Li. No siempre resulta sencillo entender la forma en que un artista va construyendo un mundo, una visión personal, una estrategia para aproximarse a las contínuas interrogantes que nos formula la vida. Da la impresión de que se trata de un avance lento, cotidiano, como midiendo un territorio vital para el sustento diario. De este modo, el artista avanza y sus sentidos se enriquecen en todo sentido. Quiero decir, que junto a los sentidos aportados por la anatomía, también se fortalecen los sentidos cultivados por el lenguaje y la cultura. Es así como intento aproximarme al trabajo de Li Briceño: tomando en cuenta ese cuerpo de mujer tejiendo una realidad que la cobija, alimenta, ubica y fortalece como mujer, pues algunas veces resulta imposible, si no imperdonable, desestimar el hecho de que hombres y mujeres construimos realidades y destinos marcados por profundas difrencias. Y que estas diferencias se inscriben para enriquecer el destino y contenido de toda cultura.
Li avanza. Teje, literalmente. En silencio acomoda sus herramientas e ideas y las va usando y desplegando como huellas que escapan a los límites de una forma. Como una niña que aún gatea y descubre el mundo mediante el tacto y la sorpresa, en una poética personalísima que permite que lo infantil se articule con la mujer madura en una sutura que intenta subsanar esa frontera que nos convierte en seres de lejanías. Sutura que, por insistencia, se convierte en tejido que cobija, pregunta y protege, porque lo textil en Li también parece ser texto, textura, estilo, punta que perfora las superficies para unir, para comunicar la importancia de unir, cobijar y preguntarse por la desnudez y el desamparo. He visto a Li ¨armar¨ algunos de sus trabajos en papel, la forma en que dispone de las texturas, herramientas y objetos con el mismo cuidado de un escritor que evita los adjetivos innecesarios o las descripciones frívolas. Hay una profunda voluntad de ¨huella¨, ¨marca¨, señal precisa en un sentido no ideológico, sino lúdico y táctil, que pareciera buscar conciliar el cielo con la tierra, la niña con la mujer y, tal vez, a la mujer con el hombre. Sus métodos y estrategias son, sin duda, el resultado de ese difícil, largo y sostenido oficio de ser humanos, ese arte que sin duda Li Briceño también practica junto a sus propuestas de unir, crecer, tejer, decir, amar y armar. Lic. Jorge Crespo Costa Rica, 2013
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