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Intervalo U

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Ayuda de memoria

Ayuda de memoria

LÓPEZ MILLS

na amiga Poeta —pongo la mayúscula porque ella oficia ese género literario como si fuera una liturgia— está convencida de que “en cuanto corresponde a las artes en sus diversas manifestaciones” vivimos en una época de decadencia. En su argumentación se refiere a un antes extraordinario en que había una perfecta armonía entre las expectativas (o visiones, como dice ella) y los hechos. Cuando le pregunto por la fecha del antesse molesta: “son meros números: ¿qué importa?” Todo, me gustaría responderle, si se trata de la historia; nada, supongo, si es asunto de los sentimientos. Pero guardo silencio. Mi amiga sigue discutiendo o, más bien, despotricando contra el presente y, poco a poco, me doy cuenta de que el antescoincide con su juventud. Se lo señalo con una pizca de ironía y sugiero que quizá su juicio implacable contenga un elemento de nostalgia por sus “años de mayor esplendor”. Se irrita —de nuevo— conmigo y me insta a que le dé nombres de escritores, cineastas y artistas visuales contemporáneos que valgan la pena. Como suele sucederme cuando se me piden datos, olvido lo que sé, lo cual me hace dudar con toda razón de que lo sé de veras. Noto que la mirada de mi amiga es triunfal y eso me angustia. Finalmente menciono algunos nombres. No ha leído sus libros, no ha visto sus obras: ni siquiera ha oído hablar de “esas personas”, dice con un aire altanero. Me invita a que le demuestre que son iguales o mejores que Borges o Paz o Visconti o Eliot o Picasso o Van Gogh (los saltos cronológicos no la perturban: sus ejemplos pertenecen al pasado sublime). Admito que no tengo modo de demostrárselo. Sería laborioso ir comparando caso por caso, midiendo los famosos contextos. Se me ocurre una respuesta para cortar de golpe la discusión y hasta ganarla: ella y cualquiera que piense como ella, si son congruentes, deben incluirse en la decadencia porque también es su época. Respinga: ¡eso nunca! De acuerdo con sus propias reglas, se puede estar adentro a la hora de juzgar y afuera a la hora de crear. Sin embargo, el dilema no desaparece: no hay garantía de que los lectores putativos de mi amiga —cuyos poemas son sutiles y trascendentes— logren colocarse por encima de la decadencia en la que existen por fatalidad. Si es cierto que “nadie sabe leer como antes” —frase que repite mi amiga con un dejo de amargura— quién entonces poseerá la lucidez necesaria para entenderla y calificarla a ella. Tal vez sea más conveniente, aunque sosa, la tesis de la perspectiva amplia que no excluye a ninguno de los tiempos, ni siquiera el futuro. Los juicios o las denominaciones tienden a ser posteriores. Como escribe Julian Barnes en Elhombredelabata roja: “nadie en París le dijo a alguien más en 1895 o 1900 ‘estamos viviendo en la Belle Époque; saquémosle provecho’ ”. Cuando hago memoria me fijo en los huecos insalvables de la desmemoria. Una sombra específica me separa del sol fugazmente a las tres de la tarde. Recuerdo la sensación: ya no el cuerpo. _

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