jubiló de la función pública, con el reconocimiento de todo el personal del Ayuntamiento de San Miguel de Abona y de muy buena parte de los vecinos de este pueblo. Se siente una persona privilegiada por todo lo que ha vivido. Actualmente, se toma la vida con calma, distribuyendo su tiempo entre el ocio y el trabajo, haciendo „arreglitos‰ en su casa, ayudando a sus hijos en lo que puede y dedicando parte de ese tiempo, por supuesto, a la agricultura. Hoy vemos una imagen muy tierna de D. Marcial paseándose en su coche o caminado por las calles de San Miguel, acompañado siempre de su fiel amiga, una perrita marrón que se ha convertido en cómplice de su jubilación. Todo el mundo le conoce; sólo con pronunciar su nombre ya sabemos que estamos hablando de Marcial, el Guardia. Sin embargo, siempre ha tenido aquella cosita de no haber sido conocido por su primer nombre, Antonio, al que también respondía su padre. Permítanme, señores, que dé las gracias a D. Antonio, personaje entrañable donde los haya, por regalarme su tiempo y poder vivir por un momento el maravilloso relato de su vida. Éste, es ya uno de los libros abiertos en la historia de nuestro pueblo.
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La Imagen
Contra
Detalle de un Almendro (Monte Cho Pancho)