CONTRA-HEGEMONIA SEXUAL

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CONTRA-HEGEMONIA SEXUAL HACIA UNA REVOLUCIÓN POLÍTICA DE LXS CUERPXS SUBALTERNXS



Taller de Grado I Licenciatura en Artes Visuales Docente: Natasha de Cortillas Estudiante: Sebastiรกn (Martin) Rivas Venegas 27 de Agosto, 2020


ÍNDICE: Introducción -------------------------------------------------------------------------------------------------------p10 Capítulo 1: La hegemonía sexual -------------------------------------------------------------------------------p12 1.1 ¿Qué es la hegemonía sexual? -----------------------------------------------------------------------------p13 1.2 Sistema sexo-genero: La base de la identidad sexual ---------------------------------------------------p15 1.2.1 Primera asignación: El sexo -----------------------------------------------------------------------------p16 1.2.2 Segunda asignación: El género -------------------------------------------------------------------------p17 1.3 Hegemonía sexual en cuestionamiento -------------------------------------------------------------------p19 Capítulo 2: Dispositivos de control en la sexualidad --------------------------------------------------------p20 2.1 Bio-poder: “Un arte de gobernar los cuerpos libres” ---------------------------------------------------p20 2.2 Sexo-política: El control del cuerpo y del deseo --------------------------------------------------------p22 Capítulo 3: Epistemología sexual (occidental) ---------------------------------------------------------------p24 3.1 Régimen soberano ------------------------------------------------------------------------------------------p26 3.1.1 Modelo mono-sexual ------------------------------------------------------------------------------------p26 3.2 Régimen disciplinario ---------------------------------------------------------------------------------------p28 3.2.1 Invención de una estética de la diferencia anatómica-sexual: El sexo femenino y masculino p28 3.2.2 Invención de las identidades sexuales: Homosexualidad patológica y régimen heterosexual p29


3.3 Régimen fármaco-pornográfico ---------------------------------------------------------------------------p31 3.3.1 Invención del género: El “sexo psicológico” ---------------------------------------------------------p31 3.3.2 Control micro-prostético: El poder a través de una molécula --------------------------------------p32 Capítulo 4: Cuestionamientos, reflexiones y resistencias políticas sobre la sexualidad hegemónica p34 4.1 Teoria queer: una (micro) política de los márgenes sexuales ------------------------------------------p35 4.2 Trans-gresion de género: ¿Quién es sujetx del feminismo? -------------------------------------------p37 4.3 Disidencia sexual y no-binarix: Una respuesta contra-hegemónica de la sexualidad -------------p40 4.4 Resistencia artística: Lx cuerpx marika como soporte estético ---------------------------------------p43 Reflexiones finales (¡SEGUIMOS EN RESISTENCIA!) --------------------------------------------------p48 Bibliografia --------------------------------------------------------------------------------------------------------p53 Pies de pagina -----------------------------------------------------------------------------------------------------p55


INTRODUCCIÓN: Cuando comencé a escribir este marco teórico, mi intención era abordar la ruptura del binarismo sexual y de género, el cual se impone como única verdad para comprender la multiplicidad de cuerpos e identidades reducidas a una dicotómica: lo femenino y masculino. Tras investigar una parte de la historia de la sexualidad propuesta en el trabajo de Michel Foucault y Paul Beatriz Preciado—quienes analizan los mecanismos y dispositivos de poder que han construido el relato oficial sobre este campo— me di cuenta de que mi problemática era mucho más compleja que el simple cuestionamiento hacia la división binaria de la sexualidad y del género, ya que estas mismas categorías en si eran objeto de problematización. Estudiar la sexualidad en su globalidad implico analizar epistemológicamente este campo, y con ello, la raíz de los conceptos básicos que utilizamos para comprenderla. Gracias a los aportes de diversos teóricos y activistas que han abordado la sexualidad y el género de forma crítica es que hoy podemos comprender y construir nuestras propias narrativas desde los márgenes sexuales. Los feminismos y pensamientos “queer” nos han dejado un legado importante para comprender desde la reflexión crítica nuestras propias identidades, desmontando las construcciones e imposiciones históricas que hemos asimilado como verdades incuestionables. Esta pequeña investigación busca ser un aporte reflexivo desde el activismo teórico, sin olvidar que este carece de sentido si no hay un movimiento socio-cultural que levante sus propios pensamientos y reflexiones. En este texto abordaremos el concepto de hegemonía sexual para comprender como ha operado el poder en este campo, como nos atraviesan distintas políticas identitarias, como se ha construido un conocimiento específico sobre la sexualidad, como se han pensado los distintos discursos dominantes en la historia, y como se han quebrado estos mismos desde las resistencias sexuales contra-hegemónicas.

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CAPÍTULO 1: LA HEGEMONÍA SEXUAL

“Lo que yo soy es más que cotidiano. (…) Yo soy algo que se escapa del binarismo de género, me gusta la disidencia sexual y ese es el mensaje que quiero provocar en ti, para que te des cuenta de las normas, estructuras, y programaciones que te hacen pensar de una determinada forma, y que en realidad es fácil pensar, porque es gratis, y darse cuenta de que las cosas no son como nos las pintan. Muy bien sabemos que el viejito pascuero no existe y el ratoncito de los dientes de leche tampoco, y así podemos ir soltando los globos que alguna vez nos hicieron agarrar con tanta fuerza”. (Fragmento de entrevista a Hija de Perra, Revista Fill) ¿Por qué dividimos la realidad material y subjetiva en dos polos antagónicos como femeninos o masculinos? Pareciera que esta pregunta tendría una respuesta simple: «Porque la realidad está dividida naturalmente como tal». Más bien, la realidad está clasificada por el humano a través de procesos socio-culturales, diferenciando históricamente una dicotomía simbólica en el mundo. La naturaleza no prescribe ni clasifica, son los individuos quienes realizan esta separación. Cuando hablamos de los conceptos «femenino» y «masculino» tendemos a relacionarlos directamente con el campo de la sexualidad, y esto no es casualidad, ya que todo lo que abarca este mundo ha sido reducido durante muchos años en función a esta lógica. Las nociones convencionales que tendemos a asociar con la sexualidad son dicotómicas: macho-hembra, pene-vagina, ovarios-testículos, hombre-mujer, pasivo-activo, heterosexual-homosexual, normal-patológico, etc. Estas categorías parecieran estar prescritas de alguna supuesta «verdad universal», pero ¿realmente esto es así? La realidad es que la sexualidad es mucho más compleja que un simple ejercicio taxonómico de clasificación, a tal punto que no podríamos reducir su globalidad en dos categorías –supuestamente—diferenciadas. El ser humano como naturaleza científica y ente cultural es múltiple en cuanto a sus posibles corporalidades, deseos e identidades que desarrolla. Esta forma particular y reducida de comprender la sexualidad es producto de un discurso dominante que ha sido traspasado a lo largo de la historia, construyendo una serie de conceptos que asumimos como hechos «reales». Este discurso lo definiremos como hegemónico, y trataremos de desarmarlo para comprender como se ha originado y ejecutado dentro de la cultura.

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1.1 ¿QUE ES LA HEGEMONÍA SEXUAL? El concepto de hegemonía cultural fue desarrollado por el filósofo marxista Antonio Gramsci en sus conocidos cuadernos de la cárcel, donde analizo las clases sociales y la “superestructura”, vinculando estas nociones con la dominación y mantención del poder que ejerce un grupo imperante sobre otros subalternos. En esta relación de poder, la clase dominante impone sus propios valores, creencias e ideologías, las cuales configuran, sostienen y perpetúan el sistema político-social hegemónico, convirtiéndola en la norma cultural dominante, universal y validada por toda la estructura social. Para Gramsci, la hegemonía no podía ser sinónimo de dominación, ya que esta implicaría un mayor grado de violencia en su ejecución, y por lo tanto, no tendría el mismo grado de eficiencia en el proceso de imposición. Por el contrario, la hegemonía fundamentalmente sería la negociación constante de los intereses de la clase dominante con respecto a los intereses de las clases subalternas a través del consenso, y en bastante menor medida, de la coerción. Esta negociación constante produciría una base de estabilidad que permitirá a la clase dominante mantener su status quo durante el tiempo, garantizando sus intereses sin la necesidad del uso de la fuerza. Como resultado de este proyecto de consenso, los intereses de la clase dominante se convertirán en los intereses de los grupos subalternos, generando acuerdos universales en torno a ideas particulares para ambos grupos(1). Siguiendo la teoría de Gramsci, no podríamos reducir la hegemonía sexual a un simple discurso dominante, ya que esto no nos explicaría como es que ha perdurado tanto tiempo en distintos contextos históricos y culturales. La hegemonía sexual además de ser un modelo imperante, es la construcción compleja de un proyecto que atraviesa la sociedad, la cultura y el cuerpo, generando un relato universal y «verdadero» sobre la sexualidad a través de distintos discursos en la historia. Debemos tener en cueta que el discurso de la sexualidad se ha construido a través de distintas narrativas dominantes, como las de la medicina, la psiquiatría, la psicología, y la religión, generando discursos únicos e incuestionables. Las supuestas verdades sobre la sexualidad humana nos han dejado nociones básicas con las que comprendemos y estudiamos este campo: los órganos sexuales masculinos y femeninos, la noción de sexo y género, las orientaciones sexuales, las prácticas correctas e incorrectas, las identidades verdaderas o falsas, los cuerpos normales y patológicos, etc. Estas nociones nos hacen comprendernos como sujetos poseedores de identidades sexuales jerárquicamente diferenciadas y asumidas como ver13


daderas, configurando un cuerpo que se define por distintas etiquetas sociales, culturales y políticas.

1.2 SISTEMA SEXO-GENERO: LA BASE DE LA CONSTRUCCIÓN SEXUAL

“Nuestros cuerpos son demasiado complejos para proporcionarnos respues-

tas definidas sobre las diferencias sexuales. Cuanto más buscamos una base física simple para el sexo, más claro resulta que «sexo» no es una categoría puramente física. Las señales y funciones corporales que definimos como masculinas o femeninas están ya imbricadas en nuestras concepciones del género.” (Sterling, 2006: p19) La separación entre el sexo y el género en los estudios de estos mismos campos permitió comprender que el comportamiento humano no está dado por determinismos biologicistas, los cuales sostienen que la «conducta femenina y masculina» se origina en la «naturaleza» del cuerpo. Por el contrario, el comportamiento sexual se construye a nivel socio-cultural. Esta diferencia nos permite comprender en nuestra actualidad al «sexo» como la realidad material biológica de un cuerpo, y al «género» como la construcción del individuo dentro de la sociedad. En la práctica, los cuerpos sexuales son convertidos en géneros a partir del nacimiento para socializarlos como hombres y mujeres diferenciados en funciones y características dentro de la estructura social. La teórica Gayle Rubin establece el concepto de «sistema sexo-genero», postulando que“un sistema sexo/género es un

conjunto de acuerdos por el cual la sociedad transforma la sexualidad biológica en productos de la actividad humana y en las cuales estas necesidades sexuales transformadas, son satisfechas” (Rubin, 1996: 44). Bajo esta lógica, el sistema dicotómico de producción transformara la materia prima (sexo biológico) en productos para la actividad humana a través de la cultura; el hombre y la mujer como sujetos políticos-económicos. La relación que establece Rubin sobre esta producción es sumamente interesante, ya que comprende al género como un producto del sexo en beneficio del interés humano. El objetivo de este proyecto es satisfacer la necesidad de mantener un orden social, atribuyendo cualidades, valores, roles y funciones diferenciadas radicalmente por género. Así, los sistemas sexo-genero definen jerárquicamente las relaciones entre el hombre y la mujer dentro de la sociedad. Basándome en el postulado de Rubín, estableceré el sistema sexo-género como el modelo productor hegemónico de identidades sexuales, el cual operara a través de los procesos de asignación sexual y de género en relación a la concepción genital del individuo.

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1.2.1 PRIMERA ASIGNACIÓN: EL SEXO La primera asignación que recibimos como humanos es la del sexo biológico, definida por la diferencia fenotípica sexual, es decir, por los órganos sexuales externos: el pene y la vagina. Bajo estos criterios, la medicina establecerá si el recién nacido es un macho o una hembra únicamente observando su genitalidad, obviando los otros caracteres sexuales como el sistema reproductor interno o la configuración cromosómica normativa que la medicina establece para el cuerpo del varon (XX) y de la hembra (XY). Esta primera asignación es sumamente relevante, ya que ni siquiera la comprendemos como tal, sino como un hecho biológico incuestionable. Me detengo en este punto ya que el cuerpo sexual humano es mucho más complejo que la reducción del femenino y masculino, siendo esta narrativa dicotómica una de las tanta que han surgido en la historia para comprender la naturaleza del cuerpo y de la fisiología sexual. La realidad es que las categorías del macho y la hembra se ven limitados para las múltiples posibilidades biológicas que puede desarrollar un cuerpo. La filosofa y bióloga Anne Fauto-Sterling ha realizado importantes aportes a los estudios sobre el género y la sexualidad, sosteniendo que “Dos sexos jamás han sido su-

ficientes para describir la variedad humana. Ni en tiempos bíblicos ni ahora. Antes de que supiéramos gran cosa sobre la biología, establecimos reglas sociales para administrar la diversidad sexual”(Sterling, 2018). En la primera etapa de nuestra formación humana, la sexualidad se empieza a construir a través de distintas «capas sexuales»: comienza desde el sexo cromosómico cuando se fusión el esperma (que contiene un cromosoma X o Y) con el ovulo (que contiene el cromosoma X), siguiendo con la formación del sexo gonadal, el sexo hormonal, el sexo reproductivo interno y el sexo genital externo. Además de esto, hay otros factores que intervienen el proceso como los genes, los receptores de hormonas, las características sexuales secundarias desarrolladas en la madurez sexual, etc. Así, al nacer “(…) un bebé tiene cinco capas de sexo. Sin embargo, como con el sexo cromo-

sómico, cada capa subsecuente no siempre se convierte estrictamente en un binario. (…) Este tipo de discrepancias frustran cualquier plan de asignar el sexo como hombre o mujer, de manera categórica y a perpetuidad, tan solo mirando los genitales de un recién nacido” (Sterling, 2018). Comprendiendo esto, podemos entrar a cuestionar la asignación sexual como realidad objetiva y absoluta, ya que la complejidad estructural de las primeras capas sexuales y sus posibles configuraciones son múltiples e irreductibles al binario antagónico del macho y la hembra.

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Estas complejidades se reflejan en los múltiples cuerpos intersexuales y sexo-divergentes que no se ajustan estrictamente a las normas del cuerpo femenino o masculino. Existen cuerpos que presentan la conjugación cromosómica XX y muestran genitales con apariencia de un pene o ambiguo, cuerpos con la conjugación XY y muestran genitales con apariencia de vulva o ambigua, cuerpos con conjugaciones cromosómicas atípicas como XXY, XXX, Xo, entre otras muchas posibilidades. Cuando identifican nuestro sexo no están identificando nuestra complejidad sexual en su totalidad, ya que esta se define exclusivamente a través de los genitales externos visibles. ¿Cuántos de nosotros conocemos nuestra carta cromosómica o nuestra complejidad anatómica sexual interna? La gran mayoría no podría tener certeza de esta realidad. Desde hace años algunos teóricos vienen planteando que el sexo también es una construcción socio-cultural, ya sea por las distintas narrativas históricas que lo ha atravesado este campo y/o por la multiplicidad de sistemas complejos que atraviesan el cuerpo sexual. 1.2.2 SEGUNDA ASIGNACIÓN: EL GÉNERO Posterior a la asignación sexual, comienza un nuevo proceso de asignación identitaria, ya que “Los adultos que rodean al recién nacido identifican el sexo a partir de cómo perciben el sexo genital (al nacer o con base en una imagen de ultrasonido) y así comienza el proceso de socialización de género”. (Sterling, 2018). Así, la segunda asignación será de carácter socio-cultural: se determina un género respecto al sexo asignado, donde el cuerpo masculino (macho) será clasificado como un hombre, y el cuerpo femenino (hembra) como una mujer dentro de la sociedad. Estos géneros binarios son radicalmente antagónicos entre sí, diferenciados por roles jerárquicos, comportamientos, características físicas-psicológicas, preferencias, atracciones, etc. El género viene acompañado de un conjunto de normas que condicionan y caracterizan al individuo social, encarnando lo femenino y lo masculino en su correspondiente cuerpo. Dentro de estas normas se encuentran los roles de género, los cuales imponen modelos de conducta diferente para los hombres y las mujeres. El hombre tiene un rol activo-productivo, en donde se le fomenta su participación en el espacio público otorgándole poder y prestigio. Por otro lado, la mujer tiene un rol pasivo-reproductivo, fomentando su participación en espacio privado y doméstico asignándole las labores de cuidado y crianza. Bajo esta lógica, el hombre se encontraría en una posición de poder y dominancia sobre la mujer, manteniéndola en un estado de subordinación amparado por instituciones sociales como el matrimonio, el cual impone la heterosexualidad obligatoria a través de un contrato social que fomenta la familia tradicional y los roles de género. 17


Claramente, la conducta femenina y masculina no tiene un origen biológico, ya que estas nociones son culturalmente aprendidas y repetidas constantemente a nivel individual y social, perpetuando así la conducta normativa del hombre y la mujer. Esta repetición de la norma femenina-masculina es lo que la filósofa Judith Butler denominara «performatividad de género», comprendiendo la construcción de este como la interpretación y encarnación reiterada de un ideal simbólico(2). Bajo esta lógica, se establecerá la noción de «identidad de género», concepto que se utiliza para comprender el género con el que una persona se reconoce e identificada a nivel socio-cultural y personal. Al comprender el género como una construcción humana, este se piensa como una identidad que puede ser asumida como propia, pudiendo ser leídos socialmente como cuerpos femeninos o masculinos. Bajo esta narrativa, nace una nueva forma de comprender el género y un nuevo paradigma identitario. Actualmente diferenciamos dos nociones para comprender la autopercepción subjetiva que un individuo tiene sobre sí mismo con respecto al sexo y género asignado: cuando la identidad de género de una persona coincide con el sexo asignado al nacer, se le denominara cisgenero, por el contrario, cuando esta identidad de género no coincide con el sexo asignado se le denominara transgenero. Este discurso tiene su origen en la patologización de la identidad trans, donde la narrativa médica del «cuerpo equivocado» dice que este individuo nace en el «sexo incorrecto», y que por ello, debe ser «reasignada» a través de procesos quirúrgicos y hormonales. Las narrativas contemporáneas buscan ser construidas por las propias personas trans, donde algunas de estas se alejan del discurso dominante médico, haciendo un ejercicio de auto-percepción y comprensión de la identidad fuera de la patologización.

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1.3 HEGEMONÍA SEXUAL EN CUESTIONAMIENTO Hasta este punto, podemos comprender que estamos atravesamos por normas implícitas que configuran las identidades sexuales en el cuerpo individual y social, definiendo un modelo rígido de la sexualidad. De esta hegemonía se desprenden las supuestas verdades de la sexualidad originadas de una «naturaleza irrefutable», y su vez, son validadas por los individuos insertos dentro de este sistema; el macho y la hembra como condiciones biológicas naturales; el hombre y la mujer como identidades socio-culturales legítimas y obligatorias respecto al sexo asignado; la heterosexualidad como identidad sexual estática, obligatoria y normativa; lo femenino y masculino como reducción de la pluralidad irreductible. Estas narrativas son las que han gobernado la sexualidad por años hasta nuestra actualidad, generando un discurso dominante a través de dispositivos que clasifica jerarquías, normalidades y desviaciones respecto a la norma. La gran pregunta que actualmente nos hacemos es: ¿De dónde se originan estas narrativas hegemónicas de la sexualidad? Para comprender parte de la raíz de esta problemática, debemos hacer un análisis de cómo se han construido las identidades y nociones sobre la sexualidad a lo largo de la historia. En los siguientes capitulo, analizaremos como distintos mecanismos de poder han operado para construir verdades y saberes específicos sobre el complejo campo de la sexualidad, dominando el cuerpo, la identidad, sus deseos, sus prácticas y sus representaciones.

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CAPÍTULO 2: DISPOSITIVOS DE CONTROL EN LA SEXUALIDAD

“Foucault había intuido la centralidad del sexo y de la sexualidad en el moderno arte de gobernar la vida: los procesos de histerizacion del cuerpo femenino, la pedagogía del sexo del niño, la regulación de las conductas de procreación y la psiquiatrizacion de placeres perversos serán para Foucault los ejes de este proyecto, al que caracteriza, no sin ironía, como un proceso de modernización de la sexualidad.” (Preciado, 2018: p57) 2.1 BIO-PODER: “UN ARTE DE GOBERNAR LOS CUERPOS LIBRES”

Esta forma de interpretar el poder vendrá a cuestionar la concepción tradicional que se le asociaba a este: una forma de control vertical donde el poder viene desde la superestructura hacia la clase subalterna. El poder soberano comprende que este lo posee alguien, y desde ahí, lo ejerce desde lo macro a lo micro. Foucault plantea que el poder no es algo que se tenga, si no que se instaura a través de una relación (relaciones de poder), y además, no se ejerce desde arriba hacia abajo, sino que circula y se reproduce dentro de las relaciones humanas. Cuando el bio-poder se ejerce a nivel individual, da origen a las numerosas disciplinas que categorizaran lo normal y lo anormal; y cuando este se ejerce a nivel social, da origen a bio-políticas que normalizan y regulan al individuo. Estas serán desarrolladas gracias a la invención de tecnologías de poder (bio-tecnologias), como las disciplinas profesionales médico-jurídicas y las instituciones de control, las cuales operaran con la finalidad de producir cuerpos domesticados y productivos dentro del sistema.

¿Qué es la verdad?, ¿Quién decide que es lo verdadero y que es lo falso?, ¿Cuál es la relación entre el saber y el poder? Estas interrogantes fueron recogidas por el filósofo francés Michel Foucault para desarrollarlas en su trabajo teórico, planteando la relación histórica que el poder ha establecido con el cuerpo, el conocimiento y la verdad. Como sabemos, es complejo definir una verdad absoluta y única, pero aun así, nos regimos bajo lógicas donde concebimos ciertas subjetividades y materialidades como verdaderas. A lo largo de la historia han existido conocimientos que son compartidos por un grupo de personas expresadas a través del lenguaje, generando relatos que definen lo verdadero. Esta verdad inserta en el pensamiento individual y colectivo define lo que está bien y lo que está mal, lo correcto e incorrecto, lo que es normal y lo que es patológico. Así, la verdad opera como la lógica hegemónica que controla la vida «en beneficio de su bien», definiendo lo que debe hacer y cómo debe ser el individuo dentro de la sociedad en un proceso de normalización. Este poder ejercido sobre el cuerpo humano y social fue definido por Foucault como «bio-poder», una nueva forma de control en la sociedad moderna. En vigilar y castigar, Foucault comparo la sociedad moderna con el diseño de las cárceles, estableciendo dos formas de control que se han inscrito dentro de la historia occidental; el poder ejercido dentro de una sociedad soberana como régimen feudal, donde el poder es vertical y se expresa en el dar la muerte como castigo (poder tanato-politico); el cual, se transformara entre el siglo XVIII y XIX en una nueva forma de control disciplinario dentro de la sociedad, donde este se establecerá en relaciones democráticas y horizontales, operando sutilmente en bio-poderes que administraran y gestionaran la vida social e individual. 20

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2.2 SEXO-POLÍTICA: EL CONTROL DEL CUERPO Y DEL DESEO En 1977, Foucault publico Historia de la sexualidad I: La voluntad del saber, donde analizo los distintos discursos hegemónicos de la sexualidad que se fueron construyendo a través de la historia, y cuales fueron los dispositivos y mecanismos de control que se desarrollaron en torno a este campo. Estos dispositivos de la sexualidad forman parte de un conjunto de instituciones disciplinarias médico-jurídicas, las cuales cumplirán un rol paradigmático en la construcción del sujeto sexual de la modernidad.

tórica de los discursos y aparatos que han operado en la construcción de una sexualidad hegemónica occidental. En este trabajo, Preciado propone el concepto de «sexo-política»; una bio-politica de producción y control que surge en la sociedad disciplinaria a finales del siglo XIX, donde la sexualidad entra a formar parte de los cálculos de poder a través de la creación del discurso de femineidad-masculinidad, y de las técnicas que normalizan las identidades sexuales.

En su trabajo, Foucault cuestiono la idea instaurada de que la sexualidad estuvo reprimida a lo largo de la historia, y que con la llegada del psicoanálisis a finales del siglo XIX y principios del XX, esta se «libero». El autor definió esta hipótesis como «represiva» y se preguntara ¿realmente la sexualidad estuvo reprimida a lo largo de la historia? A Foucault esto le pareció dudoso, ya que desde que la religión instaura la confesión del pecado consumado, y tras «El Concilio de Trento»(4) la confesión del pecado deseado, si se estaba fomentando un discurso sobre la sexualidad dentro de un marco religioso, donde el fiel debía confesar sus deseos y actos culposos ante un sacerdote para liberarse de sus pecados. Al parecer, la sexualidad no estuvo tan reprimida como se pensó. ¿Por qué se insistió tanto en la idea de que la sexualidad estuvo reprimida? Quizá, propuso Foucault, existe una estrategia de poder detrás de esto, ya que al Estado le interesa controlar la tasa de natalidad y la fuerza de trabajo. Como este organismo no puede vigilar directamente las prácticas sexuales individuales que favorezcan (o no) la procreación, interviene en el relato normalizador a través de dispositivos de control dentro del individuo y de la sociedad. Estos dispositivos, y en específico, las tecnologías del sexo, serán los discursos y prácticas que operan sobre el cuerpo y sus placeres, tales como la religión, la medicina y el psicoanálisis, administrando y regulando la vida de la población. Así, podemos concluir, que el gran aporte que nos dejo el legado de Foucault fue cuestionar las micro-estructuras que operan discretamente en la vida y en el cuerpo, generando relaciones de poder y «verdades» sobre la sexualidad. El escritor Juan Pablo Sutherland sostiene que “La nueva perspectiva de los estudios

iniciados por Michel Foucault sentará las bases de un inédito modo de entender los dispositivos de control de la sexualidad. Foucault tendrá como objetivo epistemológico sacar a la sexualidad del campo del discurso de la verdad científica y explicarla en la historia de los discursos.” (Juan Pablo Sutherland, 2020: p16) Más tarde, Paul Beatriz Preciado recogerá el trabajo de Foucault, y junto con este, también seguirá el de Monique Wittig y Judith Butler en su libro Testo Yonqui para proponer una línea his22

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CAPÍTULO 3: EPISTEMOLOGÍA SEXO-POLÍTICA (OCCIDENTAL)

el contexto europeo se relaciona fuertemente con el latinoamericano, ya que nuestras lógicas sexuales fueron impuestas desde los centros hegemónicos de poder hacia nuestras culturas subalternas.

“Krafft-Ebing elabora una enciclopedia de las sexualidades normales y perversas; estas identidades sexuales se vuelven por primera vez objeto de vigilancia y represión jurídica: las leyes de criminalización de la sodomía se extienden en Europa a finales del siglo XIX; se codifica visualmente la *diferencia sexual* como verdad anatómica, (…) una de las diferencias políticas constitutivas de occidente (ser hombre o ser mujer) se resuelve en una banal ecuación: tener o no tener un pene de un centímetro y medio en el momento del nacimiento; se interviene con la ayuda de instrumentos mecánicos sobre la producción del placer femenino; mientras que por un lado se prohíbe y se controla la masturbación, por otro se medicaliza el orgasmo femenino como crisis histérica (…) La maquinaria esta lista, el cuerpo, dócil o rabioso, preparado.” (Preciado, 2008: p58-59) Para comprender el desarrollo del discurso hegemónico sexual, analizaremos los distintos mecanismos que fueron configurando las formas de control desarrolladas en distintos contextos histórico-políticos. La taxonomía propuesta por las instituciones médico-jurídicas –también influenciadas por el discurso religioso— gestionaron el cuerpo en benéfico de la producción de un cuerpo nacional sano y (re)productivo. Así, a finales del siglo XIX y principios del XX, los cuerpos que no se inscriban bajo esta norma, ya no solo serán consideras como desviaciones morales, sino que pasaran a ser inscritos como discapacitados, deficiente y/o patológicos. Bajo este contexto, la invención de la sexualidad normativa no será independientes de todo un conjunto de procesos reguladores construidos en distintos periodos histórico-políticos, donde las instituciones dominantes pondrán la mirada fija a las «desviaciones», llevando a cabo una intensa persecución de «neuróticas», «enfermxs mentales», «sodomitas», «putxs», «hermafroditas», «pervertidxs», «travestis» y tantos otros márgenes de la sexualidad dominante. La epistemología europea que se presentara a continuación es propuesta por Preciado en Testo Yonqui, basándose en el régimen soberano y disciplinario que establece Foucault para comprender los dispositivos de poder que operan en cada uno de estos regímenes en torno a la sexualidad. Además, propondrá un nuevo régimen que se establece en la sociedad contemporánea neo-liberal, el cual denominara fármaco-pornográfico. Si bien, esta epistemología corresponde al contexto occidental, no podemos obviar lo que deja como herencia los constantes procesos de colonización en la producción de saberes locales. Veremos como 24

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3.1 PRIMER RÉGIMEN SEXO-POLÍTICO: SOBERANO «Hasta finales del siglo XVIII, la figura política que encarnara las formas soberanas de poder será la figura patriarcal del rey, el hombre que puede dar la muerte al condenado como forma de control social (tanato-politica) usando la violencia punitiva como técnica de gobierno a través del suplicio. En este régimen, el dispositivo de control que operara será la iglesia católica con su poder teocrático, donde el cuerpo sexual subalterno será la figura del pecador: herejes, brujas y sodomitas que rompan las normas del buen cristiano».

Dentro del modelo, la asignación sexual se basaba en la morfología externa de los órganos sexuales, en la capacidad reproductiva de estos y en el rol social de las personas. Además, surgen dos expresiones socio-políticas que están jerárquicamente diferenciados: el hombre comprendido como el canon de lo humano, y la mujer como una variación incompleta del macho que es apta para la reproducción. No podemos negar la posición histórica que el «hombre» ha tenido sobre la mujer en la construcción de relatos universales sobre la sexualidad.

3.1.1 MODELO MONO-SEXUAL Thomas Laqueur postula en La construcción del sexo: Cuerpo y género desde los griegos hasta Freud que hasta el siglo XVII la historia del pensamiento biológico sobre el cuerpo se enfatizó en un «sistema de semejanzas», comprendiendo la fisiología sexual no en su diferencia, sino que en su esencial similitud. Este modelo se denominó mono-sexual, y concebía la «verdad sexual» únicamente en la anatomía sexual masculina, mientras que la anatomía sexual femenina era considerada como una variación débil e incompleta del sexo masculino. Así, los ovarios fueron considerados testículos interiorizados, y la vagina como un pene invertido que serviría de receptáculo para el sexo masculino. La bióloga y filosofa Siobhan Guerrero sostiene que “Durante más de quince siglos, una gran parte de la tradición hipocrático-galénica se dedicó a pensar el cuerpo así, como esencialmente semejante. Es hasta comienzos del siglo XIX y finales del siglo XVIII que emerge un pensamiento funcional que dice que los órganos funcionan distinto, y entonces, se le da más visibilidad a la diferencia del cuerpo” (Siobhan Guerrero Mc Manus, 2018). Comprendemos entonces

que el modelo mono-sexual estudiaba el sexo en base a la semejanza de los órganos sexuales basándose en la lógica de que las gónadas femeninas y masculinas, el pene, y el clítoris son homólogos porque tienen un mismo origen en común, siendo parte de un mismo «arquetipo biológico». Lo relevante de estos aportes históricos, es que nos damos cuenta que la epistemología sexual contemporánea de la diferencia sexual binaria (macho y hembra), no corresponde a un relato universal que ha trascendido la historia del pensamiento, sino que este ha sido construido dentro de la cultura. Si bien, los cuerpos sexuales son semejantes en cuanto a la homología, también son diferentes en cuanto a la funcionalidad. Ambos hechos son correctos y ninguno debería posicionarse como dominante frente al otro, ya que la complejidad del cuerpo no puede restringirse a una verdad universal.

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3.2 SEGUNDO RÉGIMEN SEXO-POLÍTICO: DISCIPLINARIO «Desde el siglo XIX en adelante, el régimen soberano transformara su poder tanato-político a uno institucional, el cual se encargara de controlar y gestionar la población a través de bio-políticas que calcularan técnicamente la vida, generando cuerpos (re)productivos en beneficio del interés nacional dentro de la sociedad disciplinaria. El aparato de verificación que comprobara cuando un cuerpo es normal (o no) dentro de este régimen será científico-técnico, cambiando el relato del pecado por la patologización, donde los dispositivos de control serán la medicina, la psicología y la psiquiatría. Estos mecanismos crearan la noción de diferencia anatómica-sexual para legitimar la opresión histórica a la mujer, y la noción de homosexualidad y heterosexualidad para gestionar el cuerpo normal y/o patológico». 3.2.1 INVENCIÓN DE UNA ESTÉTICA DE LA DIFERENCIA ANATÓMICA-SEXUAL: EL SEXO FEMENINO Y MASCULINO Laqueur propuso que a partir del siglo XVIII, la epistemología visual que regirá la sexo-política moderna ya no se basara en el antiguo sistema de semejanza, sino que será un nuevo «sistema de oposiciones». La primera industrialización de la sexualidad dentro del régimen disciplinario a finales del siglo XIX fue la invención de una estética que diferencie la sexualidad femenina de la masculina como verdades anatómicas, las cuales operaran dentro del aparato de verificación científica. La nueva anatomía sexual es comprendida como el sexo femenino; útero, ovarios, vagina, vulva, clítoris… diferenciada de su opuesto sexo masculino; pene, testículos, etc. Así, el sexo femenino ya no es considerado como una fisiología incompleta/inversión/interiorización del sexo masculino, y se empieza a comprender por primera vez los órganos genitales femeninos diferenciados de los genitales masculinos. Esta diferencia sexual genero la idea de poseemos una única identidad y verdad sexual. Además, este modelo busco justificara la inferioridad de la mujer por su «naturaleza biológica reproductiva». “Antes de la hegemonía del two-sex model la diferencia fundamental entre hombres y mujeres no se

hacía por medio de las especifidades sexuales. Es mas, la propia teoría científica de la “diferencia sexual bipolar originaria” nació del interés de filósofos, moralistas y políticos, por encontrar un criterio natural que justificase la inferioridad político-jurídico-moral de la mujer” (Juan Cornejo Espejo, 2009: p142-143).

Así, este nuevo dimorfismo radical se basó en la genitalización estética del cuerpo, convirtiéndo28

se en una bio-política económica-sexual como mecanismo clave para asegurar la subordinación de la mujer hacia el hombre, y controlar la reproducción nacional estableciendo una relación estricta entre sexualidad y reproducción. “Laqueur llega a afirmar que en el despertar de la modernidad y del

capitalismo es preciso inventar una estética de la diferencia sexual porque la jerarquía política entre hombres y mujeres comienza a ser cuestionada. De este modo, la nueva verdad anatómica viene a operar aquí como legitimación de la organización política de lo social.” (Preciado, 2008: p61) Posteriormente, la noción de la sexualidad dicotómica fue respaldada con la invención de la heterosexualidad como modelo sexual normativo, comprendiendo las relaciones y atracciones sexuales-románticas desde la genitalidad antes que cualquier otro factor. 3.2.2 INVENCIÓN DE LAS IDENTIDADES SEXUALES: HOMOSEXUALIDAD PATOLÓGICA Y RÉGIMEN HETEROSEXUALIDAD

Qué fue primero, ¿la noción de heterosexualidad o de homosexualidad? En 1868 surge por primera vez la invención del concepto homosexualidad, utilizada por el escritor Karl-Maria Kertbeny, quien sostuvo que esto no era un vicio adquirido y modificable, sino que era un estado innato y permanente. Poco más tarde el psiquiatra Gustav Jäger utilizo la noción sexual antagónica y “sana”: la heterosexualidad, normando esta categoría desde la psiquiatría y patologizando las realidades homosexuales y hetero-disidentes. La necesidad de generar estas categorías dentro del régimen disciplinario responde al fuerte vínculo que propone el dispositivo de control entre sexo y reproducción. Al establecer la heterosexualidad como practica normativa y amparada por las instituciones médico-jurídicas se excluyen todas las prácticas sexuales que no conlleven una posibilidad de reproducción en su acto. Así, es como las prácticas sexuales no reproductivas fueron patologizadas en beneficio de la (re) producción humana: la masturbación, la homosexualidad, el sexo anal, el fetichismo, la zoofilia, etc. Esto provocó una persecución de aquellos cuerpos que no fueron considerados sanos por los aparatos de verificación, los cuales ya no serán catalogados como desviaciones morales, sino como desviaciones patológicas por su naturaleza anti-procreadora (nociones aún vigentes en nuestra contemporaneidad). La escritora lesbo-feminista Monique Wittig postulo el concepto de «régimen heterosexual», donde describe “(…) la heterosexualidad no como una institución sino como un régimen político que se basa en 29


la sumisión y la apropiación de las mujeres.”(1992: p15). Estas nuevas perspectivas de comprender la

heterosexualidad venían siendo estudiadas por otras teóricas como Adrienne Rich, quien en 1980 postula el concepto de la «heterosexualidad obligatoria» para entender a la heterosexualidad no como una orientación sexual libre, sino que como algo más complejo por ser una imposición sexo-política.(5) Siguiendo la línea de la heterosexualidad comprendida como un régimen, cuya ideología se basa en la concepción de una diferencia sexual, Wittig planteo que la división y diferencia del sexo «femenino» y «masculino» es producto de una diferencia material-biológica, pero también política, entendiendo que no existen los sexos, sino que solo hay uno que oprime y otro que es oprimido.“ Es la

opresión la que crea el sexo, y no al revés. Lo contrario vendría a decir que es el sexo lo que crea la opresión, o decir que la causa (el origen) de la opresión debe encontrarse en el sexo mismo, en una división natural de los sexos que preexistiría a (o que existiría fuera de) la sociedad. (1992: p22) Así, este régimen mantiene el orden natural de la procreación, promoviendo el vínculo entre cuerpos masculinos potencialmente productores de esperma y mujeres como bio-industrias generadoras de humanos (re)productores, justificando a esta última su estado de subordinacio en la sociedad.

3.3 TERCER RÉGIMEN SEXO-POLÍTICO: FÁRMACO-PORNOGRÁFICO «Tras la segunda guerra mundial, y después de los años 50, se producirá una nueva forma de control y gestión de la sexualidad contemporánea a través de nuevas tecnologías de producción y gestión de la población, las cuales podrán ingresar dentro del cuerpo humano y modificar la estructura del ser vivo. En este contexto, se inventaran nuevas técnicas bioquímicas y mediáticas-digitales, como la producción de hormonas y la pornografía. Así, el aparato verificador ya no será solamente científico y religioso, sino que también serán los medios de comunicación y las corporaciones multinacionales, tomando forma de mercantilismo no solo como doctrina económica, sino que también como una nueva técnica de producción y reproducción de la vida». 3.3.1 INVENCIÓN DEL GÉNERO: EL “SEXO PSICOLÓGICO” ¿De dónde viene el concepto género? ¿Cuál es su origen? La gran mayoría tiende a asociar el concepto «genero» con el feminismo y/o con los estudios de las ciencias sociales, asumiendo que esta noción nace desde estas disciplinas. La verdad es que su origen etimológico está bastante alejado de estos campos de estudio. La noción de género la utiliza por primera vez el psicólogo John Money en 1947 en un laboratorio de pedo-psiquiatría, la cual fue utilizada para referirse a los comportamientos de la identidad «femenina y masculina», entendiendo que estas se construyen por factores sociales y biológicos. Años después, Money hizo una distinción entre el sexo desde la biología, y el género desde la psicología. En su libro Hermaphroditism, gender and precocity in hyperadrenocorticism: Psychologic findings utiliza la noción de genero para referirse al «rol de género», definiendo aquellas conductas atribuidas al hombre y la mujer que pueden ser auto-percibidas como propias, incluyendo o no los aspectos sexuales. Esta auto-percepción de lo femenino y masculino será comprendida como el «sexo psicológico», parte fundamental en la construcción de la identidad sexual. Junto con otros especialistas, desarrollo la posibilidad de modificar hormonal y quirúrgicamente el sexo de los recién nacidos intersexuales, quienes presentan realidades morfológicas y/o cromosómicas que no pueden ser categorizadas como femeninas o masculinas por la medicina(6). Según Money, era posible utilizar las tecnologías para modificar el cuerpo de las personas intersexuales según el ideal establecido por el aparato disciplinario de la sexualidad que define cómo debe ser y verse la anatomía «femenina y masculina».

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Además, este psicólogo creo un protocolo de asignación de sexo (Optimal gender of rearing) basada netamente en criterios visuales, el cual se define mediante la observación del tamaño de los genitales. Money propone un tamaño de protuberancia: un centímetro y medio. Si este es menor, será «feminizado» en benéfico de su posterior socialización, “Así, por ejemplo, si un bebe nace con un

pene que, de acuerdo a estos criterios somatopolíticos visuales aparece como excesivamente pequeño, el llamado «micropene» será amputado, los genitales reconstruidos en forma de vagina y se le aplicara una terapia de sustitución hormonal a base de estrógenos y progesterona para asegurar que el desarrollo «sexual» exterior sea identificable como femenino.” (Preciado, Testoyonki, pag 87-88) La noción de género –que posteriormente el feminismo se reapropia y resignifica a modo de reivindicación política— nace de un laboratorio infantil donde los médicos se ven enfrentados a una multiplicidad de anatomías sexuales irreductibles. La medicina faltando a la ética, deberá transformar el cuerpo en un binomio femenino-masculino a través de técnicas quirúrgicas y endocrinológicas que «normalicen» la anatomía sexual. Así, dentro de este régimen se comprende la formación plástica del hombre y la mujer como únicos individuos validos socialmente, mientras que las divergencias sexuales no son reconocidas por el aparato verificador, convirtiéndose obligatoriamente en objetos de corrección. 3.3.2 CONTROL MICRO-PROSTÉTICO: “EL PODER A TRAVÉS DE UNA MOLÉCULA”

Las nuevas técnicas hormonales y quirúrgicas cambiaran el paradigma de la medicina tradicional y de la propia epistemología sexual, comprendiendo el sexo como algo sintético, maleable, variable, imitado, producido y reproducido técnicamente. Las personas trans serán comprendidas por el discurso medico como individuos que nacieron en un cuerpo sexual “equivocado”, y que deberán ser reconstruidos hacia el cuerpo que debería lucir una persona auto-identifica como hombre o como mujer. Así, las nuevas técnicas de genero dentro de este régimen son flexibles, internas y asimilables, ya que “El género del siglo XXI funciona como un dispositivo abstracto de subjetivación téc-

nica: se pega, se corta, se desplaza, se cita, se imita, se traga, se inyecta, se injerta, se digitaliza, se copia, se diseña, se compra, se vende, se modifica, se hipoteca, se transfiere, se download, se aplica, se transcribe, se clasifica, se falsifica, se ejecuta, se certifica se permuta, se dosifica, se suministra, se extrae, se contrae, se sustrae, se niega, se reniega, se traiciona, muta.” (Preciado, 2008: p88). El cuerpo sexual en esta nueva era neo-liberal ya no solo será pensado como un cuerpo productor y reproductor, sino que también será un potencial consumidor fármaco-pornográfico de: hormonas que modifiquen el cuerpo humano, píldoras anticonceptivas que separan el sexo de la reproducción, pornografía digital como mercado para el consumo masturbatorio, viagra para generar erecciones artificiales, cirugías estéticas que modifican el cuerpo, juguetes sexuales como dispositivos masturbatorios, etc.

En 1905 Enest Starling descubrio la existencia de mensajeros químicos en el organismos que se producen en la glándula endocrina, denominándolas «hormonas» y comprendiéndolas como el «sexo inalámbrico». Posterior a este descubrimiento, en los años 40, se sintetizaron por primera vez en la historia las primeras hormonas artificiales. Esta invención significo comprender una nueva teoría del cuerpo y de la sexualidad, la cual ya no solo será psicológica ni morfológica, sino que también será una teoría del sexo como «sistema de tele-comunicaciones». El endocrinólogo Harry Benjamin trabajara con la transexualidad y la “disforia de género”, administrando estrógenos y testosterona a un nuevo paciente de la medicina estatal que dice no identificarse con el género que se le fue asignado al nacer. Así, se generara una nueva distinción ontológica-sexual a finales del siglo XX; los/las bio-hombres/mujeres, quienes serán los que conservan el género asignado al nacer; y los/las trans/tecno-hombres/mujeres, quienes serán los que intervengan su cuerpo con tecnologías hormonales y quirúrgicas para modificar su asignación de género. 32

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CAPÍTULO 4: CUESTIONAMIENTOS, REFLEXIONES Y RESISTENCIAS POLÍTICAS SOBRE LA SEXUALIDAD HEGEMÓNICA

“Porque la diferenciación sexual es una epistemología política como la raza: no son realidades empíricas. El sexismo es una práctica histórica de diferenciación y taxonomía jerárquica entre cuerpos, cuando en realidad lo que existe es una multiplicidad infinita de cuerpos irreductible al sistema binario. (…) el objetivo de la noción sexual binaria es segmentar la población en dos nichos biológicos de reproducción, estableciendo normativamente la heterosexualidad como núcleo familiar. Pero ese paradigma entra en crisis en los años 40, porque la medicina constata que existen variaciones genéticas, morfológicas y cromosómicas y así nacen la inter y transexualidad, para aplicar operaciones y hormonas y reconducir los cuerpos al binarismo legal”. (Entrevista a Paul Preciado, El mundo) Como hemos visto a lo largo de los capítulos anteriores, podríamos resumir que estamos atravesados bajo tres regímenes que controlan la sexualidad; el soberano, influenciado por la religión y su control moral; el disciplinario, el cual opera a través de bio-politicas que norman y patologizan el cuerpo; y el fármaco-pornográfico como un sistema productor de cuerpos consumidores y modificables bajo nuevas técnicas de normalización sexual. Cuando comprendemos la epistemología de la sexualidad y la etimología de las identidades sexuales (sexo femenino y masculino, orientaciones sexuales y los géneros socio-culturales), podemos plantear críticamente que estas nacen de un modelo que generan relatos productores de «verdades oficiales»: la noción ficticia de los sexos binarios como realidades únicas e incuestionables; la subordinación de la mujer por su capacidad reproductiva; la heterosexualidad como modelo obligatorio; la patologización de las sexualidades no-reproductivas; la noción de género como identidad socio-cultural (que puede ser asumida como propio); y la «corrección» de las realidades trans e intersexuales. Todos estos procesos tienen como objetivo modelar una sexualidad específica en beneficio de un proyecto social (re)productivo a través de un «sistema sexo-genero plastificado por el neo-liberalismo». Las nociones críticas de la sexualidad –que la comprenden como campo dominado por un discurso dominante— serán trabajadas por distintas ramas, principalmente por algunos feminismos y pensamientos «queer». Estas líneas teóricas reflexionaran la sexualidad «quebrando» sus configuraciones preestablecidas para comprender la complejidad de su naturaleza y subjetividad, generando nuevos pensamientos, debates y resistencias sexuales contra-hegemónicas. 34

4.1 TEORIA QUEER: UNA (MICRO)POLÍTICA DE LOS MÁRGENES SEXUALES

“El movimiento “queer” es post-homosexual y post-gay. Ya no se define con respecto a la noción médica de homosexualidad, pero tampoco se conforma con la reducción de la identidad gay a un estilo de vida asequible dentro de la sociedad de consumo neoliberal. Se trata por tanto de un movimiento post-identitario: “queer” no es una identidad más en el folklore multicultural, sino una posición de crítica atenta a los procesos de exclusión y de marginalización que genera toda ficción identitaria. El movimiento “queer” no es un movimiento de homosexuales ni de gays, sino de disidentes de género y sexuales que resisten frente a las normas que impone la sociedad heterosexual dominante, atento también a los procesos de normalización y de exclusión internos a la cultura gay: marginalización de las bolleras, de los cuerpos transexuales y transgénero, de los inmigrantes, de los trabajadores y trabajadoras sexuales…” (Preciado, 2017: p11) El origen del concepto «queer» es anglosajón, y corresponde a un insulto y una injuria reapropiada por las sexualidades no-normativas. Este concepto es complejo de traducir ya que en el proceso pierde su significado y valor político, pero de alguna forma podríamos comprenderla en nuestro contexto como un insulto despectivo que “rarifica” al sujeto: «putx», «maricon» «pasiva», «camiona», «trans-sadomasoquista», entre otros muchos conceptos y conjugaciones abyectas. Entre los años 80 y 90 –en plena crisis del VIH-SIDA— un pequeño grupo de personas sexualmente no-normativas emergen en una reacción crítica frente a las políticas identitarias norteamericanas de integración “gays y lesbianas”, las cuales apelaban fundamentalmente a la integración del hombre gay, blanco y de clase media-alta. El distanciamiento crítico hacia los movimientos de liberación homosexual –los cuales apelaban a la inserción social dentro de la estructura opresora a un grupo “higienizado” de la comunidad LGBTQI+(7)—dieron origen a una revolución disidente anti-integracionista y anti-asimilacioncita. En este contexto, la micro-revolución sexual se reapropia del insulto queer para resignificarlo como acto político. Esta reapropiación de la injuria significo comprender lo abyecto como lugar de identificación, haciendo de este un espacio de acción y reivindicación política. Judith Butler denominara esta apropiación como una “inversión performativa de la injuria”, donde la injuria cambia de sujeto de enunciación: aquel que era objeto de la injuria se vuelve sujeto de la enunciación, y por lo tanto, agente político.(8) Posteriormente, Teresa De Lauretis en 19991 propone el concepto de “teoría queer”. Lo queer empieza a 35


postularse como pensamiento alternativa y critico a los estudios gays y lésbicos, los cuales se integraban a las mismas lógicas identitarias que producían los dispositivos hegemónicos de la sexualidad. Por lo tanto, esta teoría se opondrá a la categoría “homosexual”, distanciándose de una identidad que nace como sujeto de enunciación científica; a la categoría “gay” y “lesbiana” en una posición crítica a los efectos de normalización y naturalización de las identidades que pueden volverse cerradas y normativas; y también a la naturalización de la categoría mujer, comprendiendo el trasfondo bio-politico de la diferencia sexo-genérica. Estos pensadores comenzaran a cuestionar las categorías sexuales como la heterosexualidad, homosexualidad, el género, los sexos, etc, sosteniendo que estos no están esencialmente inscritos en la naturaleza, sino que han sido construcciones socio-culturales variables en distintos contexto geográfico e histórico. Los grupos subalternos que antes habían sido sujeto de estudio y patologización bajo normas sexo-hegemónicas van a empezar a ser productores de un saber propio en una posición crítica al discurso dominante. Esto significara una ruptura epistemológica y política frente a un régimen productor de conocimiento y saberes específicos, donde los grupos «minorizados» empiezan a construir sus propias reflexiones y narrativas contra-hegemónicas.

4.2 TRANS-GRESIÓN DEL GÉNERO: ¿QUIÉN ES SUJETX DEL FEMINISMO? Quizá uno de los conflictos y debates más grandes entre los distintos feminismos es respecto a quien puede ser sujeto político del feminismo. Esta interrogante viene planteándose desde hace muchos años, y las respuestas son tan variadas que aún no podríamos definir una postura clara respecto a esta interrogante. Tomo esta discusión no para tratar de dar respuesta a una pregunta compleja ni mucho menos para definir lo que yo entiendo por ser mujer, ya que mi experiencia de vida se aleja de esta categoría. Esta reflexión tiene como objetivo comprender la complejidad de las identidades sexuales construidas, y como las políticas de la definición pueden ser peligrosas ante la multiplicidad de la realidad material-subjetiva del cuerpo. El feminismo históricamente ha luchado por la liberación y emancipación de la mujer presa de un sistema patriarcal. A través de los años y desde distintas posturas teóricas, el sujeto político de la mujer empieza a ser desmontado en una profunda teorización para tratar de dar respuesta a que significa ser mujer. En el proceso, pareciera que tratar de dar respuesta a una definición única y universal de lo que significa ser mujer es bastante complejo. Cuando se empiezan a cuestionar los conceptos con los que el propio movimiento ha trabajado dentro de sus discursos, nos encontramos con nuevas formas de comprensión, posicionamientos y estrategias de lucha dentro del proyecto feminista. Dentro de estos conceptos, el género es un tema amplio de estudio, un campo de reivindicación, reflexión, problematización, y una fragmentación del mismo movimiento. Para los primeros feminismos, el género es acuñado para analizar las relaciones de poder y las construcciones políticas que generan una división sexual del trabajo y de los roles entre el hombre y la mujer. Este concepto se comprendió como un modelo que veía a la mujer como el sujeto «diferente al estándar universal»: el hombre. Bajo esta lógica, el género no debería pertenecer a los hombres, ya que este es una estructura sistemática que oprime a la mujer por su constitución anatómica subalterna. Siguiendo esta línea, la construcción del género estaría planteada como una herramienta para producir y mantener una jerarquía sexual, asegurando el control de la capacidad reproductiva de la hembra. Entonces, la mujer seria definida como tal por su anatomía reproductiva –sea efectiva o presupuesta, ya que no todo sujeto asignado como hembra posee esta capacidad— a través del sistema sexo-genero, convirtiendo su materialidad biológica en un producto social. Una perspectiva distinta e interesante que podemos analizar es la que propuso Monique Wittig. Como vimos en los capítulos anteriores, esta teórica planteo que la heterosexualidad es un régimen político funcional al sistema de producción capitalista, el cual tiene como objetivo oprimir a la mujer. Además, Wittig cuestiono radicalmente las categorías de sexo, proponiendo que la opresión es la que genera estas

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categorías, y no al revés, donde el sexo produciría la opresión. Para Wittig “(…) el feminismo había

considerado el «patriarcado» como un sistema ideológico basado en la dominación de la clase de los hombres sobre la clase de las mujeres. Pero las categorías mismas de «hombre» y «mujer» no habían sido cuestionas.” (1992: p10-11). La existencia de la diferencia sexual como unidades biológicas ya empiezo ser cuestionado desde esta autora, y posteriormente, la teoría queer profundizara esta categoría.

La crítica que plantean estas reflexiones hacia ciertos feminismos es que naturalizan la categoría de mujer y reafirman la diferencia sexual aceptándola como un hecho natural incuestionable. La teoría queer y post-feminismos surgen y aportan críticas hacia el movimiento, estudiando los marcos epistemológicos con los que opera el discurso feminista, para sí, cuestionar la naturalización de las identidades sexuales. Teresa de Lauretis en los años ochenta se pregunta quién es el sujeto político del feminismo, y como este lo produce como discurso y practica de representación. “La conclusión, lejos de toda autocompla-

cencia, es extremadamente critica: el feminismo puede funcionar como instrumento de normalización y de control político si reduce su sujeto a «las mujeres». Bajo la aparente neutralidad y universalidad del término «mujer» se ocultan una multiplicidad de vectores de producción de subjetividad: en términos de raza, de clase, de sexualidad, de edad, de diferencia corporal, geopolítica, etc.” (Preciado, 2008: p83) De Lauretis concluye que el propio feminismo puede ser peligroso cuando reduce su sujeto político a una noción especifica del ser “mujer”, ya que universaliza un modelo especifico de esta. ¿Cuáles son los límites para poder ser clasificado como sujeto político del feminismo? O más específico aún, si el sujeto político del feminismo es la mujer, ¿Cuáles son las condiciones para ser considerada como tal? ¿Es la que se le clasifica sexualmente como hembra? ¿Es la que tienes sus capacidades reproductivas funcionales? ¿Es la socialmente leída como mujer? ¿Es la criada y educada como mujer? ¿Es la que se construye socio-culturalmente como mujer? ¿Y qué pasa con quien ya no se identifica como mujer? Lo peligroso de definir tajantemente un sujeto político es que no podría abarcar todas las realidades que podrían entrar a formar parte de este grupo.

La teorica Nelly Richard destaca el aporte de Butler al feminismo, sosteniendo que esta “(…) ha

ampliado su enfoque feminista a múltiples y complejas estructuras de desigualdad y subordinación que no funcionan exclusivamente en clave genérico-sexual. Ella le pide al feminismo salirse de la autoreferencialidad identitaria del “nosotras las mujeres” como grupo aparte, para entrecruzar el género con las otras dinámicas de identidad y posiciones de sujeto (la clase, la raza, la edad) que intervienen en la configuración de la subjetividad individual y colectiva”(2019). Estos aportes

teóricos vendrían a desmontar toda una tradición de la identidad, abriendo el campo a nuevos enfoques discursivos y pragmáticos que comprenderían la complejidad de un sistema sexo-género.

Sin embargo, no sería justo reclamarle a los feminismos que se reivindican «naturalizando» la existencia de una diferencia sexual binaria como base de la opresión, ya que no podemos negar que la mayoría de las mujeres son socializadas como tal por nacer con una anatomía sexual «femenina». La opresión de género comprendida desde la capacidad reproductiva (efectiva o presupuesta) del ser mujer no es un hecho erróneo, pero si es cuestionada desde perspectivas críticas y disidentes cuando el factor biológico del ser mujer es considerado como a base de toda la opresión, omitiendo una reflexión crítica hacia las propias categorías sexuales con las que nos hemos construido. La política de la definición puede ser excluyente e invalidante de otras formas de identidad, experiencias y corporalidades, quienes si podrían entrar a ser agentes políticos de un mismo proyecto revolucionario.

En este campo de reflexión, Judith Butler realiza importantes aportes para la teoría queer, estudios de género y feminismos. Para Butler, el género no es una esencia ni un «disfraz» como dirían algunos feminismos en una lectura errónea de su teoría, sino que sería una práctica discursiva y corporal reiterativa a través de la cual una persona adquiere una identidad socio-cultural. Estas nociones comprenderían la identidad no como absoluta, sino que compleja y dinámica, donde el sujeto trans, intersexual y disidente del genero tendría una mayor cabida dentro del feminismo.

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4.3 DISIDENCIA SEXUAL Y NO-BINARIX: UNA RESPUESTA CONTRA-HEGEMÓNICA DE LA SEXUALIDAD

“El género (femineidad/masculinidad) no es ni un concepto, ni una ideología, ni una performance: se trata de una ecología política. La certeza de ser un hombre o una mujer es una ficción somatopolítica (…) Uno de los resultados característicos de esta tecnología de género es la producción de un saber interior sobre sí mismo, de un sentido del yo sexual que aparece como una realidad emocional evidente a la conciencia: «soy hombre», «soy mujer», soy «heterosexual», «soy homosexual» son algunas de las formulaciones que condensan saberes específicos sobre uno mismo, actuando como núcleos biopolíticos y simbólicos duros en torno a los cuales es posible aglutinar todo un conjunto de prácticas y discursos.’’ (Preciado, 2008: p89) A pesar de las críticas que se le han hecho a la teoría queer –el cual ha sido tachado de elitista, anti-feminista, delirante, invisibilizador—, no podemos omitir la relevancia de su activación política-teorica disidente frente a la hegemonía sexual. Esta estrategia de resistencia tiene como objetivo la reivindicación crítica frente al sistema dominante, para así, construir discursos, pensamientos y reflexiones propias alejadas de la integración normativa de la sexualidad. La pregunta que nos hacemos desde contextos periféricos como el latinoamericano es: ¿Se puede pensar lo queer en Latinoamérica? Recordemos que el pensamiento queer nace en contextos anglosajones, una realidad bastante alejada a nuestro territorio. Cuando se piensa en la activación queer dentro del contexto latinoamericano, estamos buscando ajustar un tipo de activación política y una reapropiación que debería ser replanteada hacia nuestra realidad geográfica-cultural. La injuria queer no tiene el mismo poder rupturista que tiene en su contexto originario, ya que de partida, el concepto no está escrito en nuestra propia lengua, siendo simplemente un concepto desconocido para la mayoría de las personas. Algunos pensadores utilizan la noción de «cuir» para escribirlo y pronunciarlo desde un lenguaje más cercano, y si bien estas estrategias pretenden reflexionarse desde la crítica, no podemos negar que

“Ni queer ni cuir tienen un sentido cultural local. Tanto para los grupos académicos como para los activistas, el termino queer es un anglicismo. El sujeto que enuncia, desde la academia o el activismo, el acto performativo “Soy queer” o “Soy cuir” revela una posición de privilegio” (Vargas, 2016). 40

El mismo hecho de poder estudiar la teoría e historia política de lo queer nos posiciona en una zona de privilegio académico, ya que este es solo reconocido por quienes posean ese capital intelectual. Incluso, si pensáramos en traducir lo queer puede ser un hecho problemático, porque esto“(…) ya plantea una lejanía con la lengua y el objeto, es tomar una distancia o en sí mismo, ya es un problema cultural” (Sutherland, 2019: p13). Identificarnos como «queer» o «cuir» no es asumir un posicionamiento crítico local, y por lo tanto, no tendría el mismo impacto subversivo. Sin embargo, en el contexto latinoamericano, podemos ver una resistencia que busca distanciarse de un sector del movimiento LGBTQI+. El movimiento por «la diversidad sexual» propone un modelo de reivindicación basado en la liberación legislativa, reconociendo la diversidad sexual en las políticas del proyecto heterosexual. Además, este movimiento busca una revolución con la exportación del «Gay parade», donde el carnaval se convierte en una suerte de protesta des-politizada y en un producto de consumo mercantil, capitalizando la reivindicación por la liberación sexual y olvidando nuestro propio contexto periférico con historia propia. Desde un punto de vista teórico, la noción de diversidad sexual ve a la heterosexualidad como una alternativa más dentro de las orientaciones sexuales, y busca normalizar las identidades no-heterosexuales para poder encajar en el modelo hegemónico. Un claro ejemplo de esto es la demandada lucha por el matrimonio homosexual, donde se buscan poder optar al modelo institucional que construye la heterosexualidad para fomentar la familia tradicional. Esta se convierte en la primera demanda en su agenda política, y olvidando las realidades no-normativas que resisten desde la periferia. El movimiento de diversidad sexual no es crítico a la hegemonía sexual que históricamente nos ha identificado como una «otredad subalterna». Frente a este escenario se han activado en los últimos años una resistencia auto-denominada “disidencia sexual”, levantado por los grupos más invisibilizados y marginados de la sexual hegemónica. Las sexualidades disidentes son aquellas que no buscan asimilarse a las normativas, y por el contrario, se reivindican desde sus márgenes para activar en un posicionamiento crítico hacia otras formas de opresión que atraviesan los cuerpos; la raza, clase, nacionalidad, género, etc. La auto-identificación como disidencia es un ejercicio similar a la revolución queer, ya que busca generar distancia de la norma en la búsqueda de nuevas formas de reflexión y activación políticas. Algunxs incluso se identifican con injurias sexuales más locales que si tienen un impacto subversivo, como el ser marika, travesti, camiona, tortillera, cola, etc. Otro fenómeno contemporáneo que ha impactado en el mundo, y desde hace un par de años en latinoamerica, es el activismo no-binarix. El no-binarismo se comprende actualmente como una identidad o no-identificacion que se escapa de los parámetros binarios tradicionales, es decir, de lo femenino 41


y masculino. El discurso dominante del activismo no binarix es el reconocimiento y validación de la multiplicidad de géneros que existen o pueden existir en el mundo, generando estrategias identitarias para romper con una concepción dicotómica del género, reconociendo estados múltiples de la identidad: género no binarix, trans-no binarix, genero fluido, inter-genero, bi-genero, pan-genero, a-genero, entre otros procesos de interpretación, deconstrucción y destrucción y reconstrucción de esta categoría. A las reflexiones no-binarixs se les suman las de-coloniales como aporte a su discurso, ya que las formas de comprender la sexualidad y el género desde el binario femenino-masculino –además de ser construcciones socio-culturales— es un modelo impuesto sobre nuestro territorio en el proyecto colonizador. El activismo no-binarix comparte con la agenda de-colonial la noción de diversas identidades que se identificaron en el territorio pre-colombino, donde los estados múltiples de las identidades genéricas y las pluralidades sexuales eran reconocidas, teniendo un valor político y cultural. Es después de la colonización que se instaura un modelo rígido judeo-cristiano heredado de occidente, el cual rechaza, excluye, elimina y discrimina la multiplicidad de cuerpos e identidades en su fuerte imposición binaria.(9) Si bien, algunas de estas estrategias políticas pueden ser fuertemente cuestionadas y criticadas, reconozco los modos de resistencia que surgen desde las sexualidades no-normativas, quienes buscan quebrar un modelo insostenible ante la pluralidad de formas, cuerpos, identidades y deseos que el cuerpo constituye. Creo firmemente que el activismo disidente y no binarix posee el potencial crítico para comenzar a escribir nuestra propia historia, narrativas y conocimientos desde los márgenes, para así, construir un proyecto subversivo de las sexualidades críticas ante las diversas hegemonías que atraviesan nuestrxs cuerpxs.

4.4 RESISTENCIA ARTÍSTICA: LX CUERPX MARIKA COMO SOPORTE ESTÉTICO Una parte importante de la activación artística que problematiza la sexualidad y el género involucran la utilización del cuerpo como soporte artístico y estético. El cuerpo se comprende como la mejor herramienta contestaría para generar discursos estéticos y críticos, siendo este el principal territorio atravesado por la sexualidad. Desde esta reflexión, se utiliza el cuerpo como soporte visual, explorando los límites disruptivos de la sexualidad hegemónica. La acción performatica que involucra la utilización del cuerpo será un lenguaje clave para la activación artística desde las sexualidades no-normativas, poniendo el cuerpo en escena para problematizar las normas que se construyen dentro de la sexualidad a través de este. Las estrategias claves de las acciones performaticas contemporáneas serán la utilización del espacio público para visibilizar el cuerpo, y llevar este al límite discursivo y físico. Además de la performance, los lenguajes artísticos que involucren la utilización del cuerpo serán el video y la fotografía a través del registro. Las características de la producción artística que problematiza la sexualidad serán la utilización de estéticas ambigua, el lenguaje y la visualidad sexual, el travestismo como herramienta político-visual, lo abyecto como medio de provocación, las estéticas sadomasoquistas influenciadas por los movimientos «posporno», etc. A continuación, mostraremos algunos ejemplos de la escena artística nacional que se han posicionado como críticos frente a la sexualidad, utilizando el lenguaje artístico como medio de activismo político e intelectual. Las yeguas del apocalipsis El colectivo artístico Las Yeguas del Apocalipsis estuvo conformado por Pedro Lemebel y Francisco Casas, quienes en plena época de dictadura militar activaron a través del cuerpo homosexual, travestido y proletario, personificando el imaginario del «coliza» chileno. La auto-definición de «yegua» hace una alusión bíblica de los «jinetes del apocalipsis», dando un giro con este concepto de la injuria femenina apropiada desde el cuerpo masculino, deconstruyendo esta identidad. Las acciones en espacios públicos desarrolladas por este grupo problematizo el contexto dictatorial nacional, la colonización cultural, el capitalismo, el sistema patriarcal y la reivindicación de las periferias sexuales. Para ello, Lemebel y Casas utilizaron el travestismo como concepto artístico y político, reivindicando la interseccionalidad de la sexualidad no-heterosexual con la lucha de clases, de raza, de género e indígena.

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Hija de Perra La transformista, activista y artista escénica Hija de Perra juega construye su personaje escapándose del binarismo sexual, jugando con las visualidades bizarras y con la sátira para reivindicarse desde las disidencias sexuales. Su estética sexualizada y no-normativa es lo que caracteriza su trabajo, revinándose desde lo abyecto para generar incomodidad en espectador a través del lenguaje sexual ambiguo. Su trabajo se ve fuertemente influenciado por el posporno, un movimiento artístico que se apropia del concepto de la pornografía para generar un producto artístico que rompa los esquemas tradicionales de las sexualidades normativas y los cánones estéticos convencionales.

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Sebastián Calfuqueo

Organa Feminazi

La obra de Calfuqueo se ve marcada fuertemente por su herencia mapuche para proponer una reflexión crítica hacia los cruces culturales entre los pensamientos indígenas y occidentales, desde una posición feminista, disidente sexual y de-colonial. Le artiste trabaja con múltiples lenguajes, como el video, la instalación, la ceremica y la performance.

La activista trans-feminista Organa Feminazi trabaja desde el arte drag, interpretando la exageración artística de los estereotipos de género. El lenguaje fundamental de la artista sera la performance, en donde se posicionara con su personaje como disidencia sexual para hacer reflexiones criticas al sistema político hegemonico, las sexualidades normativas, el sistema patriarcal y la cultural colonial. En su intervención Asamblea prostituyente, personifica a la actual parlamentaria chilena Pamela Jiles para cortar la cabeza del presidente Sebastian Piñera, haciendo una fuerte crítica a la clase política dominante y a las lógicas políticas dictatoriales sostenidas en la constitución chilena vigente. El cuerpo sexo-disidente entra a ser agente crítico y político en la escena nacional, posicionando la sexualidad como parte de la agenda revolucionario en el contexto nacional del estallido social del 2019.

En su obra You will never be a Weye, el artista se “traviste” personificando al Machi Weye, una entidad espiritual de la cosmovisión mapuche pre-colonial que no se ajustaba al binarismo de genero occidental, transitando de lo femenino a lo masculino. Así, en este ejercicio, Sebastian reivindica la sexualidad no normativa en sus orígenes ancestrales omitidos por la historia oficial.

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REFLEXIONES FINALES (¡SEGUIMOS EN RESISTENCIA!)

“La contra-sexualidad es también una teoría del cuerpo que se sitúa fuera de las oposiciones hombre/mujer, masculino/femenino, heterosexualidad/ homosexualidad. Define la sexualidad como una tecnología, y considera que los diferentes elementos del sistema sexo/genero denominados “hombre”, “mujer”, “homosexual”, “heterosexual”, “transexual”, así como sus prácticas e identidades sexuales no son sino maquinas, productos, instrumentos, aparatos, trucos, prótesis, redes, aplicaciones, programas, conexiones, flujos de energía y de información, interrupciones e interruptores, llaves, leyes de circulación, fronteras constreñimientos, diseños, lógicas, equipos, formatos, accidentes, detritos, mecanismos, usos, desvíos…” (Preciado, 2001: p19). Comprendiendo las raíces de las narrativas hegemónicas, podríamos afirmar que las nociones de identidad sexuales que comprendemos y con las que nos (auto)identificamos no son más ficciones políticas que regulan y jerarquizan el cuerpo dentro una “maquinaria sexo-política”. Esta afirmación es bastante provocadora, ya que nos haría pensar que todo lo que comprendemos en cuanto a la sexualidad y el género pareciera derrumbarse en una suerte de nihilismo anti-sexual contra-hegemonico. Quizá, solo seamos seres múltiples y parlantes, irreductibles a categorías y nociones ficticias de la sexualidad, porque nuestra naturaleza es mucho más compleja, dinámica y transitoria. En la utopía de la contra-sexualidad, Preciado propone el desmontaje radical de toda una narrativa hegemónica que define las identidades sexuales, comprendiéndonos como seres neutrales frente a la doctrina femeninas-masculina; donde las orientaciones sexuales no existan ya que nuestro cuerpo y deseo no son estáticos ni definidos; donde las construcciones plásticas y hormonales del cuerpo no tengas que estar justificados en una patologización del sexo-genero «equivocado»; donde la construcción de la identidad se pueda a través de múltiples técnicas y subjetividades del género. Esta sociedad contra-hegemónica abandonaría toda imposición sobre la sexualidad para construirnos como seres «monstruosos» que se habiten más allá de toda identidad establecida, llegando a un punto donde no concebiríamos ni identidades sexuales, ni géneros, ni sexos definidos. Estas estrategia contra el sistema sexo-género reprogramarian el género y modificarian los esquemas de deseo y del placer, para así, configurarnos como seres autónomos que se construyan desde la rareza somática mas pura. Sin embargo –continuando la reflexión de la utopía contra-identitaria— no podemos pasar por alto que 48

como grupos subalternos de la hegemonía sexual nos reconocemos, vivimos y nos reivindicamos como sujetxs políticamente identitarios, con el objetivo de reconocernos dentro de la estructura social, establecer alianzas de lucha, estrategias de sobrevivencia y revoluciones libertarias; las mujer necesito reconocerse como feminista para denunciar la opresión histórica que vivía por el sistema patriarcal, quien la mantiene en un estado subordinado frente al hombre; los homosexuales necesitaron reivindicarse frente al régimen heterosexual para despatologizar su deseo y afectividad; las lesbianas necesitaron reivindicar su doble opresión por ser mujeres y disidentes de la norma heterosexual; la bisexualidad, pansexualidad, asexualidad, y otras orientaciones sexuales no-heterosexuales/homosexuales necesitaron romper este binario como únicos deseos posibles, reivindicando las distintas formas de (no)atracción sexual, romántica, emocional, etc; la comunidad trans necesito despatologizar su identidad y auto-determinar su cuerpo en relación a su identidad de género, para así, construir su propia narrativas identitaria; la intersexualidad necesitaba denunciar la mutilación genital y tratamiento hormal “correctivo”, visibilizando la multiplicidad sexual que va más allá del binario femenino y masculino; el activismo no-binarixs necesito decir que el sistema sexo-género es mucho más complejo que la dicotomía del femenino o masculino, o que quizá, este en sí mismo carecía de sentido; lo queer necesito cuestionar toda estructura sexual hegemónica para comprender que todas las nociones sexuales que nos atraviesan no son más que construcciones sociales, culturales, económicas, y por sobre todo, políticas. ¿Es posible llevar una revolución sexual que abarque toda la multiplicidad, y que se reivindique desde la no-identidad? Pienso que es necesario levantar luchas identitarias que necesitan ser comprendidas, discutidas, levantas y visibilizadas desde su complejidad individual. Asumir una identidad no tiene que significar comprenderla como una supuesta verdad, sino que puede ser una estrategia política, mientras esta no caiga en una naturalización esencialista. Comprendo la identidad como una ficción política que puede ser utilizada de forma inversa a la que propone el modelo hegemónico sexual: la identidad ya no sería la que nos mantiene subordinadxs, sino la que nos permite formar alianzas de reivindicación y subversión para derrocar la estructura sexo-hegemónica desde dentro, jugando críticamente con sus propias lógicas. Y tras esta liberación, vendría la utopía contra-hegemónica sexual, donde nos reconozcamos solamente como seres autonomxs, vivxs, pensaste, reflexivos y deseantes que se comprenden como complejidades desde su mera existencia. El delirio de la utopía anti-identitaria contra-sexual me lleva a reflexionar este tipo de revoluciones imposibles de ejecutar actualmente en una cultura que solo reconoce hombres, mujeres, y mariconxs. Nuestras primeras estrategias de lucha son reconocernos como identidades subalternas dentro de la estructura sistemática, para posteriormente, reflexionarnos como construcciones ficticias que se reivindiquen desde la multiplicidad hacia una revolución de los cuerpos libres. 49


Espero que estos aportes reflexivos sirvan para darnos cuenta de cómo estamos configurados por subjetividades externas dominantes, y no por hechos naturales. Posicionándonos como contra-hegemonias, podemos armar estrategias y alianzas de lucha que sean críticas a las estructuras que producen verdades sobre nuestros cuerpos, identidades y deseos. Nos reivindicamos como seres autónomos, libres y complejos capaces de generar nuestras propias narrativas y conocimientos. Seguimos en resistencia…

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BIBLIOGRAFÍA: -Fausto-Sterling, A. (2018). Por qué el sexo no se limita ser mujer u hombre. -Fausto-Sterling, A. (2006) Cuerpos sexuados la política de género y la construcción de la sexualidad. -Preciado, B. (2017). Historia de una palabra: Queer. -Preciado, B. (2008). Testo yonqui. -Preciado, B. (2001). Manifiesto contra-sexual. -Foucault, M. (1977). Historia de la sexualidad, vol.1: La voluntad del saber. -Foucault, M. (1978) Microfísica del poder. -Rubin, G. (1994). El tráfico de mujeres: Notas sobre la “economía política” del sexo. -Butler, J. (1990). El género en disputa. -Butler, J. (1993). Cuerpos que importan: Sobre los límites materiales y discursivos del “sexo”. -Sutherland, J. (2007). Nación marica. -Laqueur, T. (1994). La construcción del sexo: Cuerpo y género desde los griegos hasta Freud. -Cornejo, J. (2009). La construcción de la diferencia sexual. -Wittig, M. (1992). Pensamiento heterosexual: y otros ensayos. -Rich, A. (1980). Heterosexualidad obligatoria y existencia lésbica. -Vargas, S. (2016). Queer, cuir, y las sexualidades perifericas en mexico. -Richard, N. (2019). Deshacer y rehacer el género. 52

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PIES DE PÁGINAS

-Cabral, M. (2003). Pensar la intersexualidad, hoy. -Guerrero. S Siobhan [Siobhan Guerrero Mc Manus]. (17 oct. 2018) [Archivo de video] recuperado de https://www.youtube.com/watch?v=R9YXdPV5OLA&t=179s

1. Cuadernos de la cárcel (vol. 1), Gramsci 2. El género en disputa, Butler, 1990 3. “Cuando un juicio no puede enunciarse en términos de bien y de mal se lo expresa en términos de normal y de anormal. Y cuando se trata de justificar esta última distinción, se hacen consideraciones sobre lo que es bueno o nocivo para el individuo” (Foucault, 1978: p41). 4. El Concilio de Trento fue un concilio de la Iglesia católica desarrollado en periodos discontinuos durante veinticinco sesiones entre los años 1545 y 1563, la cual fue convocada como respuesta a la reforma protestante para aclarar diversos puntos doctrinales. 5. La heterosexualidad obligatoria y existencia lésbica, Rich, 1980 6. “Las intervenciones quirúrgicas intersex realizadas durante los primeros días y/o meses de un recién nacido y que se prolongan, en muchos casos, a lo largo de toda la infancia y la adolescencia no sólo no nos devuelven a una supuesta “normalidad” corporal, sino que mutilan la diversidad de nuestros cuerpos; mutilan nuestra sensibilidad genital y nuestra capacidad para el goce sexual, nuestra identidad y, en muchos casos, nuestra capacidad para optar por cirugías deseadas al llegar a ser adultos. Mutilan nuestro derecho a decidir aspectos centrales de nuestras vidas, y nuestro sentido de merecer ser queridos y aceptados aún sin cirugías.” (Cabral, 2003: p7) 7. El concepto LGBTQI+ representa a la comunidad de lesbianas, gays, bisexuales, trans, queers, intersexuales, entre otras sexualidades no-normativas 8. Cuerpos que importan: Sobre los límites materiales y discursivos del “sexo”, Butler, 1993 9. Placeres originarios. Sexualidad, identidad y género en sociedades indígenas, Exposición en el MAPI, Uruguay

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