Mujer:Los picos del alma

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Carmen Molina, compone para nosotras y nosotros, esta galería de significados que construye en la interpretación de la sociedad universal en la que hoy día vivimos. De profesión maestra y creadora, no podía ser de otra manera que nos mostrara esta visión bipolar de mujeres que pueblan nuestro planeta. Cada una de ellas y todas a la vez son la representación de este grupo que se reconoce sin temor de pertenecer a este género que ya no necesita que hablen por ellas. Las mujeres que durante tantos años hemos permitido que hablasen de nosotras, por nosotras, con nuestra imagen como representación de tantas cosas con las que no nos hemos identificado, vemos aparecer cada vez con más asiduidad, el testimonio de nuestro pensamiento. La voz y la imagen de todas, y de todos, pues en nostras también están representados los hombres como no podía ser de otra manera. Los conflictos que nos atañen son de todos, y nuestras venturas también son de todos. El proyecto fotográfico que Carmen Molina nos presenta nos hace de báculo a hombres y mujeres para entrar en una reflexión sobre las cosas que nos preocupan, las que nos gustan y aquellas con las que soñamos. Las que nos recuerdan el mundo en el que vivimos y por el que debemos luchar. Nos habla de cosas por las que merece vivir, y también nos enseña cuanto aprendemos del trabajo de nuestras creadoras. Ana María Ortiz Colón Vicerrectora de Extensión Universitaria de la Universidad de Jaén.



MUJER: LOS PICOS DEL ALMA El género es erigido socialmente y es representado en un ordenamiento obligatorio de atributos, conductas y en secuencias coherentes a él. La cultura, a través de mecanismos disciplinarios, ha construido durante siglos el género que se nos ha asignado y nos ha dejado subordinadas a esa estructura de poder. Nos vemos obligadas a desempeñar determinadas conductas en función de una normativa genérica sin potestad para llevar a cabo el “performance” que más nos satisface. Esta dicotomía episódica, rítmica y recurrente nos bisecciona transportándonos desde sentimientos eufóricos cargados de ilusiones y energía que nos hace sentirnos capaces de romper con todo lo impuesto, hasta el desinterés y la apatía más absoluta, el aislamiento y la desolación. Esta fragmentación y desubicación vital, este estado de ánimo transformante y aparentemente incoherente no puede diagnosticarse fisiológicamente, pero nuestro sistema cultural y social, como mecanismo de defensa primario, necesita etiquetarlo. Y lo denomina lunatismo, bipolaridad, trastornos hormonales, episodios maniacos-depresivos Y lo intenta “curar” con tratamientos farmacológicos y psicoterapeúticos que nos terminan convenciendo de que realmente estamos enfermas y adormecen cualquier intento de deconstrucción de género. Y nuestro existir se tambalea en esa delgada línea bipolar que busca desesperadamente un equilibrio respirable, una complicidad social, un compañero de viaje en nuestro paseo cotidiano por los picos del alma.











































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