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Puro cuento

contarlo y contarlo para vivir, en aproximadamente milyunanoches

Una milenaria muchedumbre de aedos, rapsodas, juglares, trovadores, recitadores de romances y literatura de cordel, demuestra que las historias son mercancías anheladas en todas las épocas y rincones del mundo. Y cuando emergen revoluciones tecnológicas, desde la escritura hasta nuestras redes sociales, las innovaciones se alían siempre con el antiquísimo ardid de la narrativa. Durante los primeros años del cine mudo, los espectáculos incluían a un comentarista —el “explicador”—, que relataba al público de forma ingeniosa o disparatada lo que sucedía en las imágenes. En ciertos lugares, las estrellas no eran tanto los actores como esos personajes estrambóticos provistos de carracas, campanillas y gran labia. Hasta la televisión, los seguidores enardecidos del futbol vibraban con el énfasis de la radio, sin imágenes, y todavía hoy muchos aman ese ritual de escucha. Frente al supuesto imperio de las imágenes, los podcast y audiolibros recuperan la calidez de la antigua oralidad. Y en los videojuegos, los casters —abreviatura de broadcasters— son el alma de las retransmisiones y enganchan al público, comunicando, con carisma y agilidad, la tensión y la emoción de jugar. Deseamos una voz que nos relate nuestros partidos y pasiones.

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Y aún más nos apasiona narrarnos a nosotros mismos, con el adorno de imprecisiones y exageraciones.

A partir de la memoria —esa gran fabuladora—, armamos cada cual la propia historia y tratamos de persuadir a los demás para que confíen en esa frágil urdimbre de invenciones. Poseemos un cerebro narrativo que, por defecto de fábrica, tiende a adaptar los hechos a la trama de esa novela cuyo protagonista estelar soy yo. Como don Quijote, las personas —y las naciones— creemos cualquier disparate que engrandezca al héroe ideal que llevamos dentro. A fin de cuentas, hemos tejido un mundo sustentado en la economía y la fantasía, en contables y cuentistas. Por eso, como escribe Antonio Basanta en Leer contra la nada, contar es el verbo que mejor define nuestra andadura humana. “Contar objetos. Contar historias. Pero, también, sabernos apreciados, tener la certeza de que se nos tiene en cuenta”. Somos así: puro cuento. _

© Derechos mundiales de prensa en todas las lenguas reservados a Ediciones EL PAÍS, S. L. © Irene Vallejo.

Meridiano de sangre

NARRATIVA, ENSAYO

¡En sus marcas! México hacia 2024

El

Inspirada en hechos ocurridos en la década de 1850, esta novela recrea la expedición paramilitar compuesta por soldados mexicanos y milicias tejanas para exterminar al mayor número de poblaciones nativas. Pero el pacto se rompe una vez que el juez Holden, un sádico violador, ordena volverse contra los mexicanos.

La polarización política en Estados Unidos

Luis Rubio Grijalbo México, 2023 240 páginas

La carrera hacia la presidencia del país hace ya tiempo que comenzó, sobre todo en el ámbito del hoy partido oficial. Rubio apunta que su libro “parte de la premisa de que el futuro tendrá que ser distinto del pasado”. Considera que López Obrador alcanzó el poder por el rechazo de la ciudadanía al PRI y al PAN y no por compartir su ideario.

Los músicos de Stalin

Andrés Ordóñez Ariel México, 2022 232 páginas

Sin dejar a un lado la tradición que proviene del siglo XIX y las producciones inscritas en las décadas bajo la hegemonía estadunidense, el autor traza un retrato de las relaciones entre literatura y poder en la Cuba revolucionaria. Especial atención merecen las obras escritas entre 1960 y 1990, de Norberto Fuentes a Leonardo Padura.

Leyendas de Guatemala

A Fuego Lento

Comedia ranchera

ROBERTO PLIEGO robertopliego61@gmail.com

Como muestra este ensayo esclarecedor, el ataque al Capitolio el 6 de enero de 2021 no es la única señal de las fracturas entre la clase gobernante de Estados Unidos. La incapacidad para conciliar los intereses de los dos partidos viene de tiempo atrás, cuando la Guerra Fría dictaba la agenda política en casi todo el mundo.

Aunque hace hincapié en la era del dictador georgiano, este recorrido mira hacia atrás, hacia Chaikovski y Rimski-Kórsakov, y hacia adelante, hacia la caída de la Unión Soviética. El autor defiende la tesis de que los músicos nacionalistas están en el origen de las vanguardias que prosperaron a pesar de la censura del Estado.

Miguel Ángel Asturias

FCE México, 2022 176 páginas

Este libro del Nobel guatemalteco es uno de los que más fama le han dado por llevar al lector a tiempos antiguos en los que existía una unidad entre el ser humano, la naturaleza y las deidades. Para el escritor francés Paul Valéry, admirado por su inteligencia analítica, los textos que lo conforman son “historias-sueños-poemas”.

Eliana Méndez Arreola es gorda, ha entrado en la adolescencia, detesta a su madre y siente un amor enfermizo por su padre. Es también la voz que conduce Nubecita(nieve de chamoy), ganadora del Premio Bellas Artes Juan Rulfo para Primera Novela en 2018. Su historia proviene de una memoria distorsionada por el complejo de dios, de cuando el telemusical de Raúl Velasco ocupaba las tardes dominicales. Nubecita exhibe muchos de los defectos que atrofian a la novela como documento social. Su retrato de una familia clasemediera de Sabinas, Coahuila, remite a los tiempos en que la provincia mexicana proyectaba la apariencia del paraíso donde, a puerta cerrada, bullían los más bajos deseos y las más inconfesables pasiones. Se trata de la provincia a imagen y semejanza de la comedia ranchera, con fondo musical incluido (Estelita Núñez como divinidad tutelar). Ahí están el padre trabajador pero poseído por la pasión incestuosa hacia su hija menor, la madre con aires de grandeza enamorada, y quizá más que eso, del compadre, y la hija mayor, Eliana —a quien al final encontramos a merced de alucinaciones pseudomísticas—, consignando los vaivenes emocionales de estos personajes cuyo temor mayúsculo es convertirse en blanco del chismorreo. No faltan las beatas métome-en lasvidas-ajenas, el albañil con aires de padrote y el cura intachable. Todo se antoja tan apolillado, tan… provinciano.

Quizá este aire de antigualla no sería una carga demasiado pesada si Nora Coss hubiera tomado otras decisiones estilísticas. ¿Por qué la voz narrativa es una machacona sucesión de coloquialismos que, más que un acto creativo, suena a la reproducción mimética de un habla conservada en formol? Un pasaje de muestra: “¿A qué misa quieres ir, Eliana. Y yo súper cool: a la de las doce, a la del padre Miguel. Mamá me volteó a ver acá de ¿qué chingados te pasa?”

Ya que Nubecita pasa por una sátira de las familias con ínfulas aspiracionales, Nora Coss no evita caer en la trampa del costumbrismo. Vamos de las maneras de mesa a la enumeración de las prendas de un guardarropa, de las ofertas en un centro comercial al censo de las rutinas de la juventud paseando en automóvil, es decir, no hallamos nada más que un curioso muestrario de notas de color. _

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