Reescribir lo impuesto - Laboratorio de Crítica Cultural BAJ Valpo

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Artes Visuales

Dai Do - Elizabeth Carmona - Gabriel Alejandro - Ignacia Cabal - Isabella NuñezJaviera Arrate - Kathia González - Nicolás Quezada - Valentín Esperanz - Victoria Díaz

En sus manos tienen los resultados del XIII Laboratorio de Crítica Cultural de Balmaceda Arte Joven Valparaíso, una plataforma que, año tras año, se ha convertido en un espacio de encuentro, reflexión y creación para jóvenes críticos y creadoras de la región. Esta edición, correspondiente a 2025, se distingue por haber profundizado en las experiencias colectivas en terreno como parte fundamental del proceso formativo, generando un diálogo directo entre los participantes y las diversas manifestaciones artísticas presentes en la región.

Este año contamos con la coordinación del artista visual, José Pemjean, quien junto a un equipo interdisciplinario de artistas, académicos y críticos culturales, guió a las y los participantes en recorridos por exposiciones, galerías y espacios de creación en Valparaíso y sus alrededores. Estas experiencias no solo permitieron una aproximación vivencial al arte, sino que también desafiaron a cada integrante a observar, interpretar y escribir desde una conexión más íntima y situada. El territorio y sus tensiones, la memoria y sus silencios, así como los desafíos del arte contemporáneo, se convierten en ejes transversales de las reflexiones que encontrarás en estas páginas.

Desde sus inicios, el Laboratorio de Crítica Cultural ha sido un espacio donde la crítica no es solo un ejercicio intelectual, sino también un acto político y sensible. Entendemos que la crítica es un puente que conecta al espectador con la obra, que traduce lenguajes y resignifica experiencias. En esta edición, el ejercicio crítico adquirió una nueva dimensión

al trasladarse a los espacios donde el arte vive y se transforma, reforzando la importancia de estar en el lugar, de mirar desde el presente y de escribir con la voz de una generación comprometida con su tiempo.

A lo largo de estos textos, las voces de los participantes nos guían por paisajes diversos: críticas que analizan con rigor conceptual, crónicas que entrelazan lo vivido con lo observado, y ensayos que exploran los límites entre lo personal y lo colectivo. En todos los textos, resuena una sensibilidad única y un compromiso por pensar el arte más allá de sus límites aparentes.

Queremos agradecer a las y los jóvenes participantes, cuyo entusiasmo y dedicación dieron forma a este proyecto, y al equipo de Balmaceda Arte Joven Valparaíso, que con su apoyo y experiencia hicieron posible esta edición. Asimismo, reconocemos a las y los artistas y espacios culturales que nos abrieron sus puertas, permitiendo que la crítica cultural se alimentara del diálogo directo con las obras.

Esta recopilación no pretende ofrecer respuestas definitivas ni lecturas únicas. Más bien, invita a navegar por las inquietudes y hallazgos de quienes participaron en este viaje, a mirar el arte desde otras perspectivas y a cuestionar los modos en que habitamos el mundo.

Arte Joven Valparaíso

Mucha producción y poca crítica. Resulta curioso que estas, las primeras palabras que mencioné al dar inicio al Laboratorio de Crítica Cultural, fueran también mencionadas por los dos invitados que vinieron a apoyarme en esta versión del LCC: Nancy Mansilla y Juan Yolín.

Cualquiera que se dedique al trabajo cultural, y más específicamente a la creación, difusión o promoción de las artes visuales en la región de Valparaíso, es consciente de este vacío en nuestro sistema de arte: la falta de crítica y la gran falencia de medios dedicados a esta.

Así, recibo la invitación a dictar el LCC en BAJ Valparaíso. El tema del laboratorio me parece muy contingente para la región, pero, ¿cómo podría abarcarlo? Luego de reflexionar un tiempo y conversar con algunos colegas, llego a la conclusión de que la forma más lógica sería profundizar en los contenidos del Arte Contemporáneo para, desde ahí, analizar y finalmente poder criticar. Y así comenzamos.

Parte clave en el desarrollo del LCC fue también la revisión sistemática de artículos críticos publicados el 2024, en medios especializados y en la prensa, rescatando críticas informadas como algunas escritas por Amalia Cross, Diego Parra o Pedro Donoso. El ejercicio de revisitar textos críticos publicados durante 2024 nos hizo conscientes como grupo de la importancia y el valor de la crítica como registro archivo razonado de las programación nacional en artes visuales.

Como facilitador del LCC, debo agradecer a todos los participantes. Fue una grata sorpresa encontrarme con un grupo de jóvenes con ganas de opinar, con conocimiento de su medio y con disposición al análisis profundo de las artes en general.

El grupo que conformamos en esta versión nos permitió a todes expresarnos sin temor al juicio, en un ambiente de crítica constructiva donde siempre se respetaron todas las opiniones y posturas.

A la vez, los colegas que aportaron con sus conocimientos y experiencia como invitados fueron un gran apoyo para mí, como responsable, y sin duda, un valioso respaldo para los participantes, a quienes introdujeron en sus respectivas disciplinas, en las que, con toda certeza, puedo decir que son expertos. ¡Un gran abrazo a Nancy Mansilla y Juan Yolín!

Espero que el LCC se siga desarrollando año tras año en BAJ Valparaíso porque sin duda es un importante apoyo al ecosistema de las artes en la ciudad y en la región.

Detrás del humo “El Peso De Las Lentejuelas Y La Ligereza De La Memoria”.

De La Intimidad A La Resistencia

Colectiva

Palacio Baburizza: Más llano que la obra de Vilches.

Arte encorsetado: El dilema del concurso Nacional de Arte Joven de la Universidad de Valparaíso.

«LO QUE ME IMPORTA ES ESTAR VIVO»: Visitando el living/galería de Rodrigo Gómez Rovira. 20 23 24 26

La tradición del fuego Azul para el varón, rosado para la dama.

Detrás del humo

Lo primero es un sobresalto, cuando el sol pega en el ángulo justo y vemos que la galería se quema. Pero luego, al entrar, es el mismísimo Papa quien apacigua nuestros temores.

Ese fuego que parece saltar de la pared corresponde a la obra «Ritual», de Andrés Jacome Parra, que evoca, en primera lectura, a la quema de Judas. Sin embargo, encontramos una segunda pintura llamada «Reminiscencia», donde es un auto lo que se quema en vez de un muñeco. Suponemos que es un muñeco. En el muro diametral y simbólicamente opuesto tenemos, de nuevo, el fuego. «Paisaje Andino 2», de Abel Fernández, donde la cabeza de un huemul y un cóndor observan clavados en estacas un horizonte que se consume; y el díptico fotográfico «Cohabitar el peligro», de María Isabel Valderrama, donde la cabellera de la modelo se funde con la tierra quemada.

Sí, el fuego tiene una cualidad transformadora, pero no es lo mismo el fuego como manifestación, que el fuego manifestado.

Las obras de Jacome Parra presentan un mismo estilo: trazos expresivos y violentos, escenarios oscuros que realzan la luminosidad de las llamas. Impactan no sólo por lo bien logrado del efecto, sino que estimulan nuestra memoria reciente.

La referencia obvia, quizás algo vaga, tiene que ver con la revuelta de 2019, donde las llamas fueron punto de reunión y protesta. Los traidores pueden tener muchos nombres según quien mire, mientras que el auto bien podría ser un Cybertruck (Tesla) como un nuevo símbolo del capitalismo tardío. Jacome Parra hábilmente obscurece la conclusión evidente,

nos deja solos frente a las llamas, invitándonos a llenar los vacíos con nuestra propia leña.

Escondida entre las cenizas está la posibilidad de un mundo nuevo; la duda está en si, como sociedad, somos igual de buenos para construir que para quemar. Usamos el fuego como catarsis, pero el ritual queda ahí. Olvidamos su fulgor, mientras los incendios forestales son el ejemplo de una organización sistémica y codiciosa, bien delineada, que nos hace sentir impotentes. El conglomerado inmobiliario tiene resuelto ambos lados de la ecuación de forma impune. Se arma un plan de prevención, pero no se toca la ley de uso de suelos. Cohabitamos el peligro porque la patria ha sido decapitada, vendida y comprada.

Un fuego pequeño, como el de un muñeco de trapo o un automóvil, no hará los estragos de un megaincendio. La analogía funciona de forma inversa. ¿Qué cambios pueden esperarse de gestos simbólicos controlados e inofensivos? Cabe por supuesto el contraargumento. Para muchos las barricadas y los desmanes no fueron ni controlados ni inofensivos.

El fuego siempre estará en el arte, quizás cada vez más. Los juicios valóricos dependerán de lo que hagamos con las cenizas. Un cuadro, una fotografía, un edificio. O dejar que otro las barra.

“El Peso De Las Lentejuelas Y La Ligereza De La Memoria”. De La Intimidad A La Resistencia Colectiva

En el vibrante escenario artístico de Valparaíso, las exposiciones de Daniela Bertolini y Rodrigo Gómez Rovira trascienden la contemplación pasiva, convirtiendo el arte en un espacio de reflexión activa y transformación social. Abiertas al público durante enero de 2025, ambas muestras dialogan con problemáticas urgentes como la memoria histórica y la violencia de género, invitándonos a preguntarnos: ¿qué significa habitar el arte en un mundo atravesado por opresiones estructurales?

Rodrigo Gómez Rovira rompe con la noción tradicional de obra como objeto contemplativo. Su exposición incluye fotografías, los sillones de la casa de su abuela, un tocadiscos y su taller abierto, transformando la experiencia artística en un espacio habitable. El espectador deja de ser un observador pasivo para convertirse en participante, interactuando con el entorno, sentándose, escuchando música y habitando el arte como un lugar de pertenencia y reconstrucción emocional. Gómez Rovira reflexiona sobre la memoria a través de la figura de su padre, un artista exiliado durante la dictadura chilena. Para Paul Ricoeur, «la memoria no solo preserva el pasado, sino que funda nuestra identidad». Así, el espacio que habita el espectador se convierte también en un refugio para la reconstrucción de una memoria colectiva.

Por su parte, Muñecas House, de Daniela Bertolini, es un grito visual contra las imposiciones patriarcales que moldean la vida de las mujeres. La instalación incluye zapatitos, electrodomésticos y una casa de muñecas cubierta de lentejuelas, resignificando símbolos del hogar como espacios de

opresión. Su proceso creativo, detallado y ritualista, evoca lo que Silvia Federici describe como «el trabajo doméstico como base de la subordinación femenina». Bertolini utiliza su experiencia personal de ruptura matrimonial para conectar con una narrativa colectiva que cuestiona la familia patriarcal como modelo universal. Esto plantea una interrogante crucial: ¿puede lo íntimo romper las narrativas de opresión estructural?

Ambas exposiciones, aunque distintas en enfoque, convergen en su capacidad para evidenciar cómo las violencias personales son reflejo de estructuras sociales más amplias. Desde distintas perspectivas, Bertolini y Gómez Rovira nos enfrentan al desafío de repensar el papel del arte como herramienta para sanar heridas y cuestionar nuestra posición como espectadores.

En Valparaíso estas propuestas nos recuerdan que el arte no solo se contempla, sino que se habita. Temáticas como la memoria y la violencia de género, urgentes y necesarias, exigen que nos comprometamos activamente con sus reflexiones. Las obras de ambos artistas nos invitan a recordar y transformar, mostrando que en los espacios habitados por el arte también hay lugar para la resistencia.

Palacio Baburizza: Más llano que la obra de Vilches.

El museo de Bellas Artes de Valparaíso en su Sala Extensión presenta, de manera gratuita, por primera vez en la Quinta Región, la obra de Eduardo Vilches, premio Nacional de Artes Plásticas 2019. Bajando las escaleras se entrevé lo que comienza a ser la muestra del artista realizada entre 1960 y 1974, con figuras geométricas negras, blancas, cafés y azul cobalto, jugando en un espacio monótono, de iluminación tenue. Me gustaría profundizar más sobre el contenido propio de las obras, aunque en la sala existe una temperatura de 21ºC, una humedad del 60% y alrededor de 23 lúmenes que permiten la correcta conservación de los grabados, sería interesante nutrir el mensaje de la protocolar mediación.

El palacio Baburizza contempla un discurso simplificado del arte, un tipo de nuevo enfoque, para facilitar el entendimiento de las obras, y hacer, según el equipo directivo, que el espacio sea un lugar que permita llegar al entendimiento del público, dejando de lado el foco a solo los entendidos de las bellas artes utilizando un lenguaje llano. Es un hecho que el arte considera un tipo de hermetismo que es fundamental para entender por qué la lejanía del público al mundo cultural, la hostilidad de cierto discurso, presenta una muralla a quienes intentan ser novatos y novatas del entendimiento del espectro artístico. ¿Se puede (pretender) simplificar el arte?

Las personas como seres que razonamos y sentimos utilizamos aquellos beneficios que la naturaleza nos entregó. No vamos a un museo como lectores pasivos. Basta con interesarse en una nueva arista del conocimiento para originar discernimientos propios, más en la era actual con el poder de la información. El argumento de simplificar algo, en este caso, un concepto tan enorme como

las bellas artes, solo crea el efecto contrario, alejarlo. La repercusión de las artes en la expectación es, en la mayoría de los casos, calar en lo profundo y más allá de la superficialidad de lo cotidiano. Cuestionemos la factibilidad del intento de simplificar un discurso de arte que de por sí es tan minimalista como Eduardo Vilches, y con un contenido tan político y lleno de simbolismos. Creer que el área interdisciplinaria en donde se desempeñan es demasiado para las mentes curiosas que entran en su morada, es un acto de altanería. Si bien es cierto, el lenguaje utilizado en el arte muchas veces es enrevesado y denso, disfrazar el abismo de contenido que tienen las obras, está lejos de ser una solución

La problemática es real, y el manejo bastante cuestionable.

Calemos en la información que entregamos y encarguémonos de educar la mente a través de las enormes herramientas de tal institución. Si bien suena tedioso y de índole extensa en la práctica, es a lo que apunta hace año el área cultural, «siempre velando por que el visitante tenga una experiencia de aprendizaje significativa en arte, cultura, historia y patrimonio» como un desafío inmenso a la cola de ruinas que post-dictadura, condenaron a las artes a salir solas del barro. Simplificar el discurso, o intentar hacerlo, para que llegue a más personas es pretender que el nivel actual del arte, es de un modo superior al entendimiento de la sociedad actual. Bajamos el nivel, o subimos la mirada.

“TAMBIÉN SOY DE AQUÍ, 1973”

La memoria compartida de chilenos exiliados o bien, de quienes se quedaron, es un recuerdo que hace eco en aquellos que con el tiempo se volvieron artistas. Donde sus destinos parecieran ser sometidos a detenerse en algún instante de sus vidas en retomar y volver a ese incidente.

Rodrigo Gómez y las paredes que acogen su residencia en Sala Galia, se destacan por ser un espacio de reunión y diálogo en torno a lo que pareciera ser el living de su casa. Acompañada por elementos como un tocadiscos y sillones que hacen de este espacio, como lo dice el artista, un acto inmersivo para «habitar la galería». La sala la componen tres mesas instaladas a modo de taller, delimitando el espacio del artista. Allí es donde se instala a trabajar durante el tiempo de la residencia a modo de propuesta. En sus obras existe una lectura atemporal de imágenes de situaciones varias, las cuales son acompañadas por una serie de siete ediciones, entre ellas, libros y revistas. Cada una de ellas almacena en su interior la captura de imágenes que se materializaron en impresiones sensibles de lo biográfico, la identidad y el arraigo territorial. Todas estas desde su propia experiencia. Las impresiones en blanco y negro se desprenden de las páginas y se instalan en las laterales de la sala uno y la que le continúa. Algunas de estas láminas son a color y enmarcadas; otras expanden su mirada en potentes escenografías definidas y contrastadas en tonalidades grisáceas, negras y blancas.

Ejemplares como Repertoire (2013), es una recuperación y confección desde archivos familiares. Un homenaje a su padre Raúl Gómez, exiliado político. En este libro se detiene a seleccionar una por una, entre miles de fotografías, anotaciones y postales. Más de ciento cincuenta diapositivas, las cuales van acompañadas de breves anotaciones, reconstruyen esta biografía compartida.

Las historias que acompañan las fotografías cotidianas que incluye el artista en su libro me hacen recordar de inmediato los relatos contados en el documental La ciudad de los Fotógrafos (2006). Allí se comenta que por un tiempo la historia visual y periodística en Chile se vio censurada en medios de comunicación como revistas, periódicos, panfletos, entre muchos más. Las nulas fotografías esta vez posaron ante un recuadro en blanco, dejando un vacío o una vaga silueta de lo que no pudiera apropiarse la imaginación. Parafraseando a Kamikase, uno de los fotógrafos entrevistados para el documental, comparte que desde que se dio cuenta que lo único que no se puede negar era una fotografía, entendió que esa era su arma.

Logro acercar esta muetra a la que Eduardo Vilches expone en el Museo Baburizza, titulada Grabados (1690 - 1974). Algunas de sus obras provienen de recuerdos de su infancia, pasatiempos que tenía en el taller 99 y otros abstraídos por la tensión de la censura. Grandes formatos de formas y color componen sus xilografías y serigrafías, donde se puede apreciar las siluetas de agentes no identificados, partes de cuerpos varios y algunas escenas que se pudieran comprender como parte de este contexto. Obras como «Retrato X», «Manos I» comparten en este tipo de gráfica un parecido con aquellas revistas y periódicos donde la imagen fue desplazada a causa de su poder.

Ambas exposiciones nos acercan a un espacio de contemplación. Gómez recrea una casa donde sí se puede hablar de política. Vilches, por su parte, nos invita a hacer más hábiles. Imaginar, completar siluetas y contornos cargados de sentido para el que puede ver más allá.

Registrando la memoria emocional

La memoria, identidad y cuerpo como ejes de creación y sentido de supervivencia. Rodrigo Gómez hace de su exposición una experiencia genuina. Más que para su público, lo hace para él.

Al entrar a la galería Galia lo primero que atrapa visualmente es su escritorio, mesas de trabajo y un parlante pequeño con música. Alrededor sus fotos colgadas y puestas sobre mesas. Se entiende al instante que más que ir a ver, te está invitando a ser parte de su intimidad y cómo la ha ido registrado.

El sentido de pertenencia en Rodrigo es una bandera que lleva en sus diarios de vida hechas obra de arte. Un libro con fotos de sus recorridos, escritos biográficos en español y francés, país en el que se crio y creció después de que su padre se exiliara en Francia por culpa de la dictadura de Pinochet.

Conversando con él, nos cuenta que su mayor interés es tener su cuerpo en movimiento, colaborar con más artistas y como dijo explícitamente, vivir.

Me recuerda al método de Stanivslaski, actor y director ruso que propuso el realismo psicológico como método actoral, ocupando la memoria emocional del actor. Crear un contexto realista, sentido de la verdad y ejercer a partir de las circunstancias dadas.

Rodrigo cuenta que se trajo los sillones de su abuela a la galería, su tocadiscos y que invita a sus amigos los sábados para conversar, siempre con la búsqueda emocional de habitar el lugar dado y hacerlo lo más personal posible.

Lo mismo que refleja en sus obras, no hay ninguna mentira entre él invitándonos a pasar el sábado con sus ideas, charlas y hacer un libro fotográfico con

registros del diario de su padre, de hecho, presenta aquel libro como el más importante que ha hecho.

Rodrigo extrañaba Chile sin haberlo pisado nunca. Extrañaba los lugares que nunca habitó y las anécdotas que nunca vivió, pero que había escuchado toda su vida. El territorio estaba en lo profundo de una vida que le pertenecía y a su vez, no. En ese sentido, el artista comienza a retratar de forma autodidacta rostros, calles, movimientos que le hacen sentido y que podemos encontrar en la galería. Predominan el blanco y negro, entregándonos esa nostalgia con la que creció y plasmo en sus trabajos tanto en Francia, como en Valparaíso.

«El fin no es la perfección», nos dijo Rodrigo, mientras nos mostraba sus distintos proyectos. Al final la exposición es más una investigación sensible y respetuosa sobre sus propias raíces y conexiones, documentando el camino del artista bajo su propio ojo.

La necesidad del movimiento, de pertenecer, registrar, demostrarte como espectador que más que fotos hay una vida buscando este sitio tan especifico que plasma visualmente un largo recorrido, un recorrido que empieza su padre y termina el aquí volviendo a su territorio.

La muestra está disponible hasta el 1 de febrero.

Te amo Monlaferte: comprar el sueño de la artista interdisciplinaria

«Antes pensaba que el arte era para personas con plata, que era difícil acercarlo a la gente, pero me di cuenta que puede ser para todos», dijo Mon Laferte al The Clinic el año pasado cuando estaba a punto de inaugurar su primera exposición como artista visual. Apenas llegué a la exposición en el Parque Cultural de Valparaíso la experiencia comenzó con la negligencia. Compré dos veces la entrada y jamás me entró un correo de Punto Ticket-. Un golpe antes de entrar: «no se hace devolución del dinero».

La masividad de la artista podría haber acercado a un público más diverso del que usualmente se interesa por el arte contemporáneo. Creo que los $5.000 que cuesta la entrada serán destinados, por muchos, para otros fines. pues el contexto de quienes vivimos en la región de Valparaíso, territorio con la mayor cantidad de campamentos del país, es una realidad alejada del arte

A la salida puedes comprar un poster o una libreta. No me extrañaría ver uno de esos dibujos en un tiempo más plasmado en alguna polera del retail con un Te Amo o incluso un perfume, circulando con una abultada campaña de marketing aludiendo al amor propio. Ese es uno de los contenidos que la artista busca abordar, tan transado en el mercado los últimos años. Mon Laferte no lo hace distinto, es superficial. Parece que esperara calar en las mujeres con estas frases panfletarias para que ellas se rebosen de amor propio. De todas formas, me encantaría que lo lograra.

Destaco la serie llamada Cerro Cárcel, donde toma testimonios de historias de mujeres privadas de libertad en Valparaíso. Al darle visibilidad a una temática que va más allá de ella misma, la serie se distingue. Es una lástima que solo conoció a esas

mujeres por Zoom. Leo una frase sobre una de estas pinturas que dice «sin locura no hay libertad». Las mujeres también han sido encerradas y privadas de libertad en los psiquiátricos, tal como narra Kate Millet en su Viaje al manicomio, donde la teórica feminista vive aterrorizada de ser encerrada una vez más. Si vamos a hablar de locura y feminismo, pienso que cabe al menos preguntarse qué es de lo que hablamos.

De entrada, te pautean que tienes que hacer el recorrido en máximo una hora. La muestra comienza con fotos de su infancia y un rayado de rojo en la pared que reza: «Creo que el sufrimiento o dificultad de un artista no le agrega valor a su obra». A pesar de que me parece discursivo que no tenga estudios formales y es un trabajo naíf, no puedo obviar que esta exposición es posible porque tiene recursos económicos y logra montar esta muestra gracias a un equipo y sus posibilidades. Una realidad dramáticamente distinta a la de los artistas que sí vemos en el paisaje cotidiano de Valparaíso.

Otro texto, ubicado arriba de la definición de la palabra amor, dice «Tuve miedo, pero no quiero que nunca más ninguna mujer tenga miedo». Abajo de la definición de amor «yo te amo, tú me amas, nosotras te amamos». SÍ Mon, es verdad todas te aman, pero este discurso es todo lo alejado al rupturismo, es simplista y no alcanza a atravesar sobre lo que históricamente nos ha sido expropiado a las mujeres. Todas las feministas soñamos con un mundo mejor para las mujeres. Me imagino estas frases en gráficas de redes sociales de coaches de amor propio, diseñados especialmente para mujeres. Otra expone «no quiero ir por la vida pidiendo disculpas por ser mujer».

En el alzamiento de su biografía que nos recibe tal enciclopedia al comienzo del recorrido, vemos fotografías de su adolescencia que me recuerdan a Sade y Shakira. La camaleónica artista primero me sonó a Violeta Parra, ahora a Marilyn Monroe, rubia a la que identifico de fondo en una escena de su documental proyectados en la sala. Los audífonos no funcionan, por lo que te sugieren verlo en Netflix.

Hay unas fotos glamurosas y enormes de ella en eventos como los Grammy. También se exhiben vestuarios que ha usado para el Festival de Viña del Mar y en su matrimonio. Me acerco a una vitrina de la que no se ven grandes detalles, me esfuerzo en lograr ver. Dos galvanos de su niñez en Viña del Mar. La primera parece ser un reconocimiento de un festival del cantar de algún establecimiento de Santa Inés, la otra un marco con una placa dorada que no tiene nada escrito. Destaca el signo de Coca Cola y el slogan «la bebida oficial del verano».

Hay una libreta abierta que presenta escrito en todo el espacio de las hojas y varias veces «te amo Joel, te amo Joel, te amo Joel…». Resabios de un amor adolescente del que pocas referencias

tenemos y del que tampoco me interesa. También hay una polera de tela brillante corta, un pony, entre otros chiches. Me recuerda cuando vi a través de una vitrina una cartera de Javiera Carrera, pero a Carrera y Laferte las separan más de 200 años.

La artista también definió su obra como un apapacho, pero los escritos de puño y letra con faltas ortográficas están lejos de abrazarme. Menos las figuras a las que denominó Enormes seres, cuyos escritos no alcanzo a leer porque la norma es estar a dos o tres metros de distancia. Mientras recorres la sala suena un susurro en loop que reitera «te amo, te amo». Qué peligrosa me parece la imposición y masificación del mensaje de amarse a sí misma sin profundidad alguna.

El arte visual no tiene aún un reality show. Esta exposición me confirma que la cantante chilenomexicana pudo pagar por el sueño de la artista interdisciplinaria, cautivando aún más a sus clientas al aproximarse a este nuevo formato, transmitiéndoles que si creen en ellas y se esfuerzan lo suficiente, pueden cumplir todos sus sueños.

Arte encorsetado: El dilema del concurso Nacional de Arte Joven de la Universidad de Valparaíso.

El concurso Nacional de Arte joven de la Universidad de Valparaíso tiene la cualidad de permitir leer el arte emergente en Chile. Desde sus inicios, esta exposición ha buscado destacar a las nuevas generaciones de artistas, ofreciendo un espacio para aquellos que están dando sus primeros pasos en su trayectoria. La idea de arte joven que propone este concurso es cuestionable. Las bases del certamen son claras, si se busca una delimitación en su visión. Las obras participantes deben ajustarse a medidas específicas (no deben ser frágiles, ni picudas, etc) y no se consideran formatos como el performance, video o propuestas intermediales. Esta decisión no solo simplifica la exhibición, también plantea una interpretación del arte joven desde lo tradicionalmente exhibible. Esto refleja una visión académica del arte emergente, una que privilegia la técnica y el formato por sobre las propuestas experimentales o fuera de la norma. El jurado encargado de la exposición 2024 estuvo compuesto por los artistas Gustavo Ávila, Daniela Bertolini e Isabel Cauas. Estos aportaron una perspectiva como voces expertas y, gracias a sus trayectorias, les permitió evaluar las obras con rigor técnico y conceptual. Sin embargo, podemos notar que está visión no está necesariamente ligada a la experiencia de quienes evaluan. Aquí surge una propuesta: qué pasaría si se sumará un cuarto jurado, uno que sería el último ganador o ganadora del concurso. Este miembro podría ofrecer una mirada más cercana al contexto de los jóvenes participantes, aportando

frescura en el proceso, sin quitar la experiencia que puede ofrecer lo académico.

Al recorrer la exposición nos encontramos con una narrativa en donde la juventud se muestra contenida, más vinculada a la búsqueda de la mentada profesionalización del arte, su visibilidad y legitimidad. Este arte joven parece ser entendido como el primer paso hacia la consolidación dentro de un sistema artístico chileno que valora la claridad conceptual y la técnica. Es una perspectiva interesante, pero más cercana a la academia que a las expresiones libres y espontáneas que muchas veces asociamos a la juventud.

El concurso Nacional de Arte joven 2024, si bien ofrece un espacio de visualización de artistas emergentes, lo hace dentro de un marco que limita la experimentación. Al privilegiar ciertos formatos y operar bajo márgenes establecidos por la academia, se corre el riesgo de encasillar a los jóvenes artistas en límites que son puestos por personas que o ya pasaron por la etapa de experimentación o ya no tienen relación con esa primera parte del desarrollo artístico.

Una solución tentativa es flexibilizar las bases del concurso, incorporando categorías para formatos experimentales, como la performance o el videoarte. Esto permitiría acoger una mayor diversidad de propuestas y dar cabida a discursos diversos. Asimismo, incluir un jurado rotativo que

integre a artistas jóvenes o ganadores recientes, para aportar una perspectiva más fresca y cercana a los participantes.

Repensar este certamen no solo como una entrada al sistema artístico chileno, sino como un espacio que fomente la libertad creativa sin márgenes estrictos. Esto permitirá que las nuevas generaciones se expresen libremente sin restricciones. El arte joven no debe ser una sombra del pasado, sino, una nueva luz por descubrir.

La tradición del fuego

Aún recuerdo de niño la vez que presencie como todo el barrio se reunía alrededor de un fuego sin entenderlo. Viendo como pedían moneitas pal judas, pedían ropa usada y recolectaban objetos de todo tipo; la mayoría inflamables y perfectos para imitar un cuerpo para luego juntarse alrededor de este y ver como era consumido en la hoguera, riendo, gritando de alegría, todos compartiendo en la noche alrededor de esta fogata, alrededor de la lumbre, sin embargo el fuego no siempre significa algo bueno como ha sido para este territorio, Valparaiso.

Allimapu mejor conocido como Valparaíso, tierra quemada en mapudungún es nombrado por lo pueblos originarios por el tipo de tierra que se encontraba en la zona (arcilla roja, tierra de tonos opacos) estaba habitada por los changos pueblo indigena cazadores del borde costero, utilizaban canoas e implementos de pesca. para realizar su asentamiento quemaron parte de este territorio, con eso comienza su historia. A la llegada de los colonizadores para acabar con la tribu utilizaron mayormente el fuego quemando la aldea situada en este lugar marcando un hito, como surge esta ciudad y como es destruido a manos del fuego y así comenzar a reconstruirse. No es ajeno mencionar todas las catástrofes que han sido causadas por este motivo a lo largo del tiempo, destruyendo el territorio en beneficio de otros.

Si entendemos esto como transformaciones a base de las llamas en donde se destruye para volver a construir, no refleja el concepto que tenían de fuego los pueblos originarios, para los selk’ nam en su ceremonia kloketén es cuando el cambio del niño hacia la pubertad, limpiando sus caprichos y travesuras. Una llama purificadora para el espíritu, sin embargo con el pasar de las épocas se desvirtuó

su uso, destruyendo la conexión que existió en algún momento, lo utilizaron para destruir bosques nativos, quemar la tierra para construir edificaciones, quitando vidas sin escrúpulos ni pensando en las consecuencias que esto podría traer solo pensando en beneficios, bienes materiales y destruyendo así el territorio, pero no su alma.

En la pintura que es realizada por Andres Jacome Parra con el nombre de “Ritual” situada en la sala Farol de la Universidad de Valparaiso como muestra honorífica de la Bienal. Se puede apreciar un barrio, su barrio, en el cual hay tonos oscuros demostrando la noche, se identifican a personas de espaldas, casas, unas zapatillas colgando de los cables y en el medio con fuerza, vigor un gran fuego, llameante, una luz dentro de toda esta oscuridad, la quema del judas, tradición porteña oriunda de los cerros, una festividad que renace desde la población obrera, marginal y periférica. una demostración de unión en el territorio como lo hacían nuestros antepasados, todos reunidos alrededor de las llamas quemando al traidor, quemando al que rompió los códigos. Como bien lo expresa el título de la obra, un ritual emblemático que le pertenece a la gente de los cerros, algo propio, que genera una identidad única logrando una unificación en el territorio, de que no es solo una pequeña festividad sino una forma de luchar para respetar los principios de esta tierra, Allimapu y por todas las adversidades que ha pasado, pero siempre renaciendo de las cenizas.

Azul para el varón, rosado para la dama.

Por Valentín Esperanz

No veía tanto color rosado desde que se estrenó la película Barbie de Greta Gerwig en 2023, catalogada como divertida y para todo público. Pero, ¿qué tienen en común Daniela Bertolini y Greta Gerwig, además de una casa de muñecas y el color rosado? Sus obras contienen un potente mensaje hacia el sistema y el patriarcado. La exposición hace referencia a Casa de Muñecas (1879), de Henrik Ibsen, una obra de teatro controversial para su época.

Con un par de zapatos de tacón intervenidos, denominados Zapatitos de princesa (2017), Bertolini da inicio a un proyecto que en la actualidad culmina con la exposición que hoy alberga CENTEX. Muñeca’s House reúne piezas que conforman parte de una vida tradicional y cotidiana: como Mi amor, ¿te ayudo? (2018), cuyas piezas son electrodomésticos; Sociedad Conyugal (2019), con el auto familiar original. La particularidad presente en estos elementos son las lentejuelas, miles de lentejuelas que cubren toda una puesta en escena conformada por una habitación, baño, cocina y auto, unificando la atmósfera del «dulce hogar» y cubriendo de brillo todos los elementos de una vida compartida, dividida y cuestionada a raíz del divorcio.

Acompañando la exposición, nos encontramos con una reproducción de video-performance. En ella Bertolini, caracterizada como una idealización de la mujer perfecta, muñeca o hasta Barbie, pasa la aspiradora en un lugar donde no hay polvo. Al igual que en la instalación en CENTEX, todo impecable. La imagen de pulcritud en la escena nos transporta a un ambiente utópico, de cuento de hadas, que en base a los pequeños elementos que incorpora la autora, como cepillos de dientes y plantas vivas, asumimos está habitado, pero al mismo tiempo totalmente detenido en el tiempo y vacío.

El proceso creativo consistió en aplicar las lentejuelas, una por una, en cada una de las piezas. Es ahí cuando se me viene a la mente lo terapéutico que debe haber sido.El día de la inauguración le comenté esto a la autora, pero ella no lo reconoce como arte-terapia. Para mí es una metáfora: convirtir las lágrimas en lentejuelas y las frustraciones en un escenario donde nunca dejan de brillar.

La autora pone en palestra el fracaso para el sistema que significa su quiebre matrimonial. Le pregunté sobre el contrapunto, básicamente si no considera que este «fracaso» le llevó a crear el éxito que sería Muñeca’s House. Me parece bastante interesante su respuesta, asocia el éxito como otra temática que forma parte del mismo sistema, y «reivindica el triunfo artístico solo como una oportunidad». Considerando el variado público que visita el Centro de Extensión del Ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio, me cuestiono si esta experiencia autobiográfica es para todo espectador, o al igual que con la película Barbie, un pequeño porcentaje del público saldrá ofendido del cine o no comprenderá el trasfondo político.

En la obra de Ibsen el personaje de Nora abandona a su familia y su casa. Era su única posibilidad de realización personal. Esto me hace pensar en cómo la casa brilla, pero sin muñecas dentro. ¿Será que si entra una muñeca a la casa esta se vuelve opaca? O al revés, ¿la muñeca brilla porque está fuera de su casa? La instalación se encuentra disponible en Sotomayor 233, Valparaíso, hasta fines de febrero para poder averiguarlo.

«LO QUE ME IMPORTA ES ESTAR VIVO»: Visitando el living/galería de Rodrigo Gómez Rovira.

En una esquina del concurrido Cerro Concepción, en calle Galos, se encuentra la Galería Galia, una extensión de la galería Bahía Utópica. La puerta está abierta, y al lado, un cartel pintado a mano que avisa en mayúsculas: AQUÍ HAY FOTOGRAFÍA. El enunciado no puede ser más concreto, si queremos ver fotos, hay que entrar. Las murallas de la sala exhiben marcos con fotos de diferentes tamaños y temáticas, de Valparaíso, de algún lugar nevoso, retratos, edificios, mar, barcos, cielos, entre otros. Nos recibe el artista, fotógrafo y también curador de esta muestra temporal, Rodrigo Gómez Rovira, quien cálidamente responde nuestras preguntas y cuenta sobre su trabajo e historia., Es posible verlo en el mesón principal, donde expone su trabajo en diferentes formatos a lo largo de los años. Un ejemplo es REPERTOIRE, un libro recopilatorio de imágenes tomadas por su padre, quien fue exiliado político durante la dictadura cívico-militar. O ANVERS1998VALPARAÍSO, que nos cuenta a través de fotografías del autor y relatos varios, el viaje desde el puerto de Anvers, en Bélgica, hasta Valparaíso, en un buque marinero, luego de vivir veintidós años en Francia, producto del exilio. Ambas publicaciones, entre otras exhibidas, nos sitúan en momentos cruciales de su vida y son ejemplo de cómo los contextos sociopolíticos atraviesan a las personas y marcan nuestras formas. Es imposible observar su obra sin hablar de su vida; las fotografías están cargadas de biografía y tiempo. Por lo mismo, no es una coincidencia que en la última versión del Festival Internacional de Fotografía de Valparaíso (FIFV), en donde trabajó como director artístico, la temática fue ¿Cuándo una fotografía pierde la memoria?

EL ESPACIO

Al fondo de la sala hay un piano, un tocadiscos, vinilos, una mesita de centro y los sillones de su abuela; dispuestos para ser usados y compartidos. Todos los sábados se realizan actividades abiertas al público, las que consisten en sesiones musicales de artistas locales. Al otro extremo, una suerte de taller donde está la máquina de escribir, lápices y pinturas rojas que dan vida a algunas de sus obras. Esta disposición no es azarosa: como en la fotografía, en la sala misma está el ímpetu por permanecer en movimiento, de vivir a través de su arte y las conexiones sociales que este permite. Un espacio en movimiento enriquecido por el flujo de público y artistas. Como sus publicaciones, la galería es un espacio íntimo que posibilita el diálogo entre la historia contada y el presente.

«Lo que me importa es estar vivo», nos dice Roberto, mientras presenta una de las ediciones del mesón. Todo tiene sentido, el arte y el espacio, la Sala Galia, se convierten en un contenedor de experiencia a través de sus fotografías y también con la visita misma, que abre espacio a la conversación y el compartir.

Balmaceda Arte Joven Valparaíso

Enero 2025

Edición y coordinación LCC: José Pemjean

Diseño y diagramación: Alma Olavarría

Expositoras invitadas: Nancy Masilla Juan Yolin

Valentina Montero

Los derechos de los textos pertenecen a lxs autorxs

www.baj.cl/lcc

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