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Celebramos 50 años de la aparición de uno de más extáticos y radicales: The Dark Side of A mitad del camino de
he Dark Side of the Moon es una obra cimera. Además de en un sentido estético, permite el avizoramiento del pasado y el porvenir de Pink Floyd, como una elevada cumbre ofrecería, a un observador en su cúspide, de un lado una visión nocturna y del otro el radiante amanecer. Tras el dubitativo periodo iniciado en el segundo álbum y continuado en Ummagumma (1969) y Atom HeartMother(1970), incluyendo los discos dimanados de colaboraciones con cineastas (More, 1969, ObscuredbyClouds, 1972, entre otros), cuyo rasgo principal es la experimentación con los nuevos instrumentos tecnológicos —desde sintetizadores análogos hasta guitarras y pianos preparados, en la tradición de la vanguardia— y de las técnicas de grabación, junto con el interés en las voces y los sonidos de la vida real —preparando el advenimiento de la música industrial, un hecho que presagia ya British Sounds de Jean-Luc Godard—, la banda solo encontró una nueva dirección hasta su sexto álbum. Gilmour reconocería a Meddle, publicado en 1971, como la piedra basal del futuro de Pink Floyd. “Echoes”, “el momento en que encontramos nuestro enfoque” (Gilmour), es la pieza en la que, finalmente, tras tantas tentativas de ensayo y error, todas las influencias, ambiciones y tendencias de los integrantes consiguieron conjuntarse. Resultaba claro que lo que el grupo necesitaba, tras la conmoción causada por la pérdida de su principal fuerza creativa, era un eje que enfocara y concentrara su bullente pero dispersa creatividad. Después de años extraviados en el laberinto de la experimentación, del cablerío tecnológico y de la selva oscura de los problemas personales, a la distancia se avizoraba una luz, aunque esta fuera lunar. Y el medio para avanzar era el formato de canción.
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No únicamente los periodos
Texperimentando —y perdiendo el tiempo— en los estudios, probando sonidos, grabando ruidos y voces, sedimentarían en la creación de The Dark Side of the Moon que asimismo la experiencia fílmica, especialmente su aprendizaje con Ron Geesin en TheBody impronta sería decisiva en la integración de Atom Heart Mother decantaron en tal obra. Ahora el horizonte era el álbum concepto, es decir, una obra unitaria, en el que cada canción funciona como un segmento o movimiento, y con un hilo narrativo como conductor. De este modo, la orientación del pop a la conceptualidad —y la pretensión—, detonada por el éxito crítico y comercial de Sgt.Pepper’sLonely
Hearts Club Band de The Beatles (1967), la cual continuaría rigiendo hasta gran parte de la década de 1960, con bandas y artistas como The Who, The Kinks, The Zombies, David Bowie, Queen y muchos otros que se sumaron a la tendencia, confluiría con la idea de que la música debería circular temáticamente, con una trama —¿no un relato es singularmente un hilo, una vía para sortear obstáculos y encontrar una salida?—, exactamente como asimilaron al componer las bandas sonoras para los filmes de Schroeder y Antonioni, entre otros. Al tiempo que la noción del álbum concepto y la cualidad cinemática consiguieron que la dispersión y tendencia al extravío sónico de la banda se encauzara, las primeras influencias estéticas y orientación —o ambición de sus integrantes— retornaron por la ventana. The Dark Side of the Moon se destacaría tanto por su unidad como por lograr que esa fascinación con la