Caprichos de Gabarrón

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ristóbal Gabarrón, artista polifacético y ciudadano del mundo, nos trae a la Universidad su colección “Caprichos”. Entre la que encontraremos pintura y escultura.

Nuestro artista da nombre a la Fundación que tiene sus sedes en Valladolid, Mula de Murcia, Nueva York y Medina del Campo, además de la participación en el Museo Caja Duero de Salamanca. Desarrolla una intensa labor con la promoción del arte, no solo a través de exposiciones sino también participando en las iniciativas socioculturales que se programan en su Fundación. Pero permítanme que, como espectador que aprende de los maestros, me refiera a la muestra que nos acontece, y que estará en la sede Centro de la Universidad de Jaén durante más de dos meses. Su pintura demuestra el hacer impecable de un consagrado artista que al discurso suma una maestría técnica que difícilmente encontramos en otros. Sin olvidarnos de que volumen, espacio y textura son elementos fundamentales en la escultura, quisiera referirme al color en nuestro artista, pues no solemos pensar que sea tan esencial en una obra escultórica. El color en Gabarrón no es complementario, me atrevería a decir que pinta el espacio con sus formas, y aunque es un aspecto fundamental en su obra, me ha interesado especialmente en su escultura, pues estamos más habituados a encontrarlo en la pintura, pero hemos de

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decir que en su producción da coherencia con un mismo lenguaje al conjunto de la colección. Sus “caprichos” son estimulantes mensajes visuales que esperamos que disfrutéis y que Cristóbal Gabarrón trae a nuestra sala en estos momentos en los que los ciudadanos estamos viviendo una difícil situación económica y social. Busquemos en el Arte el sentido de algunas situaciones humanas. Una vez más la creación artística nos enseña a vivir a pesar de las circunstancias. MANUEL PARRAS ROSA Rector de la Universidad de Jaén

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Reconstruyendo el cuerpo a través de la metáfora

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i tuviera que definir a Cristóbal Gabarrón (su vida, su arte, no hay mucha diferencia en su caso) diría, a modo de introducción, que es instante presente en estado puro. No le importa todo lo que ya ha conseguido, con ser mucho y bastante bien reconocido internacionalmente, sino que, por el contrario, prefiere concentrarse exclusivamente en el proceso diario, que en él es tanto lo que está haciendo como lo que está a punto de hacer. Creo que sería una manera pertinente, justa incluso, de comenzar un texto como éste, cuya intención consiste en acercarse sin tapujos y con la mirada franca a su producción estrictamente contemporánea. En los últimos dos años el artista ha ido gestando desde su interior tres series que parecen muy distintas, no sólo por las posibles intenciones de partida sino sobre todo por su proceso material y por su aspecto final. Complica aún más la tarea subrayar que en total nos estamos enfrentando a varias decenas de piezas, quizás llegan al medio centenar, entre las que se ha realizado una selección muy estricta que ahora se puede ver en las salas de la universidad.

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Debo advertir, eso sí, que juego con una considerable ventaja. Suele ocurrir con muchos artistas –mal necesario del que no se libra tampoco Gabarrón- que la reproducción mecánica de su arte en un catálogo apenas sirve para otra cosa que para levantar acta de lo que hubo en una exposición. Un conciso “así fue” y poco más. En consecuencia, y reducidas a una condición cercana a la de tarjeta postal o a la de cromo, esas imágenes no pueden estimular los sentidos de nadie más allá de una mera identificación visual con la obra, lo que de hecho produce una inmensa frustración para quien las ha rodeado con su cuerpo y, casi, las ha podido acariciar. Yo sí lo he hecho, por fortuna.

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Como digo, en el taller del artista he podido acercarme a esas series con todos los sentidos preparados para captar su esencia, su secreto. Lo primero que recuerdo de ese momento es la inmediatez con que estas obras entablan un diálogo con el espectador. Son ecos teñidos a veces de sutileza, a veces de cierta ferocidad pero siempre notando –casi como el recuerdo de una presión invisible sobre la piel– la rudeza de los materiales, la elegancia y firmeza del contorno, la violencia en la aplicación de los colores el silencio que permanece tras la contemplación. Resultan tres series muy distintas las que ahora se muestran, repito, pero me atrevería a afirmar –y creo sinceramente en eso- que comparten un leitmotiv y que éste tiene mucho que ver con una redefinición del cuerpo mediante el arte contemporáneo, actitud que logra mantener el equilibrio entre lo metafórico y lo tangible, lo real. Entre la idea y la materia. Empezaré con este asunto de la tangibilidad, de la fisicidad de su arte, que si bien se hace notar en las tres series, se manifiesta especialmente –en mi opinión– en la de Empalados. Seres construidos con acero, hierro y fibra de vidrio, su aspecto final es dramático sin tener que acudir ya a determinadas simbologías o analogías bien conocidas en la historia del arte anterior. No necesitan justificación externa. Por el contrario, su fuerza es puramente plástica. Reside en su poder de significación espacial y es por ello bastante obvio que cada una de estas piezas reclama para sí un espacio circundante muy amplio. Un escenario apropiado.


En el fondo han nacido con vocación de hito, de faro en mitad del paisaje, de marcador de un territorio propio y, desde luego, las torsiones a las que han sido sometidos les añaden un matiz inesperado de materia blanda, de piel dibujada a costurones. Son cuerpos metálicos verticales que penetran en perpendicular en otros cuerpos informes, surgidos del despliegue de planos y masas donde, en contraste con la severidad cromática de aquéllos, nos sorprende una alegría de color y de luz totalmente inesperada. Respecto a los colores, Gabarrón parece mantener su fe en el repertorio de etapas anteriores: verdes, azules, rojos, amarillos, aplicados buscando el contraste entre pequeños campos de color y pinceladas breves; en cuanto a éstas, no sabría muy bien afirmar si aluden a chispas que saltan de una fragua, a pelo de animal o, quizás, a la intención de introducir el movimiento en la escultura. Si fuera esta tercera hipótesis, estaríamos ante algo así como minúsculas líneas de fuerza que permitirían a la obra extenderse más allá de sus límites físicos, como un raccord fuera del campo visual, donde por otra parte sólo estamos nosotros, los espectadores. Y es que, como he dicho, estas obras son sobre todo un prodigio de comunicación: de hecho son capaces hasta de trasmitir calor y luz, como en esos rincones de la fibra de vidrio cuyo misterio y traslucidez recuerda tanto la calidez/calidad del alabastro. En las otras dos series el juego ha cambiado obviamente de reglas aunque se mantenga esa reflexión de fondo sobre la tactilidad. Parecen decirnos con su arte que somos lo que vemos y lo que tocamos. Nos ofrecen al mismo tiempo una experiencia física y espiritual. Los formatos circulares, sobre los que había trabajado en el pasado, integran una serie de veinte obras muy diferentes entre sí (por temas, entonación general, presencia o ausencia de figuras, etc.) y quizás la denominación genérica de “caprichos” que he oído alguna vez de boca de sus responsables sea más que apropiada. Ahora bien, no debemos olvidar que detrás de esos tondos hay un artista, no sólo un ilustrador, lo que significa que dichas imágenes han sido producidas como consecuencia de un arduo proceso espiritual y material, y que el mismo ha dejado un amplio muestrario de huellas visibles sobre la piel de la obra. Para lograrlo, Gabarrón experimentó con soluciones químicas que permitieran en cierto modo permeabilizar la fibra de vidrio para ha-

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cerla receptora de colores y formas. Una superficie impenetrable que ha convertido en porosa. Si los mirásemos a ras de superficie, con la cara muy pegada al soporte, veríamos que lo que se extiende ante nosotros en realidad es un paisaje inédito, una orografía accidentada por innumerables agujeros, desgarros, abrasiones y arañazos. Todo un ejercicio de silenciosa violencia con el que Gabarrón parece prevenirnos de una lectura fácil de esas imágenes. Finalmente, la serie de formato rectangular supone un desarrollo nuevo de ese laboratorio de formas que para el artista es el cuerpo humano y su traducción plástica, en este caso pictórica. Recordamos cómo ya en los últimos años ochenta había consagrado una serie a esas peculiares representaciones, la titulada Anatomía, pero se trataba de óleos sobre lienzo y sus dimensiones eran, por lo general, menores que las que presenta ahora, donde el soporte es fibra de vidrio. El mismo material de los tondos y de los Empalados, quiero recordar.

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En cambio, ahora esos óleos cuentan otras historias dignas de ser atendidas. La calidad de muro que tienen, con sus capas yuxtapuestas y sus pigmentos aplicados como si fueran salpicaduras al azar, remiten a la idea del paso del tiempo; incluso en alguna obra concreta como Posicionamiento, Sembrador o Monstruo que mata animales, se ha buscado recrear un efecto que simule la oxidación del metal, como efecto de ese mismo proceso temporal, siendo éste un asunto que, como por arte de magia, nos devuelve a las pieles soldadas –pulidas o sin desbastar, no importa– de la serie Empalados. Al fin y al cabo, todo en estas obras recientes de Gabarrón parece gravitar una y otra vez sobre ese eje que es el cuerpo interpretado por su arte como un flujo en continua metamorfosis. Una vivencia, no una imagen congelada. Esa impresión sobrevive una vez está concluida la obra, y es la que Gabarrón consigue transmitir al público, al que imagino –si no es conocedor de la producción anterior del artista– un tanto intrigado, quizás incómodo, ante esas formas –bien abstractas bien reconocibles en algún modelo figurativo- que llenan el espacio con tanta personalidad.


También me puedo imaginar perfectamente ahora a Cristóbal Gabarrón en su taller vallisoletano, donde le conocí hace unos días, pensando las nuevas fisonomías, los nuevos rumbos, de su arte mientras manipula los materiales, los ensambla y los transforma en nuevas realidades plásticas. JAVIER PÉREZ SEGURA

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CAPR ICHOS Crist贸b al Ga b a r r 贸n 13

c a t谩l o go


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Empalado V Serie Empalados (2010). Acero tratado oxidado, patinado, pulido y policromado 297 x 122 x 80



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Empalado II Serie Empalados (2010). Acero oxidado y patinado. Fibra de vidrio policromada. 150 x 60 x 30 cm.



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Empalado IX Serie Empalados (2010). Acero tratado y patinado. 200 x 35 x 30 cm.



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Empalado IV Serie Empalados (2010). Acero tratado y patinado. 246 x 78 x 60 cm.



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Empalado VI Serie Empalados (2010). Acero tratado, patinado, pulido y policromado 310 x 130 x 60 cm.



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Empalado VIII Serie Empalados (2010). Acero tratado, patinado y fibra de vidrio policromada. 200 x 55 x 25 cm.



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Empalado XI Serie Empalados (2010). Acero tratado y tratado. 190 x 66 x 40 cm.



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Empalado XII Serie Empalados (2010). Acero tratado y patinado. 193 x 66 x 20 cm.



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Mosca Serie Circular (2010). Óleo pigmento sobre fibra de vidrio. 125 cm. Ø



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Mágico Serie Circular (2010). Óleo pigmento sobre fibra de vidrio. 125 cm. Ø



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Vacío Serie Circular (2010). Óleo pigmento sobre fibra de vidrio. 125 cm. Ø



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A cavalo Serie Circular (2010). Ă“leo pigmento sobre fibra de vidrio. 125 cm. Ă˜



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El guardián de las cenizas Serie Circular (2010). Óleo pigmento sobre fibra de vidrio. 125 cm. Ø



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Vuelo Serie Circular (2010). Óleo pigmento sobre fibra de vidrio. 125 cm. Ø



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Soñado Serie Circular (2010). Óleo pigmento sobre fibra de vidrio. 125 cm. Ø



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Lapaman Serie Circular (2010). Ă“leo pigmento sobre fibra de vidrio. 125 cm. Ă˜



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Felicidad Serie Circular (2010). Ă“leo pigmento sobre fibra de vidrio. 125 cm. Ă˜



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Bueu Serie Circular (2010). Óleo pigmento sobre fibra de vidrio. 125 cm. Ø



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Mis demonios Serie Rectangular (2010). Ă“leo pigmento sobre fibra de vidrio. 87x115 cm.



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Personajes mimetizados Serie Rectangular (2010). Ă“leo pigmento sobre fibra de vidrio. 87x115 cm.



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Gabarrón Betegón, Cristóbal Mula (Murcia) 1945.

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umanista polifacético de carácter internacional, muleño de nacimiento, vallisoletano de formación y estadounidense de adopción, sus primeros años en la región de la luz, como él mismo la definirá años mas tarde, marcarán su trayectoria artística. Sus primeros bocetos, en los cuales prima la claridad y el color de la huerta murciana serán siempre una constante referencia en toda su obra. Siendo muy todavía muy joven se instala junto a su familia en Valladolid, ciudad en la cual desarrollará su formación y habilidad creativa, para definir con firmeza, ya a los dieciséis años, que su trayectoria profesional iba a estar vinculada por siempre a la creación artística. Sus primeras obras reflejan claramente los paisajes que le vieron crecer, las llanuras castellanas, los campos sin fin o los atardeceres de tierra de campos, momentos y lugares elegidos por Cristóbal para realizar sus primeras exposiciones en las galerías Castilla, de Valladolid y Macarrón de Madrid. Al mismo tiempo y como génesis de su tremendo afán por conocer otros lugares, comienzan sus viajes a Francia en la década de los años 60.

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Quizá ligado a este conocimiento de otras tendencias, debemos suponer su paulatino giro hacia una abstracción, que ligada a su fuerte compromiso social le hizo ocupar un lugar destacado en el arte español de la segunda mitad del siglo XX. La década de los años 70 está marcada por una presencia de su obra, en las más importantes capitales europeas, que evoluciona en estos momentos hacia un informalismo abstracto, dentro siempre de una constante figurativa que subyace a lo largo de toda su trayectoria y que de nuevo aflorará años más tarde. Galerías como Brenang en Berlín, Gesemnschellt en Hannover, Número en Venecia o Brecha en Londres, serán testigos durante estos años de su permanente evolución. Amante de su tierra, su presencia en España acontece de igual modo con diversas exposiciones, entre otras, las celebradas en la Galeria Stadium, de Valladolid la Galería Gaudí en Barcelona o la Galería Rayuela 19, en Madrid bajo el título “Materia”, donde su permanente capacidad creativa se va sumando a la adopción de múltiples influencias internacionales.

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Estados Unidos y el Olimpismo son dos aspectos que siempre han tenido gran importancia en la vida y la obra de Cristóbal Gabarrón. Su primera exposición individual en Nueva York en el año 1981, en la Galería de Arte Morales, la realización del Mural Olímpico para los JJ.OO. de Barcelona 92, y la materialización de la obra “Esperanza por la Paz” suponen un importante hito en su trayectoria profesional, a la vez que inician una fructífera etapa creativa, que todavía hoy día mantiene, marcada por la colaboración con Organismos Internacionales como el COIE o Naciones Unidas. Desde este momento van a ser constantes los viajes a un lado y otro del Atlántico, permaneciendo, desde el año 1986 largas temporadas en Nueva York. En éste mismo año su obra “Our Hope for Peace” será adoptada como imagen del “Año Internacional de la Paz”. Su cercanía al mundo del deporte queda también patente en creaciones como la serie “Atletismo femenino”, el Mural Olímpico “Historia del Olimpismo” realizado en 1991, o el gran proyecto escultórico “Atlanta Star” (1996), un bosque compuesto por veintiséis obeliscos triangulares dispuestos en forma de estrella y representativos cada uno de ellos de las diferentes ciudades que han albergado los juegos olímpicos modernos.


Los años 80 suponen en la trayectoria artística de Gabarrón una fructífera etapa creativa, series como “África” muestran su constante deseo por acercarse a otras culturas como la africana, “Osmosis” lleva a su máxima expresión la abstracción en la obra de Gabarrón, mientras “Pixamis”, “Magicus Obwer” o “Adventure” son buena muestra de la constante experimentación a la que somete Cristóbal su obra en la década de los 80, regresando a formas de trazo amplio, mezclando materiales con pigmentos terrosos y colores llamativos e inquietantes. La incesante actividad creativa de Gabarrón no encuentra fronteras en el lienzo o la materia escultórica, de modo que a lo largo de su vida, ha plasmado también su creatividad en la fotografía, como la serie “Death Self Portrait” realizada en 1977, donde interviene con pigmentos policromos sobre imágenes en blanco y negro, el collage, la serigrafía, e incluso más recientemente la escenografía, con el montaje realizado en el año 2005 para el Ballet Español de Murcia o los realizados para las galas de entrega de los premios anuales de la Fundación que lleva su nombre. Consciente de que el arte debe estar vinculado de forma inseparable al devenir de la sociedad, ha proyectado y realizado intervenciones urbanas enfocadas desde la doble vertiente escultórica y urbana. Su plasmación se encuentra en obras realizadas para Valladolid, como “Barandilla para el Pisuerga” (1999), “El Barrio del Color” (2000), o la “Capilla del Milenio” (2001) y el “Parque Villa de las Ferias” en Medina del Campo, una amplia zona ajardinada dedicada al recreo donde el mobiliario adopta forma escultórica, invitando al visitante a distraerse entre lo lúdico y lo artístico. Del mismo modo su obra ha reflejado no sólo la alegría y la esperanza de la que siempre ha sido firme defensor, sino también los sufrimientos del pueblo, especialmente del Gallego con él que le une una fuerte relación. Especialmente representativa de esta faceta es la serie “A Costa da Morte” (2003) , recuerdo del fatal acontecimiento en que el petrolero Prestige, tiñó de negro, no sólo las costas gallegas, sino también las esperanzas y las ilusiones de muchos de sus habitantes. Adalid de la cultura, su deseo de revertir en la sociedad lo que durante tantos años ésta le ha aportado, le llevó en el año 1992 a constituir, junto a familiares y amigos, la Fundación que lleva su nombre. Institución sin ánimo de lucro, tiene como principal fin, acercar a la sociedad

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el arte en sus más diversas facetas, labor que se ve complementada con actividades formativas y didácticas en los campos del patrimonio y la formación especializada. Al amparo de ésta primera han surgido en los últimos años la Fundación Casa Pintada, en Mula (Murcia) y la Gabarrón Foundation en Nueva York, configurando un triángulo muy representativo de la vida y obra de Cristóbal Gabarrón. Sin buscarlo pero como resultado de su fuerte vinculación social y del constante trabajo desarrollado durante años en pos de la creación y de la cultura, ha recibido importantes premios, menciones y nombramientos por parte de organismos, instituciones y asociaciones profesionales, destacando en el año 2000, el Premio Castilla y León de las Artes, a una trayectoria, el nombramiento “2001 Distinguished Guest Acholar” por la Universidad de Utah, el Premio Laurel de Cultura 2004, otorgado por la Asociación de la Prensa de Murcia, o quizá uno de los más representativos, el ingreso como Académico en la Real Academia de Bellas Artes de Santa María de Arrixaca el 2 de Mayo de 2006, con el discurso que resume su trayectoria creativa y sus inquietudes más recientes: “La Escultura Urbana. Preocupación y respeto por el entorno”.

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Esta misma escultura pública, de la que se ha declarado fiel defensor, ha ocupado un lugar destacado durante el comienzo del nuevo siglo con la realización de las series escultóricas. “Homenaje al Quijote” (2005), “Los Silencios de Colón” (2006) o la más reciente “Las Torres de la Alhambra” (2008), homenaje a la convivencia pacífica de las culturas judía, árabe y cristiana. Todas ellas han sido expuestas en las más céntricas calles y plazas de numerosas ciudades europeas y americanas, como Madrid, Nueva York, Lisboa, Valladolid, Murcia, Coruña, Santiago de Compostela o Valencia. De igual modo las localidades de Boecillo, Arroyo de la Encomienda y Madrid, han incorporado en sus calles, de forma permanente, grandes esculturas públicas salidas de sus manos como, “Tecnus”, “Cúpula Celeste” y “Homenaje a Felipe II” (2007). La ya mencionada experimentación le ha llevado en la última década a investigar con la fibra de vidrio y el metal, como soporte de sus nuevas creaciones, de éste modo sus más recientes series pictóricas “Circular” (2009), “Paisajes Interiores” (2009) o “Rectangular” (2010), muestran un personal y maduro mundo interior plasmado sobre las rugosas e insinuantes superficies plásticas del soporte. Éste mismo material convive igualmente en una abrupta pero al mismo tiempo suave ruptura con


el acero, combinando frialdad y vida, como lo demuestra la reciente serie escultórica “Empalados” (2010). Su figura ha sido de igual modo centro de análisis dentro de Retrospectivas como las dedicadas por el Chelsea Art Museum, el IVAM o el Centro Niemeyer, al igual que eje de un Congreso Internacional organizado por la Fundación Casa Pintada y la Universidad de Murcia en el año 2006, para analizar su figura. En todas ellas, críticos e historiadores de la talla de Donald Kuspit, comisario y profesor de la Universidad de Nueva York, Consuelo Císcar, Directora del IVAM, Kosme de Barañano, Catedrático de Bellas Artes de la Universidad Miguel Hernández, o Julián Zugazagoitia, Director del Museo del Barrio de Nueva York, han procedido a realizar cuidadosos análisis y estudios de su trayectoria profesional, recogidos en la abundante bibliografía aparecida durante los últimos años.

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Índice Presentación

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Manuel Parras Rosa Rector de la Universidad de Jaén

Reconstruyendo el cuerpo a través de la metáfora

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Javier Pérez Segura

Caprichos

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Cristóbal Gabarrón Catálogo de obras

Biografía de Cristóbal Gabarrón

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