La sirvienta y el luchador, una vuelta al pasado

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Una vuelta al pasado Por Diego Murcia La novela de Horacio Castellanos Moya La Sirvienta y El Luchador1, nos sitúa en el San Salvador de 1980, a finales de febrero y principios de marzo, a pocos días del asesinato de monseñor Romero 2. Desde las primeras páginas sabemos que Albertico Aragón, miembro de una familia de izquierdas, y su mujer, Brita, han sido detenidos por agentes de la Policía Nacional, y llevados al Palacio Negro, un lugar donde se tortura a los subversivos.

Es en ese contexto donde conocemos a uno de los

primeros personajes principales de la historia de Castellanos Moya: El Vikingo, un antiguo luchador convertido en torturador, cuando la fama y la gloria se le terminaron. Está viejo y enfermo. Aunque la mayor parte del tiempo se la pasa sacando información a los detenidos, su mayor

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La Sirvienta y El Luchador forma parte de una saga que tiene como eje la historia de Los Aragón, una familia arrastrada al remolino de la violencia política debido a sus simpatías ideológicas. La saga, hasta ahora, está compuesta por cuatro libros, publicados entre 2004 y 2011, que debieran leerse como capítulos de una gran novela de época. Aun así, las historias de estos “capítulos” no necesitan de sus contrapartes para tener sentido propio. Óscar Arnulfo Romero y Galdámez (15 de agosto de 1917 – 24 de marzo de 1980), fue un sacerdote católico salvadoreño y arzobispo de San Salvador (1977-1980). Se volvió célebre por su defensa de los derechos humanos y murió asesinado cuando oficiaba una misa en la capilla del hospital de La Divina Providencia en San Salvador. Las investigaciones realizadas por periodistas y defensores de los Derechos Humanos apuntan a que el homicidio fue cometido por un francotirador pagado por la dirección del ultraderechista partido político Alianza Republicana Nacionalista (ARENA) y señalan como autor intelectual de este crimen a su fundador, el Mayor Roberto D'Aubuisson. Para más información ver www.romeroes.com


entretención en la de pescar subversivos, allí es cuando entran en escena Albertico y Brita. La contraparte de esta historia es María Elena, una señora de servicio doméstico que, en otros años, trabajó en casa de don Pericles Aragón y de doña Haydée de Aragón. Son ellos los que le piden que atienda la casa de su hijo Albertico, que recién vuelve del extranjero después de varios años de exilio. María Elena escucha las homilías de monseñor Romero, y aunque entiende que el gobierno comete muchas injusticias en contra de gente inocente, desearía no meterse en problemas y alejarse de todo aquello que suene a rebelión o descontento social. En su primer día de trabajo, ella se da cuenta de que la pareja para la que trabajará desapareció. Debido al historial subversivo de la familia Aragón, teme lo peor. Reza porque sus captores no les hagan daño. Castellanos Moya ha dividido su libro en cuatro episodios y lo remata con un epílogo. En el primero nos presenta a El Vikingo. En el segundo, a María Elena. Con ellos dos nos prepara el escenario para enfrentarnos a un misterio que intentará ser resuelto por María Elena, quien ante la pasividad de Los Aragón, que confían en sus contactos para


encontrar a Albertico y Brita, decide buscarlos por cuenta propia, yendo incluso hasta las puertas del Palacio Negro. Incluso, recurrirá al Vikingo, que años atrás, intentó cortejarla, para obtener información sobre sus patrones desaparecidos. La tercera parte de la novela es una explosión de voces de otros personajes secundarios: Belka, la hija de María Elena; Joselito, su nieto; la gorda Rita, una vendedora de comida, amiga del Vikingo. En la cuarta, el Vikingo y María Elena volverán a encontrarse, en un hospital, revelándose datos de su pasado. Finalmente, en el epílogo se resuelven algunas de las historias que se plantean en los tres últimos episodios de esta novela de 267 páginas. La sirvienta y el luchador, es un texto sobre la guerra, aunque no pretende ser una novela histórica. Para su autor, Horacio Castellanos Moya3, este libro tampoco encaja en el formato de novela negra y policíaca, si bien “tiene elementos de esos géneros: hay un ambiente negro, aún más, un poco macabro, sórdido”. Desde luego, los crímenes mostrados en esta historia ­sobre todo las torturas y las ejecuciones públicas­ obedecen a una debilidad

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Declaraciones citadas en el periódico Ponte Al Día, tomado de un cable de la agencia EFE: http://www.pontealdia.com/america-latina/la-guerra-civil-salvadorena-no-se-ha-contado.html


humana: rabia, ansia de poder, envidia, odio, codicia, lujuria... De aquí que el lenguaje de los personajes sea ­en algunos casos­ tan crudo como sus acciones. “Sos bueno para culear putitas amarradas, verdad, pero a la hora de los talegazos sos una niña cagada – le espeta el Vikingo y escupe en el piso” (p. 39)

Uno de los principales elementos narrativos presentes es el detective, que en este libro es encarnado por la sirvienta. Tal vez acá esté una de las pistas por las que Castellanos Moya asegura esta no es una novela negra o policiaca: la detective es una de las protagonistas de la historia y aunque es víctima de la guerra, no es la víctima directa de las vejaciones cometidas por los criminales contra los que lucha. El misterio principal ­saber dónde están los raptados­ se esclarece al final de la historia. Pero quedan ejes secundarios abiertos. La verdad de lo que le suceda a todas las víctimas de esta guerra nunca se descubrirá, al menos no enteramente.

La novela está relatada en clave coral. Al menos, cuatro voces cuentan lo que atestiguaron como participantes de una guerra civil. Se


trata de una historia familiar ­la de María Elena, Belka y Joselito­ contada en el contexto de una guerra civil y desde el punto de vista los protagonistas y antagonistas de esta guerra. Estos son representantes de las clases bajas, los que no tienen ni voz ni voto en las decisiones que otros toman, aunque estas marquen de por vida su existencia. Es por esta confluencia de voces que los hechos relatados dan la impresión de verse desde afuera. Entre las voces que pertenecen a este coro ­y que considero son las más importantes, pues ellas nos sirven de guía en la trama­ podemos encontrar a:

El Vikingo, un sicario que tortura subversivos. Es una de las caras visibles del gobierno que lucha contra la instauración del comunismo en El Salvador. María Elena, una sirvienta que ha trabajado con la familia Aragón y que se convierte en una detective en busca de sus patrones secuestrados. Belka, es hija de María Elena, fruto de una violación de uno de Los Aragón. Trabaja como enfermera en el Hospital Militar, es seducida por el médico jefe y reclutada para atender a los sicarios heridos en las


operaciones encubiertas. Josesito, hijo de Belka, comando urbano de los grupos revolucionarios que luchan en contra del régimen. La guerra, que el escritor utiliza para iluminar la tragedia de tres generaciones. Al dar vida a un relato que emula los días de la guerra civil salvadoreña, Castellanos Moya nos involucra en un ejercicio de revisión histórica, que parte del entendido que dicha revisión puede sentar las bases para entender las particularidades de la violencia actual que hoy vive un nuevo conflicto social que involucra a los hijos de la guerra: las pandillas y el crimen organizado. Hay un gran trabajo de síntesis en el texto. Los diálogos y la narración de la novela ­excepto en el capítulo IV y en el epílogo­ son muy cortos. Dado a que es una novela de acción, en la que los hechos se suceden uno tras otro para evitar que la atención del lector salga del descarrilamiento narrativo que presencia, el autor suelta sólo aquella información que él considera necesaria. “­ Le reventó el pómulo... ­ dice la mujer, Siente que le alzan un párpado, luego el otro. ­ Aquí está la cédula de identidad que llevaba en el bolso. Se llama María Elena Hernández.” (p. 140)


Esto tiene un problema de constancia, porque, al finalizar el capítulo III, la tensión que con la que el autor ha logrado atrapar al lector se pierde por instantes. La velocidad se difumina y encuentra picos de tensión que no son tan regulares como el resto de la lectura. Tal vez el problema sea que, después de estas páginas, la aparición de nuevos personajes va complicando la trama de la novela y entonces se crean nuevas expectativas que resolver pero que quedan en la ambigüedad. El autor retrata en estas páginas las aventuras y desventuras la familia Hernández, de escasos recursos y que se ve forzada a buscar un mejor futuro en la ciudad. Esta puede ser la historia de cualquier familia salvadoreña o, incluso, de cualquier familia desplazada de Latinoamérica. Pero este migrar no es gratuito, es una muestra más de la lucha de clases que originó la guerra en El Salvador, que polarizó la brecha social entre ricos y pobres. En ese sentido, el libro de Castellanos Moya se vuelve un documento político de la violencia. El narrar este pasado sirve para hablar de cómo las esperanzas mueren a medida que el cáncer de la guerra avanza. La agonía de los personajes, las torturas que sufren y la


podredumbre que mana de sus verdugos correspondería a la maraña de pasiones e intereses sociales, familiares y políticos que se han posesionado hasta el día de hoy de El Salvador. Esta novela es fiel depositaria de lo que Barrientos Tecún llama “la estética de la provocación y del morbo”.4 Y se pueden encontrar rastros de esta irreverencia con mucha facilidad: “De repente Altamirano entra a la cloaca, ansioso. ­ Creí que ya no venías – le dice el Vikingo. Y repara en el trasero redondo y alzado de la muchacha; se le sienta en la espalda. Luego, con ambas manos, abre las nalgas de la muchacha: le escupe en el ano. ­ ¿Te parece? ­ pregunta”. (p. 23)

La lectura que Castellanos Moya nos propone en este texto es apelar a la indiferencia como que lectores deseamos percibir de la realidad que nos rodea. Esa facultad es la que hasta ahora nos ha hecho refugiarnos 4

Barrientos Tecún explica que esta técnica narrativa “tiende a suscitar sensaciones y situaciones desagradables en el lector. Es una forma de chocar o agredir sus percepciones por medio de una estrategia que torna cada vez más sórdido el universo marginal del personaje… O sea que el asco, la repulsión que genera el discurso del personaje-narrador funciona como una estrategia de denuncia, por un lado, y por otro, provoca un efecto en la recepción toda vez que apuesta por una estética de lo morboso, cuya finalidad radica en hacer insoportable, para el receptor, la condición existencial del protagonista”.


en la calma que da el no ser el centro de un hecho violento, de sentirnos seguros y agradecer al cielo que los muertos narrados no tienen parentesco alguno con nosotros lectores. Las crudas descripciones, los diálogos desnudos y las chocantes imágenes a las que nos somete el autor buscan provocar no sólo el asco que por naturaleza nos escuda de lo que nos causa repulsión ­pobreza, muerte, enfermedades, violencia­ sino también activar nuestra indignación ante la violencia y sus víctimas.

Bibliografía

1. Barrientos Tecún, Dante. (Université de Provence, Aix­Marseille I): «Algunas propuestas de la narrativa centroamericana contemporanea: Franz Galich (Guatemala, 1951 ­ Nicaragua 2007)». 2. Castellanos Moya, Horacio. “El cadáver es el mensaje”. Apuntes personales sobre literatura y violencia." Istmo. 06 2008: n. page. Web. 8 Oct. 2012. http://istmo.denison.edu/n17/foro/castellanos.html>.


3. Castellanos Moya, Horacio. La sirvienta y el luchador. Tusquets Editores. México, 2011. 267 pp. 4. Entrevista a Horacio Castellanos Moya. “La guerra civil salvadoreña no se ha contado” http://bit.ly/SOdwAV 5. Mons. Romero: biografía, canonización y otros. www.romeroes.com/


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