EL PARQUE DE TUCUMAN (1935) por Elena Perilli de Colombres Garmendia

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PUBLICADO EN REVISTA Nº 14 DE LA JUNTA DE ESTUDIOS HISTÓRICOS DE TUCUMÁN. DICIEMBRE 2014

(págs. 50 a 84)

EL PARQUE DE TUCUMÁN (1935) Elena Perilli de Colombres Garmendia∗

Esta contribución quiere dar a conocer desde una perspectiva histórica, la acción de un grupo de hombres de la llamada Generación del Centenario en Tucumán, en defensa de la naturaleza y su preservación. Fueron figuras de prestigio, gobernaban la provincia, ocupaban los cargos en la Legislatura y el Congreso Nacional, poseían fortuna y al mismo tiempo eran hombres cultos que desarrollaron un plan de acción implícito para hacer de Tucumán un polo de desarrollo cultural en la región y en el país. Con mentalidad pionera el filósofo Alberto Rougés presentó a la legislatura provincial en 1935 un proyecto para la creación de un parque en Tucumán, con el fin de mantener en estado óptimo una bella zona de la selva tucumana con magníficos ejemplares de árboles autóctonos. Fue aprobado en 1936 y dio lugar al Parque de La Florida. El doctor Alberto Rougés fue abogado, filósofo, industrial azucarero. Su familia era propietaria del Ingenio Santa Rosa y Rougés conocía esta zona desde niño. En el trabajo se analizan los antecedentes del proyecto en una propuesta anterior del doctor Julio López Mañán, en 1913 que no llegó a concretarse. Eduardo Holmberg (h) y Miguel F. Casares opinaron sobre esta revelando las ideas que al respecto se tenían en cuenta en el orden internacional. ∗

Centro Cultural Alberto Rougés-Fundación Miguel Lillo.


Dr. Alberto Rougés

Dr. Julio López Mañán

Tanto López Mañán como Rougés fueron la expresión de una minoría ilustrada que se adelantó en su tiempo y manifestó la importancia de cuidar los bosques, promoviendo la creación de espacios verdes (reservas, parques) para el solaz de la población y mejor calidad de vida. Ellos advirtieron el peligro del avance de la agricultura y del monocultivo de la caña de azúcar; y plantearon la necesidad de diversificación y evitar el efecto dañino de los desmontes. Eran conocedores de la geografía de su provincia y fervorosos defensores de sus potencias y contaron con el magisterio del Sabio Miguel Lillo, quien dedicó su vida a estudiar la flora y la fauna y fue el referente en diversos campos de acción. En el trabajo se alude a otros miembros del grupo generacional como Juan B. Terán, Ernesto Padilla quienes compartieron estas preocupaciones. Para la elaboración del artículo se consideró el texto del proyecto propiamente dicho, la correspondencia de Alberto Rougés, sus Ensayos, artículos de los diarios La Gaceta y la Nación y bibliografía édita. Se incluye así mismo el texto del proyecto como material de utilidad para investigadores.


UNA GENERACIÓN CON PREOCUPACIÓN AMBIENTAL Al comenzar el siglo XX hubo en Tucumán una etapa brillante en la que se dio una afortunada coincidencia. Los hombres que tenían el poder político y el económico, eran a la vez hombres cultos. Conformaron la llamada “Generación del Centenario” o “de la Universidad” y su acción fue suficiente para crear la conciencia cultural de la más pequeña de las provincias argentinas y hacer de ella un polo de desarrollo en el país. Fueron años de creación de instituciones, sanción de leyes pioneras, reformas tributarias, modernización de la industria azucarera y de gradual consolidación de las bases económicas, sociales, culturales e institucionales para lograr un protagonismo que acompañó el proceso de crecimiento nacional. A partir de la creación de instituciones los hombres de esta generación avanzaron en la búsqueda del fortalecimiento de la autonomía regional, a la que entendieron debían hacer realidad con el desarrollo y ejecución de planes educativos, radicación de industrias nuevas y el sólido apoyo a la actividad azucarera. Consideraban imprescindible el fortalecimiento de una identidad regional, que debía concretarse a través de planes de colonización rural y agrícola. Tal vez lo de “generación” no debe considerarse en forma estricta, si se toma la fecha de nacimiento de sus integrantes. Pero sí lo fue por la acción coordinada en un plan implícito que desarrollaron para modernizar la provincia y dar perfil propio a la región del noroeste argentino. Al acercarse el Centenario, Tucumán era una promesa de desarrollo industrial y calidad ambiental soñada por un puñado de hombres visionarios. Ellos, en la primera mitad del siglo XX conformaron la clase dirigente y tuvieron distintos grados de participación, ya fuese como activos políticos o como dirigentes culturales. Entre las cabezas principales estaban, Juan B. Terán, Ernesto Padilla, Julio López Mañán, Alberto Rougés, Juan Heller, José Ignacio Aráoz y otros.


Empezaron a influir activamente en la vida cultural hacia 1904 con la Revista de Letras y Ciencias Sociales en la que colaboraban escritores de renombre como Leopoldo Lugones, Miguel de Unamuno, Guillermo Ferrero, Rubén Darío. Renovaron la vieja Sociedad Sarmiento, con los llamados Cursos Libres donde nació la idea de la fundación de la Universidad en el pensamiento de Juan B. Terán, quien amaba la naturaleza y afirmaba en sus escritos "no hay disidencia que no aplaque un cuarto de hora de meditación ante la naturaleza". "Cuando se ha sentido el hechizo del bosque tropical se comprende el ansia por volver a él". 1 Terán presentó en 1914, siendo diputado, un proyecto de ley a la Cámara que prohibía la explotación de bosques sin autorización oficial. Recordaba que las masas arbóreas eran fundamentales para regular el clima, y siendo el nuestro igual al de Santiago del Estero la diferencia estaba dada por la presencia de la montaña. Señalaba el grave descuido sobre los árboles y proponía medidas 2.La preservación de la naturaleza fue una preocupación común. Toda esta generación apuntó hacia esa dirección. La alta casa de estudios del norte se fundó en 1914, en medio de los problemas creados por la Primera Guerra Mundial, cuando Ernesto Padilla fue gobernador de Tucumán y ejecutó el proyecto. Muy duros fueron los comienzos, además de los problemas financieros, hubo que vencer la indiferencia, cuando no la hostilidad. Los nombrados eran los más conocidos, aunque muchos otros se sumaban, reconocían la tutela y magisterio del sabio Miguel Lillo, naturalista retraído y tímido, que estaba dedicado a estudiar la flora y la fauna y que alcanzaría fama internacional por sus trabajos de botánica y zoología. Lillo y Ricardo Jaimes Freyre, el poeta modernista alto-peruano, eran mayores que el resto y tuvieron la condición de referentes y maestros en todas las acciones emprendidas por el grupo. Lillo fue profesor de la Universidad (miembro del primer Consejo Superior), logró distinciones científicas de importancia, sin haberlas buscado. A su muerte, en 1931, legó sus colecciones y su biblioteca a la Universidad, con la condición de que fueran administradas por una Comisión Asesora Vitalicia. Sus amigos que 1

ELENA PERILLI DE COLOMBRES GARMENDIA, "Preocupaciones de una generación con conciencia ecológica" en Nilda María Flawiá (comp.) Juan B Terán Estudios críticos sobre su obra, (Buenos Aires, 2013) 2 CARLOS PÁEZ DE LA TORRE (H) Pedes in terra ad sidera visus. Vida y tarea de Juan B. Terán(1880-1938) Centro Cultural Alberto Rougés, Fundación Miguel Lillo (Tucumán,2010)


profesaban hacia él profunda admiración por el esfuerzo científico realizado y que compartían el amor por la naturaleza, se encargaron de armar la institución que conserva y difunde su obra: la Fundación Miguel Lillo, que desarrolla una labor que enorgullece a la ciencia argentina. 3 De él se dijo "Conocer la naturaleza fue todo el sentir de su vida, vivió para conocerla, vivió conociéndola. El saber popular de nuestra fauna y de nuestra flora, saber social, obra de muchas generaciones, ese saber impreciso, fragmentario e inseguro, ascendió merced a la obra de Lillo a la categoría de lo preciso y de lo necesario volviéndose así ciencia... y nuestra fauna y nuestra flora se han vuelto así, no por obra de una institución o de una sociedad científica, sino por el esfuerzo heroico de un solo hombre, patrimonio definitivo de toda la humanidad". 4 Esa generación se adelantó en su tiempo en los temas de preservación de recursos naturales y de la moderna ecología. Fue motivo de preocupación la protección y cuidado de las especies autóctonas, para ornato e industrialización (naranjos, tarcos, palos borrachos, algarrobos, cedros, etcétera). Legislaron para proteger el agua y otros recursos que aseguraran al hombre una mejor calidad de vida y el cuidado del medio ambiente. El gobernador Ernesto Padilla era un hombre enamorado de su tierra, entre sus muchas acciones para promover el adelanto debo resaltar sus novedosas ideas, referentes a la protección de las especies autóctonas. Advertía que la industria azucarera había incrementado notablemente la riqueza de los tucumanos pero a costa de que la provincia perdiera, en parte, su aspecto de naturaleza virgen. El hombre había cambiado la hermosura de la naturaleza tropical, talando los árboles para reemplazarlos por verdes y geométricos cuadros de caña de azúcar. Este proceso no podía detenerse pero sí moderar sus efectos, plantando árboles donde no los había, y haciendo un uso racional de los recursos. Se apoyó en el consejo y conocimiento de Miguel Lillo y con una mentalidad, que hoy llamamos ecologista, quiso despertar la conciencia de sus comprovincianos en cuanto al valor de sus legendarios bosques de cebiles, laureles, álamos. Con su ejemplo alentó la 3

ELENA PERILLI DE COLOMBRES GARMENDIA, ELBA ESTELA ROMERO, Un proyecto geopolítico para el noroeste argentino, Centro Cultural Alberto Rougés, Fundación Miguel Lillo (Tucumán, 2012) 4Alberto Rougés, Ensayos, "Miguel Lillo, el naturalista", Centro Cultural Rougés, Fundación Miguel Lillo (Tucumán, 2005)


plantación de árboles, prefiriendo siempre las especies autóctonas, pues consideraba que Tucumán poseía una flora única. Compartió con Lillo, Rougés, Terán, López Mañán y otros comprovincianos esta inquietud. Fue infatigable en su lucha para evitar la depredación de la naturaleza. Clemente Onelli evocaba lo que el tucumano había realizado diciendo "Traten de hacer ustedes lo que Padilla en 1915, lo que trató de iniciar en la provincia de sus amores; no podía impedir que los propietarios de los bosques de los altos faldeos del Aconquija hicieran su obraje destructor de la selva, pero se empeñó en dar ejemplo contrario y allí, en el extenso valle del río Salí Bajo, que es un punto despoblado de la ciudad y de propiedad fiscal, plantó una centena de miles de arbolitos jóvenes, perfumados de azahares y saturados de esencias, que formarían por ese lado una semicorona de bosques periurbanos tan proclamados por los higienistas modernos" 5 Padilla advirtió tempranamente los problemas que acarrearía a la provincia el monocultivo azucarero y en su gobierno se preocupó por abrir rumbos a la diversidad, ensayando otras posibilidades agrícolas. Pensaba interesar a algunos productores en la mandioca, tenía fe en las frutas, que permitirían desarrollar una industria de dulces, que daría a la azucarera algún derivado remunerador. Así habilitó un vivero de naranjos, que esperaba dejar dotado de un millón de árboles al concluir su mandato. Allí se harían los injertos con un concepto de selección, hasta lograr el tipo de naranja tucumana: jugosa, dulce, con cáscara gruesa y de buena resistencia. Además, podían estudiarse en el vivero todas las variedades de citrus, aprovechando las posibilidades climáticas de la provincia. Observaba Padilla que la fruta abundante representaría siempre riqueza en una región y que llenaríamos los caminos de bellos y perfumados naranjos, que además beneficiarían con su vista y sombra acogedora. Entre los hombres nombrados, Alberto Rougés fue el autor de acciones concretas en esta dirección. Abogado, industrial azucarero, su obra de filósofo se destaca en América por su originalidad. Escribió numerosos trabajos de reflexión densa y profunda, su obra cumbre fue Las Jerarquías del ser y la eternidad; y fue

5 CLEMENTE

ONELLI, "Entre bosques y parques". (Buenos Aires, 1922), pág. 24.


quien estimuló la labor de Juan Alfonso Carrizo para recopilar sus famosos Cancioneros. De Rougés surgió la idea de crear una institución que, a la muerte de Lillo, evitara la pérdida de su biblioteca e invalorables colecciones; compartió esta inquietud con Ernesto Padilla, con quien mantuvo una profusa correspondencia compartiendo sueños, proyectos y obras. Fue uno de los albaceas testamentarios del Sabio y presidió la Comisión Asesora Vitalicia de la Fundación que custodiaría su legado. Desde muy joven hasta su muerte fue fiel a los ideales de su grupo generacional, preocupándose por la Universidad. EL PROYECTO. SUS ANTECEDENTES "EL NUMERO DEL CENTENARIO" Entre tantos temas que preocuparon a los hombres del Centenario, cabe mencionar el de los espacios naturales protegidos. Alberto Rougés presentó al Poder Ejecutivo, en 1935, un proyecto para la creación de un parque, tomando como base el derecho al medio ambiente y que se considerará en esta contribución. Fue notable su preocupación por el futuro de nuestros recursos naturales, planteando la necesidad de que el Estado crease áreas protegidas. 6 Hubo antes iniciativas interesantes en esta materia que se analizarán en el trabajo. Las acciones concretas de miembros del grupo generacional expresan la preocupación común por los recursos naturales y demuestran una mirada adelantada a la de otros coetáneos. Alberto Rougés recogió para fundamentar su propuesta las ideas de Julio López Mañán, desarrolladas en 1913, para crear una reserva en San Javier en el marco del programa de la celebración del Centenario de 1916. Lo denominó el "Numero del Centenario". Julio López Mañán, abogado, con talento de jurisconsulto, fue ministro de Gobierno de Luis F. Nougués, tuvo bancas de diputado en el Congreso, entre otros 6

RUBÉN FERNÁNDEZ, “El parque de Tucumán: visionario proyecto de Rougés”, en Actas de las VIII Jornadas sobre la Generación del Centenario y su proyección en el NOA (1900-1950). Centro Cultural Alberto Rougés, FML, (Tucumán 2011)


cargos fue director de la Defensa Agrícola Nacional, secretario de la Confederación Argentina del Comercio, la Industria y la Producción; profesor en las Universidades de Buenos Aires y la Plata; escribió Tucumán Antiguo: Anotaciones y Documentos y numerosos artículos en la Revista de Letras y Ciencias Sociales de la que fue fundador. Tuvo iniciativas de gran interés como la creación del Ingenio Modelo (una pequeña fábrica azucarera). En la Dirección de Agricultura y Defensa Agrícola, en 1913, impulsó la donación de veinte hectáreas de terreno en Villa Nougués a la Nación para la creación de un vivero y subestación experimental. Años después, en 1915, la Nación cedió el vivero de montaña a la Universidad de Tucumán, con los mismos fines. Combinó la docencia, el derecho y la función pública. Luchó por la modernización agrícola de Tucumán y del país. Consideraba López Mañán que el proyecto de creación de una reserva ofrecía la magnitud y el significado moral suficiente para ser tomado en cuenta, ya que tendría fines de bienestar y recreo común. Advertía que la selva subtropical que llegaba hasta casi los suburbios, había debido retroceder a sitios poco menos que inaccesibles, clareada de sus mejores especies forestales en los restos que aún quedaban vecinos a la capital. Y en ellos las vertientes y arroyos, la fauna originaria, los ásperos senderos, todo lo que le daba carácter, tendía a desaparecer bajo la acción irreflexiva o sin control de la necesidad o comodidad más pasajeras de los particulares. Estimaba López Mañán que cualquier esfuerzo para detener esa acción destructora sobre una zona determinada de la provincia y para permitir la reconstitución del viejo título de su prestigio, respondía al más claro concepto de los valores morales de un pueblo, y ningún momento mejor para realizarla que con motivo de celebrar un acontecimiento como el Primer Centenario de la Independencia Argentina. La reserva sería una obra de alta utilidad, más que de estética, permitiría permanecer en ella con fines de descanso, deporte o estudio y no excluía de su seno la existencia de villas, sitios mejorados con especiales fines y hasta industrias que explotasen el suelo comprendido. A su juicio esta reserva debía ser extensa y abarcar toda la parte montañosa que se extendía desde el cerro de San Javier, en toda su corrida hasta los límites de


la provincia al oeste. “De tal modo la reserva comprendería la vertiente oriental del cerro de San Javier hasta la línea actual de cultivos más o menos su cumbre, la quebrada de Lules, las cuestas de Periquillo, Raco y los valles que se escalonan sucesivamente, a más y más altura, dando paso a los riachos y torrentes que forman los ríos Lules y Tapia”. 7 Allí estaban todos los climas, los panoramas más variados, los suelos y producciones más diversas. López Mañán fue apoyado ampliamente por el sabio Miguel Lillo quien le dirigió dos cartas sobre la propuesta; en la primera, de 22 de diciembre de 1913 afirmaba que su opinión era enteramente favorable y lo felicitaba “por la forma concienzuda y hasta diré erudita con que usted trata la cuestión”. Lamentaba que se valiera del antiguo mapa de Antonio Correa para su croquis, pues si bien era el mejor que existía en Tucumán, tenía errores en la zona en cuestión en la primera y segunda edición de 1907. Le prometía hacer un croquis según el conocimiento que tenía de la región colocando las alturas que él mismo determinó. 8 Tras una serie de consideraciones sugería que en el área tropezaría con grandes dificultades ya que allí estaban las mayores estancias de la sierra tucumana, sobre todo el Valle de Tafí, donde se ubicaban las casas de las cuatro estancias en que se dividía. Proponía en cambio, expropiar a toda costa y lo más pronto posible la falda oriental del cerro San Javier hasta donde llegasen los cultivos, con un objetivo práctico: evitar la continuidad del desbosque que no dejaría de influir en la cantidad de agua de las vertientes que abastecían a la ciudad y especialmente, cercar toda esta parte para evitar la entrada de ganado y de hombres que contaminaban el agua. A juicio de Lillo no tenía sentido la expropiación al occidente de la cumbre de San Javier pues había muy poco bosque, con maderas poco utilizables y de dificultoso acceso. Sí entendía, igual que López Mañán, que la región se prestaba para el turismo y otras aplicaciones. Por cierto, era necesario construir caminos. Lillo consideraba que la región que debía expropiarse era otra: la falda oriental del Aconquija, por ejemplo entre el río de Monteros y el Río Seco, desde la cumbre de 5000 metros hasta la llanura, una zona que era de gran belleza, con 7 JULIO LÓPEZ MAÑÁN, 8De

“El número de Tucumán”, LaNación,14-XII-1913, (Bs. As, 1913) Miguel Lillo a Julio López Mañán, Tucumán, 22-XII-1913


espléndidos paisajes de los dos Ñuñorcos y la vecindad inmediata de Tafí al norte. Conservaba aun grandes bosques vírgenes, que era necesario preservar. Había ríos caudalosos y todas las variantes de la flora y fauna. En una segunda carta de enero de 1914 volvía sobre el tema. “Si deja de lado en su proyecto el Valle de Tafí, será más viable la expropiación", no dudaba de la belleza de la región elegida por López Mañán, pero la que él señalaba no le iba a la zaga, con la ventaja de conservar aún grandes bosques vírgenes que resultaba urgente preservar. Reflexionaba Lillo sobre la idea generalizada de que a las márgenes de los caminos no debía haber árboles, porque atajaban el sol; sin embargo para el Sabio los grandes árboles detenían la lluvia menuda que producía barro y contribuían "a tener la pista más seca". Si se cortaban los árboles crecían enseguida arbustos muy tupidos que sin atajar la lluvia, impedían su pronta evaporación. 9 Por otra parte señalaba Lillo que el acceso a esta reserva sería más fácil, quedaría a dos horas de ferrocarril y tendría como cabecera a Monteros. Además, en esta área las expropiaciones costarían mucho menos. Lillo instaba a López Mañán a perseverar en el proyecto que sería muy beneficioso, no para obtener provecho material, sino para la cultura del país. OTRAS OPINIONES AUTORIZADAS También Eduardo A. Holmberg (h) y Carlos Casares opinaron sobre la iniciativa de López Mañán. El primero dirigió una carta al tucumano en diciembre de 1913 sobre la reserva forestal. En ella decía "Si esta idea no fuera suya en absoluto, porque está tan dentro de su manera de pensar, yo reclamaría la prioridad a nombre del sentido común y para él, porque en verdad es extraño que aún no exista una reserva forestal dentro de la extensión que abarcan las selvas subtropicales del norte argentino". 10

9De

Lillo a López Mañán, Tucumán, 2-I-1914 de Eduardo Holmberg a López Mañán, La Gaceta, Tucumán, 18-XII-1913

10Carta


Reflexionaba sobre el término "reserva" que en el sentido forestal debía ser la extensión que "se reserva" el gobierno para concretar en ella todos los elementos de cuidado y de progreso, a fin de transformar lo que era bueno en algo mejor. Apelaba Holmberg a la esperanza de que los tucumanos valorasen sus bosques de cebiles, laureles, alisos y queñuas y la importancia que tenían para cambiar el clima, que a su juicio estaba experimentando modificaciones. Un ejemplo era el Valle de Tafí donde la sequedad avanzaba lentamente y la única manera de detenerla era por medio del árbol. No era posible contar con los particulares para la repoblación de los bosques, tarea lenta e indispensable, de modo que el gobierno debía encargarse de ella. Afirmaba que los valles calchaquíes estaban cubiertos de algarrobos siglos atrás y deberían repoblarse. Si no pudieran obtenerse maderas en la reserva al menos serviría para enseñar a los niños el amor y cuidado de los árboles. Holmberg instaba a López Mañán a pelear por la Reserva Independencia. “¡los grandes jardines para nada sirven si no se siembra en ellos y aquel es un jardín tan grande..!” 11 y añadía: "Algún día cuando se hayan convencido de que sus bosques valen tanto o más que sus cañaverales, los tucumanos plantarán árboles y cada uno, como el glorioso Franklin podrá decir yo que te planto recostaré mis canas a tu sombra!" Por su parte Miguel F. Casares agregaba al mismo tiempo que el aplauso, ciertas informaciones recogidas en su último viaje por Estados Unidos que resultaban útiles para aclarar ideas y conocer sobre este tema en el orden internacional. Comprobaba que la opinión general se manifestaba contraria al proyecto, atribuyéndole poca utilidad para el gasto que implicaba. Se analizaba el mismo desde un enfoque material, prescindiendo de las razones de utilidad y conveniencia que representaban para la educación y bienestar de un pueblo las impresiones estéticas y de la importancia que tenía, sobre todo en las comarcas subtropicales, el ofrecer a los pobladores el acceso fácil a regiones de clima benigno donde pudiesen buscar alivio de los calores estivales. Recordaba que no era bien conocida la acción de los bosques sobre los climas y los regímenes de aguas

11

Ibídem


subterráneas. Sin embargo, su correlación era evidente y nadie la discutía. La influencia del árbol sobre la temperatura atmosférica, sobre el estado higrométrico y los rocíos, era un fenómeno harto comprobado en el mundo y que se había hecho notar en la Argentina. La acción desecante y la temperatura del viento zonda habían aumentado con el arrasamiento de los árboles y arbustos de las regiones que recorría y ello haría peligrar, en los años futuros, las cosechas y aun los plantíos de varios departamentos de Mendoza y San Juan, si no se tomaban decisiones previsoras. Se preguntaba quién conocía las modificaciones que acarrearía al clima de la capital tucumana, si se dejaba la selva del cerro San Javier librada al azar, a la explotación sin límites y al vandalismo industrial. Era un hecho común en Europa la expropiación de los bosques próximos a las ciudades, por ejemplo en Viena, donde se había destinado un importante monto de dinero para adquirir un vasto territorio de bosques y praderas que formarían una cintura higiénica y estética a dicha capital. Decía Casares que era conocida la función de las raíces de los árboles como reguladoras de las aguas que filtraban hacia las fuentes y manantiales. La explotación irracional o ilimitada de los bosques ha traído, en más de un caso, la intermitencia de los manantiales y los desbordes de los ríos. Era acertado comparar la función de la selva con la de un embalse. La ciudad de Tucumán, alimentada por aguas captadas de las fuentes del cerro San Javier, corría el riesgo de presenciar la destrucción lenta de ese hermoso dique natural, si los poderes públicos no tomaban medidas que la defendiesen de los ciegos avances del progreso industrial. Citaba la voz de alerta que había dado en 1905 el ingeniero César Cipoletti sobre la irrigación en Tucumán, que anunciaba la posibilidad de que las fuentes que proveían de agua a dicha capital desapareciesen si se proseguía con la destrucción inconsulta de bosques. Las dos razones, clima y abastecimiento de agua a la ciudad, eran fundamentos suficientes para llevar a cabo la reserva que proyectaba López Mañán. A ello agregaba que sería un número digno para celebrar el Congreso de1816. Sería el gran atractivo del norte argentino y provocaría el turismo dentro del país, atrayendo a los viajeros.


A primera vista parecería que las ventajas de los parques fueran otras que las de utilidad económica, sin embargo la experiencia de América del Norte demostraba lo contrario, tan era así que la tendencia era procurar que se sostuvieran con recursos propios. Citaba como ejemplo al jefe de la división de parques nacionales en Canadá en 1912, quien se refería al enorme tráfico de turistas que daban lugar a una importante recaudación. En efecto el turismo traía aparejado un movimiento internacional e interprovincial de capitales, apreciable por sus efectos. Pero el turismo no solo era útil por el hecho de que el viajero gastaba apreciables sumas de dinero y se llevaba buenas impresiones, Era provechoso porque como vanguardia de la colonización provocaba la remisión de capitales y la implantación de nuevas industrias y comercio. Daba como ejemplo el puerto de Mar del Plata que había llegado a ser uno de los municipios más importantes de Buenos Aires por el turismo. Con este criterio, el gobierno norteamericano teniendo en cuenta el beneficio de la nación, hizo en 1872, la reserva del parque de Yellowstone, de 800.000 hectáreas, la cual debía reglamentarse con el fin de preservarlo de todo daño y expoliación y de conservar en su estado natural sus bosques, depósitos minerales, las curiosidades naturales y maravillas que encerraba. Gracias a ello el parque de Yellowstone era un enorme y espléndido museo natural, al mismo tiempo que lugar de recreo y descanso. Este ejemplo no tardó en ser imitado por otros países al darse cuenta de que con el progreso de los medios de locomoción nació el turismo, como nueva necesidad humana, que así como las necesidades de la vida en la ciudad requieren de la formación de plazas, jardines y parques urbanos, las necesidades de la vida del estado exigían la formación de grandes parques. Esta idea condujo a que los gobiernos se preocupasen por imitar este proceder y por el perfeccionamiento físico, intelectual y moral del pueblo como base principal de bienestar y porvenir de las naciones. También Canadá sancionó, pocos años después que Estados Unidos, una ley de parques nacionales y reservas forestales. Se planeaba y dirigía la construcción de caminos, senderos, parques de caza, puentes, siembra de peces, etc. en los parques


de Rocky Mountain, Hasper, Jaho, Glacier, Waterton Sake, Buffalo, Elk Island. En ellos el viajero podía ver diversidad de paisajes y gozar de los más variados climas, al mismo tiempo que practicar atractivos deportes. Suecia en 1904, por iniciativa de Nordenskjöld, destinó a parque 18.000 hectáreas en los alrededores de los lagos de Laponia. Austria tenía el suyo de 2000 hectáreas en los bosques vírgenes de Bosnia. En Suiza, en el territorio de la comuna de Zernes, fue creado en pequeña extensión el primer parque nacional que hoy tiene 5000 has. Citaba, además, a Australia, Nueva Zelanda, Rusia y casi todos los países europeos. Advertía que el gobierno argentino con buen criterio venía desde tiempo atrás decretando provisoriamente "reservas" en distintos puntos que luego, con el tiempo, se transformarían en hermosos parques. En cuanto al proyecto de López Mañán entendía Casares que no era necesario expropiar por entero el cerro San Javier, bastaría adquirir distintos puntos que, por razones de belleza o de acción muy directa sobre los manantiales y su higiene, fuera imprescindible salvaguardarlos y restringir el dominio en los terrenos restantes. Ese criterio, sin ser muy costoso para la provincia ni perjudicial a los propietarios de los terrenos, sería suficientemente eficaz para conservar las riquezas que encierra el cerro de San Javier y para brindar a los hombres un exponente de las bellezas de la zona subtropical andina. Casares aplaudía la propuesta y la justificaba por su riqueza de suelo y la diversidad de climas que ofrecía desde su ladera, que permitía obtener un desarrollo normal de casi todas las plantas de la tierra, que habiendo en él hermosos ejemplares de tarcos, pacarás, tipas, cebiles y otros árboles espléndidos, solo se requería la senda o huella que les daría acceso o lucimiento para que el viajero pueda admirar la flora arbórea de las provincias del norte. Con la construcción de caminos y terrazas podrían darse puntos de mira hacia el valle de Tucumán, que ofrecía la exteriorización más acabada que hay en la república de actividad agrícola e industrial.


Consideraba Casares que la fundación del Parque de Tucumán estaría justificada por las ventajas reales y materiales que aportaría a la provincia y a la nación misma. 12 1935. HACIA LA REALIZACIÓN DEL PARQUE La idea de Julio López Mañán fue tomada por el filósofo Alberto Rougés quien coincidiendo con Miguel Lillo propuso que el Estado adquiriera una zona cercana a la vieja Ibatín (donde se había fundado la ciudad en 1565) para la creación de un parque con el fin de preservar una espléndida área de la naturaleza tucumana salvándola de la codicia de la vida económica que talaba el bosque para sacar la madera y labrar la tierra para la agricultura. El licenciado Rubén Fernández se ha ocupado muy bien de este tema y señala en un cuidadoso trabajo que con este proyecto se daba un paso adelantado en tres principios legales y doctrinarios que hoy intervienen en la protección de los recursos naturales. Ellos son: a) principio de responsabilidad: el generador de efectos degradantes del ambiente es responsable de los costos de las acciones preventivas y correctivas de recomposición; b) principio de sustentabilidad: el aprovechamiento de los recursos naturales y la preservación del patrimonio natural y cultural, condicionantes del desarrollo económico y social. La gestión sustentable debería garantizar el uso de los recursos para las generaciones futuras, c) principio de solidaridad: la Nación y los estados provinciales serán responsables de la prevención y mitigación de los efectos ambientales transfronterizos adversos de su propio accionar, así como la minimización de los riesgos ambientales sobre los sistemas ecológicos compartidos. A juicio del investigador en el proyecto de Rougés se reconocen estos principios. 13 Rougés temía el trazado arrasador de los ferrocarriles que demandaban la madera, compartía esta idea con Lillo, que se apenaba por el bosque e instaba a actuar de inmediato para conservar ese pedazo de la selva subtropical del Aconquija. Consideraba que en el Parque podría trazarse un camino desde el llano 12MIGUEL F. CASARES 13RUBÉN FERNÁNDEZ:

"El parque de Tucumán" , en La Nación, 15-III-1914 "El parque de Tucumán...."cit,(Tucumán,2011)


hacia las alturas que solucionase la vía de acceso a Tafí del Valle (el llamado camino de la Quebrada del Portugués). Hay una intención manifiesta del filósofo por proteger los recursos naturales y favorecer la flora y la fauna, pues contemplaba severas sanciones a quienes cometieran ilícitos. De este modo se verían beneficiadas incrementándose en número de ejemplares y en majestuosidad. En el área elegida se hallaban alrededor de cinco mil especies botánicas y setecientas especies de aves. El parque proyectado comprendía las inmediaciones de Ibatín donde fue fundada la ciudad por Diego de Villarroel en 1565 y la finca denominada La Florida que perteneció al doctor José Ignacio Aráoz, distinguido jurista, político, dirigente agrario quien en mayo de 1935 escribía desde Buenos Aires a Absalón Acosta (en Villa Quinteros): "Acabo de recibir su carta en la que me da la triste noticia de que por orden del Banco Hipotecario Nacional, he dejado de ser poseedor para siempre de la estancia La Florida, propiedad de mi familia desde hace ciento cincuenta años..." 14 Las tierras eran herencia de Bernabé Aráoz, caudillo tucumano que se puso al servicio de la patria desde la Revolución de Mayo, fue destacado partícipe en la jornada de 1812, prestando apoyo a Belgrano en la Ciudadela y en la batalla de Salta. En 1814 fue el primer gobernador de Tucumán y siguió en acción hasta 1824 en que fue fusilado por rivalidades políticas, al desatarse la etapa de las guerras civiles. Rougés proponía que dentro del Parque, las ruinas de la vieja ciudad fueran declaradas monumento histórico y veía en ello la perspectiva de un atractivo turístico en toda la zona aledaña de majestuosa naturaleza que le impactaba desde muy niño. Era una visión progresista y muy adelantada para aquel tiempo. En una carta al historiador Manuel Lizondo Borda, en 1928, manifestaba su predilección por la región "Bella la descripción de la selva subtropical, de sus árboles suntuosos, a la que debo mi primera inolvidable emoción de lo sublime. Familiar para mí desde la infancia siento por ella ternura de amistad que no soporta bien una

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MARÍA FLORENCIA ARÁOZ DE ISAS, José Ignacio Aráoz. Una vida tucumana (1875-1941).Centro Cultural Alberto Rougés, Fundación Miguel Lillo (Tucumán, 2001) pág. 399.


ausencia demasiado larga". 15 Quería conservar el legado de la historia heroica de Tucumán en aquellas ruinas, que se hallaban desamparadas y preservarlas para las generaciones venideras, convirtiéndolas en monumento público. Rougés citaba en la fundamentación del proyecto una publicación norteamericana del Servicio de Parques Nacionales de dicho país para marcar las diferencias entre bosques y parques nacionales (Glimpses of our National Parks. USA. Washington, 1931). Decía que los bosques se crearon para administrar la industria de su explotación de acuerdo al interés público, de modo que se controlase el provecho privado como en épocas anteriores. En los bosques nacionales podía haber animales mientras que en los parques solo por excepción, en la medida que no fueran perjudiciales. Enterado que la propiedad de La Florida se remataba, en 1933, Rougés solicitó al ex-gobernador Ernesto Padilla que interviniese en el remate del Banco Hipotecario, en el que uno de los lotes comprendía las ruinas de San Miguel. Decía "como lo demostró Ricardo Jaimes Freyre, en ese mismo lugar fue fundada Cañete y antes que esta, El Barco. La última fue la primera fundación que se hizo en el Tucumán. Según mis recuerdos, la ciudad comprendía alrededor de 49 cuadras cuadradas, o sea en cifras redondas 100 hectáreas. No es posible que tales ruinas sean objeto de una venta con fines comerciales, máxime entre nosotros, en que una ruina constituye un objeto extraordinario... La Providencia te ha señalado en este momento, como en otros muchos en que has sabido proteger valores puramente culturales... para que sustraigas a la codicia económica tan preciado valor de nuestra historia”. Le pedía que obtuviese que el Banco Hipotecario eliminase la venta del lote San Miguel y lo reservase hasta que el Estado, nacional o provincial la convirtiese en monumento público 16. Este lote había sido subdividido en cinco sublotes que saldrían a remate. Incansables fueron ambos en la preservación del sitio histórico, Rougés volvía sobre el asunto en 1934, recomendando a Padilla que hablase con José Ignacio Aráoz e invocaba la ley nº 9080 de marzo de 1913 que declaraba propiedad 15Alberto Rougés, Correspondencia (1905-1945), Centro Cultural Rougés, FML, (Tucumán 1999) 1-X-1928, pág. 64. 16 Ibídem, carta 130, 24-XI-1933,pág. 132


de la Nación las ruinas y yacimientos arqueológicos. De modo que el Banco Hipotecario no podía vender esas ruinas. Padilla pensaba que con las ruinas de San Miguel también era imperioso que Tucumán recuperase sus bosques de naranjos, que había en Yacuchina y en La Florida, aunque todos agrios eran de distintas frutas. 17 Las tratativas con el gobierno provincial se agilizaron y en febrero de 1936, Alberto Rougés escribió a Padilla "El 16 el cte. se rematará La Florida. Hoy lo veré al ministro Frías, ese que cifra muchas esperanzas en que se realice la idea. Sé que Miguel Campero es muy partidario. Manuel Lizondo Borda publicará mañana un artículo en La Gaceta sobre los caminos a Tafí. Es partidario entusiasta del de la Quebrada del Portugués. Lo considera muy superior al de La Ventanita"... 18 La Caja Popular de Ahorros de Tucumán fue autorizada a transferir al gobierno de la Provincia de Tucumán la finca La Florida, ubicada en el primer distrito de Monteros, compuesta de una superficie de 9882 hectáreas, 5005 metros cuadrados, que dicha institución adquirió en remate público efectuado por el Banco Hipotecario Nacional, en la suma de $126.000m/n debiendo el PE reintegrar a dicha Caja Popular de Ahorros las sumas que esta hubiera desembolsado como parte del precio, más los intereses correspondientes. Los gastos que demandase el reintegro expresado así como los servicios futuros por el crédito hipotecario, se atenderían de rentas generales con imputación a la ley. Por ley sancionada el 16 de noviembre de 1936, el Poder Ejecutivo de Tucumán fue autorizado a adquirir, para hacer de él un parque, el inmueble al que se refiere el proyecto. Feliz con la noticia, Rougés le comentaba a Padilla, "Sabrás que ya se sancionó la ley autorizando a adquirir La Florida para parque. Se crea una comisión para administrarlo en la que está don Rodolfo Schreiter como jefe del Museo de Historia Natural. Desde hace unos meses unos soldados de la "volanta" recorren el parque e impiden la caza en él. Espero que no tardará en reconstruirse la flora y fauna de esa región". 19 En efecto, la comisión presidida por el ministro 17Ibídem,

carta nº 218, 6-XII-1935, pág. 226. carta nº 227, 6-II-1936, pág. 235. 19Ibídem, carta nº271, 7-XII-1936, pág. 272 18Ibídem,


Frías, estudió un plan para el parque y dispuso medidas para la conservación de la fauna. Diez días después de creado, gracias a sus contactos e influencias, Rougés logró que el Gobierno de la Provincia de Tucumán declarase la expropiación de 2000 hectáreas con destino a la formación de un centro de veraneo y reserva forestal en la Sierra de San Javier, con 500 hectáreas reservadas, para una nueva área protegida, el Parque Aconquija. 20 Dicha área protegida cuenta en la actualidad con el instrumento legal (Ley nº 1672) y el resto de la Sierra se halla protegido por el Parque Universitario San Javier, que es propiedad de la Universidad Nacional de Tucumán, desde 1948. Actualmente el Parque La Florida se halla en el programa de Áreas Naturales Protegidas de la Dirección de Flora, Fauna Silvestre y Suelos, allí, en un sector funciona el Vivero de la Provincia. Tucumán tuvo muy tempranamente (a escasos dos años de la creación de los primeros parques nacionales) un área protegida para la preservación de la naturaleza. EL PROYECTO. SU TEXTO 21 "Forma ya parte de la conciencia colectiva en nuestro país, la necesidad de que se conserven intactas, en estado de naturaleza -con su flora, su fauna y su gea peculiaresgrandes áreas de tierra que se desataquen entre las demás por su belleza y su valor educativo. Nuestra opinión pública, representada por nuestros grandes diarios, está ya hecha al respecto. La reciente ley de Parques Nacionales en que ella se ha expresado, que crea los de Nahuel Huapi e Iguazú significa la iniciación de una obra social de una importancia considerable, cuya finalidad es poner al alcance de toda la colectividad y conservar intacto para los venideros un patrimonio de un considerable valor estético y educativo, que no tenemos el derecho de destruir. Se halla también en nuestro actual ambiente de ideas, la de que es necesario continuar la obra así iniciada, mediante la creación en el país, que la citada ley prevé, de otros parques, representativos de otros géneros de bellezas naturales que las regiones de las Cataratas del Iguazú y de los lagos patagónicos. Entre aquellas tiene un puesto destacado la de la falda del Aconquija, con sus selvas subtropicales exuberantes, majestuosas, suntuosamente decoradas de epifitas. La legendaria belleza de estas conmovió, sin duda, profundamente a los indomables

20RUBÉN FERNÁNDEZ," Parque de Tucumán: visionario proyecto de A. Rougés", cit, pág. 185. D.F.F.S.S Dirección de Flora, Fauna Silvestre y Suelos. Programa Áreas Naturales Protegidas, 2008 21Alberto Rougés, Ensayos, Centro Cultural A. Rougés, FML, transcripción del proyecto. (Tucumán,2005)


guerreros de poemas, que cumplieron en el Tucumán lo que la crónica de la época denominó la “entrada”, una de las máximas proezas de la conquista de América. Cuando esos guerreros crearon una ciudad- la de San Miguel- a los pies mismos de esa selva, sin duda ante la augusta presencia de esta, en un arranque de lírico entusiasmo, que contrastaba fuertemente con el ruido de sus armas sangrientas e insaciables, pusieron a esa ciudad, como segundo nombre “Nueva tierra de Promisión”. Desde entonces hasta hoy, esa selva ha recibido los exaltados homenajes de soldados, misioneros, cronistas, historiadores, sabios y poetas. Así, ungida ella por la historia, por la ciencia, y por el arte, las potencias dispensadoras de la inmortalidad en el recuerdo no podemos permitir la destrucción de sus más subidos valores, de sus más hermosas expresiones, de sus árboles multiseculares -los más codiciados por el ogro de la vida económica- sin asumir una abrumadora responsabilidad ante los argentinos del mañana. Máxime cuando la gran red vial cuya construcción hemos iniciado acelerará el ya tan avanzado proceso de destrucción de nuestro acervo forestal. Impresionado por esta, nuestro ilustre naturalista Lillo nos decía en sus últimos días “hace ya tiempo que no voy a nuestros bosques, porque me causa mucha pena su mutilación”. Nuestro deber de hoy es pues evidente, no admite dilación, debemos asegurar de inmediato la conservación de algunas de las más bellas manifestaciones que aún subsisten de la selva subtropical del Aconquija. Juntamente con ellas debe ser convertida en dominio público, la zona contigua que escala la montaña hasta su cumbre. Un extremo del parque se encontraría así en el cálido subtrópico y el otro en las nieves eternas. Entre los dos términos, en una distancia relativamente reducida, se ofrecería a la curiosidad y a la admiración de los visitantes todos los climas y una maravillosa gama de paisajes. Nuestro ilustre comprovinciano el doctor Julio López Mañán que tan claras pruebas nos ha dejado de su pasión por el bien público y de su talento, fue el primero en percibir la necesidad de un parque en Tucumán. En un artículo publicado en “La Nación” del 14 de diciembre de 1913, propuso con miras a un gran parque, una considerable reserva, que debía comprender la falda del cerro San Javier y la región serrana situada al occidente de la misma hasta las altas cumbres del Aconquija. El proyecto obtuvo el cálido aplauso de una elite pero nuestra opinión pública se hallaba lejos aún de poder valorar la magnífica iniciativa, y el proyecto no se realizó. Entre los que lo aplaudieron con entusiasmo, uno de los primeros fue el doctor Miguel Lillo. La zona elegida le pareció de una gran belleza pero creyó preferible otra del sud de Monteros. En carta del 22 de diciembre de 1913, le decía al respecto al doctor López Mañán: “Para mí la zona que debiera expropiarse para formar la reserva, sería la falda oriental del Aconquija, por ejemplo entre el río de Monteros y el río Seco, desde la cumbre, que tendrá unos cinco mil metros, hasta la llanura. Allí se encuentra la vegetación forestal, tal vez la más exuberante de la República, la que hasta ahora ha sido poco explotada; hay ríos


caudalosos, como son los nombrados, todas las variantes de flora y fauna, paisajes espléndidos como los que ofrecen los dos Ñuñorcos y la vecindad inmediata de Tafí al norte”. La expropiación costaría incomparablemente menos, pues no hay poblaciones, ni estancias de la importancia de la otra zona. El acceso a esta reserva sería muy fácil, quedaría a dos horas de ferrocarril de aquí y tendría como cabecera a Monteros”. Y poniendo en su palabra un calor que no le era habitual, reflejo, sin duda, del profundo amor a la naturaleza que había en él y de la honda amistad que lo vinculaba al doctor López Mañán, el doctor Lillo concluía así su carta “En fin, mi querido amigo, nuevamente lo felicito por la iniciativa y le ruego persista en ella, que si se realiza, en cualquier parte que sea, será de grandes beneficios, no diré para obtener un beneficio material, sino para la cultura del país ante todo”. Y bien, un feliz azar hace hoy fácilmente realizable la idea de un parque en Tucumán, del doctor López Mañán, y la ubicación del mismo en el sitio señalado por nuestro sabio naturalista. El banco Hipotecario Nacional va a vender próximamente una parte importante de la zona indicada por aquel para ubicación de la reserva. La venta, que ya fracasó hace algunos meses se realizará ahora por una base mucho menor que entonces y considerablemente inferior al precio que la propiedad tenía cuando el doctor Lillo escribió su carta y que el que tiene en épocas normales. De una extensión de cerca de diez mil hectáreas el inmueble aludido se extiende hasta las altas cumbres que colindan con Catamarca, donde alcanza, según el doctor Lillo, a cinco mil metros de altura. El agua es abundante. El río Pueblo Viejo, que constituye el límite norte del proyectado parque es uno de los más caudalosos del sud de la provincia. Sus numerosos saltos de agua y las grandes piedras graníticas de su lecho, constituyen elementos estéticos de crecido valor. Por su borde va un camino de rodados que escala la montaña siguiendo las huellas de los conquistadores. “El camino de la quebrada, que es la entrada de los Andes de Tucumán” se decía en la época de la conquista. Llevaba él hasta Chuquisaca, por los tambos de la Ciénega, por Tolombón, Córdoba del Calchaquí, Chicoana, Casabindo y Talina. Como el histórico camino de la quebrada, el que se construyera en el proyectado parque desde el llano hacia las alturas, sería el camino de acceso ahora hasta de neumáticos a las regiones altas del Aconquija, y entre ellas, al valle de Tafí, que colinda con la propiedad a que nos referimos. Se resolvería así pues, en una forma adecuada, el arduo problema de un camino a Tafí. Porque el que se construyera sería en todo su recorrido un camino por una propiedad pública, destinada al solaz y a la educación de todo el pueblo, propiedad cuidada especialmente con tal objeto, conservada en estado de naturaleza, salvo los caminos y las sendas que la hicieran accesible. Severas sanciones, como es de regla en tales casos, protegerían su flora y su fauna. Esta sería cada vez más numerosa y aquella cada vez más imponente. Por otra parte, es sabido que nuestra fauna y nuestra flora, como las de todo el norte se distinguen también por su variedad. En este, en efecto, se hallan cinco mil


especies botánicas de las siete mil con que cuenta aproximadamente el país, y setecientas especies diferentes de aves, sobre las ochocientas a novecientas en que se estima la avifauna nacional. El Parque del Tucumán sería así, en verdad “la nueva tierra de promisión” que vieron allí maravillados los ojos del capitán Don Diego de Villarroel cuando fundó este a los pies de la selva, la ciudad de San Miguel. Las ruinas de esta que deben ser declaradas monumento público, constituirán un número obligado de un programa de turismo al proyectado parque, en cuyas inmediaciones se hallan. Convendría agregar a este parque en las regiones elevadas de la montaña, previo un estudio detenido, algunas extensiones de tierra contigua que aporten a aquel, elementos de interés científico o estético. Tales serían, por ejemplo, algunos bosques notables de pinos, algunas lagunas, talvez la del Tesoro, algunos glaciares y algún pico de montaña de gran altura, tal vez el Clavillo que mide 5550 metros según la medición del geólogo argentino Augusto Tapia, quien ha publicado un notable trabajo sobre nuestros glaciares (Apuntes sobre el glaciarismo pleistocénico del Nevado del Aconquija; Bs As 1925). El gran parque de Tucumán, así realizado, sería un maravilloso sitio de turismo. Sumaría a la belleza singular de sus bosques subtropicales de la región baja de la montaña, la de los bosques de pinos de las regiones frígidas y la gracia de las verdes y floridas colinas de “praderas alpinas”, como se las ha denominado. Más arriba encontraría el turista las torturadas queñuas y más en alto aún, la belleza desolada de los glaciares y de las nieves eternas, donde picos sensiblemente más altos que el más alto de Europa tentarían al turismo más audaz. El parque no constituirá, por supuesto, por sí solo, la solución de todos los problemas que nuestros bosques nos plantean. Habría que realizar cuanto antes un estudio de ellos y determinar cuáles son aquellos cuya conservación o replantación es exigida por un interés colectivo, como ser el de asegurar la buena distribución de las aguas. Una vez determinados, la mejor solución consistiría en la adquisición de dichos bosques por el Estado, como se ha hecho en otros países. El Estado los haría explotar en la forma más adecuada a los intereses de la colectividad. Es aquí oportuna una referencia a un país que en materia de grandes parques y de reservas forestales del Estado, marcha seguramente a la cabeza de los demás. Nos referimos a Estados Unidos de Norteamérica. He aquí lo que dice respecto a tal materia una publicación del “Servicio de Parques Nacionales” de dicho país. “No hay que confundir los parques nacionales con los bosques nacionales. Los bosques nacionales se hallan contiguos muchas veces a los parques nacionales, ellos fueron creados para administrar la industria de la explotación de bosques de acuerdo con el interés público; en vez de que la explotación se haga, como en el pasado, privadamente con miras solamente al provecho privado, es ahora hecha de acuerdo con métodos que contemplan el interés público”.


“Los árboles son cortados de acuerdo con principios científicos de arboricultura, que aconsejan no cortar los de poca edad hasta que lleguen a un determinado tamaño, lo que asegura la conservación de los bosques”. “Ovejas, caballos y animales vacunos pastean en las praderas de los bosques nacionales con la autorización del gobierno, mientras que en los parques nacionales los animales domésticos son admitidos solo por excepción, cuando no son obstáculo para la comodidad de las gentes o cuando no dañan a la belleza del paisaje. En la estación de caza, ésta está permitida en los bosques nacionales, pero nunca en los parques”. “En resumen, los parques nacionales no son como los bosques, propiedades comercialmente explotadas sino lugares reservados para el descanso, recreo y educación de la gente. Obedecen solamente a las leyes de la naturaleza”. “Como antecedente de este proyecto de parques, acompaño copia del artículo citado publicado en La Nación, por el doctor López Mañán y de los juicios acerca del mismo de Lillo, Miguel Casares y Eduardo Holmberg. Es de advertir que, desde la época del proyecto del doctor López Mañán hasta ahora, los grandes parques y reservas forestales han adquirido mucha mayor importancia en Estados Unidos de Norteamérica y otros países. En aquella nación existen actualmente catorce parques y 150 bosques nacionales y se ha dictado una previsora legislación”.

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