Mi Vida con Teodora

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M i Vi da c on Te od or a


M i Vi da c o n Te o d o r a * Universidad de Bogota Jorge Tadeo Lozano Historia del Arte ii

Diseño y Diagramación Sebastian Matiz Andrade Mm

PRIMERA EDICIÓN 2012


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No todo lo aqu铆 narrado es hist贸ricamente preciso.



“Ya es hora, se me hace tarde para la ceremonia; pero claro, como no me iba a demorar, este es el evento más importante del decenio, hay que cuidar cada detalle.” Tomó un hermoso reloj de bolsillo dorado de una tímida cajita de cuero azul medianoche, forrada en terciopelo del mismo tinte. Lo acomodo en el bolsillo de su chaleco, y se aseguró que la cadena estuviera firmemente agarrada de uno de los botones. “Es hora” Miró hacia arriba y encontró en el firmamento a sus anfitrionas. Como era un poco tarde, ya se encontraban en la pista de baile. Maravillosas, las estrellas se tambaleaban al ritmo del conciero para violin en Re mayor de Tchaikovsky. “Que agraciadas, siempre tan solemnes al momento de bailar.” Iluminado por un millón de tenues focos, empezó a danzar cuidando cada movimiento, pero sin perder un gramo de frescura y calma. “Solo he llegado unos cuantos minutos tarde, pero que importa, este es un baile donde no existe el tiempo. Aquella de allá, en la esquina, ella bailó este vals hace 34 años.”



contenido -11-

Prefacio -15-

M贸nica La Bestia -27-

Andrea

El Cuerno Dorado -35-

Camila

Ordo Virtutum



Prefacio

P r efacio Durante el estudio de la historia del arte medieval, me he encontrado con ideas que nunca antes habian cruzado mi mente, destruí aquel significado prejuicioso que tenía acerca de la Edad Media. Aprendí a quererla, a respetarla y a desarticular esa idea erronea que el arte medieval era únicamente un compendio de aburridas iglesias, una época oscura, de atrasos para la humanidad, este tan llamado medio evo al cual mucha gente pareciera recordar con desdén. Me dí cuenta que la época de las tinieblas era en realidad una época de luz y de una nutrida y conspicua creación artistica, rica en significados y representaciones. Espacio de creación de majestuosos santuarios sagrados, proyectos de siglos enteros materializados. Mediante esta nueva perspectiva se asentaba, iba enteniendo cada vez mas aquel lejano hombre medieval, y su insólita forma de pensar. Cada vez, este hombre se tornaba más y más conocido, estaba inundado de ideas a las que creo, ya me habia enfrentado, ideas que incluso llegan a deambular en mi mente. Este tan llamado hombre medieval esta presente en mi, en mis compañeros de clase, en mi familia, tanto como estuvo presente en el periodo medieval.

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Por encima de todo, mi interes crecio en la mujer, si alguien estaba olvidada, era la mujer. Si bien podemos hablar de la doncella como una protagonista medieval, la mujer siempre ha caido en un segundo plano, como abandonada por la historia de vez en cuando, opacada por historias de Césares, y de caballeros, y de voraces hombres bárbaros en épicas guerras. O por lo menos eso me ha llevado a creer mi experiencia.

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Hoy en dia nos jactamos de una sociedad de ideas modernas, nos separamos y miramos al pasado con resentimiento de aquellos hombres y mujeres -tan atrasados-, viviendo bajo el manto oscuro de la ignorancia. No podemos hablar de historia como allá. Tenemos que entenderla como un aqui y un ahora porque es lo que nos llevó, y nos sigue llevando a ser lo que somos ahora en esta época post-contemporanea. En ese sentido puedo decir que yo vivo, viví y viviré con Teodora, tanto como Bizancio lo hizo.


Prefacio

Les presento a las mujeres del medio evo. 13



M贸n ica - l a be st i a -



La Bestia

L a Be st i a Es un domingo en la mañana. Mónica duerme. El ligero sol septentrional se cuela por su ventana, rasga su pálida piel con suaves caricias. Abre sus ojos y encuentra a su esposo, todavía dormido. Las cobijas la acarician, y la tientan a quedarse en ellas como si hubiesen sido encantadas por la mas maléfica bruja. Sus ojos se enroscaron en la exquisita vista que desde su ventana le hacia compañía. Árboles, pinos, matorrales, un sin fin de verdes que colindaban con su padre, el Rin. Era tan perfecta, tan hermosa, una creación absolutamente conspicua de la naturaleza, parecía una geometría en caos, tan perfecta, pero tan ordenada. A la distancia, la gran distancia notó un árbol dispuesto de forma incoherente en el paisaje, era particularmente tosco, su tronco se dibujaba mas rojizo. Parecía romper con el orden perfecto de lo natural. En su mente retumbaba la idea de un inminente peligro. “Ven a mi, y serás combatido” exclamo con todas sus fuerzas hacia sus entrañas. “Hola mor, como amaneces” susurró una voz masculina. Una leve y jocosa risa invadió el espacio por unos segundos. “Siempre me ha encantado la vista de la finca, mira lo bonito que se ve el Jaime Duque desde acá.”

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Juntos bajaron y desayunaron unas cuantas castañas con jugo de manzana. Mónica fijo sus ojos en una botella de cidra que estaba en la alacena, la notaba mas rojiza de lo normal, su jugo se veía viscoso y poco apetecible, pareciese ser que el encarnado tinte creciera dentro del brebaje. Su pecho se sintió estacado justo cuando a la distancia sonaba su celular. Leyó lo que decía, era de nuevo el trabajo; ella era una mujer de leyes en su comarca, respetada y elevada al nivel de los druidas y de los bardos. Era de admirar, pues cuando niña, su aclamado y poderoso padre había muerto en una sangrienta guerra con un pueblo vikingo y se encontraba en el Annwn bebiendo de las aguas de la vida, las mas dulces que jamás existirán. Al no poder alimentarse del poderío de su padre, Mónica creció como una simple agricultora. Las invasiones de la gente del dios cristiano la habían formado como una mujer fuerte e inteligente, llevándola al honor. “Me necesitan en una comarca vecina, partiré y volveré al ocaso de el equinoccio vernal.” Así Mónica se embarco por las tierras verdes para acudir al llamado. La tierra era generosa y la mantuvo bien dotada de castañas por un par días, en un equilibrio sagrado con el suelo. El tercer día de trayecto, despertó bajo la sombra de un árbol, había intentado esconderse de la lluvia la noche anterior. Su pecho se sentía como si se estuviera preparando


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para una gripa. Una gripa muy fuerte. Se levantó y retomó su rumbo. Mientras caminaba empezó a estructurar una idea que quería exponer ante la comarca vecina, ella creía que el matrimonio no debía ser un contrato de posesión, sino que ambas partes deberían vivir en igualdad, quería que su comarca y las comarcas vecinas vivieran de la forma en que había fundado su hogar con su esposo. Tejía las palabras en oraciones y las oraciones en argumentos de manera esplendida, estaba muy segura de tener una buena recepción. Sus ideas se tornaban en pilares fuertes mediante avanzaban las horas, pero su estomago carecía de cimientos, cada vez tenia mas hambre, se debilitaba y cada vez sentía un ardor mas fuerte en su pecho. Llegó la noche con su furia y oscuridad envolvente, pegándole en la frente como si hubiera chocado con una enorme piedra. Abrió los ojos para encontrar frente a ella un abominable mounstro, tenia una piel caparazonada de un negro opaco como el firmamento. Ocho patas espigadas y erizadas de un naranja extremadamente brillante, de ellas chorreaba un viscoso líquido, con una textura parecida a la miel, era de un color café oscuro. Mónica siguió el rastro de este repugnante almíbar, y se dio cuenta que provenía de las entrañas de este asqueroso animal. Lo último que notó fueron sus amenazantes ojos violeta, brillando en el negro nocturno,

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viéndola fijamente, dispuesta a enfrentarla. La criatura tenia unas fuertes tenazas en la boca. De ellas, salió disparado un chorro de aquel regurgitarte liquido que chocó directamente con su busto. Ella sintió como el dolor punzante en su pecho se desató hasta el tope, jamás en su vida había sentido algo tan doloroso, tan ácido, tan espeluznante como aquella sensación. Ni las más toscas hachas, forjadas con el mismo hierro del martillo de Mjolnir habían causado tal dolor en su robusto cuerpo. Sentía como si el sol se hubiera adentrado en ella y la estuviera consumiendo en un fuego maldito. Recobró el equilibrio y con todas sus fuerzas intentó desprender aquel sebáceo liquido de su busto. Clavó sus uñas en el centro de su pecho, y aró su piel con todas sus fuerzas, no logrando nada mas que aumentar el dolor. El líquido parecía estar adherido a sus poros. “De seguro este mounstro era enviado por la mas macabra de las brujas que rondan estas tierras, cada vez mas lejanas del Rin” pensó, y su reacción inmediata fue pararse de nuevo y tomar un profundo respiro. Mónica abrió la puerta giratoria y oyó el chirriar de esta como nunca antes, sintió como sus pupilas se ajustaban a la luz verde. Todo se sentía tanto, parecía estar buscando la confirmación de la realidad misma. “Sebas, Vale, vengan a la cocina” gritó. “Ya va” dijo la voz de un niño. “Ya va no, YA!”. Se oyeron cuatro pisotones, y por la puerta entraron


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disparados Valentina y Sebastián, los hijos de Mónica. — “Hijos, toquen esto, ¿si sienten?, es una bolita…” — “Si mami, creo que si, ¿que es?” — “Esa bolita es mala, es una enfermedad, duele mucho, hoy me dijeron que la tenia.” — “¿Quieres un Dolex para tu bolita mami?” — “No hijo, no, es mas grave que eso, voy a tener que ir al hospital un tiempo, se me va a caer el pelo, pero todo va a estar bien, no te preocupes, ya vas a ver como rezándole al Divino Niño todo se soluciona.” Mónica cayo al piso. Por mas que intentaba concentrarse, no podía, el dolor que le infundía esta asquerosa viscosidad era incomparable. Le parecía tan dolorosa esta situación; la criatura estaba frente a ella, inmóvil, estática. Si tan solo el mugre que recubría su pecho la dejara pensar claro... De seguro podría matar a la criatura con sus propias manos desnudas. Ella perdía la fuerza en sus rodillas mientras sentía su corazón en llamas. La cosa solo la miraba, con sus ojos violetas, penetrantes, punzantes, dominantes. Cayó al piso, y sentía como quemaba el liquido arrastrandose entre su cuerpo, sentía cada uno de sus poros abrirse, y abrirse, y estallarse al paso del vil veneno.

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Inmersa en una cama Mónica nota a su hijo con la cara pálida, como si hubiera visto un espanto. Atravesó el laberinto de cables y sondas y tomo la manó de Sebastian. — “Hijo, a veces la gente se enferma, en este momento estoy enferma, pero tranquilo que esto le pasa a cualquiera, ya en unos días estaré bien de nuevo, no te preocupes.”

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Pasó la mano por el pelo de su hijo, como peinándolo, bajando a su cachete y dándole una sola y cariñosa caricia con su dedo gordo. Luego miro alrededor suyo, había rosas de todos los colores inundando el cuarto, agapantos, girasoles, chirosas. Las paredes estaban vivas, casi que se podía hacer una enciclopedia completa de flores, casi, faltaba el lirio. Mónica sentía como su cuerpo se estallaba a la entrada de tan nefasto brebaje. Algo tenia que hacer, no podía darse a la muerte en este lugar, mas aún cuando un manto de árboles era fiel testigo de su aparente falta de lucha contra la criatura, que seguía allí, mirándola fijamente a través de sus ojos violeta, en ningún momento se apagaron. Por un instante, logró la calma, se vio a ella, en esa situación, como una espectadora más, siendo penetrada por el animal, clavada al piso por su pecho mientras el jugo se adentraba en su ser. Vio los árboles, contemplantes. Volvió en si cuando por su pecho


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atravesaban las ultimas gotas a sus adentros. Las sintió aún mas acidas que las primeras, quemaban sus últimos alientos mientras pasaban lentamente por sus poros. Cuando todo entro en ella, respiraba de manera dificultosa. La memoria viva de sus hijos clavó su cabeza, vió sus caras de angustia y de dolor, si el veneno corroyente le dolía, esta imagen si que la diezmaba, la expresión angustiosa tan temida por ella. Tan temida, porque ya la había vivido, había sentido el verdadero sufrimiento el día que vió la cara de sus hijos en esta misma expresión, el día en que su primer esposo y padre de sus hijos se echó a la muerte. El recuerdo fehaciente de este tenebroso momento en su vida le recordó su razón de ser. Tomo un gran respiro, se levantó, y paso saliva. Sintió el veneno quemando sus entrañas mientras bajaba como un liquido maldito a su estomago, mientras esto sucedía, su pelo se desvanecía en cenizas, su cara palidecía y sus arrugas se acentuaban. Al mismo tiempo, la criatura caía al piso, chillaba, se retorcía, sus patas daban patadas en el aire, se intentaba poner en pie, pero estaba sucumbiendo ante el poder de voluntad de Mónica, ya no le dolía tanto, pues nada se comparaba con el miedo de ver la angustiosa cara en sus hijos de nuevo. El dolor cesó del todo, y la criatura dejó de moverse, sus ojos por fin se apagaron. Mónica tomo un poco de el mismo veneno que resbalaba ahora por el cuerpo del animal, el

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mismo veneno que ella había soportado, y con el liquido, Mónica decoro su ahora calva cara con la determinación de una guerrera. Con sus propias manos arrancó la cabeza de la bestia y la cargo a sus espaldas, era señal de victoria. Caminó unos cuantos pasos, y encontró unas castañas con un sabor delicioso. Mientras seguía su ruta, retomó su argumentación sobre el matrimonio, Mónica oyó como los árboles le susurraban, repitiendo las palabras de Julio Cesar. “Una hembra celta iracunda es una fuerza peligrosa a la que hay que temer, ya que no es raro que luchen a la par de sus hombres, y a veces mejor que ellos.” 24




A n dr e a - e l c u e r no d or a d o -



El Cuerno Dorado

E l Cu er no D or a d o El sol besa las saladas olas del Mar Mediterraneo una tarde de Julio. El cielo y el mar se funden en un mismo azul en la inmensidad. Hace ya 3 días que el navío de Pablito, temido por pocos, navega sin rumbo aparente dibujando una estela en el sospechosamente calmado oleaje salino. El hambre y la sed carcomían a este pobre navegante y bandido. Llevaba un tiempo esperando que pasara cualquier barco, así fuera una pequeña embarcación para saquear y conseguir algo para sobrevivir. A veces, en sus visiones a causa de tanto sol se le aparecía una mujer en una tela naranja, como traída de los cielos, una mujer de belleza sin igual opacada únicamente por la sutileza en que sus prendas se deslizaban y acariciaban torpemente su cuerpo femenino, envuelto en tan soberano color. Una noche en la que esta mujer pagaba una de sus visitas a su alucinante mente, Pablito, ensimismado en el hermoso color de esta prenda, abrió los ojos para encontrarse sumergido en lo que parecía ser una mismísima reliquia. Estaba siendo testigo de cómo el cielo se teñía de un naranja tan intenso, tan vibrante, tan nuevo para sus ojos. Había visto muchos naranjas, pero éste, éste era algo que jamás había

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presenciado. Era un naranja bañado en oro, cada vez más brillante y magnifico. A lo lejos lograba divisar tierra. “Ha de ser un juego de mi mente” pensó. Se puso ambas manos en su cabeza, y la agitó lo mas fuerte que pudo. Seguía ahí. Entrecerró los ojos para intentar ver mejor a lo lejos. Logró divisar un pequeño foco dorado, un dorado aún mas intenso que el del cielo, de seguro se trataba de algo majestuoso. Mientras avanzaban las horas, Pablito seguía mirando fijamente ese punto, y entre mas crecía, mas brillante se hacía, y a su lado se empezaba a dibujar lo que el pensó era un cuerno, un cuerno que reflejaba toda la luz del sol en su rostro. 30

Encandelillado despierta Pablo que estaba tomando una siesta en su sala de estar, “En que momento salio el sol si estaba lloviendo, maldito clima bipolar.” Sonó su celular, era Mariana, una amiga de sus épocas de colegio, lo quería invitar a su casa a tomarse unos rones con unos amigos y su hermana. El accedió. En su cuarto, seleccionó su mejor ropa, las mejores telas, las más suaves. Pensó cuidadosamente como combinar su atuendo pues la hermana de Mariana estaría ahí. Dicen que esta mujer ha gobernado sobre los hombres más toscos, que los ha enloquecido, que ha logrado enamorarlos y desahuciarlos. Se bañó en perfume y embarcó su automóvil. Las calles se peinaban doradas a su paso. Un momento mágico y sublime en aquella


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tarde de Julio entre la brisa salada. Pablito vio como el punto dorado había crecido lo suficiente como para entender que se trataba de una basílica que coronaba un trozo de tierra. En ese momento las olas le trajeron un canto que provenía de esta tierra mágica que se desprendía ante sus ojos. Era un canto hermoso que narraba las historias de los guerreros más grandiosos, historias únicas, teñidas en sangre, historias de el hombre blanco enfrentando al moro en busca de lo que es suyo en un grito de cruzada. Era la voz más dulce que jamás hubiera oído, de seguro esta es la voz de la mujer más hermosa e inteligente en la tierra. Era una voz solitaria entre las olas, era tan atrayente, tan hermosa, tan, tan, tan… Entonces, su nariz fue atacada por un aroma mágico. Pablito estaba conmovido, el color, el brillo, el olor, el canto, las olas, la brisa, la calma del mar, el cuerno, la basílica hermosa como ella sola. Entonces entendió. Le habían hablado en un pasado de una ciudad que cantaba, que expedía el aroma de los cielos, que estaba bañada en oro, lo único que podía estar ejerciendo tal fuerza magnifica y atrayente era sin duda, Constantinopla. Durante toda su vida, había deseado tanto el llegar a este maravilloso lugar de ensueño, que incluso pensó que era mentira, una invención de los torpes navegantes con los que se topaba, pero ahora, estaba frente a su majestuosa presencia, y frente a su susurro tierno y melodioso, un sonido ronco pero a la vez dulce, algo novísimo para sus no acostumbrados oídos.

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Andrea, la hermana de Mariana, estaba cantando cuando Pablito llegó a su casa. Muy cordialmente saludó a su anfitriona y a su talentosa hermana. La felicitó por tan hermosa voz. Era la primera vez que Pablo hablaba con Andrea, y si que le pareció un encuentro majestuoso.

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Ya era el tercer mes en que Pablito estaba viviendo en Constantinopla, había conseguido un puesto como mensajero de un hombre de grandes riquezas, era comerciante de sedas y de especias, su riqueza era inimaginable. Un día, por la naturaleza de su trabajo terminó llevando un hermoso vestido de seda naranja a una palaciego vecino. A su llegada, fue recibido con una pequeña tacita de cristal que tenía un liquido rojizo y translucido bastante aromatico, çay le dijeron cuando pregunto por la bebida. Mientras esperaba a que se presentara la persona a la cual debía hacer entrega de el tesoro, se acercaba a el un hombre vestido de azul turquesa. Desde que había llegado a esta nueva tierra bizantina, se sentía en un mundo mágico lleno de colores vibrantes, nunca dejaban de asombrarle las prendas. Hablaron durante un rato, y de su conversación aprendió que aquel hombre era Shahriar, el rey de una lejana tierra que venía en busca de un vestido para una mujer, su mujer. “Dicen los caminantes que en estas tierras hay un mercader con sedas que no se comparan con las de nadie mas, eso es lo que quiero, no deseo menos para mi


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amada, Sherezade.” Pasaron las horas y Sherezade no salía, y Pablito se hacía cada vez mas amigo de Shahriar. El hombre contó con orgullo el como en su reino solía casarse con una mujer distinta cada noche y las ejecutaba al día siguiente para evitar la traición; su primera esposa le habia sido infiel y no habia podido curar su pena. No entendía entonces porque el rey estaba con esta mujer, Sherezade. Llevaba ya unas horas Pablo sentado en un pub capitalino oyendo a Shahriar hablar de sus incontables encuentros con mujeres, sus historias fantásticas de encuentros sexuales y desapego emocional. Narraba de forma Narcisa y victoriosa la forma en que conquistó mujeres en un pasado. “Y ahorita no estas saliendo con una niña entonces?” pregunto Pablo. “Si” musitó, “Es Sherezade, por mas que lo intento, no me puedo despegar de ella, ha logrado mantenerme despierto todas las noches con sus increíbles conversaciones” Historias de guerreros, de bandidos, de palacios, de ladrones, de princesas, de un poderoso efrit, de bueyes, de mercaderes; todas mágicas e increíbles, claro, mantendrían despierto a cualquiera. Lastimosamente, Shahriar no era tan hábil con las palabras, en poco tiempo logró aburrir a Pablo, quien partió a la casa de Mariana y Andrea. Mientras caminaba hacia la morada de las hermanas, se quedo pensando en lo magnifico que seria conocer a alguien como lo hizo Shahriar. “Que envidia!!!”

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En la casa de las hermanas solo se encontraba Andrea, Mariana estaba en la casa de su novio, habían peleado la noche anterior y fue a solucionar las cosas de nuevo. Andrea y Pablo hablaban de sus pasados en el Colegio, recordaban con efervescencia su juventud, se reían, y disfrutaban cada momento de ellos. Andrea se empezó a arreglar, pues esa noche tenía una cena familiar, Pablito se quedo en el cuarto mientras Andrea cambiaba su ropa. Su cuerpo desnudo ambiento el cuarto, las paredes doradas parecían brillar mas, el rosa parecía ser mas fuerte, el olor a azafrán era cada vez mas poderoso, los aromas, los colores, los sonidos penetraban a Pablito. Por la ventana entraban los rayos naranjas del sol, tocando cuidadosamente la hermosa silueta de Andrea, su piel bronceada se veía cada vez mas radiante. Volteó su cuerpo y puso por encima de sus hombros el vestido de seda naranja. “¿Como me queda este?” canto Andrea en una voz baja, ronca y melodiosa. Sus enormes ojos eran ahora el centro del universo de Pablito, sus pestañas negras y encrespadas enmarcaban los mas bellos ojos verdes. La seda del vestido naranja rozaba con su cuerpo de una forma exquisita, saboreaban su piel de manera suculenta. Era una escena llena de luz, todo brillaba, todo deslumbraba a Pablito. Entro a ver en detalle el vestido, y vio como los hilos de oro se entretejían entre las finas sedas pigmentadas. La tela en


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sí hacía un juego entre el brillo y la oscuridad, daban una sensación tan calida pero tan fría una textura tan hermosa, tan vaporosa. “¿¡Qué estáis haciendo!?” gritó un hombre, cortando los colores en dos al paso de su estrepitoso gemir. Pablito se asombro al ver entrar a Shariar iracundo al cuarto. Fue entonces cuando entendió que Andrea era la misma Sherezade, le había engañado. Los ojos de Shariar se bañaban en sangre al recordar dolorosamente lo ocurrido con su anterior conyugue. “Este hombre ha entrado a mi aposento mientras cambiaba mi ropaje, ha de ser decapitado” gritó Sherezade de forma muy aguda y sigiloza, como si todo hubiera estadeo planeado desde un principio. Acto seguido, la cabeza de Pablito rodó por el piso dorado hacia donde estaba el vestido, ahora manchado por la sangre vertiente del cuello vacío de su antiguo cuerpo. Los colores se restauraron, volvieron a ser tan coloridos como eran antes, incluso el escarlata intenso que ahora bañaba la habitación. “Por Alá Sherezade, tenéis que gritar la próxima vez que algo de esta índole suceda, como he yo de adivinar, ni que fuera yo un efrit. Ya que lo solucione, tengo ahora deseos de que me cuentes una o dos o tres anécdotas morales.”

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Ca m i l a - or d o v i rt u t u m -



Ordo Virtutum

Or d o Vi rt u t u m — “Levantaos perezoso” me gritó mi madre. — “¿Para qué?” le respondí jocosamente, “Sí hoy se acaba el mundo ¿De que me sirve levantarme?” — “Callad, si hace 150 años no pasó, tampoco pasará bajo la luz del día de hoy. Alistaos, pues os espera un largo viaje hasta el convento de Rupertsberg” Fue así como me resigné a dejar mi lecho, me bañé e hicé mis oraciones. Al bajar mamá me recibió con un suculento desayuno. Cuando salí, una carretilla me esperaba. Me monté en ella y durante el trayecto, siempre acompañado de el sonsonete del galopar de los caballos, me eché a recordar mis viejas andanzas con Hildegard en Disibodenberg. Era una mañana bastante fría, estaba nublada, la luz blanca le daba un aire místico a el recorrido, era una de esas típicas mañanas de los primeros días de la primavera, ya empezaban a asomarse tímidas las primeras flores, adornando el pálido verde del pasto. Me desperté justo en la estación de Las Aguas, ya tenía calculado el tiempo que podía dormir en el Transmilenio en

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mi subconsciente después de ya haber pasado un semestre en la Universidad. Me baje y caminé hacia mi primera clase. Me quedé esperando afuera del salón, charlando con mi amigo Camilo, cuando de pronto entró intempestivamente una mujer que si bien era bajita, lo compensaba en presencia. — “Vayan y compren un pliego de papel periódico y un lápiz.” — Todos nos quedamos perplejos ante este saludo. — “Pero ya! Que no tengo todo el día”

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Cuando volvimos, la profesora Hildegard nos puso a dibujar una letra a mano, era una versión de Garamond. Según ella, ese día empezaríamos a respetar y ser devotos a la tipografía. En medio de esta explicación llegó una joven, su actitud era muy fresca, parecía no importarle haber llegado tarde a la primera clase. — “Has de ser nueva en el convento” vociferó Hildegard, “Imagino que eres una de esas mujeres acostumbradas a tener la vida fácil, se te nota en tus pieles blancas, nunca tocadas por el sol, y en tus manos suaves se nota que no conoces de labores.” — “Perdón” dijo una voz dulce y leve “Pensé que el coro se reuniría más tar—”


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Fue entonces cuando la joven tropezó y cayó de bruces sobre la grama, las demas monjas contuvieron la risa. — “Ora et Labora hermana, no lo has de olvidar, ante el señor no hay excusas. Ahora toma tu lugar, estaba contándoles acerca de la obra en la que he estado trabajando...” Hildegard nos esbozó lo que ella había pensado, era algo revolucionario; era una obra entintada de moral y de llevar la palabra de Dios a la música. Acto seguido, nombró a 16 mujeres para que cantaran cada una de las virtudes, modestia, victoria, discreción, paciencia, caridad, miedo de Dios etc. Nos comentó que la Humildad, la reina de las virtudes no iba a ser nombrada ese día, ella quería conocer a todas mejor para hacer esa importante decisión. A mí, habiéndome conocido con antelación, y ya teniendo experiencia con mi tormentosa voz, me nombro con el papel del diablo, quien no cantaba. Hicimos las primeras prácticas de la pieza, sonábamos majestuosos, o por lo menos así lo creíamos, entre el grupo, empezaban a destacarse voces, entre estas la voz de la joven que había tropezado. Mientras ella cantaba en conjunto con el coro, se acerco en un torpe galopar, un caballero, con una hermosa armadura plateada. Para mi, era un honor el ser visitado por hombres tan nobles.

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Retiró su casco, revelando una hermosa cabellera negra que se ondeaba en la brisa. Que belleza tan sutil, tenia unas facciones perfectas, reflejaba su valentía en su hermoso rostro. Hildegard me miró tajantemente, había perdido la concentración por un instante y no hice mi parte cuando debía. Inmediatamente me disculpé y entre de nuevo en el papel de diablo. Hildegard no estaba tan agradecida con la visita de el caballero, y le hizo señas para que partiera. Esté se fue torpemente, no musitó palabra, miraba atrás mientras su caballo galopaba hacia el horizonte.

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El caballero apareció en las siguientes prácticas, siempre con la misma rutina. Llegaba al patio, algo torpe, se quitaba el casco, dejando ver su hermosa melena, y se quedaba contemplante. Nunca decía nada. A veces sentía sus ojos juzgándonos en la lejanía, ¿acaso no le gustaba lo que tanto endulzaba nuestros oídos? —“Tu, como te llamas?” preguntó Hildegard mientras señalaba a la torpe joven. —“Me llamo Camila” respondió muy levemente y bajo la cabeza. —“Tienes una voz muy melodiosa, entiendes el espíritu de la obra, vas a ser la Humildad”


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Cuando dijo esto, el caballo del caballero relincho, y con su jinete, huyó al horizonte. —“Muchas gracias, es un honor para mí” dijo Camila. Fue entonces cuando me llamó la atención Camila, y me puse a detallarla. Tenía un rostro amable y radiante, lo que había dicho Hildegard respecto a el color de su piel era fehaciente, ¡que hermoso color durazno! Me senté un día con Camila en el cafecito de la universidad. Charlamos un rato acerca de la gente de la clase, y comparamos cada uno de ellos con una tipografía distinta. Durante el corto tiempo de nuestra amistad, me dí cuenta que era una persona muy entregada a su labor, siempre hacía las cosas a tiempo, y siempre las hacia con amor, siempre hacía las cosas bien. Seguimos hablando un rato, desviando el tema de conversación a Didot, la tipografía protagonista de su entrega, y a mi parecer, la que la representaba. Estabamos hablando de cómo todo se veía bien chiquito cuando noté que se puso muy roja. Cuando volteé la mirada, estaba un joven de cabello negro y largo caminando detrás mío, tenía un parecido innegable a Jesus, el de la cruz. Me quedé perdido un tiempo viendo al caballero que, como era ya habitual, nos visitaba. Tenía su mirada fija en una de

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las torres del convento. No le dí importancia alguna y seguí recogiendo bayas. Entonces oí una melodiosa voz, bastante suave, pero perfectamente entonada, le daba un aroma primaveral a la mañana. Claro, no podía ser otra voz distinta a la de la mismísima Humildad, Camila. La busqué entre las piedras que recubrían el edificio, la encontré sentada en una de las ventanas. Sin dudarlo corrí al interior del monasterio y subí lo mas rápido que pude las escaleras de caracol. —“¿Habéis perdido tu cabeza?” Le dije. “¿Qué haces regalándole el don de tu voz a un hombre por fuera de las prácticas? ¿Dónde habéis dejado el hábito? ¡por dios!” 44

—“He tenido un sueño Volmar, en el ví como Jesús se entregaba a mi, llevaba una hermosa armadura plateada (...) ¡con la misma insignia del caballero! ¡Esto es una señal, Volmar! Jesús me esta buscando, he de responder a su llamado” —“¡Necia! Os estáis entregando a un hombre basando tus acciones en un simple sueño, ¿¡que no veis que el caballero viene acá es a burlarse de la obra de la maestra Hildegard!? ” —“La maestra tiene visiones Volmar, yo he de creer en las mías, ¡Jesus me ha mandado una señal! He de seguirla.” Me senté con Camila en el cafecito para comernos una milhojas, me estaba contando que le gustaba mucho -Jesús-


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(así lo apodabamos). Ella quería conocerlo, desde primer semestre le gustaba y se veían fijamente pero el siempre se reía de ella cuando esto pasaba. Se disculpó para ir al baño, durante ese tiempo noté que Jesús pasó hacia donde se dirigía Camila. Me reí a mis adentros y seguí comiéndome el postre en la ventana del monasterio. —“Volmar, he pasado una pena como ninguna” dijo tartamudeando Camila, “Estaba yo en el patio, cuando vi pasar al misterioso Caballero, me ha dado tanta pena que solté el libro que llevaba, aquel tratado de astronomía del que os he contado estos últimos días; se le ha mojado toda la tapa. El caballero solamente se río. Hildegard de seguro no va a estar feliz por la suerte que ha corrido su libro. Pero algo si agradezco a los cielos, he oído la voz del caballero. Tiene la valentia en su garganta, y exhala el canto de los cielos. ¡Seguro así suenan los mismísimos querubines!” —“Eres necia Camila, estáis abandonando al padre celestial por un placer terrenal. No os dejéis cegar por él, acordaos que el paraíso ha de ganarse durante la vida.” Le respondí. —“Tu no entiendes Volmar, anoche he tenido otro sueño. Jesús, en forma del caballero se presentaba ante mi, y elogiaba con sus ojos mi canto de humildad. Se ha entregado a mi, he saboreado su prepucio, tenía el sabor de

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los más dulces melocotones que jamás haya probado. No fue solo un sueño Volmar, sería ingenua al creerlo. Es una señal del señor, me ha elegido a mi, Camila, para por fin cumplir lo que siempre he anhelado, he de encontrar mi camino hacia Jesús y estoy segura que el camino esta encarnado por aquel apuesto caballero.”

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—“Será como Dios lo desee, recordad que el diablo nos tienta, que sería de mi si hubiese cedido ante estas tentaciones maléficas, de seguro me encontraría viviendo una vida indigna y sería castigado con la misma ira divina con que fueron castigados los habitantes de Sodoma. Quedas advertida joven niña. Ahora has de disculparme, quisiera practicar aún mas mis palabras como el diablo, siento que todavía no satisfago a Hildegard con mi desempeño, os deseo la paz y que Dios os guíe.” Habíamos salido de la última de las entregas finales, me sentí como si hubiera liberado una carga muy pesada de encima. “Vamos a almorzar?” le dije a Camila, y nos dirigimos a el mismo sitio donde almorzábamos siempre en la esquina de la universidad. Subimos y ordenamos. Me llamo una amiga, Andrea, me dijo que si podía almorzar con nosotros, le dije donde estábamos. Camila y yo estábamos discutiendo acerca de el contenido de calorías


Ordo Virtutum

en el papel, cuando ambos nos atoramos al ver que Andrea había llegado nada mas ni menos que con Jesús. Ambos se sentaron en nuestra mesa, la tensión era palpable. Camila y yo no nos podíamos mirar a los ojos, estallábamos en carcajadas si lo hacíamos. Jesús mantenía la calma y se mantenia en silencio. Era ya invierno, y era mi turno de regar las plantas, pobrecitas, ya estaban marchitándose, se extinguían los últimos colores en ellas, me sentía vacío por dentro, aparentemente, yo también me estaba marchitando. —“Todo este tiempo he estado entregado a Dios, y por primera vez dudo de mis virtudes, Hildegard ha vivido la experiencia divina a través de sus visiones, incluso Camila dice haber sentido a nuestro señor, ¿qué he sentido yo? Frío, angustia, dolor, desesperanza. Necesito sentir el calor del señor y florecer como florecen las flores en primavera. Algo mas tiene que haber, algo he de estar haciendo mal.” Me puse en pie de nuevo, era hora de transcribir la obra de Hildegard, algo tenía que hacer conmigo, que buena labor iba a salir de mi estando en tal mal estado emocional. Cuando estaba a punto de entrar al convento, me volteé pues oí el relinchar de un caballo, a la distancia, Camila estaba montada sobre el noble corcel, enroscada al torso de el caballero. Suspiré, y recé por ella.

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Mi Vida con Teodora

Me parecía increíble que Camila estuviera ahora saliendo con Jesús. Ella había estado enamorada de el por dos años, viéndolo a la distancia, siéndole fiel a sus apariciones en sus sueños, y ahora lo vivía en la realidad. Que bonita historia de amor, ojala yo pudiera vivir algo así. Me senté en el cafecito de siempre con Camila, empezamos a tejer chisme tras chisme, hasta que le pregunté como iba con Jesús. —“Deja de decirle Jesús, se llama Camilo” —“Perdón, con Camilo...” 48

—“Todo ha sido perfecto Volmar, antes de conocerme, el caballero perdía el habla al oírme cantar, se refería a mi, tal cual era mi personaje. En la taberna de Bingen se reunía con los hombres nobles, a narrarles sobre la belleza de una hermosa virtud, con una voz melodiosa, perfecta; una voz que se sentía como la mas tierna caricia. Les hablaba de la hermosa piel de esta virtud, de sus tersas manos, que eran suaves incluso a la vista distante del caballero. Les hablaba de la Humildad, suave, sutil, hermosa y acogedora. Jamás he estado tan feliz, estoy segura que haber abandonado el convento fue la decisión correcta.”


Ordo Virtutum

—“Todas las noches rezo por tí, espero que estéis en lo cierto. Acá en el convento todo se ha tornado tenebroso, las paredes se han vuelto más frías, las piedras del edificio envuelven mi corazón, ya no me siento protegido, me siento atrapado, ha perdido su cualidad de refugio. La voz de la humildad ya no es tan dulce como solía ser. Me ha encantado hablar contigo Camila, pero he de volver a las transcripciones de la obra de Hildegard, esta nos tomara años. Ve con Dios.” Cuando llegué al scriptorium, miré por la modesta ventana, Camila abrazaba de nuevo a su caballero y navegaban al alba en su corcel. “…el viento sexual que se halla en las entrañas de estos hombres es de una naturaleza mas fogosa que ventosa.” Me señaló Hildegard, lo transcribí, “sus formas recuerdan a una tienda de campaña y que rodean el tronco de la fuerza masculina reforzándolo y manteniéndolo recto.” Eso fue lo último que transcribí para Hildegard. Me levanté y le dije que abandonaría el convento, al igual que Camila, dejaría atras mi vida de abadia y me convertiría en un loco más deambulando en las tierras de Carlomagno. Seguro hasta me tildarían de brujo. Solo me arrepentí de haber dejado mi papel de Diablo atrás, ya estaba haciendo un papel majestuoso. Supongo que lo asumiré por el resto de mis dias como ciudadano de Sodoma.

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Muchas Gracias s Roc铆o Romero Camilo Uribe-Botta M贸nica Andrade Andrea Plazas Camila Villegas




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