[SdL] noviembre 2013
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La madre del horror mexicano
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hallazgos del Realismo Weird
Fiest a para Piazzesi
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Crack up dear Tutsi pop dos microf icciones
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El angel de la muerte ´
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Ek Kin
zombi
detras´ del monstruo
El canto de las sirenas
Breves apuntes sobre historias de terror q Colaboradores revistadehorror
los hallazgos del realismo W e i r d Por L
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“Cempasúchil” (2013) Gráfica digital de Rubén Gil
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lA e r d a m del or horr ano c i x e m
´ Por Miguel Angel Hernandez Acosta ´
ALGO ANORMAL DEBE HABER EN LOS ESCRITORES DE TERROR QUE LA DECADENCIA LA CONVIERTEN EN MARAVILLA. NO SÓLO CONSIGUEN QUE UNO CREA SUS HISTORIAS, SINO QUE LOGRAN TRANSFORMAR EL MUNDO A NUESTRO ALREDEDOR. SUS PALABRAS (SUS LETRAS) SON CAPACES DE EVOCAR EN NUESTRA MENTE LOS PEORES MIEDOS QUE TENEMOS Y A PARTIR DE SU LECTURA EL MUNDO PIERDE SU LUZ Y SE NUTRE DE LOCURA. EN OCASIONES, DEBEN TRANSCURRIR MUCHOS AÑOS PARA SALIR DE ESA OBSCURIDAD, PARA HABLAR DE ESOS INSTANTES DE SINRAZÓN VIVIDOS.
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Gilda Manso
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Martina clavó la mirada verde en el muñeco que tenía enfrente. Era un conejo de un metro cincuenta de estatura, orejas excluidas. Ella no llegaba al metro cuarenta. La mirada, entonces, fue ascendente, pero no por eso desprovista de autoridad. -Despertate –le dijo. El conejo Felipe parpadeó por primera vez. Martina mantuvo la mirada fija en su flamante pinocho. O en su flamante frankenstein; todo depende siempre de muchas cosas. Cuando el conejo, finalmente, detuvo su propia mirada en la nena, ella le habló. -No lo puedo creer. Funcionó. -¿Qué cosa? –preguntó él. -Que te dije “despertate” y te despertaste. El conejo Felipe asintió, le agradeció esa oportunidad, y le preguntó qué podía hacer por ella. Martina le respondió que por el momento, nada; que esperara unos instantes. Debía hacer lo mismo con sus otros juguetes para poder seguir con el plan. * Martina vivía en una casa grande; la casa, en sus tres pisos, incluía un sótano, una pileta, un cuarto de juegos, un cuarto de estudios, un cuarto de servicio para la mucama, un jardín lleno de rosas de competición, dos perros rotweiller adiestrados para matar a un intruso eventual, y un patio trasero convertido en una plaza, con hamacas, un tobogán y una calesita. Todo eso aparte de las cosas normales que suelen tener las casas: un comedor, una cocina, un living, tres dormitorios, un baño (cuatro baños, en este caso). La casa de Martina habría sido la envidia de todas sus amigas, pero todas sus amigas tenían casas más o menos parecidas, así que, en su círculo social y por lo tanto en su vida de puertas para afuera, esa pequeña mansión pasaba desapercibida. Como si fuera algo chiquito, algo difícil de detectar. De todos modos, Martina consideraba que su existencia estaba repleta de cosas enormes que apenas se notaban (cuando se notaban). Por lo general se trataba de problemas. O de cosas que no se podían interpretar como problemas (¿qué es un problema?, se preguntaba Martina a veces) pero que, fuesen lo que fuesen, la cargaban de infelicidad. Martina veía esos ¿problemas? como manchas; así calmaba la necesidad de ponerle un nombre a las cosas feas que le pasaban. Porque una vez ella había intentado hablar de eso –de sus problemas- con la niñera, Sofía. A ella le gustaba Sofía; era grande pero joven, era linda, tenía novio, fumaba, se teñía el pelo, estudiaba en la facultad. Sofía hacía cosas que ella no podía hacer. A Martina le gustaba pensar que sí, está bien, Sofía la cuidaba porque era su trabajo y sus papás le pagaban
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Miguel Lupian
Sumario
FIESTa PaRa PIaZZESI Vict ´ or Robert o Carranca´ La carpa parecía vender sombra. Piazzesi se detuvo frente al comercio y dejó que el sol le aguijoneara la nuca. Libros abiertos y deshojados reposaban en los estantes como mariposas aburridas, computadoras portátiles con forma de garrapatas, intercomunicadores del tamaño de hormigas y otras antigüedades se apilaban en los rincones de la tienda. —¿Qué va a llevar? -preguntó el vendedor, un gitano tuerto con un bigote puntiagudo y tupido como tarántula. —Necesito. Verá, yo necesito... -contestó el cliente, nervioso-, necesitó... una... —¿Una?, ¿una...? cafetera, ¿una... mano hidrogenética? Ah, tengo algo nuevo que va a cautivar a un coleccionista como usted. Mire, acérquese un poco más. El gitano metió la mano en el bolsillo y extrajo un tren de plástico. Después de darle cuerda y acomodarlo en la mesa, el juguete avanzó por la superficie, lento y torpe como una oruga. —No, no, nada de eso -refutó el hombre-, usted no entiende. Hoy celebro mi cumpleaños. Quiero algo diferente. Algo más exclusivo. —¿Más exclusivo que una brújula? -intervino el mercader exhibiendo un objeto circular y herrumbrado, y pareció atrapar con su único ojo la luz que se reflejaba en los espejos. —¡No!, lo que yo busco... -el comprador mostró varios billetes arrugados que se reflejaron en el ojo del gitano como si este fuera un espejo-. Yo necesito... ¡Una! —Ya veo -asintió el vendedor rascándose las verrugas del cuello-. No son fáciles de conseguir en estos días. Tal vez pueda hacer algo. ¿La quiere programada para algo especial? —No, sin programas, lo que yo... —¿Con cuántos senos le gustaría? ¿Tres... cuatro? —Solo dos. Usted no entiende... —Ah, la quiere como las de antes. Puede lograrse, los nuevos tejidos sintéticos son algo... —¡No! (1)
(1) “Fiesta para Piazzesi” se publicó en Revista Zarabanda, Año 01, Número 01 (Oct - Nov 2010).
Ek KIN Miguel Lupian ´ (1) Escondida entre el manglar existe una pequeña playa secreta que aún se conserva virgen. Sólo la conocen afortunados turistas minuciosamente elegidos. Terrence y su esposa, Ann, fueron los más recientes. Un hombre bajo, de brazos morenos macizos y cuyo nombre no lograron entender, los contactó cuando paseaban por la playa. A la mañana siguiente, el mismo hombre les ayudó a subir a la embarcación que les aguardaba. En su interior descascarado había un par de maderas crujientes y húmedas, un remo, un machete y una hielera. Se sentaron y de inmediato comenzó el viaje. Atrás quedaron la arena cristalina y los bañistas de pieles enrojecidas. Se adentraron en el manglar. Raíces poderosas saliendo del agua. Cocodrilos, garzas, cormoranes… Terrence y Ann se lanzaron miradas de desilusión. Ya habían realizado una excursión similar durante esa misma semana. El guía maniobraba la lancha buscando la posición del sol entre los frondosos mangles. Un par de horas más tarde, el guía apagó el motor y flotaron en silencio esquivando piedras afiladas. Cuando libraron la última saliente, la pareja se levantó con el corazón en la boca. —Ek Kin —dijo el guía que apoyado en el remo se impulsaba hacia la orilla. Los esposos, que no lograban recuperarse de la impresión, bajaron torpemente de la lancha. El hombre sacó un par de cocos de la hielera, les hizo un pequeño agujero con la punta del machete y se los acercó a Terrence. Éste los cogió y a cambio, le entregó unos cuantos billetes verdes.
(1) Una versión de este relato fue incuído en la antología Penumbria 0 (México: KGB, 2012) bajo el título de “Sol negro”.
“Tzompatlipop” (2013) Gráfica digital de Rubén Gil
Crack up, dear Tutsi-pop Juan Pablo Anaya
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Todo goce es consecuencia del desgarre de uno o más tejidos, pero los hechos que asociamos a la sensación de placer, los que quedan impresos en la mente — como son la abundante lubricación vaginal, la respiración agitada, la eyaculación o el espasmo que relaja la espina dorsal— son sólo efectos de un proceso corporal que no se observa a simple vista. Existe, además, otra fisura que se ensancha en el interior de uno mismo, la cual no se percibe hasta demasiado tarde, cuando ya no es posible hacer algo al respecto, y entonces, una se da cuenta, irrevocablemente, de que en cierto sentido jamás volverá a ser esa mujer que sonreía con desenfado. La carne se rasga en los procesos de repetición en los que el deseo se ha apoderado del cuerpo; la personalidad se quiebra cuando la búsqueda de regocijo ha abierto un pasadizo antes ignorado en que nos adentramos perplejos. Tal vez ambos procesos sean uno mismo.
(1) Texto generado para la publicación Monstruo del Centro Multimedia, CNA y publicado originalmente en la revista La Palanca #22, Otoño, 2012.
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LUNES, 12 DE OCTUBRE. Gráfica digital de Eduardo Salgado Nader
Estaba en la casa de mi infancia, encontré a mi hermana cautiva dentro de un foco parpadeante. Gritaba que lo apagara, tenía calor. Fingí no entenderle, apreté la bombilla para que cesara el parpadeo. Quedé frente a ella fumando, despacio. El ruido estático que hace la electricidad por la noche era su lamento. La luz se mantuvo prendida.
t COMO ERA LA COSTUMBRE, el hijo –que lleva
pintadas de rojo las uñas de la mano- le solicita al padre dinero para salir esa noche. El padre se lo niega. El hijo insiste. El padre, siguiendo su conducta habitual, cede y le arroja al piso un billete. El hijo sale de la casa, compra una cuerda y se ahorca. Al lado del árbol elegido deja la nota de remisión donde el precio de la soga y el esmalte para uñas corresponde al valor del billete entregado. Días después, el padre busca el mismo árbol y ata una cuerda para colgarse. La comunidad entera decide que aquel árbol sea talado de inmediato.
Sumario
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(1) La cabeza de un cerdo recién decapitado, ensangrentada y empalada, ocupaba un sitio de honor frente al altar y presidía la ceremonia que estaba por empezar. Revoloteando en torno a la estrella de cinco puntas tatuada en su frente y sus orejas de punta doblada hacia abajo, un halo de moscas verdes con larvas en el vientre le secreteaban pesadillas de fuego eterno y horrores digestivos. El recinto era un pozo de oscuridad sin principio ni fin: piso negro, techo negro y muros negros como pluma de zopilote. Maniatado y amordazado al pie de aquella cabeza, el detective José Abel Rosanegra, de la sección de homicidios, yacía boca arriba en un viejo altar de piedra con forma de mausoleo, sus esquinas decoradas con símbolos cabalísticos y monstruos labrados a cincel en los costados. Le rodeaban cinco perros de aspecto feroz, fauces prestas y raza indefinida, salvo un pastor alemán completamente negro que lo amenazaba con los colmillos apretados. Rosanegra escuchó que alguien abría la puerta de la capilla circular y alzó la vista. En fila india, uno tras otro, los miembros de la secta ingresaron ataviados con túnicas negras y el rostro cubierto por máscaras de madera labrada.
(1) Relato incuído en el libro homónimo (Guatemala: Editorial Cultura, 2013)
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“4 calaveritas de azúcar” (2013) Gráfica digital de Rubén Gil
fascin acion zombi Por Hugo Cesar Moreno Hernandez ´ Un hombre está sentado frente a un escritorio. Centímetros más adelante una placa de vidrio lo separa de gente con cara máscara de espera. Mueve las manos mecánicamente. No mira, sus ojos parecen vacíos. De repente los dirige al reloj. Un brillo refulge al fondo y grismente se abalanza a un aparato para marcar la salida. Mientras, las personas al otro lado del vidrio resoplan murmullos sin disolver la máscara-espera. Sus cuerpos parecen responder a impulsos simples. Se mueven sin voluntad o no por su voluntad: por impulsos elementales. Según Wikipedia, la palabra zombi tiene diversos orígenes tanto por la homofonía como por el significado: cuerpo muerto, movimiento sin voluntad, cuerpo sin alma, cadáver; y se origina en lugares donde predominan religiones espiritistas (las cosas tienen espíritu, o algo así), principalmente África y sus desterritorializaciones esclavistas. Su origen es místico, mágico, de hechicerías. Algo muy cercano al género del horror tradicional. Desde Frankestein los monstruos vienen de la luz, enloquecida, pero luz de la razón. De la ciencia. Expertos en zombilogía, opinan que la novela Soy leyenda, de Richard Matheson (1954), delinea la forma inicial del zombi contemporáneo, pues es producto de la ciencia y no de la magia, como sucedía con los ejércitos de cadáveres de la fantasía épica. Ahí está el horror más acendrado de la guerra fría: los artilugios humanos como arma para la autodestrucción, pero mediante mordidas de mamá, papá o la novia. Sin duda, esto es tan ominoso y, por tanto, fascinante en la medida que nos recentra, ahora como verdugos, como el viejo dios asesino y vengativo, pero más allá, hasta el suicidio. Hoy también interviene el capitalismo global, predador salvaje (cómo olvidar Umbrela Corporation). Los zombis nos invaden. Es la forma de operar de un apocalipsis zombi, pero en el capitalismo de consumo fluyen en las producciones culturales: cine, televisión, video juegos, cómics, literatura, enciclopedias, parafernalia de coleccionista, manifestaciones o marchas, todo con la dulzura lúdica del entretenimiento. Hay dos grandes categorías de zombis según su conversión: los rápidos de infección vertiginosa y los lentos que se levantan después de un rato de muertos. En todo caso, el zombi es el horror de la falta de voluntad, la imposibilidad de someter los instintos más básicos para hallar en la individualidad
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Aquello detrás
del o u r t s mon a Por Norm
Gary Pullin: “Ghoulish Freddy“. Collections Monsters (From A Nightmare on Elm Street 2)
Lazo
La máscara y el cine de horror han tenido un largo amasiato desde el cine mudo. Jack Pierce, creador del Frankenstein como lo entendemos, Maurice Seiderman, conocido y respetado a pesar de no tener crédito en muchas de las películas, Dick Smith, con quien estudió maquillaje Guillermo del Toro y Tom Savini, quien inició su trabajo con George Romero hasta convertirse actualmente en un fetiche para los amantes del género. Los maquillistas de efectos especiales y los actores son los responsables de dar vida y credibilidad a los monstruos que pueblan el cine de terror. Lon Chaney fue el pionero de la caracterización en el cine. Asombrosa su manera de interpretar a los personajes realizando su propio maquillaje en una época en la cual se sabía muy poco de este arte. Chaney innovó siendo autodidacta. Durante el rodaje de “El jorobado de nuestra señora de París” (The hunchback of Notre-Dame, 1923) ocupaba cinco horas para maquillarse y debía soportar cerca de treinta y cinco kilogramos de plástico en la espalda para recrear una joroba verosímil. En “El fantasma de la ópera” (Phantom of the opera, 1925) se colocaba alambres en las fosas nasales para aumentar el tamaño de las aletas. En “El príncipe de los infiernos”/”La pena”, (The penalty, 1920) Chaney interpretó a un hombre que clama venganza porque le amputaron ambas piernas sin que fuera necesario. En esta película permaneció durante el rodaje con las piernas amarradas a su espalda y caminando sobre sus rodillas. Otros sacrificios de Chaney durante los rodajes
fueron soportar durante una filmación una membrana de huevo dentro del ojo, y clara de huevo —también en los ojos—, para crear la ilusión de estar tuerto. Si los efectos especiales y el cine de terror han vivido un romance desde el cine mudo, Lon Chaney y su arte consumaron la historia clásica de amor trágico. Estas auto flagelaciones fueron las verdaderas culpables de su muerte en 1934. La versión oficial de la compañía cinematográfica fue que pescó neumonía gracias al duro frío de Wisconsin durante la filmación de “Gigantes de acero” (Thunder, 1929). La otra historia revela que se le atoraron trozos de nieve ficticia en la garganta. Murió de una hemorragia masiva en garganta y pulmones. La historia de cómo Lon Chaney empezó a sentirse atraído por el cine es harto curiosa. Los padres de Chaney eran sordomudos. La leyenda cuenta que en su afán de entretener a su madre, el pequeño Lon le relataba historias que debía actuar con muchas gesticulaciones para que pudiera entenderlo. Era fácil adivinar que se sentiría cómodo en el ámbito del cine mudo. Lon Chaney es un caso interesante porque era actor y monstruo al mismo tiempo. Su versatilidad y el manejo del disfraz hicieron que el hombre siempre se impusiera a los personajes. Fueron diferentes las historias de Lugosi y Karloff, quienes jamás pudieron librarse de Drácula y Frankenstein. En el cine de terror contemporáneo existen dos actores igualmente emblemáticos, y eclipsados por sus personajes: Robert Englund, Freddy Kruegger de “Pesadilla en la calle del infierno” y Doug Bradley,
EL CANTO DE LAS SIRENAS Por Pepe Rojo Mientras escribo este texto, no he dejado de escuchar sirenas de patrullas en la calle. No he aprendido a distinguir entre el sonido de un cuete y un balazo, así que salto cada vez que escucho una detonación. Los rumores esta semana dicen que varios sicarios entraron a dos escuelas primarias en Rosarito y se llevaron a dos niños. No se sabe nada de ellos. Tampoco se han confirmado los rumores. Vivo en una de las pocas ciudades de este pais donde está prohibido que los adultos usen máscaras en Halloween. Aquí las personas sí se convierten en monstruos. Hacen “pozole”: sumergen los cadáveres en ácido para desaparecer los restos. Los policías le exigen seguridad al presidente municipal. Los narcos prometen cien cabezas cortadas esta noche de brujas. Así que sentarme a escribir sobre literatura de horror me parece paradójico. Mejor me asomo a una ventana. Ahora regreso.
El premio nacional “Criaturas de la noche”, convocado anualmente por el Icocult, es el único testimonio oficial de que la literatura de horror existe en un país, en una realidad, donde el horror es cosa de todos los días. La estrategia narrativa con más recursos para lidiar con nuestra experiencia cotidiana ha sido desterrada e ignorada. Pero ése es el problema del horror. Es una literatura que fácilmente cae en lo predecible y en los lugares comunes. Es una literatura que ha mostrado ser complaciente y formulaica. La tradición ligada al monstruo suele estar acompañada de falta de imaginación. Leer otro típico cuento de vampiros me parece una tortura (mejor me asomo por la ventana). Es muy difícil caer en el juego del horror colonial, o del hombre lobo, o del horror rural, o del gore ingenuo. Sólo los mejores escritores logran otorgar vida a los disfraces que llenan los pasillos de los súpermercados. Para sacar al horror de su letargo se tienen que buscar nuevas herramientas de tortura. No es fácil asustar a gente que vive asustada. No sólo hay que asomarse a la ventana (de los libros, de la tv, de la computadora). Hay que buscar en los rincones. Hay que salir a la calle.
MOTEL BaTES Por Yussel Dardon ´
La habitación de la mujer que grita Al apretar los puños, Marion busca rutas alternas en su memoria para olvidar la sensación de que la cerrar los ojos una ancian le arranca la dentadura. Se esconde en el recuerdo de aquel hombre por quien robó dinero, pero cuando la angustia le cede paso al confort, un sonido de violines chirriantes la regrea a su realidad, de donde sabe jamás encontrará la salida. En la habitación se entierra las uñas en los oídos, para no escuchar sus prolongados gritos de angustia.
La habitación del equívoco Al apretar los puños, Marion busca rutas alternas en su memoria para olvidar la sensación de que la cerrar los ojos una ancian le arranca la dentadura. Se esconde en el recuerdo de aquel hombre por quien robó dinero, pero cuando la angustia le cede paso al confort, un sonido de violines chirriantes la regrea a su realidad, de donde sabe jamás encontrará la salida. En la habitación se entierra las uñas en los oídos, para no escuchar sus prolongados gritos de angustia.
Atento aviso MOTEL BATES, PREOCUPADO por la desaparición de la conciencia, ofrece un juego de tijeras que se ubica en el primer cajón del tocador, con el que puede cortarse el cabello. De manera casi inmediata, le garantizamos que un niño sin párpados entrará a la habitación para arrancarle el cráneo a mordidas. Con sus recuerdos en la alfombra llegarán las ratas que duermen entre los muros de Motel Bates.
Breves apuntes sobre historias de terror e
Por
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“Cabeza de mujer llorando“ (1937). Pablo Picasso.
coLaboradores Luis G. Abbadié (Guadalajara, 1968). Se especializa en literatura de horror, seudobibliografía y brujería. Sus obras publicadas incluyen Códice otarolense (2002), El código secreto del Necronomicón (2013) y La larga noche (colaboración con Alessa Gil, 2013). Juan Pablo Anaya (1980). @JuanPabloAnaya2 Profesor, ensayista y ufólogo. Es autor de Kant y los extraterrestres, merecedor del Premio de Ensayo Joven “José Vasconcelos” (2012). Víctor Roberto Carrancá (México, D.F., 1984) @robdelamora Maestro en Letras Iberoamericanas y egresado de la Sogem. Reside en Puebla. Pronto saldrá a la luz su primer libro de cuentos El espejo del solitario. Rubén Gil (1978). Ensayista audiovisual hidalguense, desarrolla lo que llama ensayos indetermediales, mismos que viajan entre el video, lo digital, lo sonoro, lo plástico, y tienen que ver directamente con la vida, con el suceder. Gil no cree en lo permanente. Ilallalí Hernández (Pachuca, 1981). Estudió en la Escuela Dinámica de Escritores. Realizó la residencia artística México-Colombia (Fonca, 2008). Ganadora del concurso de cuento “Ricardo Garibay” (2006). Autora de un libro de cuentos con título extenso de cuatro líneas. Miguel Ángel Hernández Acosta (Pachuca, 1978). @mangelacosta Es autor de la novela Hijo de Hombre (2011). Cursó el diplomado en creación literaria en la Sogem y tomó talleres de narrativa con Daniel Sada. Actualmente estudia la maestría en Letras Mexicanas. Walter Jay (Ciudad de México, 1977). @walter_jay Escritor, editor y psicólogo. Es autor de la novela El camino de las casas cansadas (2011) y director de Editorial De Otro Tipo. Norma Lazo (Veracruz, 1966). @mecanismo_miedo Escritora, editora y guionista mexicana. En 2007 recibió el Premio Nacional de Literatura «José Fuentes Mares» por su novela El dolor es un triángulo equilátero. Fue parte del equipo de guionistas de la serie de televisión “La hora marcada”. Es coguionista del largometraje El mecanismo del miedo. María Marta Linero (Argentina, 1980). Desde chica se interesó por el dibujo como manera de expresión. Estudió bellas artes y cine de animación para dar vida a las imágenes. Reside en la ciudad de México.
Miguel Lupián (Ciudad de México, 1977). @mortinatos Director de Penumbria. “Revista fantástica para leer en el ocaso” y feligrés de la iglesia cthulhiana. Ex alumno de la Universidad de Miskatonic. Es autor de Efímera (2011), Mortinatos (2012) y Trilogía Cthulhu (2013). Mención honoraria en el Gran Desafío #Cuentuitero2013 de Librosampleados. Gilda Manso (Buenos Aires, 1983). @gildamanso Escritora y periodista. Publicó los libros de cuentos Primitivo ramo de orquídeas (2008), Matrioska (2010), Temple (2013) y Temporada de jabalíes (2013). “Ánima” es un relato inédito. Eddy Imeri (Guatemala, 1978). Comunicador, creativo y estratega de marcas y promotor cultural. Ha trabajado temas de comunicación social con Unicef y Oxfam así como con marcas reconocidas de Guatemala. Fragmentos, es parte de una serie de micro relatos visuales que publicará editorial X próximamente, es un intento de encontrar una estética de la muerte en imágenes que se alejan de la tradicional imagen del inerte estado del cuerpo. Hugo César Moreno (Ciudad de México, 1978). Autor de Cuentos porno para apornar la semana (2007), Enseres de supervivencia (2011), Masturdating o apornarse las manos (2012), entre otros. Es miembro del consejo editorial del sitio electrónico SuplementodeLibros.com Byron Quiñonez (Guatemala, 1969). Almirante de la Mar Oceana del Delirio, escultor de pesadillas y nigromante ocasional. Ha publicado las novelas El Perro en llamas (2008) y Aquí siempre es de noche (Premio Nacional de Novela Corta Luis de Lión, 2009), así como los libros de cuentos Seis cuentos para fumar (2001), Guatemala, ciudad matadero (2011) y El ángel de la muerte (2013). Pepe Rojo (Guerrero, 1968). Es autor de Ruido Gris, Yonke, Punto Cero e i nte rrupciones. Es cofundador de Pellejo, drigió también el Diccionario Filosófico de Tijuana, las colecciones de Minibúks, y coordinó la intervención urbana Tú no existes. Ha ganado un puñado de premios literarios y audiovisuales. Yussel Dardón (Puebla, 1982). @ydardon Estudió filosofía en la FFyL-BUAP. Es autor de los libros de cuentos Maquetas del universo (2009) y Motel Bates (2013), Premio Nacional de Cuento Breve “Julio Torri” 2012, de donde retomamos tres relatos.
Sumario
ED ES ICI PE ON CI AL
Suplemento de Lecturas | Año I, Número 1
[SdL] es una publicación de divulgación editada por Librosampleados. Editor: Nahum Torres Rivera. Portada: “Muertito nuestro de cada día“ (2011) de María Marta Linero. Contraportada: Cover illustration of Lucio Fulci’s Zombi, de Gary Pullin, tomada de www.ghoulishgary.com Certificado de Licitud de Título y Contenido en trámite. No. de Reserva de Derechos en trámite. Queda prohida la reproducción total o parcial de los textos sin la autorización previa por escrito de los autores.
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