No me gusta hablar del placer; en tal caso, hablar es perder el 5empo. El placer se 5ene que tener en el momento que es, se 5ene que ser con el placer. Es un acto tan egoísta que se ve forzado a ser transitorio. El momento del placer se invoca, se busca con el movimiento de la lengua, la saliva, el roce de los labios, las yemas de los dedos, el pasado, la piel erizada, el olor, la textura, la temperatura, los sonidos, el sabor… y cuando lo encontramos, el placer aturde, disloca y aísla, hace desaparecer el mundo para de repente languidecer brutalmente, sin afectos ni consideraciones. Y uno queda ahí, como antes de empezar, hablando del placer.