Sara Mago

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PORTADA Fermín Solís

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MANIFIESTO Sara Mago

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PROGRAMA NARRATIVO David Matías

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Conchi L. Andrada NO MÁS OBRAS MAESTRAS Karen Eliot

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UNA PEQUEÑA Y TRANQUILA EXISTENCIA Masao Yamamoto

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Í N D I C E N-PLANTS Conchi L. Andrada

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ESPEJOS EN FOTOGRAFÍAS EN INTERNET David Matías

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LAS MUJERES DE EGIPTO María S. Muñoz

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DISTOPÍA David Matías

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ENTREVISTA A ESTHER VIVAS Sara Mago

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ALTERTOPÍA Conchi L. Andrada

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CRÉDITOS

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MANIFIESTO Sara Mago Cuentan que, preguntada por su opinión sobre la concesión del Premio Nobel de Literatura a Saramago en 1998, cuando todavía era ministra de Educación y Ciencia, Esperanza Aguirre contestó que ni conocía ni había leído a ninguna Sara Mago. A pesar de que algunos periodistas, así como algunos telespectadores, afirman haber sido testigos, lo cierto es que no existen vídeos ni noticias que den fe del acontecimiento, del que circulan distintas versiones por Internet. Historia o leyenda, la anécdota es verosímil. Sara Mago. Fanzine cultural surge de ese contexto histórico en el que la ignorancia de nuestros gobernantes no escapa a nuestro horizonte de expectativas. Nuestro primer objetivo es, mediante reportajes, entrevistas y reseñas de novela, poesía, cómic, cine, etc., oponernos a las formas de la cultura industrial y señalar alternativas tanto al conservadurismo universitario dominante como al posmodernismo menos crítico. En suma, buscamos un espacio de recepción para la creación comunitaria más allá del nacionalismo cultural, de la pose y las modas. Rechazamos la lógica de los grandes suplementos literarios, cuya única función es publicitar los libros publicados por el grupo empresarial al que pertenecen (modelo que la mayoría de blogs culturales reproducen gratis), por lo que Sara Mago no reseñará novedades. Escépticos irremediables, queremos creer en el poder de la comunicación, en el poder de las palabras de contaminar y dinamitar, pero sospechamos que sólo con palabras no se logran cambios. De ahí que las palabras se salgan de nuestro fanzine antes incluso de entrar en él: la reseña de un ensayo sobre agricultura es el germen de un reportaje de campo, la de un libro de fotografía lo es de un proyecto más amplio en el que vosotros, lectores, seréis los protagonistas. De ahí que la forma de redactar y publicar Sara Mago conlleve ya en sí misma una transformación de los usos “editoriales” tradicionales. Este fanzine se ha gestado en las redes sociales, es decir, en Twitter y en los bares. También, pero menos, en la Universidad. Aquí todo lo hacemos nosotros: desde la redacción de artículos, claro, hasta la maquetación y la impresión, pasando por el diseño, que nos ha quedado un poco a caballo entre el rollo fanzinero y el libresco. Profesionales de nada, no hemos

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podido ni querido librarnos de cierto aspecto amateur. Porque también nosotros corremos con los gastos. Ninguno de nuestros colaboradores ha recibido dinero por sus textos. Nuestra consigna: trabajo gratis y voluntario (no se puede llamar voluntario, ojo, al parado obligado a currar so pena de perder su prestación por desempleo) como medio de subvertir la lógica del capitalismo, construido por mano de obra asalariada. En cambio, Sara Mago es free: gratis y libre. Todos los contenidos del fanzine, que han sido editados con software libre como LibreOffice, Gimp y otros programas ejecutados en Ubuntu, están disponibles bajo licencia Creative Commons, en concreto, bajo la que os permite copiar, distribuir y exhibir nuestros textos reconociendo a su autor y siempre que no sea con fines comerciales. Ya sabes: si te gusta Sara Mago, pásalo. Nuestro segundo objetivo es articular el malestar general. Asomado a la pequeña grieta abierta por las revueltas de 2011 en la estructura de este sistema injusto, nuestro fanzine también es un llamamiento a los intelectuales locales para que, a través de este proyecto, participen en la reconquista de lo común y nos ayuden a convertir Sara Mago en una herramienta de intervención cultural, de la que podamos servirnos todos, unidos los que leéis y los que escribimos, para pasar a la acción colectiva con que cambiar las cosas. Estas páginas son una excusa para encontrarnos en los bares, para debatir mientras nos conocemos, mientras creamos comunidad. Y, una vez organizados a nivel local (Cáceres, nuestro centro neurálgico), proyectaremos la suma de nuestros esfuerzos en el ámbito global gracias a nuestro blog, que nos transportará a cualquier parte del mundo en que haya un ordenador conectado a Internet y un lector de español detrás ¿Somos demasiado ambiciosos? ¿Soñadores quizá? Vosotros diréis. Este número cero es un experimento, una tentativa cuyo objetivo principal es alimentarse de vosotros para seguir creciendo. En vuestras manos tenéis nuestro fanzine y la palabra.

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PROGRAMA NARRATIVO David Matías Constantino Bértolo, La cena de los notables. Sobre lectura y crítica, Cáceres: Periférica, 2008 vs. Damián Tabarovsky, Literatura de izquierda, Cáceres: Periférica, 2010. 1. 2.

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Aunque nos gustaría creer lo contrario, cabe pensar que la escritura nació ligada al poder. El acto literario, entendido como uso singular del lenguaje, que es patrimonio público y mediante el que nos constituimos como seres sociales que somos, exige un pacto de responsabilidad que aparece como elemento necesario y deseable. Escritor, editor, crítico y lector deben pactar buscar sólo el interés general de la comunidad. Pierre Reverdy: “Las palabras son de todo el mundo”. Ahora bien, este pacto de responsabilidad mutua, consecuencia de una situación de igualdad y comunidad, está muy lejos de poder producirse en sociedades como la nuestra, dislocadas por la lucha de clases, la división del trabajo y un individualismo ideológico y económico que no contempla otra idea de bien común que no sea la suma de los intereses privados. Fuera de este pacto, la narración corre el riesgo de dejar de ser literatura para convertirse en palabrería, en un acto narcisista y autista del escritor que sólo busca autoafirmarse y seducir al lector. Señor escritor, no nos cuentes historias. La novela conservadora, que triunfa hoy en el mercado y en la academia, es un avance sin riesgos de los valores más convencionales y las ideas más remanidas (el arte es avance. En el arte no hay retorno. Es movimiento continuo, es decir, irreversible). La novela deja de expresarse como duda para fabricarse como certeza. Está escrita a favor de la reproducción del orden. Roland Barthes: “La escritura conservadora es la mera reproducción lingüística del poder”. Cuidado con las novelas que no molestan a nadie: bonitas, agradables, bien escritas, “inteligentes”, emocionantes, adictivas (¿por qué debemos leer como si estuviéramos consumiendo droga? ¿Por qué esa necesidad de 6


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engancharse a la lectura?). Ya no se trata de esas novelas hechas para ser best-sellers firmadas por autores como Noah Gordon, Ken Follet o Carlos Ruiz Zafón. Estas novelas populistas y mediáticas también están pensadas y escritas para vender, pero se dirigen a un público más culto, instruido por el Ministerio de Educación pero carente de toda formación estética. Algunas incorporan de manera aséptica ciertas dosis de la experimentación que revolucionó la novela moderna; otras fosilizan o neutralizan los logros del realismo decimonónico. Cuidado con las novelas de autores como Kundera, Tabucchi, Saramago, Auster, Marías y sus seguidores. Los escritores de mercado se quejan: “Parece imperdonable tener éxito”, dicen. En efecto: es imperdonable. Sobre la literatura influyen la indiferencia, el cansancio, el exceso. Sobre el libro influyen la tapa, el comentario, la circulación. No es lo mismo un escritor que un publicador de libros. En el estado actual del capitalismo, de una u otra manera, todos tenemos, tuvimos o tendremos algún tipo de relación con el mercado. Y también con la academia (o, lo que es lo mismo, la universidad), con la que a menudo se confunde. Las vanguardias artísticas han sido absorbidas por el museo, la publicidad y la industria cultural. Debemos ser conscientes de que, desde su mismo origen, las vanguardias albergaban las condiciones para ser absorbidas. Este es nuestro punto de partida (para que no sea nuestro punto de llegada). El discurso conservador, la ideología hegemónica, dominante, que, como tal, se presenta como no-ideología, nos dice que la revolución fue un error y que las condiciones que nos llevaron a la desobediencia han desaparecido. La tarea del pensamiento crítico es demostrar que esas condiciones siguen ahí, intactas. Hoy, el espacio para transgredir la narrativa es mínimo. Hay que narrar desde un escepticismo radical con el potencial transformador del arte ¿Es posible escribir hoy una obra que no gane ningún premio? Las palabras arte y estética son categorías que no aclaran nada y que sólo dicen algo de quien las afirma o de quien las niega. La narrativa revolucionaria reclama la supervivencia del pacto de responsabilidad como metáfora de una situación social de igualdad. La literatura de izquierda está escrita contra la trama y el lenguaje. Su objetivo es derribar el paradigma. No busca dar sentido, sino ponerlo en cuestión, en suspenso. 7


18. Consejo para escritores que empiezan: no llegar a saber nunca qué se quiere decir, qué se está diciendo. 19. El motor de la narrativa de izquierda es el deseo de novedad, entendida como la desestabilización de nuestro sistema de creencias, como lo impensable (lo que nadie se atrevería a pretender). La narrativa de izquierda no quiere generar creencias nuevas, sino obstaculizar las existentes: cuestionar las reglas del juego es a lo único que vale la pena jugar. Pero dicen: “Lo nuevo es moneda de cambio, es el ideal del capitalismo”. La espera de lo nuevo, entonces: nuestra tonta tentación. 20. Sólo haciéndonos creer que somos libres, los propietarios de los medios de producción consiguen que sigamos siendo sus esclavos. 21. George Bataille: “La literatura no es inocente”. 22. El narrador de izquierda ya no puede creer en el argumento ni en la narración y sólo puede narrar su incapacidad para creer. El arte vive en crisis permanente, siempre a punto de fracasar. 23. La narrativa de izquierda no es la escrita por autores que se dicen de izquierda. Buena parte de las novelas escritas por estos autores es, en términos literarios, conservadora. La mayoría de los escritores que se dicen de izquierda se relaciona con el texto y con el mercado de manera normativa. La narrativa de izquierda se relaciona con ambos de forma antijerárquica. 24. Ejemplo de novela anticapitalista: la de Gustave Flaubert, que fue juzgado por atentar con sus textos contra la moral burguesa. Su forma de escribir no mantiene una relación económica (eficiente) con el lenguaje, las descripciones, las cosas, las historias, los hechos; no contiene una inversión con un fin, un objetivo, un plazo; tan sólo es puro gasto. 25. ¿Qué hacer con el canon cultural? Cargar contra él. No se trata de cambiar un paradigma por otro, sino de derribar la idea misma de paradigma. La clave está en la posición, los valores, desde los que cargamos contra el canon. Se puede (y se debe) hacer una crítica de la revolución desde el interior del propio deseo de revolución ¿Qué hacer, entonces, con los escritores que anteriormente cargaron contra el canon conservador ahora, a su vez, canonizados? Hay que adelantarlos por la izquierda. 26. Peligros: lo que alguna vez fue subversión hoy funciona como norma; lo que alguna vez fue transgresión hoy ocurre como paradigma; lo que fue búsqueda hoy acontece como resultado. No te conviertas en un escritor profesional, que avanza todos los días, poco a poco, frase a frase, que se impone a sí mismo una jornada laboral. Es8


cribir no es un oficio. 27. El escritor no crea, sino que “recoge” y convierte en palabras las historias, deseos, sueños y miedos de todos los miembros de la comunidad. La novela no pertenece al escritor sino porque él también pertenece a la comunidad. Un poema, una novela o una pieza teatral son situaciones verbales de la comunidad. 28. El escritor construye el texto dentro de los límites que le impone la realidad compartida con su comunidad. De entre los temas que ésta pone a su alcance, selecciona o propone; de entre los fines que permite, elige; con las palabras que poseen en común, elabora. 29. Salvo en situaciones revolucionarias, siempre es decepcionante que la literatura encarne los mismos sueños que la sociedad. 30. La desigualdad económica hace imposible la democracia por mucho que el ciudadano rico se presente como un igual frente al ciudadano pobre. 31. Como un eterno adolescente, en un proceso de constitución interminable, el novelista de izquierda se instala en la pura negatividad. Forma parte de la comunidad negadora de los que no tienen comunidad. Para que exista, la narrativa de izquierda, que no busca reconocimiento, tiene que ser puesta en cuestión e incluso negada. 32. El narrador democrático no crea suspense (qué va a pasar) ni intriga (qué está pasando): renuncia a ambos recursos porque su objetivo primordial no es mantener la atención sino compartir los saberes. 33. Sin embargo, hoy todos quieren ser seducidos, no importa si por la publicidad o por la lectura. Para los seducidos, el valor de la seducción se mide en función del prestigio de quien seduce (escritores premiados y bestsellers), mientras para el seductor lo que cuenta es la cantidad de seducidos que logra alcanzar (ventas, es decir, clientes). 34. Cuando leemos una novela se pone en marcha un proceso mental en el que intervienen cuatro factores: lo textual, lo autobiográfico, lo metaliterario (el conjunto de nuestras lecturas anteriores) y lo ideológico. Aquella lectura que privilegie cualquiera de estos cuatro factores en detrimento del resto se volverá una lectura sesgada, desequilibrada. 35. El problema de la lectura privada (o privatizada) es que leemos solos y nadie nos señala nuestros errores ni nos dice si nuestra interpretación del texto es correcta (no todas las interpretaciones valen). 36. ¿Qué se nos cuenta? Y ¿quién nos lo cuenta? ¿Quiere decirnos algo o sólo, ojo, quiere vendérnoslo? 37. No te conviertas, tengas la edad que tengas, en un lec9


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tor adolescente, en aquél que se lee a sí mismo en el texto y cede a la tentación narcisista de convertir la lectura en una mera confirmación de su “yo”. En este tipo de lector concurren circunstancias biográficas que desequilibran y alteran sus lecturas. No te conviertas en un lector inocente, en aquel que sólo lee por placer, sin fijarse demasiado, deprisa, sin interés en analizar lo que lee. La inocencia como actitud de no exigencia esconde una exigencia muy fuerte: la de no ser molestado ni cuestionado, actitud que, por muy simpática que parezca, oculta resignación pero también autocomplacencia. La inocencia como ausencia de prejuicios denota la aceptación de los prejuicios propios como normales o, lo que es lo mismo, la asunción de los prejuicios hegemónicos como naturales. Conviértete en un ciudadano implicado activamente en tu contexto social, cultural y político y lee como tal. La lectura civil es un encuentro con la representación de los otros. Lee en comunidad. El lector privado puede hacer con su lectura lo que quiera. Allá él y su responsabilidad. Pero el crítico no: el suyo es un discurso público sobre textos públicos (publicados) y tiene, quiera o no, una responsabilidad pública. La crítica nace como un cuestionamiento de las palabras del poder. Cabe imaginarla como ágora de las lecturas compartidas, asamblea donde se sopesan las palabras, los silencios y las historias colectivas. El crítico debe ser honesto, no objetivo ni neutral (eso sería imposible). Su honestidad no debe ser moral, sino intelectual y política. Fuera de esa honestidad sólo hay publicidad o adulación. En la práctica, en nuestra sociedad capitalista, en la que el concepto de bien común es sustituido por un mero conglomerado de intereses privados, la responsabilidad pública del crítico se ve alterada por sus propias necesidades: ocupar un lugar en el mercado literario y la obligación, por tanto, de producir mercancías (críticas) con valor de cambio para sobrevivir en el duro juego de la oferta y la demanda culturales. La autonomía de la mercancía literaria se está diluyendo de manera acelerada y la literatura se integra sin demasiados problemas en las industrias del ocio y el entretenimiento. Contra lo que generalmente se piensa, la crítica no es una instancia mediadora entre el escritor y los lectores. Ese papel corresponde a los editores, cuyo trabajo consiste en proponer a la comunidad o mercado aquellas lecturas que en su opinión -criterio editorial- puedan 10


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satisfacer sus necesidades. El crítico analiza y valora la conveniencia de la publicación y, por tanto, su trabajo le sitúa entre la edición y los lectores. Sería bueno que los escritores entendiesen que la crítica no tiene como objeto sus obras en cuanto pertenecientes a su privacidad sino, y sólo, en tanto pasan por la decisión editorial de hacerlas públicas. A su vez, la capacidad de intervenir en el debate público no recae tanto en los críticos, en cuanto personas privadas, como en los medios de comunicación que deciden publicar sus críticas. Caso: una crítica que analice la última novela de, por ejemplo, Vargas Llosa, Marías o Pérez-Reverte no está dirigida tanto a ellos, en cuanto escritores, como a la editorial que decide publicar la novela: en este caso, Alfaguara, propiedad del grupo empresarial Prisa. Asimismo, la responsabilidad de lo dicho en la reseña no recae tanto en el crítico que la firma, en cuanto sujeto privado, como en el medio de comunicación en que aparece publicada: por poner un ejemplo, Babelia, el suplemento literario de referencia en español que se ofrece todas las semanas con El País, diario que, casualmente, también pertenece al grupo Prisa. En lugar de la actual relación comercial entre escritor y editor basada en la cesión de los derechos de autor, ¿no sería lo normal, desde el punto de vista económico, que los escritores contratasen y pagasen a las empresas editoras para que éstas difundiesen sus escritos? ¿Podrán Internet y la blogosfera subvertir las normas que rigen las complejas relaciones del campo cultural? La literatura, sea lo que sea, continúa.

NOTA: Para asimilar mejor esta receta, conviene recordar las palabras de Santiago Sierra (Madrid, 1966), que, en su primera entrevista tras rechazar el Premio Nacional de Artes Plásticas 2010, declaró que él no es quién para decir a los artistas lo que deben hacer.

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Conchi L. Andrada They filled our hearts and hands with violence With violence, with violence It's time to leave the fields behind us Behind us, behind us In silence (Low, “In silence”)

Cuenta Marcel Cobussen en su artículo “Silence and/in music” que el silencio no deja traspasar la música: “Through this 'non-ceasing' music, which resounds beyond the limits of its audibility, silence acquires a different form of musical Dasein”. El silencio es heterogéneo: el silencio y el silencio no necesariamente coinciden. En la música minimalista, el silencio funciona como un fantasma o sombra, el silencio impregna el sonido, llegando a ser audible. El silencio genera la continuidad que a veces es interrumpida por los sonidos. John Cage es el gran maestro del silencio. El músico estadounidense ofrece múltiples formas de escuchar el silencio. Su obra más conocida es 4’33”, cuatro minutos y medio de silencio. Esta obra está pensada para un número indeterminado de instrumentos, que durante su ejecución no deben producir ningún sonido. He aquí la primera versión editada de 4’33”: La partitura se articula a partir de la palabra “Tacet”, que indica que el intérprete permanezca en silencio durante un movimiento.

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I Las palabras ya no nos pertenecen. Las palabras dejan de decir cosas. Las palabras ya no significan lo que significan. Las palabras condicionan nuestra forma de ver el mundo. Son el modo en el que vemos la realidad (o la “realidad”), el instrumento con el cual categorizamos lo que nos rodea. Sin embargo, la entraña de la palabra ha perdido su historicidad. Es por esto por lo que, precisamente, solo nos queda el silencio o “los silencios del silencio”. El silencio puede ser exhibido como acción. Cada vez que guardamos silencio decidimos. El silencio debe determinar la acción. El expolio de la palabra tiene como consecuencia la necesidad del silencio, la negación del lenguaje. Pero el silencio debe ser lúcido y rabioso como el de Elisabet Vogler. Ser, no parecer, sólo ser Elisabet Vogler. Abandonemos las palabras. La protagonista de Persona (1966) de Ingmar Bergman decide guardar silencio absoluto. Su decisión revela “una gran fuerza psíquica" y una profunda voluntad de incomunicación. El monólogo de la doctora indaga en las causas por las que Elisabet ha decidido no hablar: "¿Crees que no lo entiendo? El absurdo sueño de ser. No parecer, sino ser. Consciente, alerta cada instante. Y, al mismo tiempo, el abismo entre lo que eres ante los demás y lo que eres ante ti misma. La sensación de vértigo y la sed constante del desenmascaramiento. De verte por fin descubierta, reducida, quizá aniquilada. Cada tono una mentira y una traición. Cada gesto una falsificación. Cada sonrisa una mueca: el papel de esposa, el papel de colega, el papel de madre, el papel de amante. ¿Cuál de ellos es el peor? ¿Cuál te ha causado más tormento?" El propio Bergman explica en sus memorias el porqué de la negación de la palabra por parte de la protagonista del film: “La señora Vogler ansía la verdad. La ha buscado por todas partes y a veces ha creído encontrar algo sólido, algo duradero, pero de pronto el suelo ha cedido. La verdad se ha diluido y desaparecido o en el peor de los casos se ha convertido en una falsedad”. Hay un momento en el que, sola en la habitación, Elisabet Vogler ve por la televisión a una monja budista quemándose a lo bonzo. Ante el horror ya solo queda la renuncia a la palabra, el no-decir. Asimismo, el silencio debe actuar, ser ejercido como el suicidio ritualista de la palabra, el punto de partida de la protesta social, del desorden y la subversión. Acaparemos el silencio, el silencio sí nos pertenece. 13


II Se puede considerar el silencio como una de las (muchas) formas de comulgar con el poder (el silencio de la buena gente). El silencio contendrá todo lo posible, es susceptible de significar lo que el dominio induzca. Guardar silencio es ser cómplice. Todavía estamos a tiempo de practicar un silencio con valor de acción, voluntad y movimiento. Un silencio activo y a la contra. Toda decisión política busca en última instancia preservar al propio poder. Enunciar la palabra es reafirmar el poder del otro ¿Crees que lo que dices es tuyo? ¿Crees que te corresponde? La sociedad de consumo, la sustancia viscosa neoliberal, la que impregna nuestras vidas a través del uso estratégico de la lengua, ha reducido al ser humano de sujeto a objeto de consumo. Eres lo que consumes. A la palabra se le ha desposeído del armazón histórico. Es decir, de toda su capacidad de subversión. El dueño de la palabra ha cambiado. Antes el intelectual humanista, ahora el mercado. Todos son discursos rebosantes de palabras huecas, vacías, que repetimos bajo el hechizo del verbo. Como un salmo, una proclama, un eslogan. De acuerdo con Bernstein, funcionamos por la semejanza de comportamientos y por la definición cerrada de los roles sociales. La lengua expresa las exigencias del rol y no las individualidades diversificadas y cambiantes. Las palabras no nos sirven.

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III Se dice que las palabras pueden curar. También se dice que puedes ser esclavo de tus palabras. Cuando la palabra se somete a la estructura de poder solo poseemos la amplitud de la negación, de la tachadura. Es lo único que nos queda, lo único que resiste. Lyotard traduce el silencio como un espacio hondo, abismal y latente para el ser humano. El silencio metafísico es el espacio de angustia y pesadumbre humana ante la falta de legitimidad de los discursos de las instituciones, lo cual “no significa que el que calla no tiene derecho, es que no ejerce su deber de interlocución". La obra de Samuel Beckett es el gran destierro de la palabra. El ser no puede expresarse, el silencio se hace necesidad. Poco a poco despoja a sus personajes de frases, retórica y andamiaje estilístico. Beckett asume el fracaso de la comunicación y la imposibilidad del lenguaje y del objeto representado: "Al ser humano se le ha hecho lo imposible para que elija. Para que tome partido, para que acepte a priori, para que rechace a priori, para que deje de mirar, para que deje de existir, delante de una cosa que simplemente habría podido amar, o encontrar fea, sin saber por qué" Al igual que los personajes de Beckett asimilemos el silencio como proceso de negación, el mutismo urgente como el camino para la liberación. "¡Uno! ¡Silencio!"

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NO MÁS OBRAS MAESTRAS1 Karen Eliot ¿Quién fue Laszlo Toth? Toth fue un geólogo australiano, de origen húngaro, de 33 años. El 21 de mayo de 1972, domingo de Pentecostés (la celebración del descenso del Espíritu Santo sobre los apóstoles), a las 11.30 de la mañana, mientras una multitud de fieles y peregrinos esperaba la bendición del Papa, Toth pudo evitar la vigilancia de cinco guardias uniformados de negro, se subió a la barandilla de mármol que hay ante la capilla de San Pedro y asestó a La Piedad, de Miguel Ángel, de 473 años de antigüedad (valorada en 10 millones de dólares) quince golpes con un mazo que había ocultado bajo su gabardina mientras gritaba: "¡Yo soy Jesucristo! ¡Yo soy Jesucristo!". The Times publicó en su portada una fotografía de Toth (martillo en mano) montado sobre La Piedad justo al lado de una fotografía de Nixon y Kissinger hablando sobre la paz en un jardín de Salzburgo. Los diarios llamaron a Toth loco, lunático, asesino, fanático, vándalo, sociópata, nihilista y fue comparado con Manson, Oswals, Sirhan, Ray y Bremer. Los medios de comunicación concluyeron que el incidente planteaba dos importantes cuestiones: "¿Pueden ser restaurados los desperfectos?" y "¿Dónde falló la seguridad y la vigilancia?". Muchos amantes del arte pasaron tiempos difíciles dominando su pena. Un historiador del arte dedicó una conferencia completa a diapositivas de La Piedad, pero con la primera imagen, todos, él y sus alumnos, rompieron a llorar. Mientras, de vuelta a San Pedro, una pantalla de plexiglás a prueba de balas fue instalada en la entrada de la capilla donde permanecía La Piedad. Museos de todo el mundo respondieron aterrorizados y se realizaron costosos aumentos de las medidas de seguridad. El verdadero asunto planteado por el acto de terrorismo cultural 1

Este ensayo forma parte de Luis Gámez, El libro de las transformaciones (ilustrado por Miguel Gómez Losada), Badajoz: Aristas Martínez, 2011. Lo hemos reproducido aquí sin ningún tipo de conocimiento o permiso por parte del editor o el autor.

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de Toth se perdió o fue encubierto en la restauración: NO MÁS GRANDES OBRAS DE ARTE. Giacometti, el escultor, en una ocasión dijo que si alguna vez quedase atrapado en un incendio y solo pudiera salvar una cosa, un inestimable Rembrandt o un gato, escogería el gato. Los golpes de Toth fueron suaves. Al fin y al cabo, cayeron sobre la piedra y no sobre la carne. Esto es mucho más de lo que podríamos decir de Nixon y Kissinger, los criminales de guerra cuyas caballerosas conversaciones han causado tanta destrucción y muerte en el mundo. A pesar de que fue Toth, no ellos, quien fue arrestado por su crimen. Un lugar donde buscar el espíritu de Laszo Toth sería en la insistencia de los artistas postales por hacer exposiciones sin jurado: SIN OBRAS MESTRAS. Chuck Welch, en el "Manifiesto Carta Abierta", de su libro Networking Currents, analiza lo que se denomina arte postal como una forma de trabajo en red y de esta forma busca extraerlo de cualquier contexto artístico que pudiera contaminar el proceso de comunicación creativa y el espíritu de comunidad que subyace tras él. Una forma compartida en que los artistas postales y otros trabajadores en red interactúan es a través del plagiarismo. Durante los últimos años hemos visto a artistas postales participar en diversos festivales de plagiarismo alrededor del mundo. Debido al elitismo del mundo del arte, el plagiarismo tiene una connotación muy negativa. El plagiarismo como proclamación artística aún impacta a la gente precisamente de la misma manera que lo hizo el martillo de Laszlo Toth. Ambos claman NO MÁS OBRAS MAESTRAS (en sí mismo, un eco de la afirmación original de Antonin Artaud en ese mismo sentido). La propiedad de las ideas, como si fuesen materiales, es uno de los pilares de la Cultura Occidental. Ahora, ¿el hecho de que la última frase que acabáis de leer haya sido plagiada palabra por palabra de L. Dunn en Photostatic Magazine en lugar de inventada por mí añade o resta algo a la idea? De todas maneras, ¿quién es capaz de reclamar la propiedad de una idea? Quizá si la frase hubiese sido plagiada con la intención de incitar al lector a creer que son palabras mías, o como reclamación de la recompensa del mercado literario para mí misma, la situación sería diferente. En cambio la frase ha sido plagiada para llamar la atención sobre el plagiarismo en sí como herramienta para subvertir la cultura mercantilista sobre la que descansa la Civilización Occidental. La connotación negativa del plagiarismo ganó adeptos por primera vez en la Era Romántica. El triunfo de la burguesía fue de la mano de la consagración del Genio. En Inglaterra fue el contrapunto intelectual del movimiento de parcelamiento de las tierras. Ambos fenómenos representan la extensión del la propiedad individual a áreas que habían sido previamente consideradas inalienables, colectivas y comunales. La idea de lo ori17


ginal está entonces directamente vinculada con la idea de privilegio. La originalidad se ve como superior a la copia y, desde este punto de vista, casi cualquier jerarquía puede ser justificada (lo absurdo de esta asunción fue el objeto de la película de Alan Budolph The Moderns). En este contexto, la razón por la cual los restauradores de la escultura de La Piedad no son vistos como plagiadores es porque son vistos como conservadores del valor material de una obra de arte única y, por lo tanto, sustenta la propia idea de genio. Con el advenimiento de la máquina fotocopiadora, millones de personas participan en un movimiento masivo, aunque relativamente desorganizado, copiando, modificando y pegando ideas de otros. En el mundo de la reproducción sonora, con el desarrollo de las técnicas digitales de sampleo, las posibilidades de collage del plagiarismo son estudiadas en la actualidad no solamente por el avant-garde (John Oswald ha ideado el término plunderphonic para explicar su uso de la piratería sonora como prerrogativa composicional en su Misery Tape Laboratory), sino también en el mundo de la música popular (así los himnos Hip-Hop, como la remezcla de Paid in full, del rapero Eric B. y Rakin). Dada la situación, ¿lamentamos realmente el colapso del avant-garde o animamos la difusión del plagiarismo? Esta cuestión implica la reafirmación del plagiarismo como fuerza revolucionaria potencial. Las acciones de los plagiaristas subvierten los conceptos de valor, basados en el tiempo productivo y en la dificultad de producción y, consecuentemente, en la política económica que sustenta el capitalismo. Yo he escrito esta última frase, pero la he tomado de Stewart Home, que fue uno de los organizadores del Festival de Plagiarismo. Para algunos, el plagiarismo como técnica artística es el súmmun del cinismo del posmodernismo. Para otros, el plagiarismo representa un intento de exponer y hacer explotar, de una vez por todas, el individualismo burgués. El plagiarismo en este último sentido es una forma de negación que implica reinventar el lenguaje de aquellos que nos controlan. Mediante la creación de nuevos significados (détournement), el plagiarismo actúa como la negación de una cultura que busca su justificación ideológica en lo único. En comparación, el apropiacionismo posmoderno es muy diferente del plagiarismo. Mientras que la teoría posmoderna afirma falsamente que ya no hay ninguna realidad básica, los plagiaristas reconocen que el Poder es siempre una realidad en la sociedad histórica. Recondicionando imágenes dominantes a través de la manipulación consciente de elementos preexistentes, mediante la subjetivización, los plagiaristas aspiran a crear una realidad diferente a la pesadilla mediática dictada por el Poder. En este sentido, las huelgas de arte propuestas por el Grupo Praxis, con sus tres años de inactividad (1990-1993) no solamente son un ataque a la noción de creatividad del arte-co18


mo-mercancía, sino que pueden ser vistas simbólicamente como un intento de los artistas de purgarse del valor capitalista de originalidad. Del mismo modo, la utilización de nombres múltiples (por ejemplo, Karen Eliot, Monty Catsin) ataca la vaca sagrada de la originalidad. El arte pone énfasis en la individualidad de la propiedad y la creación. El plagiarismo y los actos de vandalismo artístico resultan impactantes solo porque el genio individual está grabado en lo profundo de nuestra consciencia como justificación definitiva de la propiedad privada. El plagiarismo es necesario. El progreso lo implica ¡NO MÁS OBRAS MAESTRAS!

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UNA PEQUEÑA Y TRANQUILA EXISTENCIA2 Masao Yamamoto A veces, gracias a Dios, recibo algún que otro comentario agradable sobre mi obra, como éste que reza: “en el transcurso del espacio y el tiempo, Yamamoto logra captar a la perfección la elegancia y el refinamiento de ciertos momentos, de instantes que mucha gente ha visualizado o quisiera visualizar”. La vida en el bosque hace que a diario sienta vivamente que el ser humano es una parte intrínseca de la naturaleza. Con esta sensibilidad ven la luz mis obras. Después de mucho tiempo intentando plasmar firmemente sobre el papel toda la variedad de símbolos o representaciones de una naturaleza que me sorprende a diario de mil formas diferentes, tal comentario me parece sumamente adecuado. Me proporciona una enorme felicidad constatar que con tan sólo 20 años de carrera como creador pueda disfrutar de este tipo de entendimiento y comprensión por parte de otras personas. El 11 de marzo del año pasado tuvieron lugar en el noreste de Japón las terribles embestidas del tristemente conocido terremoto y del tsunami posterior, causantes de gravísimos daños a la población, entre cuyas consecuencias la peor fue la eventual fisión nuclear acaecida en las centrales nucleares de la provincia de Fukushima, convirtiendo dicho incidente en un segundo Chernobyl, algo que el honrado e íntegro japonés de a pie había venido temiendo desde hacía ya mucho tiempo. Después de este terrible y grave suceso, ha ido llegando a Japón mucha ayuda junto al ánimo y el aliento de todo el mundo. Como japonés, quisiera aprovechar este espacio para transmitirles mi más sincero agradecimiento. A partir de ahora, los japoneses deberíamos empezar a pensar en cómo corresponder a la ayuda recibida desde tantas y diversas partes del mundo. Lamentablemente, el mundo político y los centros de poder económico y financiero de Japón están dominados por grupos de personas en los que prevalece el egoísmo 2

Título de la carta abierta que acompaña a la exposición antológica dedicada a su autor por la galería Valid Foto de Barcelona y que puede visitarse del 28 de abril al 14 de junio de 2012. Reproducida aquí con el consentimiento del autor y del comisario de la exposi ción y director de la galería, Fernando Peracho, al que Sara Mago quiere hacer público su agradecimiento.

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y la avaricia. En la actualidad, como consecuencia, es difícil vislumbrar en los estamentos oficiales actitudes que favorezcan el debate y la crítica para intentar mejorar la sociedad y las condiciones de vida tanto en Japón como en el mundo en general. Hoy, sin embargo, he podido leer un artículo del escritor y Premio Nobel japonés Kenzaburo Oe en el periódico nipón Asashi Shimbun, artículo que suscribo y apoyo totalmente. Kenzaburo Oe, que acostumbra a hacer sonar las alarmas por la situación de Japón, deja constancia en su artículo de su identificación total con la postura del señor Yoshikazu Sakamoto, analista político que escribe para la revista Sekai (Mundo), publicada por la prestigiosa editorial Iwanami Shoten. En su artículo para Sekai, Sakamoto sostiene que “nosotros los japoneses estamos ante el momento y la oportunidad de cambiar nuestra manera de vivir, nuestro estilo de vida cotidiana dominado por el egoísmo y el engreimiento, de buscar el camino para crear un modelo mejor, más ideal, global e integrador que compartir con el resto de la sociedad. Las terribles consecuencias del terremoto y el desastre posterior provocado por la negligencia del ser humano nos invitan a una profunda reflexión”. Mientras el mundo político y el poderoso sector financiero nipones se encuentran presos por intereses económicos y pierden poco a poco todo sentido de dignidad humana, hay también en el Japón de hoy en día, naturalmente, muchos creadores y artistas que, como Kenzaburo Oe, expresan de forma independiente y con toda lógica su opinión, libre de intereses creados y partidistas. Los artistas quizás podamos sentir a menudo una cierta sensación de impotencia ante crisis y desastres naturales, ya que es difícil luchar contra estas tragedias y salvar a la gente damnificada solamente con el concurso de nuestras obras, pero podemos sentirnos orgullosos de no ceder ante los innumerables intereses económicos creados y, por tanto, intentar ayudar expresando nuestra opinión y nuestra filosofía. Si artistas y creadores dejamos que nos dominen las ideas que priorizan el interés económico, estamos justificando a esta sociedad subyugada por lo económico y, en estas circunstancias, es difícil encontrarle el atractivo a la creación. Nosotros, los artistas, tenemos la obligación de intentar proponer constantemente cosas distintas, cosas nuevas; si no, no hay “razón de ser”. Desde los terribles acontecimientos del pasado 11 de marzo, siento cada vez con más fuerza que no somos más que una parte muy pequeña de la naturaleza y, sin la arrogancia de pretender conservarla y protegerla, rezo para que se nos permita vivir en ella, formando parte activa de la misma. Este es realmente el sentimiento, la sensibilidad que domina mi obra. 21


El economista francés Daniel Cohen decía que posiblemente nos encontremos ya en el amanecer de una época en la que se establecerá una nueva relación entre el ser humano y la naturaleza, una nueva forma de interacción basada en el fenómeno de la digitalización y la revolución biogenética. Pero, a mí y creo que a la mayoría de los japoneses, la frase “una nueva relación entre el ser humano y la naturaleza” nos produce una extraña sensación. A diferencia del mundo occidental, donde parece prevalecer la oposición entre el ser humano y la naturaleza, en Japón siempre ha existido instintivamente un profundo sentimiento de miedo y respeto hacia la misma. Por eso creamos desde un principio un profundo vínculo de convivencia con ella. Sin embargo, en el Japón actual, este sentimiento ancestral de arraigo a la naturaleza se está perdiendo poco a poco o quizás ya haya desaparecido del todo (la demostración de que los japoneses están perdiendo el respeto por la naturaleza puede encontrarse perfectamente, por ejemplo, en la falta de una verdadera corriente crítica con la construcción en su día de centrales nucleares ubicadas en zonas proclives a movimientos sísmicos y susceptibles de sufrir tsunamis). Siento que el cambio en la sociedad se está produciendo más bien en la relación entre las personas que entre naturaleza y ser humano. La naturaleza se limita a observar tranquilamente cómo el ser humano atenta estúpidamente contra ella. En mi obra intento plasmar imágenes que expresen, según mi propio punto de vista, cuentos curiosos del reino de la naturaleza, en la que incluyo al ser humano, en papel fotosensible y con el máximo de belleza y rigor posible. A todos aquellos que se acerquen a mi obra y la aprecien, espero poder trasladarles mi profundo respeto y veneración por todas las cosas que existen en este mundo. 30 de enero de 2012.

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N-PLANTS Conchi L. Andrada Biosphere N-PLANTS (Touch, 2011) 1. 2. 3. 4. 5. 6. 7. 8. 9.

Sendai-1 Shika-1 Jōyō Ikata-1 Monju-1 Genkai-1 Ōi-1 Monju-2 Fujiko

Geir Jensssen (Tromsø, 1962), aka Biosphere, nos presenta un disco conceptual inspirado en el milagro económico del Japón de posguerra. Grabado antes del accidente de Fukushima (y editado solo un mes antes de que un tsunami arrasara el país asiático), el músico noruego quedó fascinado por una vieja foto de la central nuclear de Mihama. Le causó curiosidad que un espacio de apariencia tan futurista se encontrase rodeado por el mar. Quiso, pues, crear una especie de banda sonora para las centrales nucleares japonesas, fijándose en la arquitectura, el diseño y las localizaciones, poniendo a la vez de relieve el peligro potencial de las mismas. El resultado es un sonido que se acerca a las estructuras industriales y pausadas del ambient a través de ritmos hipnóticos y sintetizadores filtrados. En la pieza que abre el disco, Sendai-1, el músico juega con la repetición de alarmas y sirenas que evocan el pánico generado por una destrucción inminente, logrando una atmósfera de dilatada aprensión que se expande a lo largo de la escucha del álbum.

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ESPEJOS EN FOTOGRAFÍAS EN INTERNET David Matías Joan Fontcuberta (editor), Estrella de Diego, Román Gubern, Alberto García-Alix, Jorge Alemán, A través del espejo, Madrid: La Oficina, 2010. Un reflectrograma es, de acuerdo con la definición de Joan Fontcuberta (su introducción a A través del espejo es, en suma, una larga definición), un autorretrato fotográfico realizado frente a un espejo o cualquier otra superficie reflectante en el que, además, aparece la cámara con la que se toma la foto. Por “cualquier otra superficie reflectante” me refiero a la de espacios tanto interiores como exteriores, al espejo empañado del cuarto de baño o el dormitorio y al del museo o el parque, al retrovisor de una moto y al reluciente parachoques de un coche, a unas gafas y a un iris, a una bola de navidad y a un instrumento musical, a una tostadora y a la puerta de un microondas, a la escafandra de un astronauta y a un escaparate. Y de la selección y exhibición de decenas de reflectrogramas (de entre los cientos de miles que circulan por la Red) se nutre A través del espejo, un proyecto artístico que da nombre a una instalación fotográfica y a un libro que añade cinco textos, cinco análisis, a las imágenes. A pesar de la crudeza del neologismo, acuñado por el propio Fontcuberta, que también se encarga de la selección de las fotos, el reflectrograma es el centro de una vasta tradición. Espejos aparecen en los retratos femeninos de pintores tan canónicos como Tiziano, Rubens o Velázquez, a menudo con la excusa de contextualizar el espacio íntimo donde la mujer se desnuda. De la misma forma, la inclusión en el cuadro del propio pintor con sus herramientas de trabajo, merced al gusto barroco por los juegos de miradas (es difícil no pensar en Las meninas), anticipa el retrato de la cámara en la propia fotografía. Pero el mecenas de estos nuevos autorretratos especulares que culminan, de momento, una práctica a la que tampoco es ajena el cine no es la nobleza ni la burguesía adinerada, sino Internet. De ahí que, aunque protagonizados por todo tipo de personas, los reflectrogramas exhiban en su mayoría el cuerpo de los nativos digitales, es decir, el de los jóvenes. Pensados para ser compartidos “hasta el infinito”, circulan por cientos de miles en las redes sociales, reforzando nuestro sentimiento 24


de pertenencia a la comunidad que, al mismo tiempo, contribuyen a construir. Esta conducta ha llevado a Fontcuberta a proponer una nueva lectura del mito del Gran Hermano, convertido ahora en “una infinitud de reality shows a escala individual” a través de la que todos compartiríamos de manera democrática el registro icónico de nuestra experiencia cotidiana. Pero es tal la información que exhibimos en las redes sociales sin que nadie nos la pida, sumada a la obtenida por satélites y cámaras de vigilancia, que, por el contrario, es casi imposible no sentirse vigilado e imaginar con Alberto García-Alix que, cuando vengan a buscarnos, ni siquiera “podremos quejarnos. Nos dirán: «usted mismo se delató»”. En cualquier caso (el choque de estas dos interpretaciones del Gran Hermano revela una nueva lucha de clases por el control de la imagen), tal proliferación de reflectrogramas nunca hubiera sido posible sin la popularización de los mecanismos de producción de la imagen, en la prehistoria reservados en exclusiva al chamán, miles de años más tarde al pintor y algunos siglos después al fotógrafo profesional. Con la masificación industrial de las cámaras digitales y los teléfonos móviles con cámara de fotos culmina un proceso cuyas consecuencias incluyen que, para bien o para mal, un niño de diez años pueda llevar en el bolsillo “un complejo dispositivo de computación y

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comunicación que, entre otras muchísimas cosas, permite tomar fotos”. En teoría, ahora cualquiera debería poder ser dueño de su propia imagen: la democratización en la producción de la misma debería liberar a la mujer de la mirada hegemónica, a saber, la del especialista masculino, pues la inmensa mayoría de los que a lo largo de la Historia han detentado el privilegio de generar imágenes han sido hombres. Pero Fontcuberta no puede evitar preguntarse si lo consiguen, si en la práctica, cámara en mano frente al espejo, las jóvenes no hacen más que reproducir posturas estereotipadas que, como en la publicidad, como en el cine de Hollywood, las convierten en cuerpos-objeto, en meros continentes de placer (visual o incluso táctil). Aunque, quizá como una primera consecuencia de esta liberación, “los reflectrogramas femeninos son muchísimo más abundantes que los masculinos” (en buena medida, gay o, según la RAE, gais), muchas de estas jóvenes (ya se sabe, nos recuerda Román Gubern, la mayoría siempre es conservadora) siguen inspirándose en las modelos de las portadas de revistas como Playboy o incluso Penthouse, diseñadas para el disfrute de los hombres, como si las nuevas mujeres no vieran en su cuerpo más que el mero portador de las fantasías sexuales masculinas. En los retratos de pareja, de hecho, suele ser el varón quien sostiene la cámara, quien controla la imagen. Por medio de distintos recursos técnicos, muchas de las

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autoras (y, recordemos, a la vez protagonistas) de los reflectrogramas autocensuran su cara para ocultar su identidad, de forma que de esa tensión entre el exhibicionismo y el deseo de anonimato resulta la fotografía de un cuerpo inerte, como el de los personajes-maniquí guillotinados por el encuadre de un fotograma filmado por Robert Bresson, como el de las piezas de caza que integran la “naturaleza muerta” de los bodegones barrocos. En cualquier caso, retratarse frente al espejo implica gustarse: el objetivo de los reflectrogramas es, como explica Fontcuberta, seducir, publicitar unas características físicas, una personalidad o la pertenencia a determinado grupo social, “vender un yo”. Pero, de acuerdo con Jacques Lacan, ese yo reflejado en el espejo no somos nosotros, es otro, una ilusión. De niños, nos identificamos con nuestro reflejo, pero al llegar a la adolescencia nos decepciona comprobar que hemos dejado de reconocernos en ese otro del espejo. Como Narciso, el personaje del mito ovidiano que se enamoró de su propia imagen devuelta por el agua de una fuente, ¿nos enamoramos al reconocernos en otra persona? Incapaces de resistir la tentación de exhibir su cuerpo, muchas jóvenes ocultan, decía, su cara, como conscientes de la máxima de nuestra sociedad del espectáculo: “ser es ser percibido”, analogía contra la que se rebela el protagonista de

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Film, la película escrita por Samuel Beckett. Por más que huya de la mirada de todos, el personaje interpretado por Buster Keaton existe exclusivamente merced a la cámara que lo filma, al ojo que lo ve allá donde vaya, a otro yo. Pero la premisa de la sociedad del espectáculo responde también a la lógica del supermercado: como el producto a la venta en el estante correspondiente, diseñado para llamar la atención del consumidor entre el resto, los reflectrogramas existen sólo para ser percibidos (son, como sabe Jorge Alemán, un encuentro con el ciberotro). Sus autores aplican las estrategias de publicidad y marketing a, puf, la narración de su yo ¿Nos vemos, os veis, chicas, como mercancía? El yo del espejo, sin embargo, no somos nosotros. Reflexionando sobre el relato autobiográfico, que incluye al autorretrato, Estrella de Diego se pregunta por los límites entre verdad y ficción y por la relación entre sujeto y objeto, tan cerca en este género que podrían parecer el mismo ente, para concluir, no obstante, que toda narración autobiográfica es ficticia. Vislumbre que también parecen sugerir los muchos reflectrogramas manieristas realizados sobre barandillas, alcachofas de ducha, espejos esféricos y otras superficies deformantes. En el texto que acompañaba a la instalación fotográfica Blow up Blow up, que pudimos ver en la galería Casa sin fin,

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Fontcuberta, tan borgiano que una retrospectiva sobre buena parte de su obra bien podría titularse Ficciones, escribía que “por más real que parezca, cualquier imagen contiene la amenaza de una falsedad inevitable”. En nuestros brazos sólo quedaría el “cadáver de la representación”. Otra de las señas de identidad del reflectrograma es el catálogo de errores que exhibe, que incluye desde “tomas borrosas debidas al desenfoque o al movimiento, encuadres mutiladores de la figura, elementos obstruyendo el objetivo, colores exageradamente artificiales, densidades demasiado claras u oscuras, aberraciones ópticas, texturas granuladas o pixeladas” a, de manera destacada, el uso inadecuado del flash. De hecho, que la cámara apareciera en una fotografía tomada frente al espejo siempre me había parecido un error (mucho antes de imaginar siquiera que acabaría existiendo un neologismo para tal género): ¿no sería más práctico enfocarte a ti mismo mientras observas tu imagen en la pantalla de la cámara reflejada en el espejo? Pero para sus autores, la mayoría fotógrafos no profesionales que encuentran acomodo en la ausencia de canon de Internet, está claro que todos estos ruidos que obstaculizan la lectura de la imagen no son errores, de la misma forma que para el espectador son interesantes elementos de análisis, como los construidos a base de disparar el flash en contra de lo prescrito por la norma (que implica saber cómo se comporta la luz), con el fin, eso sí, de eclipsar los atributos sexuales o el rostro o, en cambio, crear un aura alrededor de él. Hallazgos que se suman a los aportados por los reflectrogramas que juegan con más de un espejo, que, al mostrar “una misma” realidad desde distintos ángulos a la vez, parecen querer revivir cierto cubismo fotográfico, o por los protagonizados por cyborgs, individuos que se acercan tanto la cámara a la cara que el objetivo parece haber sustituido al ojo. Los artífices y protagonistas de los reflectrogramas no quieren ser artistas. Fontcuberta, de hecho, llega a poner en duda que sean siquiera autores: si bien sus fotografías evidencian una intención, ésta no es artística, es otra. Lo que convierte un mero autorretrato fotográfico frente al espejo en un reflectrograma es la mirada crítica del autor-espectador: la autoría ya no consiste en producir imágenes, sino, como a través del efecto museo puesto en evidencia por el urinario de Marcel Duchamp, en dotarlas de valor. El autor ya no como productor de objetos, dice Fontcuberta, sino como prescriptor de valor, de sentidos. Pero, cuestionada la noción tradicional de autor, ¿qué hacer con sus derechos tradicionales? “¿Cómo abordar hoy la propiedad de las ideas en una plataforma [Internet] nacida precisamente para compartirlas?” La solución no parece estar, como pretenden los ministerios de Justicia y las academias de cine comercial, en tratar a las ideas (intangibles, infinitas) como si fueran materiales (tangibles, finitas). 29


A través del espejo se adscribe a un nuevo modelo de relación entre el autor y el espectador (o lector, consumidor, etc.): ya no importan tanto las relaciones dentro de la propia obra como la interacción del espectador con la obra. Se busca un público activo, participativo. Y ese es el público que queremos para este fanzine:

OS PROPONEMOS

que paséis a ser artífices y protagonistas. Que realicéis vuestros propios reflectrogramas y nos los mandéis a sara.mago.fanzine@gmail.com acompañados de vuestro nombre, seudónimo o nick. Nosotros, que también haremos nuestras propias interpretaciones, subiremos todas las fotos a nuestro blog, www.saramagofanzine.wordpress.com, e imprimiremos las que más nos gusten (y las más votadas por vosotros) en el siguiente número, como el resto de contenidos de la revista, bajo licencia Creative Commons. Como los revolucionarios que rompen los cristales de los escaparates y funden así los espacios de la tienda y de la plaza, como la ropa interior tendida en un balcón que da a la calle (risas), todo reflectrograma conlleva una transgresión política, es decir, convierte en público lo privado. Los rautorretratos eróticos y pornográficos conllevan además una transgresión moral, incluso religiosa. Mostradnos lo impensable. Mostradnos lo que no está permitido. Nos retrataremos frente a un espejo o, recordemos, frente a “cualquier otra superficie reflectante” (otro ejemplo: unos azulejos). Objetivo: conocerse y conocer a través de la imagen, una imagen que no seremos nosotros (a veces veremos en ella a un rival, a veces a un amigo). Y, si espejo y fotografía son una construcción, ¿por qué no, como los constructivistas, retocarlas, modificarlas a nuestra voluntad? ¿Por qué no disfrazarnos? Chicas, la feminidad no está tan determinada por vuestro sexo, por el hecho de que seáis una mujer, una hembra, como por vuestro género, por el hecho de que aceptéis y asumáis el conjunto de roles sociales y conductas culturales que se os reservan (la práctica icónica más cotidiana de la sociedad del espectáculo no es, ya que estamos, el reflectrograma, sino el maquillaje). “¡Sí, señor!, les enseñaremos el ojete”, ríe García-Alix mientras nos reta a contestar al Poder con una “imagen colectiva y anónima” de nuestros culos desnudos. Experimentar para salvar la fotografía. Vamos. Atraviesa el espejo...

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LAS MUJERES DE EGIPTO María S. Muñoz “La mujer debe ejercer su derecho a voto y, además, ¿quién ha dicho que una mujer no pueda ser presidenta de Egipto? En el Corán no hay nada que lo prohíba”, comenta Salma, una joven egipcia de 25 años, casada y con tres hijos. Salma estudió Marketing en la Universidad Ayn Shams de El Cairo y tras licenciarse decidió no trabajar para poder dedicarse de lleno a sus hijos. Su marido, Khaled, tiene una tienda de ultramarinos en el barrio de Dokki. Felizmente, ha podido ahorrar lo suficiente para ampliar su local y contratar a un joven que le ayuda. Al terminar su trabajo cada día, Khaled regresa a su casa, donde le esperan Salma y sus tres retoños. Llevan una vida tranquila y aparentemente feliz, sin ostentaciones ni escasez. Salma es una mujer fuerte, políticamente activa y muy firme en sus convicciones. Quiere inculcar en sus hijos los que considera los valores humanos básicos: respeto, libertad y honestidad. Piensa que la educación es el camino correcto para que el país pueda salir del agujero en el que está sumido y opina que cada persona tiene la obligación moral de esforzarse por mejorar la sociedad en la que vive: los esfuerzos individuales resultarán en prosperidad para todos. Por eso, Salma se manifestó en la plaza Tahrir, el corazón de la revolución egipcia. Desde el 25 de enero de 2011, todas las mañanas, tras dejar a los niños en el colegio –los días que había colegio– se pasaba por la plaza para alzar su voz en contra de lo que consideraba injusto: la corrupción de las altas esferas, la pobreza extrema de la mayoría de la población, el abuso de poder de las fuerzas de seguridad, el desempleo, el acoso a la mujer y un largo etcétera de realidades que dificultaban infinitamente su día a día, y el de su familia. Tras dieciocho días de “revolución”, el hasta entonces presidente/dictador Hosni Mubarak presentó su dimisión y dio paso al gobierno militar actual, dirigido por el también militar y mano derecha de Mubarak, Mohamed Hussein Tantawi. Salma recuerda aquel momento con nitidez: “no podía parar de llorar, todos nos abrazamos sin creernos lo que estaba pasando. El yugo de tantos años desaparecía... Pensé que Tahrir –que en español significa liberación– debería haber pasado mucho antes, muchos años atrás”. Sin embargo, a pesar de los primeros días de júbilo y 31


sensación de libertad, pronto muchos “hijos de Tahrir” se vieron traicionados por la Junta Militar; Salma es una de ellos. “Me dolía ver a todos esos jóvenes en televisión y en Internet que afirmaban haber sido torturados cruelmente por los soldados. Me sentí defraudada al ver que el ejército no daba paso a un gobierno civil a los seis meses de la toma de poder, tal y como prometió. No han hecho nada por mejorar la economía, no hay nada en claro. Su presupuesto sigue siendo secreto, y su poder ilimitado. Siento que se ha derramado sangre en vano”. Cuando Tahrir comenzó a llenarse de nuevo en noviembre de 2011, lo hizo al principio tímidamente, con ciudadanos exhaustos tras meses de protestas y enfrentamientos contra los secuaces de Mubarak, las fuerzas de seguridad y finalmente contra el ejército, aquel que en su día aparecía como el mayor aliado del pueblo. Al inevitable cansancio se sumaba la incertidumbre de no saber las consecuencias de enfrentarse a un ejército armado. A pesar de todo Khaled y Salma, como tantos otros egipcios, se unieron a las protestas una vez más, demostrando al mundo que únicamente habían parado para tomar impulso. “No sé cómo es el camino hacia la democracia porque jamás la hemos disfrutado, pero lo que si sé es que la actuación de la Junta Militar es anti-democrática”, opina Salma. Juicios militares a civiles, “tests de virginidad” a jóvenes egipcias, censura en los medios de comunicación y control de la televisión estatal, instigación a la violencia sectaria, detención de periodistas y blogueros..., gravísimas acusaciones que han minado la credibilidad de la Junta Militar a pasos agigantados. Salma y Khaled están convencidos de que la Junta Militar debe hacer un traspaso de poder inmediato y que la lucha debe continuar hasta que el pueblo egipcio pueda decidir libremente su futuro, mediante una elecciones libres y claras. Malika vive con sus padres en el acomodado barrio de Zamalek. Tiene 23 años y estudió Derecho en la Universidad Americana de El Cairo. El año pasado completó un máster en Londres y al regresar en enero se encontró con la revolución que forzó la salida de Hosni Mubarak. “Al principio no creía que algo así pudiera ocurrir. Pensé que las manifestaciones en Tahrir acabarían en nada, como todas las anteriores. No fui a la plaza Tahrir en esos días, porque mis padres me lo prohibieron terminantemente, pero me pasé los días enganchada a la televisión, preguntándome qué podría pasar después de todo aquello, hacia dónde se encaminaba Egipto. Por supuesto que pasé miedo como todos, y temía que el único resultado fuese la bancarrota del país y el caos más absoluto”. Malika también recuerda el día 11 de Febrero de 2011, cuando Mubarak dijo adiós a treinta años en el poder. “Me alegré tanto... estaba orgullosa de ser egipcia por primera vez en mucho tiempo. Lo celebramos por todo lo alto, fue un momento 32


inolvidable”. Como muchos otros, Malika adquirió sin pretenderlo una cierta conciencia política a partir de ese momento. Esperanzada con la llegada de los militares, pensaba que lo mejor estaba por llegar y que para verlo, habría que ser pacientes. “Si la Junta Militar pide tiempo, hay que dárselo. Si ellos abandonasen el poder, ¿quién podría gobernar Egipto? Ahora no tenemos otra opción mejor; de hecho, ahora no tenemos otra opción. La gente que se manifiesta en Tahrir no está haciendo lo correcto”. Malika piensa que deberían mirar por la economía y volver a su trabajo, intentar mantener una cierta estabilidad y esperar: “el camino hacia la democracia”, dice, “será muy largo. Es cierto que el ejército ha atacado a manifestantes, pero también ellos les han provocado. Y lo de los `test de virginidad´... no acabo de creérmelo; a la gente le encanta inventar rumores”. Con el fin de completar su retrato, podríamos aportar algún dato secundario sobre nuestras dos jóvenes. Salma lleva hiyab, es decir, un velo que le cubre el cabello y deja ver su rostro. Jamás ha probado el alcohol, ni piensa hacerlo. Reza e intenta cumplir con los preceptos islámicos. Malika, por su parte, no lleva velo. Suele salir los fines de semana con su amigas y, alguna vez que otra, consume alcohol. Reconoce que quiere dejar de hacerlo algún día, pero aún es joven. El hiyab o velo ha cambiado de significado cultural desde la aparición del Islam, en el siglo VII, hasta el día de hoy. Las mujeres veladas han llegado a identificarse tanto con la élite del país como con las trabajadoras. Hay momentos en la Historia de Egipto en los que la mayoría de las mujeres vestían según las tendencias europeas y otros, como hoy en día, en los que la mayoría llevan velo. La mentalidad de la mujer no está ligada a su velo, sino a su entorno, a sus ideales y posibilidades y, sin duda, a su educación. La situación de la mujer en Egipto es, en la práctica, muy compleja, y para analizarla habría que ir más allá de los tópicos religiosos o culturales. La educación, así como la situación económica y personal de cada una de esas mujeres, es muy heterogénea. A estas variables debemos sumarle el papel que juega la mujer en el ámbito sociopolítico y religioso del país. Por un lado, es cierto que las mujeres en Egipto tienen voz y, ahora, voto. El porcentaje de mujeres en las universidades es prácticamente igual al porcentaje de hombres y podemos verlas desempeñando casi cualquier tipo de trabajo: son dueñas de negocios, médicos, profesoras, actrices, ingenieros... Es decir, participan de la vida económica, social y política del país. De hecho, durante el proceso de elecciones que comenzó con las parlamentarias en noviembre de 2011 y que, teóricamen33


te, culminará con las elecciones presidenciales en junio de 2012, hemos podido ver unas colas interminables de mujeres esperando su turno para votar. Pero, por otro lado, un sector más conservador de la sociedad, del que los islamistas forman una parte importante, continúa insistiendo en que las obligaciones ligadas a la biología de la mujer, es decir, aquellas relacionadas con su papel de progenitora y esposa, deben prevalecer sobre cualquier otro tipo de obligación o aspiración personal. Este discurso machista que justifica la discriminación contra la mujer no ha cesado tras el cambio de gobierno. Es más, esta posición retrógrada es sin duda unos de los mayores obstáculos en la lucha por la igualdad y el desarrollo. El movimiento feminista en Egipto que comenzó a finales de siglo XIX no ha sido constante y no ha tenido un progreso lineal. Aunque con momentos de fuerza y esplendor con nombres como los de Huda Shaarawi, Nabawiya Musa o Malak Hifni Nassef, la ausencia de hombres y la falta de apoyo por parte de los sucesivos gobiernos han impedido el éxito de esta corriente. Aunque no podemos obviar los logros conseguidos por millones de egipcias a lo largo de, especialmente, este último siglo, Egipto sigue siendo una sociedad patriarcal y machista. Las mujeres no disfrutan de los mismos derechos que el hombre ni a nivel representativo ni en su día a día. En los primeros resultados de estas últimas elecciones, el porcentaje de mujeres en el parlamento no alcanza el 3%, una cifra sorprendente si tenemos en cuenta el porcentaje de mujeres que luchó en la calle desde el comienzo de la revolución (el 25 de enero de 2011), así como el altísimo porcentaje de mujeres que ha ejercido su derecho a voto en las elecciones parlamentarias. Para cambiar esta realidad, actualmente numerosas asociaciones y ONGs intentan concienciar a la población de que todos somos ciudadanos, independientemente del sexo, la religión, la edad o la nacionalidad de cada uno. Miles de egipcias aún continúan su extenuante lucha particular por la emancipación y por el respeto a sus derechos individuales. Pero no es una tarea fácil y tienen que hacer frente a siglos de opresión e injusticias nacionales. Evitar generalizaciones sobre la falta de libertad de las egipcias en particular y de las árabes en general nos ayudará enormemente a analizar y comprender mejor la situación real que éstas viven hoy en día. Dejemos a un lado los tópicos para así observar sin prejuicios el interesante papel que están jugando las mujeres en este período clave para la Historia de Egipto.

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DISTOPÍA David Matías Xavier Montagut y Esther Vivas, Del campo al plato. Los circuitos de producción y distribución de alimentos, Barcelona: Icaria, 2009. Como indica su propio subtítulo, este libro es mucho más que un tratado sobre agricultura ecológica. Está formado por tres partes: un estudio introductorio, a modo de prólogo, firmado por Esther Vivas; una serie de doce entrevistas a activistas, cooperativistas y sindicalistas agrarios americanos, africanos, europeos y asiáticos, la mayoría de ellas realizadas en el marco del Foro por la Soberanía Alimentaria celebrado en Malí en 2007, es decir, una vez conocidos los estragos de los efectos de la llamada, con tanto cinismo, Revolución Verde; y un estudio conclusivo, a modo de epílogo, firmado por Xavier Montagut. A lo largo de estas tres partes diversas voces analizan el sistema político-económico que ha determinado el estado actual de la agricultura y el comercio de alimentos a nivel global. Antes de continuar, sin embargo, tenemos la obligación de observar que, si bien el texto es revelador, la edición del mismo no está tan cuidada como debiera. Hay un uso reiterado de la construcción “deber de”, que expresa duda, en oraciones que quieren expresar obligación, comas mal puestas y algunos errores sintácticos que evidencian el descuido de la gramática que, cada vez de forma más alarmante, muestran algunas áreas, como el periodismo y la edición no literaria, de las ciencias sociales. El escenario que “construye” Del campo al plato es el siguiente: como afirma Montagut en un apartado de su estudio, titulado con la significativa antítesis “Obligados al mercado «libre»”, el modelo económico mundial imperante (el llamado libre comercio, mercado libre o economía de mercado3) no se ha extendido muy libremente. La firma de los tratados que en 1995 fundaron la Organización Mundial del Comercio (OMC) no hizo otra cosa que consolidar el modelo, vigente durante los años 80 y principios de los 90, por el que los países del Sur habían contraído una enorme deuda externa con los países del Norte, 3

Distintas formas, en suma, de nombrar la misma realidad: el capitalismo.

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que se aseguraban el pago de la misma mediante la imposición de Programas de Ajuste Estructural a los Estados prestatarios (¿de qué nos suena esta forma de usura?). Los nuevos acuerdos gestionados por la OMC abrieron al comercio internacional cuatro nuevos sectores, hasta entonces, nótese el adjetivo, nunca regulados a escala global: la agricultura, los servicios, las inversiones y la propiedad intelectual (¿a alguien le suena la ley SOPA? ¿La ley Sinde-Wert? ¿Megaupload? ¿El monopolio de las semillas?). Por medio de la OMC, nos cuenta Vivas, los países ricos obligaron a los pobres (a menudo con la connivencia de sus gobernantes, muchos de ellos dictadores) a importar cuotas mínimas de productos extranjeros, aboliendo aranceles y abriendo sus fronteras a las multinacionales, a suspender las subvenciones a los pequeños productores y a privatizar tierras y empresas públicas. Los mercados del Norte, en cambio, se mantenían hiper-protegidos. Como consecuencia, los países pobres (o, con más exactitud, empobrecidos) pasarán de ser exportadores netos de materias primas a ser grandes importadores. Según la OMC, continúa Montagut, el libre comercio y el mercado forman el único sistema de relaciones humanas capaz de regular no sólo la economía, sino todos los aspectos de nuestra vida. Pero, en un contexto mundial como el actual, defender el libre comercio significa defender los intereses de los más ricos. Hoy todos los políticos hablan de calmar a los mercados, de reducir el déficit para contentar a los inversores (nuestros prestamistas), pero ¿quién habla de proteger, invirtiendo en ellas, la sanidad y la educación públicas, de reformar los sistemas electoral y judicial, obsoletos? ¿Quién habla hoy en el Telediario de gobernar para la gente? Una muestra concreta que este libro ofrece de lo que venimos diciendo: en 2005, un estudio de Intermón Oxfam evidenció con cifras la desigualdad en el reparto de las subvenciones públicas. En el caso de la Unión Europea, los mayores beneficiarios de la Política Agraria Común (PAC) son los grandes terratenientes, la llamada agroindustria: en España, sólo siete productores, entre ellos la duquesa de Alba, reciben el 40% del total de estas ayudas directas. Otra muestra: en el momento en que se escribió este libro, el grupo empresarial Mondragón, al que pertenece la cadena de supermercados Eroski, contaba con 75 plantas productivas en el extranjero y proyectaba pasar a 90 en dos años. Nos da la risa cuando la gente dice que los empresarios van a sacarnos de la crisis creando empleo: la práctica neoliberal actual (la última moda, vamos) consiste en deslocalizar la producción y externalizar costes, lo que, en otras palabras, significa llevarse las empresas a países pobres (recordemos, empobrecidos) donde la mano de obra está menos cualificada, pero, y por eso, es más barata. El grupo Mondragón ya ni siquiera deslocaliza empresas: tras el éxito en deslocalizar todo un polígono industrial en China, ahora quiere construir 36


tres polígonos más en la India, Rusia y Marruecos. Al capital español, como al del resto de naciones desarrolladas, ya no le sale rentable producir y crear empleo en su propio país, donde los trabajadores han conquistado muchos derechos. Lo más curioso (y lo más cínico) es que los que tanto hablan de la patria y la nación española son los mismos que nos imponen las medidas liberales. La libertad económica equivale a la ley de la selva (o del mar: el pez grande se come al chico). Los grandes centros comerciales, donde las marcas multinacionales ejercen una competencia desleal contra los productores autóctonos, saturan el mercado y desplazan a las pequeñas y medianas empresas, muchas de ellas obligadas a cerrar. Las grandes cadenas de supermercados acaban controlando los circuitos de distribución de alimentos e imponiendo sus condiciones a los proveedores: precios que no cubren los costes de producción, contratos abusivos, plazos de pago demasiado largos, exigencias logísticas desproporcionadas, demanda de alimentos que cumplan con condiciones estandarizadas y no con requisitos de calidad. Sólo la agricultura industrial puede cumplir con tales exigencias. Y, claro, si los supermercados no pueden encontrar aquí los artículos que desean tal y como los desean, los importan, a pesar del desorbitado coste energético y ambiental que supone transportar y conservar a través de miles de kilómetros alimentos que pueden conseguirse muy cerca del lugar de venta. Montagut: “cabe recordar que Wal-Mart (la empresa más grande del mundo y la mayor cadena de distribución minorista)” -para entendernos, la mayor cadena de supermercados mundial- “importa más productos de China que todo el Reino Unido o que toda Rusia”. Pero, como todo texto que se quiera transformativo debería hacer, Del campo al plato no sólo identifica problemas, denuncia y critica, sino que también propone soluciones. Para Henry Saragih, uno de los entrevistados, campesino y sindicalista de Indonesia, donde casi toda la tierra pertenece a las grandes empresas, la alternativa al mercado global es una vuelta, parece obvio, a los mercados locales. Que los habitantes de cada país y cada pueblo cultiven y consuman sus propios alimentos. Sólo deberían importarse los productos que no existan en la zona (como, por ejemplo en la nuestra, café, cacao, té). Es intolerable que el monocultivo extensivo orientado a la exportación acabe destruyendo la agricultura autóctona orientada a la alimentación de la población. Después de diez años de existencia de la OMC, concluye Saragih, aunque cada vez se generan más alimentos, cada vez más gente pasa hambre en el mundo. La agricultura ecológica cooperativa ofrece un digno modelo de relación con el mercado local. La cooperativa de la que es miembro Rudi Berli, formada tanto por campesinos como por consumidores, agrupa a más de 400 familias de la región de Ginebra. Todos los socios se comprometen a trabajar en ella: el 37


que más trabaja, menos paga. Y todas las decisiones se toman en asamblea. Como las que atañen a los sueldos de los trabajadores más habituales, un 25% más altos que la media salarial agrícola suiza. O como las que atañen al precio final de las verduras ecológicas (libre así de la especulación del mercado), que acaba siendo menor que el de las verduras convencionales (cuyo margen de beneficios se queda, como siempre en el capitalismo, el intermediario: en este caso, el supermercado), ya que la cooperativa no tira ni un sólo pepino (siempre que esté en buen estado) por no cumplir los estándares de venta, de manera que no hay excedentes: todas las hortalizas están vendidas antes de sembrarse. Desde hace algunos años, la asamblea ha dejado de aceptar nuevos miembros, pues considera que 400 hogares es un buen número para que todos los socios puedan llegar a conocerse y compartir su experiencia. En vez de un crecimiento infinito (neoliberal) de su estructura, la cooperativa apoya otras iniciativas parecidas en aras de lo que llaman la biodiversidad económica. Se trata de sustituir las imposiciones del súper, que decide qué podemos comer y qué no: qué hay en sus estanterías y qué no, por una relación más cercana con el campesino, la propia tierra y las estaciones, en los que delegaremos, esta vez sí, nuestra capacidad de elegir lo que comemos. Las asociaciones de productores ecológicos y consumidores locales se extienden, aunque muy despacio, por el mundo. En Estados Unidos ya hay más de mil experiencias de este tipo. Algunos productores ecológicos han sabido introducir sus alimentos en espacios públicos tan sensibles a una dieta sana como los restaurantes de los hospitales o los comedores de los colegios. El objetivo es establecer, además, relaciones comerciales justas con la administración pública para luego exportar el modelo al resto de la sociedad. Otras propuestas de proximidad entre el agricultor y el consumidor incluyen la del café directo, genial, mediante la que el primero vende vía Internet el café que él mismo cosecha y el segundo lo recibe por correo en la puerta de su casa. Eliminados los intermediarios, el productor obtiene el triple de beneficio. En algunos casos, la feroz competencia del mercado obliga a los pequeños grupos de comercio alternativo a transformar sus materias primas para agregar valor al producto final y aumentar la viabilidad de sus empresas. Valga como ejemplo el de la UNORCA mejicana, que, ante la dificultad de sobrevivir sólo con la venta directa de maíz, se las ingenió para procesarlo y venderlo en forma de tortillas. La cooperativa es un modelo de empresa anticapitalista. Sin embargo, hay que distinguir entre la cooperativa original, horizontal, en la que todos los socios toman las decisiones en asamblea y en la que la división del trabajo es mínima, y la mal llamada cooperativa capitalista, vertical, en la que los trabajadores que la integran delegan la toma de decisiones en una junta directiva profesional. En el campo español se multi38


plican los casos de cooperativas de fruta (por poner un ejemplo) en las que los propios gerentes actúan como representantes del supermercado, transmitiendo sus exigencias a los agricultores propietarios, que ya no pueden entregar toda su producción a la cooperativa, pues están obligados a cumplir con unos tipos de fruta e, incluso, de semilla estándares a cambio de un precio de compra cada vez más bajo. Las cooperativas capitalistas (sintagma antitético) traicionan así a los campesinos que las fundaron. Otro modelo con capacidad de transformar las reglas del mercado es el comercio justo, que está, sin embargo, muy cerca de ser fagocitado también por la lógica capitalista. Para que exista un comercio que merezca el adjetivo justo tiene que existir una relación directa, sin apenas intermediarios, entre el consumidor y el productor, que tiene que recibir una retribución que le permita desempeñar su trabajo con seguridad, protegido del riesgo de una mala cosecha, y vivir con dignidad. En cambio, el tipo de “comercio justo” que se ha generalizado hoy no es más que un eufemismo, una operación de marketing y publicidad de una práctica que sigue siendo muy injusta. El activista indio Shalmali Guttal denuncia que en Estados Unidos inmigrantes mejicanos sin contrato ni seguro laborales cultivan naranjas que más tarde se venderán en el supermercado como zumo ecológico, eso sí, bajo un certificado de comercio justo, una etiqueta que, de acuerdo con el análisis de Slavoj Žižek 4, no hace más que justificar los altos precios de los artículos de compañías como Starbucks, a la vez que limpia la conciencia del consumidor, que cree así estar contribuyendo con su dinero a una buena causa. Pero ¿puede ser, digámoslo otra vez, justo el comercio cuyo destino son supermercados y cafeterías trasnacionales que explotan a sus trabajadores y proveedores? Según Michel Besson, cooperativista francés, muchas empresas y ONGs, amparadas en una visión paternalista que permite todo tipo de abusos y que impide cualquier análisis autocrítico del sistema, se están enriqueciendo “con la moda de ayudar a los pobres”. No han hecho otra cosa que abrir un nuevo nicho comercial. Así funciona la economía de mercado, donde la solidaridad se convierte en negocio, donde las organizaciones sin ánimo de lucro compiten como empresas, donde, por cada euro que donaste a Haití o a cualquier otro país devastado, tu banco se guardó alrededor de seis céntimos en concepto de comisión. Echa cuentas. A medida que uno lee Del campo al plato, se figura habitante de una de esas distopías (¿hemos llegado ya a 1984?, no podemos evitar preguntarnos) en las que solo unos pocos ofrecen resistencia. Uno de esos pocos, Eric Holt-Giménez, director del instituto estadounidense Food First, consciente de que los par4

Citado en Ernesto Castro, Contra la postmodernidad, Barcelona: Alpha Decay, 2011, pp. 56-57.

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ches (la limosna travestida de solidaridad) no arreglarán el sistema, levanta la mano y dice: “tenemos la convicción de que el hambre se va a vencer en cuanto haya justicia”. A su voz se unen la de Enric Tello, que sabe que “el capitalismo es el mejor sistema para satisfacer los tipos de demanda que él mismo ha generado e impuesto históricamente”, y la de Joaquim Sempere (ambos citados por Montagut), que no cree que, para construir una sociedad distinta, baste con actitudes individuales como, en la tradición de Montagne, una austeridad voluntaria y privada. Es una tarea colectiva. Se trata de que nos convirtamos en ciudadanos implicados activamente en nuestro contexto social, cultural y político y consumamos como tales.

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ENTREVISTA A ESTHER VIVAS Sara Mago Se echa de menos en Del campo al plato una entrevista que analice las iniciativas de agricultura ecológica y comercio justo en España ¿Qué nos puedes decir acerca de ellas? En el Estado español hay varias experiencias agroecológicas que son un referente. Podemos citar desde las que promueve la COAG con la iniciativa ARCO, que pone en contacto a productores agroecológicos y consumidores que optan por un consumo crítico, hasta “Bajo el asfalto está la huerta”, en Madrid. En Catalunya, varios campesinos agroecológicos se coordinan a través de la red La Xarxeta. Y también hay muchas otras experiencias en Andalucía, País Valencià, Galicia... No obstante, es importante tener en cuenta que hablar de agricultura ecológica no es lo mismo que hablar de agroecología. La agroecología va más allá de la agricultura ecológica y no sólo contempla unos criterios de producción ecológicos, sino también sociales, culturales, de proximidad, etc. El Estado español es, por ejemplo, el principal productor de agricultura ecológica de todo Europa, pero la mayor parte de esta producción se comercializa en el extranjero, en países centroeuropeos. Se trata de un modelo de producción agrícola insertado en los parámetros del mercado y del sistema capitalista y no supone un cambio real en la forma de producir ni en lo que respecta a los derechos laborales que garantiza. Desde un punto de vista medioambiental tiene, incluso, un impacto negativo en el ecosistema, ya que los alimentos deben recorrer las largas distancias que separan los lugares donde se producen de los lugares donde se comercializan. Este modelo de “agricultura ecológica” insertada en la lógica del mercado remeda las prácticas del sistema agro-industrial dominante que criticamos. Por este motivo, es fundamental que, cuando defendamos otro modelo de producción agrícola, lo hagamos desde una perspectiva agroecològica. ¿Qué opinión tienes, desde el punto de vista político y ecológico, de experiencias anticapitalistas ligadas al campo tan dispares como la industria agrícola de Marinaleda (Sevilla), la cooperativa ecológica de Amayuelas de Abajo (Palencia) o la Cooperativa Integral Catalana? Todas ellas son experiencias que apuestan por un modelo de producción, distribución y consumo de alimentos al servicio 41


de las personas. El Sindicato de Obreros del Campo (SOC) de Andalucía y, en particular, de Marinaleda es un referente en la lucha por los derechos de las y los jornaleros a través de un sindicalismo agrario combativo y de una agricultura que defiende a aquellos que trabajan y cuidan de la tierra. El proyecto de Amayuelas de Abajo ha jugado un papel clave como modelo a seguir por todas aquellas y aquellos que defienden la agroecología y la recuperación de un mundo rural vivo frente al sistema capitalista que, sistemáticamente, expulsa a la gente del campo. Y la Cooperativa Integral Catalana es una iniciativa más reciente que apuesta por avanzar hacia una forma de producir y consumir basada en la autogestión y la autoorganización dentro de una economía cooperativa y solidaria. Junto a estas alternativas, encontramos muchas otras que se multiplican por todo el Estado y que avanzan en esta misma dirección. Creo que, sin embargo, las experiencias concretas y locales sólo tienen sentido si se hacen apuntando a un discurso general de cambio social global que incida en la necesidad de organizarse y de movilizar a la mayoría de la población en aras de un proyecto de sociedad alternativo. ¿Cuál es la actitud de sindicatos y asociaciones agrícolas como COAG, ASAJA o UPA ante el reparto tan desigual de las subvenciones procedentes de la PAC? Hay una crítica contundente a la Política Agrícola Comunitaria (PAC), ya que beneficia a los grandes terratenientes, a los empresarios de la agricultura, al agrobusiness. Pero una reforma de la PAC tiene que tener en cuenta al pequeño campesinado y al mundo rural: hacer que todo el mundo pueda acceder a alimentos saludables, promover precios estables y rentas justas para el campesino, fomentar la producción agroecológica, acabar con las prácticas de dumping Norte-Sur... Y esto es, precisamente, lo que promueve la COAG, vinculada en muchos territorios con grupos y cooperativas agroecológicas. A diferencia de sindicatos como ASAJA o UPA que, por citar sólo un ejemplo, apoyan la producción de transgénicos. Hemos visto que en algunas acampadas del 15M se instalaron huertas ecológicas ¿Sabes qué pasó con ellas tras su desmantelamiento? ¿Qué alianzas podrían establecerse entre el 15M y los movimientos por un comercio justo y una alimentación ecológica? Muchos activistas agroecológicos y defensores de un consumo crítico han participado activamente en el movimiento 15M. Además, la propia dinámica del movimiento, que apuesta por construir “otro mundo aquí y ahora”, es un terreno fértil para iniciativas de esta índole. Hoy vemos cómo en muchas asambleas del 15M se está tratando el tema de la soberanía alimentaria con el fin de recuperar la capacidad de influir en las políti42


cas agrícolas y alimentarias desde abajo, a partir, sobre todo, de la creación de grupos de consumo agroecológico, huertos urbanos, redes de intercambio, etc. Y es importante que se establezcan alianzas entre este movimiento de la indignación colectiva y las redes que luchan por la justicia climática y ecológica. Ambos “combates” van estrechamente unidos. Tanto la crisis económica y social como la crisis climática y medioambiental son resultado de la usura que ejerce este sistema capitalista, así como de la supeditación de la práctica política al poder económico y financiero. Esto es, precisamente, lo que el movimiento indignado y occupier busca transformar. ¿Qué pasos debe seguir cualquiera de nosotros para participar como consumidor o, incluso, como productor en una cooperativa agroecológica? ¿En qué medida optar por cultivar alimentos ecológicos y organizarse en una cooperativa es un modelo de trabajo viable y, por qué no, rentable en este contexto de crisis? En primer lugar, es necesario tomar conciencia de las injusticias del actual modelo agrícola y los impactos que éste tiene en el campesinado, en el ecosistema, en nuestra salud, en los derechos laborales... A partir de aquí, se trata de llevar a cabo un cambio en las prácticas de consumo a nivel individual pero principalmente a nivel colectivo. Ya que sólo con la organización colectiva conseguiremos cambios estructurales y de fondo. Podemos organizarnos en grupos y cooperativas de consumo agroecológico (gente de un barrio o de una localidad que se juntan para consumir de otra manera comprando directamente a un campesino local agroecológico). Pero hay que tener en cuenta que sólo con estas iniciativas no vamos a cambiar el mundo. Se trata de experiencias fundamentales que apuntan a “otro mundo posible”, pero es necesario ir más allá. Y vincular, como muy bien ha hecho el 15M, la responsabilidad política con la práctica agrícola y alimentaria. Y defender el interés político y económico común frente a un modelo de alimentación que nos enferma, que acaba con el campesinado y la agrodiversidad y que contamina nuestros campos con fitosanitarios y transgénicos. Y exigir una “democracia real ya” en la agricultura y la alimentación.

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ALTERTOPÍA Conchi L. Andrada Como cualquier consumidor medio, te acercas al supermercado más cercano. Quizá puedas aprovechar alguna oferta. En la sección de la frutería, las manzanas brillan y las fresas son de un rojo tan potente como la sangre de las pelis de Tarantino. Alguien ha suplantado la fruta por el simulacro de la fruta. Pero si te gusta que las manzanas sepan a manzanas y que las fresas sepan a fresas, deberías saber que posiblemente tengas cerca de tu ciudad un espacio de cultivo ecológico. Como ocurre en Cáceres. Nos acercamos a la Huerta Sámara, arraigada en las faldas de la Sierra de la Mosca desde 2008, cerca del Residencial Universidad, con vistas al campus. Para nuestra sorpresa, la huerta se había trasladado a otro lugar, si bien lejano, mucho más amplio, en Villar del Rey, a medio camino entre Alburquerque y Badajoz. Aunque en proceso de transformación, el radio de acción de la huerta sigue siendo principalmente Cáceres. Hablamos con el responsable actual de Sámara (http://portalsamara.wordpress.com), que nos cuenta que empezó a trabajar en ella allá por 2007: “la trayectoria del proyecto ha sido ascendente, tanto por la gente que se ha ido acercando para conocernos como por el grado de autoconocimiento que hemos ido alcanzando. Podemos decir que ha sido una plataforma de crecimiento tanto en lo personal como en lo laboral. El nuevo proyecto, la nueva huerta, es una continuación, pero en otro lugar más grande y en solitario. El futuro se presenta bonito, esperanzador; eso sí, lleno de cambios que tenemos ganas de abordar. La gente está más concienciada ahora que cuando comenzamos”. Además de cultivar alimentos ecológicos, la Huerta Sámara se dedica a impartir talleres de jardinería sostenible y cursos varios, siempre con el objetivo de optimizar el uso de los recursos naturales y de respetar el entorno rural. Evitando el empleo de abonos y pesticidas de síntesis química, el agricultor ecológico favorece la biodiversidad y la conservación de la fertilidad de la tierra. Poco a poco la Huerta Sámara se ha ido convirtiendo en un punto de referencia para toda cacereña en busca de productos ecológicos que pueda recibir en su casa: “hasta ahora el consumidor podía acercarse a la huerta o pedir que le enviáramos su compra a casa. De cara al futuro queremos vender nuestros productos en cestas. También nos rondó por la 44


cabeza la idea de poner una tienda en Cáceres y estuvimos comparando locales comerciales, pero, tras hacer cálculos y considerando la crisis actual, no lo vimos factible. En un futuro nunca se sabe...” la Huerta Sámara funciona como Sociedad Limitada. Preguntamos si ésa es la forma jurídica más adecuada para relacionarse con empleados y consumidores: “decidimos darle forma de S.L. a nuestra empresa porque era la manera más cómoda y rápida de echar a andar. Con el tiempo hemos tenido muchos dilemas morales: no estábamos seguros de si dentro de esta forma jurídica nos sentíamos realmente a gusto. Aunque los empleados somos nosotros mismos y el trato final con el consumidor corre de nuestra parte. Eso es lo más importante. Tiene mucha relevancia conocer quién consume tu producto y que el cliente conozca a la persona que ha cultivado aquello que vas a poner encima de tu mesa”. Pero, como consumidores, ¿cómo podemos saber que un producto es ecológico? ¿Por su etiquetado? La Unión Europea (UE) regula la agricultura ecológica desde el 1 de enero de 2009 por medio del Reglamento (CE) 834/2007 del Consejo de 28 de junio de 2007 sobre producción y etiquetado de los productos ecológicos. En él se especifican las técnicas de cultivo autorizadas. Asimismo, los productos ecológicos deben llevar obligatoriamente el sello oficial de la agricultura ecológica de la Unión Europea, permitiéndose añadir, además, los logotipos del país o región de origen. La práctica del certificado ecológico resulta altamente conflictiva y muchos de los implicados no están de acuerdo con el mismo: “no tenemos sello ecológico”, nos dicen desde Sámara. “Apostamos más por una certificación social, por que la gente que nos conoce nos avale con su confianza ante las personas que no nos conocen. Aunque reconocemos que hay que seguir trabajando en este aspecto”. La relación productor-consumidor es la clave, por tanto, frente al certificado ecológico oficial impuesto por instituciones que se basan en criterios nada claros para otorgar una etiqueta que, por otra parte, conlleva un alto gasto en tasas. Además de preocuparse por la sostenibilidad del medio ambiente, el agroecologismo contiene un enorme potencial de transformación social y política, pero requiere colectivos emprendedores con capacidad de innovación que desafíen a las políticas agrarias tradicionales. Preguntamos a Sámara por las cooperativas de productores y consumidores como modelo a seguir: “que un cierto número de personas concienciadas se pongan en contacto con productores de la zona y comiencen una relación directa productor-cliente nos parece uno de los caminos a seguir. De esta manera se acaban los intermediarios que especulan con los precios. Aparte del beneficio de consumir productos locales: nosotros formamos parte de uno de los grupos de consumo de Cáceres, con el que trabajamos suministrándole verduras”. Por suerte, en la región existen otras muchas iniciativas de transformación social: “hemos formado parte de REAS (Red de 45


Economía Alternativa Solidaria), que está instaurada en toda España. Conocemos y hemos trabajado con Extremadura Sana, que es una red de consumidores y productores extremeños que trabaja para hacer que la agroecología sea cada vez más factible en nuestra tierra”. Extremadura Sana es, junto con Ecos del Tajo, una de las iniciativas de comercio de productos agrícolas y ganaderos ecológicos más ambiciosas de la región. Ecos del Tajo, por su parte, se ocupa de labores tan interesantes como la promoción de los alimentos ecológicos en los comedores de hospitales y colegios a lo largo de la cuenca internacional del Tajo. Ambos, nombres que sumar a proyectos como Resembrando e Intercambiando (RdS: http://www.redsemillas.info), un circuito de redes de semillas que intenta recuperar variedades locales adaptadas al entorno y sin modificaciones genéticas. Y, por último, preguntamos a Sámara por su relación con el 15M, movimiento que se ha mostrado muy interesado, en la teoría y en la práctica, por la agroecología: “todos los miembros de Sámara hemos estado presentes en las manifestaciones organizadas por el 15M. Estamos muy de acuerdo con sus reivindicaciones. Gran parte de nuestra clientela también está muy concienciada, ya que comprar en una huerta ecológica no implica solo sensibilidad por una alimentación sana, sino también ganas de cambiar lo establecido y de participar en otros tipos de economía, consumiendo productos de kilómetro 0, rechazando el cultivo de transgénicos, etc...” El objetivo es claro: lograr un agrosistema social, ecológica y económicamente sostenible. Si Michel Foucault llamaba heterotopías a esos lugares tanto físicos como mentales que escapan a las relaciones hegemónicas, nosotros podríamos llamar altertopías a esos pequeños espacios como la Huerta Sámara donde otro mundo parece posible.

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CRÉDITOS

KAREN ELIOT es, según la edición inglesa de la Wikipedia, un pseudónimo femenino a disposición de cualquiera. Muchos artistas y activistas, individualmente o en grupo, lo han usado para cuestionar la noción occidental de conceptos como identidad, individualidad, originalidad, autenticidad o valor. De 1970 a 1990 se hizo muy popular entre artistas afines a ciertas subculturas. CONCHI L. ANDRADA (Mérida, 1984) es licenciada en Filología Hispánica y máster TIC en Ciencias de la Educación. Forma parte del grupo de investigación de la UEX “Nodo Educativo” y es coeditora de Sara Mago. Fanzine cultural. Síguela en Twitter: @CLAndrada. DAVID MATÍAS (Galisteo, Cáceres, 1986) es licenciado en Filología Hispánica por la UEX, donde actualmente trabaja como investigador predoctoral. Es autor de la novela Principio de incertidumbre (Editora Regional de Extremadura, 2012) y coeditor de Sara Mago. Fanzine cultural. Puedes seguirlo en su blog: www.davidmatias.wordpress.com o en Twitter: @dmatiasm. MARÍA S. MUÑOZ (Madrid, 1987), licenciada en Filología Árabe por la Universidad de Sevilla, actualmente reside en Egipto, donde finaliza sus estudios de máster en la Universidad Americana de El Cairo. Su pasión por el mundo árabe le ha llevado a colaborar asiduamente con prensa y medios de comunicación en España, a través de los cuales ha expuesto temas de actualidad en Oriente Medio, especialmente desde el comienzo de la llamada Primavera Árabe. FERMÍN SOLÍS (Madroñera, Cáceres, 1972), historietista e ilustrador. Finalista del Premio Nacional de Cómic por Buñuel en el laberinto de las tortugas. Ha publicado multitud de comics con editoriales como Astiberri o La Cúpula y realiza ilustraciones para libros infantiles. Puedes leer cada semana su página “La cortina de humo” en la revista Informe Semanal de Extremadura. www.ferminsolis.blogspot.com ESTHER VIVAS (Sabadell, 1975) es activista e investigadora en movimientos sociales y políticas agrícolas y alimentarias. Forma parte del Centro de Estudios sobre Movimientos Sociales de la Universitat Pompeu Fabra. Es coautora, junto a Jo47


sep Maria Antentas, de Planeta indignado (Sequitur, 2012) y Resistencias globales. De Seattle a la crisis de Wall Street (Ed. Popular, 2009) y autora de En pie contra la deuda externa (El Viejo Topo, 2008), entre otras obras. Síguela en Twitter (@esthervivas) o en http://esthervivas.com MASAO YAMAMOTO (Gamagori, Japón, 1957) es fotógrafo. Formado en la pintura al óleo por Goro Saito, desdibuja los límites entre pintura y fotografía experimentando con las superficies impresas. Tiñe y vira con té, pinta y rasga fotografías de bodegones, desnudos y paisajes. También compone instalaciones para mostrar que cada imagen es parte de una realidad mayor.

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