La fe

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LA FE ¿PARA QUÉ SIRVE CREER? La fe no es opio, ni alienación, sino liberación y plenitud de vida

ORIENTACIONES PARA LOS ANIMADORES En esta introducción destinada a los animadores voy a tratar de forma escueta tres asuntos: 1º

Lo nuclear del tema en sus aspectos antropológicos, bíblicos y teológicos;

la presentación que de dicho tema conviene hacer a los jóvenes;

y la pedagogía en que se ha inspirado la elaboración del tema sobre la fe de los jóvenes, con especial referencia los cuatro pasos metodológicos que habrán de seguirse en su desarrollo

1. ASPECTOS SIGNIFICATIVOS DE LA EXPERIENCIA DE FE El rasgo más sobresaliente de la experiencia de fe es sin lugar a dudas su carácter relacional. Tanto si se le considera desde el punto de vista antropológico como desde el punto de vista bíblico­teológico la fe significa en primer término una relación que se establece entre personas. Relación que nace de la credibilidad y que se pone de manifiesto en la confianza y en la adhesión. En el caso de la fe cristiana esa relación la inicia Dios en su deseo de comunicarse y de darse a conocer y se complementa con la respuesta y acogida que le prestan los hombres. De parte de Dios esa comunicación alcanza niveles progresivos: es presencia cercana, encuentro, llamada, promesa, liberación, acercamiento total en Jesucristo. Y de parte del hombre se manifiesta en la escucha no siempre consecuente, en la disponibilidad a veces temerosa, en la respuesta y colaboración Con Dios, en la sorpresa y admiración, también en la confianza y, decididamente, en el seguimiento de Jesús. Creer, por lo tanto, supone reconocer que Dios toma la iniciativa de acercarse a los hombres, de manifestarles su amor hasta el punto de revelarse a ellos como un Padre y de ofrecerles un camino de felicidad recorrido en primer lugar y de forma ejemplarizante por Jesús de Nazaret, Y supone al mismo tiempo confiar en la capacidad de los hombres para entrar en la dinámica de Dios y responder más o menos generosamente a sus designios.

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Para una profundización mayor de lo que significa la fe cristiana recomiendo al final de este apartado una sencilla bibliografía, que los animadores y catequistas harán bien en utilizar y en trabajar personalmente y en grupo.

2. CÓMO PRESENTAR EL TEMA DE LA FE A LOS JÓVENES Y el título mismo del tema (“¿Para qué sirve creer?”) denota un cierto sentido utilitarista. Y es que los jóvenes de hoy día,, crecidos en un ambiente en el que se respira pragmatismo por todas partes, cuando se topan de buenas a primeras con la experiencia religiosa no pueden evitar el preguntarse: “Pero bueno, ¿y eso de la fe sirve para algo? ¿Para qué sirve en concreto?”. Éste habrá de ser, por consiguiente, un primer aspecto a tener en cuenta cuando se presente el tema de la fe a los jóvenes. Efectivamente la fe sirve para algo, claro que sí, sirve para vivir la vida con sentido. Luego, habrá que procurar también dejar bien claro que la fe no es simple ideología ni se confunde con la religión. La distinción entre fe y religión es posible que los jóvenes no la capten a la primera y habrá que volver sobre ella en más de una ocasión. Pero donde habrá que poner un cuidado especial será de advertir que la fe no es seguridad, cosa que la gente joven no aceptará de buen grado por constituir precisamente la búsqueda de seguridad y de identidad una de sus principales necesidades vitales y psicológicas. Atención, pues, a ese matiz de seguridad de la fe al que propenden aferrarse, tal vez en exceso, los jóvenes. Existen, en cambio, otros aspectos de la fe con los que los jóvenes sintonizarán positivamente y en los que habrá que hacer especial hincapié, como son, por ejemplo: la fe entendida como relación con Dios y como experiencia de comunión entre los creyentes (¡adviértanse que el mundo de las relaciones es de vital importancia para el sector joven!); la fe que empieza por la admiración y que termina posiblemente en la adhesión y en seguimiento (¡no se olvide que la admiración entusiasta es uno de los principales componentes de la fe juvenil!); la fe que introduce en la dinámica llamada­respuesta (¡con el miedo que los jóvenes suelen tener a dar respuestas que comprometan su vida!); y, sobre todo, la fe como seguimiento de Jesús de Nazaret, referencia suprema de sentido y de plenitud de vida (¡con lo necesitados de referencias y de modelos que andan hoy día los jóvenes!). No descuidar, por último, el aspecto de compromiso al que termina abocando de suyo la fe cristiana, y ante el cual los jóvenes se resisten con evasiones y justificaciones cómodas. Como tampoco la dimensión celebrativa, que es propia de la fe, y para la que los jóvenes muestran a decir verdad una singular predisposición.

3. LOS CUATRO PASOS METODOLÓGICOS EN QUE SE DESARROLLA EL TEMA Basándose en la pedagogía de la experiencia, tan sumamente apropiada para llevar a cabo la educación en la fe o “catequesis de la experiencia”, he articulado el

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tema de la fe para los jóvenes “¿Para qué sirve creer?” en cuatro pasos o momentos sucesivos. 3.1.

El primero de esos pasos trata de partir de la experiencia de los propios jóvenes acerca de la fe: cómo se la plantean, cómo la viven y manifiestan, etc. Importante en este punto el cuestionario­guía para la reflexión personal y para compartir en grupo.

3.2.

El siguiente paso ofrece las clarificaciones necesarias para entender lo que es la fe. Es el momento de la profundización. Conviene leer, reflexionar y estudiar detenidamente esas páginas con la ayuda de la dinámica de trabajo que figura al final de dicho apartado.

3.3.

El tercer momento está destinado a favorecer la interiorización personal de lo anteriormente expuesto acerca de la fe, a interrogarse con total sinceridad sobre lo que una cree o deja de creer, sobre lo que acepta o rechaza en la propia vida, así como a compartir con los demás del grupo lo que uno siente de verdad. A fin de que este paso o momento resulte positivo es imprescindible crear un clima adecuado de comunicación, implicación sincera, de confianza y hasta de cierta intimidad. Para centrar la comunicación y el intercambio conviene “ir la grano” (¡nada de generalizaciones o de respuestas evasivas!) en las numerosas preguntas que se recogen en el recuadro.

3.4.

Finalmente, el cuarto paso invita a llevar a la práctica lo clarificado anteriormente mediante el compromiso, tanto personal como grupal, y a vivenciar, celebrar y expresar gozosamente lo descubierto y adquirido. Las sugerencias de compromiso y de celebración son tan sólo una pista de lo que se puede hacer. Existen sin duda otros recursos de creatividad y participación; con ellos se cuenta, desde luego.

BIBLIOGRAFÍA indispensable para animadores y catequistas sobre la fe de los jóvenes: LOIDI, P., ¿Qué es un cristiano? Y Fe y justicia, programa de vida, Cuadernos “Fe y Justicia”, nn. 1 y 12, Ediciones EGA, Bilbao 1987. MARTÍN VELASCO, J. Increencia y evangelización, Sal Terrae, Santander 1989. MOVILLA, S., ¿Se interesan hoy los jóvenes por lo religioso?, en la revista “Educar hoy”, noviembre­diciembre 1986, 14­17. OBISPOS VASCOS, Diálogo con los jóvenes desde la fe, Carta Pastoral, cuaresma 1980, Idatz, San Sebastián 1980. ROVIRA BELLOSO, J.M., Fe y cultura en nuestro tiempo, Sal Terrae, Santander 1988.

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TEMA PARA LOS JÓVENES 1. CON LA FE TAMBIÉN SE VIVE, ¡VAYA QUE SÍ! 1.1. ¿Quién ha dicho que la fe es parte de la vida? Con palabras tan claras y explícitas no se; tal vez nadie. Bueno, miento, si que lo han dicho creyentes enfervorizados y también algunos poetas .Creyentes que vieron revolucionada su vida por la fe. Como la samaritana que, alucinada tras el encuentro con Jesús, se volvió a sus compaisanos y les espetó decidida: “Venid a ver a un hombre que me ha dicho todo lo que he hecho” (Jn 4, 29). O como Marta que, rendida a la evidencia de lo que acababa de oír, confesó resulta: “Sí, Señor, yo creo firmemente que tú eres...” (Jn 11, 27). O como el apóstol Pablo que, rehecho de su pasado, no dudó en proclamar: “Para mí vivir es Cristo (Flp 1, 21). No en vano asegura la Biblia que “el justo vive por la fe” (Hab 2, 4). “Podrá faltar me el air e, el agua, el pan, sé que me faltarán. El aire, que no es de nadie. El agua, que es del sediento. El pan... Sé que me faltarán. La fe, jamás. Cuanto menos aire, más. Cuanto más sediento, más. Ni más ni menos. Más”. * * * * “Desesper adamente busco y busco un algo, qué se yo qué, misterioso, capaz de comprender esta agonía que me hiela, no sé con qué, los ojos. Alcé la frente al cielo: lo miré y me quedé, ¡por qué, oh Dios!, dudoso: dudando entre quién sabe, si supiera qué sé y qué, de nada ya y de todo. Desesper adamente, esa es la cosa. Cada vez más sin causa y más absorto qué se yo en qué, sin qué, oh Dios, buscando lo mismo, igual, oh, hombres, que vosotros”. Sin fe no es posible vivir. Sin fe la vida perdería el sustrato de la confianza, que es la base de la convivencia humana. Por eso todo el mundo vive creyendo en algo. Apoyado en alguien, seguro de alguna cosa... Que lo digan si no los padres cuando traen conscientemente un hijo al mundo, ¿acaso no tienen fe en la vida? Que lo digan si no los enamorados, ¿es posible que se amen sin creer en el amor?

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Que lo digan si no los mil voluntarios y luchadores sociales, ¿en el fondo no hacen todo eso porque creen en el hombre, en la justicia y la solidaridad...? Sin fe, por tanto, nadie es capaz de vivir.

1.2. ¿Para qué sirve la fe en definitiva...? Pues sirve para infinidad de cosas. Para sentirse seguro, para confiar en los demás, para evadirse tal vez; pero sirve también para ilusionarse, para relacionarse con dios, para abrirse a los otros y construir juntos el futuro. En definitiva, la fe sirve para encontrarle un sentido a la vida. Veamos en rápido recorrido las diferentes posturas o actitudes con que de hecho se vive la fe. No entremos a discutir por el momento si se trata de fe simplemente humana, de fe religiosa o de fe cristiana... Es igual Fijémonos únicamente en el testimonio y experiencia de quienes dicen que creen: por qué creen, cómo creen, para qué les sirve la fe. Y fijémonos especialmente en el testimonio de la gente joven: 1.2.1. Algunos jóvenes confiesan que la fe les sirve para salir del “muermo” y de la monotonía; para romper el aislamiento egocéntrico en que viven y encontrarse con otros. Coinciden así con gente ilusionada y creyente, en grupos, y esto les permite satisfacer el deseo de comunicación y de acercamiento humano. Generalmente disfrutan del grupo como de un espacio cálido y entrañable en el que se sienten a gusto. 1.2.2. Otros manifiestan que la fe les lleva al encuentro sincero consigo mismo. Gracias a la fe –dicen­ han adquirido seguridad y confianza; saben lo que quieren y cómo lo quieren conseguir; han despejado cantidad de duda y de interrogantes. Se han aclarado en muchas cosas y seguirán aclarándose todavía en muchas más. 1.2.3. Unos pocos reconocen que la fe sirve también para incentivar aspiraciones y búsquedas profundas, para soñar con utopías nuevas y plantearse una forma de vivir desmarcada del consumismo habitual y en abierto contraste con el “rollo” político y social que nos quieren vender a toda costa. La fe proporciona de este modo unos ideales y valores que chocan con el materialismo reinante y que no siempre es posible vivir con coherencia. 1.2.4. Pero tiene de bueno el meterte en la dinámica de fe –sostienen otros­ que te pone en contacto con personas continuamente inquietas, idealista “a tope”, con las que vibras “cantidad” y con las que te identificas un “mogollón”... Juntarse con gente que vive convencida lo que cree es ocasión para captar el testimonio vivo, para dar con una autoridad creíble, con un modelo atractivo y convincente en el que da gusto mirarse, del que tan faltos y necesitados se consideran no pocos jóvenes de hoy día. (Los entendidos califican este fenómeno como el “síndrome del guru”, al que recurre de ordinario la gente que se siente a si misma frágil e insegura.)

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1.2.5. La fe proporciona, según otros, momentos gratificantes y exultantes en los que te sientes verdaderamente feliz, te olvidas de todo, te sientes transportado a otra galaxia... En tales circunstancias se cumple el deseo de salir de si a toda costa y de afirmarse sin inhibiciones, se experimenta la alegría compartida, el disfrute, el goce compensatorio, la autosatisfacción... Son los momentos intensos, pero cortos, de la celebración y de la fiesta. ¿Es quizás el umbral de la experiencia religiosa? 1.2.6. Por el itinerario de la fe acceden algunos a la serenidad y a la paz consigo mismos. Se sumergen, aunque sea por breve tiempo, en un mundo de calma y de benéfico sedante. Disfrutan del silencio, de la escucha y de una especie de “soledad sonora”... Para algunos jóvenes es como el preámbulo a la experiencia de oración. ¿Será también el acercamiento positivo a la dimensión “mística” que encierra la fe? 1.2.7. La fe despierta en muchos jóvenes la admiración por Jesús de Nazaret, el deseo de conocer más a fondo su vida, su mensaje, el proyecto del Reino. Se identifican con él y quisieran lanzarse en su seguimiento, aunque no siempre mantienen viva esa inquietud; se cansan, se desaniman o simplemente se olvidan. ¿No será que todavía no se ha producido en ellos el encuentro transformador con el Señor Jesús resucitado? 1.2.8. De la fe en Jesús se avanza por lo general a un conocimiento sorprendente de Dios como Padre, como Alguien cercano y presente a nosotros mismos más que nuestra propia realidad, como liberador y potenciador de las aspiraciones humanas, como “Señor de la Historia” que la guía, respetando en todo momento la libertad del hombre, hacia la felicidad y plenitud definitivas. ¿No merece la pena fiarse incondicionalmente de un Dios que nos quiere de ese modo? 1.2.9. Para los jóvenes creyentes en el Dios de Jesús es normal que la fe les ponga en sintonía con el proyecto utópico del Reino y que les haga vibrar con él, con ese sueño maravilloso de dios de ver a los hombres relacionarse como hermanos, en justicia y solidaridad, en servicio continuo y desinteresado. Y cuando esto no sucede –que case siempre­ la fe suscita en ellos el afán de secundar el deseo de Dios entre los más pobre y marginados, entre lo que sufren injusticias... Y todo ello con gestos de entrega generosa y voluntaria, porque –así lo entienden ciertos jóvenes­ la fe cristiana auténtica no puede dejar de llevar al compromiso. 1.2.10.Finalmente para una escasa minoría –jóvenes que han recorrido un proceso de maduración en la fe en grupos o movimientos cristianos­ esa fe les sirve para tener una experiencia viva e inmediata de Iglesia. En el propio grupo primero y en los encuentros e intercambios con otros grupos después, esos jóvenes llegan a experimentar la comunión, el sentido de las relaciones fraternas, el valor de los carismas, el compartir a fondo, la oración, el compromiso, etc. Tiene así una vivencia concreta, estimulante y positiva de lo que es la Iglesia querida por Jesús: una fraternidad que da testimonio al servicio del Reino y de los hombres. ¿Servirá todo esto para tomar conciencia de su pertenencia también a la Iglesia universal?

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PARA LA REFLEXIÓN PERSONAL 1. ¿La fe es algo que forma parte de mi vida? ¿Tengo fe en alguna cosa (en el dinero, trabajo, estudios...)? ¿En alguien (en mí mismo, en los demás, en Dios, en Jesús, en la Iglesia? 2. ¿Qué representa para mí la fe (ilusión, búsqueda, deseo de algo más, seguridad, compromiso, un modo de vivir la vida...? ¿Repercute la fe en mi vida concreta? ¿En qué modo? 3. ¿Expreso la fe de alguna manera? ¿Dónde? ¿Cómo? ­ ¿en mis comportamientos y actitudes? ­ ¿en el trato y relación con los demás?, ¿en el grupo? ­ ¿en el compromiso y en la entrega? ­ ¿en la práctica religiosa, en la oración, en la celebración?

PARA COMPARTIR EN GRUPO 1. ¿Nos sirve de algo la fe? ¿Cómo la vivimos y manifestamos? Repasar las 10 actitudes de fe descritas anteriormente y relacionarlas con la propia vida: ­ ¿con cuál o cuáles de ellas nos identificamos? ­ ¿cuáles nos quedan por experimentar aún? 2. ¿Nos reconocemos en proceso de clarificación y maduración de fe? ¿Qué estamos haciendo en este proceso? ¿Qué estamos experimentando y descubriendo? ¿Nos gustaría aclarar dudas, interrogantes, situaciones difíciles...? ¿Cuáles, por ejemplo? 3. Lo que estamos haciendo y decidiendo en la vida, ¿lo hacemos motivados por la fe? ¿Qué decisiones importantes hemos hecho últimamente orientados e impulsados por la fe? ¿Hay aspectos de nuestra vida en los que la fe no interviene para nada?

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2. PERO, ¿QUÉ ES ESO DE CREER O DE LA FE?

2.1. La fe cristiana no es ideología, ni seguridad, ni hay que confundirla con la religión.

2.1.1. La fe nace en el interior de las personas, pero se asoma al exterior. Es una vivencia íntima que se manifiesta y trasluce en comportamientos y actitudes, individuales y también colectivos. Por eso la fe necesita de signos y de símbolos, de referencias significativas. En tanto que experiencia de Dios vivida por los hombres se desarrolla en un determinado contexto social y cultural y se ve afectada inexorablemente por la necesidad humana de comprensión y racionalidad. Pero la fe no puede reducirse a simple ideología. Por ideología se entiende de ordinario “el conjunto de ideas, justificaciones, comportamientos, valores y modelos en los que vive3 y se expresa un determinado grupo humano, con un contexto o coyuntura histórica determinados”. Y es evidente que la fe necesita de todas esas cosas para significarse como tal. Pero el modo histórico y concreto de vivir la fe, válido en sí mismo, no agota nunca la riqueza insondable de la fe. La fe cristiana lleva dentro de sí tal fuerza profética y revolucionaria, tiene tal potencial utópico destinado a incidir transformadoramente en la realidad, que nunca podrá verse domesticada y amañada por la realidad. Aunque las expresiones de fe se vistan de ropaje ideológico, no debe confundirse el tal ropaje con la vitalidad dinámica que encierra en sí la fe. Lo que da apariencia a la fe puede ser revisado, debe ser revisado y renovado; a eso se llama la “desmitificación” de la fe. Significa en el fondo que, encarnada y manifestada en momentos históricos concretos, la fe cristiana debe ser incesantemente confrontada con su expresión más original (el acontecimiento de Jesús resucitado) y con el testimonio primordial (la fe de los apóstoles). En resumen, la fe va más allá del contenido ideológico, de la doctrina formulada, del mensaje que hace de vehículo transmisor:

“Creer significa adhesión, no a un sistema abstracto de verdades, sino a una persona. Es conocer personalmente al Dios vivo, irse de aventura con él” Manifiesto Juvenil

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2.1.2. Para el creyente la fe representa un gran valor. Significa mucho en su vida. Y aunque a veces se agarre a ello como a un clavo ardiendo, porque no ve más salidas o no le queda otro remedio, la fe tampoco es una seguridad. La fe, que reporta al creyente sentido, motivación y fuerza para afrontar la vida, lleva como reverso la duda, el riesgo, la posibilidad de no creer. Es decir, la fe no le deja a uno absolutamente tranquilo; le pone más bien en situación de interrogante permanente; en ocasiones le hace dudar y desconfiar de lo que tiene delante (el misterio forma parte inherente de la vida humana); le predispone y le lleva también a “vivir lo inesperado”, a contar con la sorpresa, como una posibilidad o una estrategia táctica de la que Dios se sirve a veces para adentrarse en la vida de los hombres (“Dios escribe derecho con renglones torcidos”). Esta mayor o menor seguridad que algunos desean encontrar en la fe, vista en la perspectiva de las diferentes etapas evolutivas de la vida creyente, parece que tiende a decrecer a medida que los años van subiendo. De modo que si para un niño la fe consiste en “creer lo que no vimos porque Dios lo ha revelado”, para un adolescente se centra en la experiencia de que “Dios me quiere, y esto me basta”, y para el joven maduro, así como para el adulto, creer es “la capacidad de soportar dudas”.

“La fe es exponer la vida ante lo invisible, es decir, lo nunca visto. Es apoyarse en Dios para “crear”. Para hacer nacer lo que no existe aún, lo inaudito, lo inverosímil, lo loco, a veces”. G. Bessiere

2.1.3. La fe convive estrechamente, desde siempre y en todas las culturas, mezclada con la religión. No tiene por qué extrañar. El problema está, si acaso, en no saber diferenciarlas. En contextos de religiosidad tradicional, como en el que nosotros vivimos, sucede que a la fe y a la religión se las confunde con relativa frecuencia; o, por lo menos, no se las distingue bien. Hay gente que habla indistintamente de personas “religiosas” y personas “creyentes”. Hay quien piensa incluso que “tener fe” y “practicar la religión” es una misma cosa. Conviene, por tanto, deshacer el malentendido de quienes piensan que todo el que cumple con las prácticas religiosas lo hace porque tiene fe y el que no pisa la Iglesia es un ateo, un descreído o cosa por el estilo –la experiencia dice que no siempre sucede así­, y dejar bien claro el principio de que, si bien toda persona es religiosa por naturaleza, no toda persona es positivamente creyente; porque una cosa es la fe y otra, distinta, la religión.

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Por religión entendemos de ordinario una serie de creencias y prácticas a través de las cuales solemos expresar el sentido de ciertos momentos de la vida o de la existencia entera, poniéndonos en relación con lo sagrado. La fe, en cambio, consiste en una relación personal y en un compromiso con otra persona. Si hablamos de la fe cristiana, la relación será entonces con el Dios de Jesucristo; porque estamos seguros de haber recibido de él un mensaje de amor y de salvación, queremos corresponderle con fidelidad y generosidad. Una manera práctica de apreciar que es lo propio de la fe, que lo característico de la religión...puede ser el siguiente análisis de confrontación de las mismas: En la fe

En la religión

* La fe es cuestión de actitudes más o * La religión se manifiesta en prácticas menos comprometidas. y gestos repetidos.

* La fe corresponde a lo que hay de más personal en cada uno de nosotros: la intimidad, la sinceridad, la espontaneidad y la autenticidad en vivirla.

* La religión representa la esfera de lo social, la conformidad a las reglas establecidas por la autoridad o por la tradición, la aceptación de lo colectivo, el acomodarse a unas prácticas, ritos y costumbres que han ido instituyéndose y codificándose a lo largo de los siglos.

* A la fe cristiana se llega por decisión * En la religión se entra por tradición o personal. mediante unos ritos.

* La fe cristiana es camino de doble * La religión comprende únicamente dirección: está indispensablemente las manifestaciones y expresiones que vuelta hacia Dios y vuelta también van del hombre a Dios. hacia el hombre.

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En conclusión, la fe es algo mucho más específico que la religión. No cualquier manifestación de fe, pero sí que la fe, hoy por hoy suele exteriorizarse mediante expresiones de carácter religioso, aunque no siempre.

“Para el pagano todo es sagrado, excepto el hombre: el templo es sagrado, el altar es sagrado, los vasos son sagrados; hay lugares sagrados (bosques, fuentes, colinas...) a los que van de peregrinación... Para Cristo sólo el hombre es sagrado, y todo lo demás está a su servicio. Cristo ha sido el Copérnico de la religión. Antes de él, todo giraba en torno al culto a Dios... Y Cristo lo centró todo en el servicio a los hombre. El verdadero culto a Dios es el respeto a los hombres”. L. Evely

2.2. La fe según la Biblia: Fe significa relación con Dios y seguimiento de Jesús en la comunidad 2.2.1. Los numerosos contactos que Dios ha establecido con los hombres y que culminan en el acercamiento total y definitivo en la persona de Jesús, Hijo de Dios, (Mt 3,17;16,16; Mc 15,39), así como las respuestas que los hombres han procurado dar a Dios nos presentan la fe como un trato mutuo y relacional, es decir, como unas relaciones de mutua implicación entre Dios y los hombres. A través de esas relaciones Dios se acerca, invita, promete, confía una misión, establece alianza con los hombres, y éstos se declaran dispuestos, en mayor o menor grado, a secundar lo que Dios quiere y propone. Y experimentan, eso sí, el efecto de su relación con Dios como una fuerza impulsora hacia el futuro, futuro que no se ve ni parece posible pero en el que se cree a pesar de todo (Heb 11,1); como una llamada irresistible que lleva a declararse y a compartir la suerte de los oprimidos (Heb 11,8); como un impulso irrefrenable para someter reinos, construir justicia, luchar con valentía (Heb 11,33­34). Todo eso producía la relación de fe con Dios en la visión que nos ofrece el Antiguo Testamento. 2.2.2. Legados al Nuevo Testamento y observado el comportamiento de Jesús con aquellos que a él se acercan con intención de creer, vemos que la fe se despierta en algunos de ellos como una especie de admiración secreta (Jn 1,38;3,2) o a través de un encuentro que convulsionada la vida que uno lleva (Jn 4,15.26,39; Lc 18,18; 19,8); en otros la fe se manifiesta en la súplica ferviente (Mt 9,2; Mc 1,40; Lc 18,38); en la confianza ilimitada (Mt 8,8; 9,18; Mc 5,27­28; Jn 11,21­24); en la actitud servicial con los necesitados (Mt 25,34­40; Mc 9,41; Lc 10,33­35); en la adhesión al propio Jesús (Jn 6,68­69); y finalmente la fe impulsa también al seguimiento efectivo y comunitario del

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camino marcado por Jesús (Mt 9,9; Mc 1,16­18; Lc 8,2­3) y dispone para acoger el Reino como un don (Mt 19,28­30; Mc 3,34­35; Lc 9,48; 12,32; 19,9­ 10). En síntesis, la fe que pone al hombre en relación con dios empieza tal vez por la admiración, pero lleva enseguida a la confianza y a la adhesión vital a la persona de Jesús, despierta una sintonía cada vez más intensa con el mensaje evangélico, y termina por convertir al creyente en seguidor entusiasta de Jesús y de la causa por la que el propio Jesús dio la vida: el Reino de Dios.

2.3. La fe es un don de Dios que, en Jesús, se hace liberación y plenitud de vida 2.3.1.La fe cristiana es sobre todo un acontecimiento, un plan liberador Decidimos con frecuencia que creer consiste en aceptar confiadamente lo que Dios nos ha revelado. Ahora bien, lo mejor que Dios nos ha manifestado y revelado ha sido un acontecimiento: la persona y la obra de Jesús de Nazaret. Por eso, nuestra fe debe orientarse y centrarse fundamentalmente en ese acontecimiento decisivo. Ser creyente es haber descubierto al Señor Jesús y vivir en plena adhesión a Él; pero no a un Jesús, personaje histórico que dejó dichas tantas cosas que luego han sido tenidas más o menos en cuenta por sus seguidores, sino a un Cristo vivo, que sigue actuando y salvando hoy con su acontecimiento y con su iniciativa. Por lo mismo, ser cristiano consiste en vivir la propia vida desde el proyecto evangélico anunciado y realizado por Jesús. Aceptar el acontecimiento de Jesús como referencia básica de nuestra fe quiere decir que aceptamos, y estamos dispuestos a vivir también nosotros, los dos pasos decisivos que marcaron su vida: el paso inicial de la Encarnación, por el que Dios mismo se acercó definitivamente a los hombres asumiendo todo lo que el vivir humano conlleva –excepto lo negativo del pecado­, y el paso definitivo de la Pascua, es decir, la superación radical de todo lo que significa muerte (deshumanización, injusticia, negación del amor, de la libertad, etc.) gracias al triunfo irreversible de la Vida. Vivir la Encarnación supone acercarnos hasta lo que hay de más infrahumano en este mundo nuestro, compartir con los que sufren toda suerte de males y desdichas, identificarnos históricamente con los pobres y marginados. Participar en la Pascua, por el contrario, quiere decir que estamos empeñados por dar rostro concreto a la imagen del Hombre Nuevo inaugurado por la resurrección de Jesús. Por otra parte, nuestra llamada a la fe, cuando respondemos a ella positivamente, se convierte en una llamada a participar en el proyecto liberador que Jesús de Nazaret puso en marcha con su venida y con su

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actuación. Ese proyecto es ni más ni menos que el Reino de Dios, es decir, esa forma de vida feliz que Dios ha deseado desde siempre ver vivir a los hombre. Ahora bien, para realizar dicho proyecto no nos queda otra alternativa que la de asumir el programa de vida y de acción que el mismo Jesús proclamó y testimonió con su vida, a saber, las Bienaventuranzas.

2.3.2 Y es también una propuesta para vivir la vida con sentido El mensaje cristiano no es primordialmente una doctrina de la verdad, ni una interpretación de la vida, dice Romano Guardini. Es Jesús de Nazaret, su persona, su obra y su destino concreto, lo que constituye lo verdaderamente nuclear de la fe cristiana. Ahora bien, si reconocemos en la existencia de Jesús de Nazaret la forma más lograda de vivir en este mundo, porque Dios así nos lo ha demostrado con su resurrección, esto quiere decir, en buena lógica, que del estilo de vivir de Jesús es de donde sacamos luz y claridad suficientes para iluminar y aclarar nuestra propia vida, incluso y sobre todo, en esa parte ensombrecida por el misterio que en modo alguno podemos esquivar.

“La fe es para mí el que yo haya sido vencido, y lo sea constantemente, por Dios; que mis contradicciones queden reducidas al silencio y que dios sea más grande y se torne mayor que mi propio corazón”. J. Montmann Pero la fe no sólo da sentido a la vida individual de los creyentes, tomados en particular o como personas sueltas. No. La fe da sentido a la vida colectiva, a la vida social, al mundo en que vivimos los creyentes. La fe es utopía universal para la humanidad entera. Es la actualización del proyecto feliz de dios para todos los hombres.

“Jesús es el sentido concreto y final de nuestras vidas, el sentido de la vida para todos los hombres, que han vivido, que viven y que un día vivirán... Creemos en Jesús resucitado. Él ha hecho posible lo imposible. Posible que creamos. Posible que vivamos de su muerte. Posible que muramos en su vida”.

V.M. Arbeloa

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Leemos, anotamos y comentamos... (dinámica para trabajar los textos precedentes)

CLAVES PARA Se invita a leer atentamente el texto o documento EL TRABAJO con las siguientes claves: PERSONAL ­ Poniendo una INTERROGACIÓN al lado de aquellas frases, expresiones o palabras... que no se entienden muy bien, cuyo sentido no resulta demasiado claro, o que simplemente se suscitan al lector interrogantes, cuestiones y preguntas que quisiera luego plantear y clarificar. ­ Señalando con una ADMIRACIÓN aquellas expresiones que a uno se susciten ideas o intuiciones personales. (La admiración puede incluso colocarse al revés, de manera que asemeje una candela, como si fuera un signo de luz). ­ Indicando con una FLECHA aquellos lugares, dichos, expresiones o afirmaciones... que a uno le parecen particularmente importantes para la propia situación personal que está viviendo. DIALOGO

Al reunirse en grupo, con el trabajo personal ya realizado se puede proceder de la siguiente manera:

EN GRUPO A. Se sugiere a los participantes que manifiesten en primer lugar los interrogantes que han puesto y las diversas preguntas o cuestiones que se han planteado. B. El ideal sería que a dichos interrogantes respondiesen aquellos que en los mismos pasajes han puesto Admiraciones. En caso de que no se dé esa coincidencia, se invita a ofrecer respuestas o comentarios y a quienes lo desean. C. Para comunicar en cambio los pasos señalados con flechas, que por lo general tienen bastante que ver con experiencias personales, conviene no insistir demasiado, sino dejar más bien a cada cual que se exprese libremente.

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3. LA FE SE VIVE EN COMUNIÓN, POR ESO COMPARTIMOS NUESTRA FE Queda claro en el punto anterior que la Biblia presenta la fe como un gesto generoso de Dios que decide comunicarse con los demás; señala también la Biblia que el hombre responde unas veces mediante la admiración y otras mediante la adhesión y la confianza. En cualquier caso la fe se define como una experiencia de relación entre el hombre y Dios y Dios y el hombre. Cómo es de sincera y auténtica nuestra relación con Dios –y en definitiva nuestra fe­ es lo que vamos a compartir ahora entre nosotros. Para ello centrémonos en los tres aspectos que mejor definen la actitud de fe: llamada, respuesta y relación. 3.1.

La fe viene a ser para el hombre como una agradable sorpresa de parte de Dios. Es descubrir un buen día como por encanto de Dios está ahí para nosotros, que nos quiere hasta el punto de mostrarse en todo momento como un Padre. Y no porque nosotros lo hayamos merecido, sino porque a él le ha encantado hacer eso. La fe es ante todo iniciativa suya. Es una oferta que nos hace, una invitación, una llamada, un regalo, un don maravilloso. Es también una oportunidad única, singular, irrepetible, ofrecida con mimo por Dios a cada hombre.

“Nadie fue ayer, ni va hoy, ni irá mañana hacia Dios por este mismo camino que yo voy. Para cada hombre guarda un rayo nuevo de luz el sol.... y un camino virgen Dios”. León Felipe. Porque, efectivamente, decidirse a creer es arriesgarse. La raíz bíblica de la fe –que tiene mucho que ver con la palabra hebrea “amén”­ alude de un parte a la seguridad que nos da aquel en quien confiamos y alude también a un especie de arriesgado salto en el vacío que es preciso dar para poder experimentar que, en efecto, alguien nos coge en sus brazos. “Sé muy bien de quién me he fiado” (2 Tim 1,12, decía Pablo al final de su proceso de fe. Ese matiz de riesgo es lo que hace precisamente meritoria la respuesta:

“ Si os sentís llamados a ciertos radicalismos más evangélicos... ¡responded! El Señor sigue llamando... Creo que vosotros, jóvenes de hoy, No tenéis menos capacidades

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Que Juan, o Moisés, o Abraham para responder al Señor que llama para la liberación de su pueblo”. Pedro Casaldáliga 3.2.

La fe constituye, en fin, una experiencia de relación, casi siempre sublime, con Dios y de comunión, no siempre fácil, aunque deseada y procurada, entre los hombres. La fe permite acceder a la relación con Dios como a un “tú” que llena nuestro “yo”; a una relación tan fuertemente íntima que sobrepasa incluso nuestra propia capacidad de intimidad (“Deus intimior intimo meo”, que diría San Agustín). La fe establece asimismo la comunión entre los hombres. Una comunión que no ignora las tensiones, disensiones y resistencias humanas, sino que se fía de la fuerza reconciliadora que el Señor Jesús ejerce por su Espíritu en aquellos que han sido reconciliados (Rom 5,10­11; Ef 2,13­16).

4. LA FE SE VIVE EN COMUNIÓN, POR ESO COMPARTIMOS NUESTRA FE 4.1. Creer es comprometerse El peligro de la fe es quedarse en pura palabrería o en discursos bonitos que para nada tocan la realidad de la vida. De semejante escapatoria ya advirtió Jesús: “No todo el que dice: ¡Señor, Señor!, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre” (Mt 7,21); y más tajantemente aún el apóstol Santiago: “La fe sin obras es fe muerta” (Sant 2,17.26). Y es que la actitud de fe sincera se preocupa más de hacer que de decir:

“El discípulo de Jesucristo es el que hace; no es discípulo suyo quien dice y no hace. La distinción fundamental propuesta por Jesucristo es entre el decir y el hacer. Hay gente que dice y no hace; otros no dicen y hacen; sólo éstos son cristianos. El problema principal no consiste en saber decir, sino en querer hacer. Los hombres saben lo que hay que hacer, pero no lo hacen: ése es el drama de la humanidad” J. Comblin No sirve, por lo tanto, quedarse en una fe puramente sabida; es preciso llegar a una fe coherente y sinceramente vivida. Porque, en realidad, o “se vive creyendo y se cree viviendo”, o si no, no hay auténtica vivencia de fe. No existe otra alternativa.

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Momento de interiorización y de comunión sincera en el grupo

1. LA FE ES LLAMADA, GRATUITA INVITACION DE DIOS ­

¿Lo creo yo así?

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¿He tenido experiencia de esa gratuidad de Dios en mi vida?

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¿De qué manera?

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¿Con qué me ha sorprendido Dios?

2. “PARA CADA HOMBRE GUARDA UN CAMINO VIRGEN DIOS” ­

¿He descubierto ya ese camino?

­

¿Cómo lo estoy recorriendo?

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¿Adónde creo que me va a llevar?

3. “SI OS SENTÍS LLAMADOS, ¡RESPONDED!” ­

La fe, tal como yo la siento.

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¿Me pide dar una respuesta con mi vida?

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¿Qué respuesta estoy dando?

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¿Corro es riesgo de fiarme de Dios, aun cuando no lo vea todo claro?

4. LA FE ES EXPERIENCIA DE RELACIÓN CON DIOS ­

¿Cómo vivo yo la relación con Dios?

­

¿De qué manera la siento y dónde la manifiesto?

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¿A qué me impulsa? ¿Qué estoy dispuesto a hacer para mantenerla viva?

5. LA FE REALIZA LA COMUNIÓN ENTRE LOS HOMBRES ­

¿Me he sentido alguna vez en comunión profunda con los demás gracias a la fe?

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¿En qué momento he sentido esa comunión?

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¿Cómo expresaría yo lo que esa vivencia ha significado para mi?

La fe no es algo que se tiene o que se sabe: la fe se vive, se vive por los cuatro costados como la vida misma. La fe es actitud de vida. Es a un tiempo palabra y acción, contemplación y lucha, mensaje profético y compromiso.

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Fe significa adhesión, no a un sistema de verdades, sino a la persona de Jesús y a su proyecto liberador. Adherirse quiere decir que en este caso implicarse, impulsar hacia delante el proyecto cristiano, en definitiva, comprometerse. La fe es “compromiso con la humanidad, con el mundo y con Dios. Creer es comprometerse” (J.M. González Ruiz) Y quien dice comprometerse dice adoptar una postura crítica y lúcida ante la realidad, dice valor para denunciar las injusticias, arrojo y constancia para transformar las situaciones inhumanas, utopía para liberarse y liberar del “comecocos de turno” opresor. Pues la fe cristiana tiende a ser dinámica, activa, transformadora, subversiva y, en ocasiones, revolucionaria.

“Mi vida humana comenzó cuando llegué a ser un militante revolucionario para realizar las exigencias de mi fe de cristiano. Y mi vida ha cobrado todo su sentido cuando descubrí, en mi fe, el fundamento de mi acción revolucionaria. Esa fe no consiste en adherirse a una serie de verdades prefabricadas, sino en iniciar una creación, en comprometer la existencia con un estilo de vida. La fe es lo que nos pone en marcha”. R. Garaudy

4.2. ¡Celebremos la fe! Motivos no nos faltan para celebrar la fe que Dios ha sembrado en nuestra vida como una semilla pequeña y que va germinando hasta dar fruto maduro (Mc 4,26­ 27). 4.2.1. Una posibilidad de celebrar esa fe es valorar y resaltar la experiencia de encuentro con alguien, el Señor, que revoluciona y transforma nuestra propia vida. Como sucedió con la samaritana, con Nicodemo, y con tantos otros que celebraron gozosos la presencia benefactora de Jesús en sus vidas (Mt 8,8; Mc 10,50­52; Lc 7,16; Jn 3,2; 4,29). Advirtiendo y, sobre todo nosotros, hemos sido encontrados por él y que ojalá quedásemos embebidos de su presencia, según la expresión feliz de Tagore:

“ Días tras día, Señor de mi vida, estaré ante ti cara a cara, Señor de mi vida”. 4.2.2. También es oportuno celebrar la fe como regalo de dios, como sorpresa, como don gratuito. ¡Cuánto reconocimiento merecen los pequeños o grandes detalles con que Dios nos sorprende de continuo! Celebrar asimismo la fe como llamada, como oferta con el Señor nos hace, como invitación a colaborar en el proyecto de Jesús y en la construcción del Reino. ¡Qué detalle que el Señor quiera contar precisamente con nosotros! 4.2.3. Por último, vale la pena celebrar la fe por lo que implica la plenitud de vida y de sentido, por la liberación y esperanza que proporciona a quienes se encuentran machacados, oprimidos y excluidos, por ser el plan de Dios para la felicidad total y definitiva de los hombres.

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Sugerencias para comprometerse:

1. ¿Percibimos incoherencias entre nuestra manera de creer y vivir, es decir, entre nuestra fe y nuestra vida? ¿Qué podemos hacer para superarla?

2. ¿Sentimos que la fe en el Dios de Jesús –un Dios que toma partido por los pobres­ nos impulsa a algún compromiso en esa dirección? ¿A cuál, por ejemplo?

3. Aceptar las Bienaventuranzas como contenido utópico de nuestra fe crsitiana, ¿qué repercusiones tiene de hecho en nuestra vida? ¿Qué Bienaventuranzas en concreto nos sentimos urgidos a vivir con gestos expresivos?

... Y Celebrar la Fe

4. Celebrar en grupo la relación que mantenemos con dios a través de la fe inspirándonos en la plegaria de Tagore: “Estaré ante ti cara a cara” y expresándola mediante signos, símbolos, gestos corporales, música, etc... 5. Bajo la modalidad de Celebración de la Palabra: ­ revivir textos bíblicos de llamadas de Dios a los hombres (Abraham, Moisés, los profetas...); ­ valorar las respuestas que éstos dieron; ­ Confrontar todo ello con nuestra propia situación de vida. 6. Celebrar con salmos de alabanzas y gratitud, con cantos actuales (“Kairo”), con poesías, declaraciones, textos escogidos, manifiestos utópicos... las “ganas de vivir en plenitud” que Dios nos comunica por la fe.

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