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Diálogo con Tomás de Hijár Ornelas

SEDEC 100

Instituto Superior de Catequética Sección Diocesana de Evangelización y Catequésis Arquidiócesis de Guadalajara




Primera edición 2014. © miguel(así,sinapellidos) 2014. © Instituto Superior de Catequética 2014. Guadadalajara, Jalisco, México Entrevistador, edición y diseño editorial miguel(así,sinapellidos) Transcripción y formato Mario Grana Hecho en México Todos los derechos reservados. La aquí escrito corresponde a lo expresado por el entrevistado y en ello refleja su propio discurso y disposición. No compete al editor nada de lo aquí manifestado. Se prohíbe la reproducción parcial o total de esta obra por cualquier medio físico, fotomecánico, electrónico o cualquier otro, sin el permiso por escrito del editor.




De esta charla

Durante la investigación realizada sobre los cien años de los que es la Sección Diocesana de Evangelización y Catequésis (SEDEC) tuve la oportunidad de encontrarme con el cronista de la Arquidiócesis de Guadalajara, Tomás de Híjar Ornelas, a quien se considera una noble persona de gran conocimiento y plebiscito preciso. Aquí la evidencia de lo que, a venir de su memoria, logró comentar una breve contextualización de la evangelización previa al nacimiento de la organización catequética de Guadalaraja, que en un primer momento se valió de los esfuerzos de los feligreses para más tarde concretarse como institución del clero. Durante dos días de asistencia Tomás de Híjar correspondió sin impedimento alguno para videograbar cápsulas sintéticas de manera cronológica, mismas que fueron enumeradas conforme a la etapas históricas que mencionó. Gracias por la valía del tiempo y la disposición para la realización de este pequeño volumén que contiene algunos de los antecedentes inmediatos de la historia de la evangelización y la catequesis en la ciudad de Guadalajara. miguel(así,sinapellidos) Guadalajara, Jalisco, octubre 3, 2014.



Tomás de Híjar Ornelas

Febrero 12, 2014, 16:46 horas. Abril 1, 2014, 9:02 horas. Santa Teresa de Jesús, Guadalajara, Jalisco.

1 En Guadalajara, se creó el 13 de julio de 1548. Aunque su título inicial fue Obispado compostelar. Se trata pues de una de las sedes creadas en el Nuevo Mundo, en el siglo XVI, está entre las veintitantas más antiguas del continente americano. Se desmembró del Obispado de Michoacán, que a su vez se segregó del de México y en lo jurídico perteneció, al menos unas pocas semanas, a la Arquidiócesis de Sevilla. Toda vez que la huella del Evangelio llegó al Occidente de México, de donde nacerá el Obispado de Guadalajara desde los primeros meses del 1530, tiempo en que la circunscripción canónica de estos lares era esa sede arquidiocesana en la península ibérica. En 1548, podemos entender que esta porción del mundo era muy diferente a lo que habrá de ser en nuestros días: era una zona escasamente poblada, no tenía, a diferencia del Altiplano y del Sureste de lo que hoy es México, experiencias de asentamientos humanos densamente poblados. La demografía era escaza y la gran parte de los moradores nativos, en proceso de sedentarización. Eso facilitó y complicó las cosas en lo que habrá de llamarse la Nueva Galicia, en la nomenclatura civil, y evidentemente, también la evangelización de la Iglesia de Guadalajara, que tal se da su nombre a partir de 1560 cuando se haga el traslado oficial de las sedes civil y eclesiástica de Compostela, la capital inicial del reino de la Nueva Galicia a Guadalajara. Esto nos habla de un momento germinal donde la evangelización, entiéndase también la catequesis, en esta parte del mundo estaba dividida en dos niveles, pues tales eran las repúblicas de indios y las repúblicas de españoles, como finalmente terminaron adoptándolo las Leyes de Indias. Ahora, con pocos elementos de cultura general para potenciar estas dos cosmovisiones, los que vivimos en México, más bien, tenemos una visión “negra” de ese momento: algo así como un gran genocidio, donde fueron arrasadas culturas nativas por otras invasoras. Pero la realidad es mucho más compleja, ciertamente, hubo un proceso doloroso y de adaptación, pero no todo fue ruina, muerte, desolación... menos en un lugar como la Nueva Galicia donde, según lo he dicho, los nativos eran pocos y lo expedicionarios, muchos menos. 9


Hay que tomar en cuenta un bien neoclave para entender lo que venga después, 1541-1542, la rebelión chimalhuacan, durante la cual casi todos los descendientes de los primitivos moradores de estar tierras, alentados por algunos de sus jefes, promovieron una rebelión que tuvo su momento estelar, la llamada Guerra del Mixtón, que orilló nada más y menos que al virrey, don Antonio de Mendoza, a trasladarse al frente de un contingente muy nutrido de indios tlaxcaltecas hacia esta región, esta comarca y sofocar lo que parecía el principio de un levantamiento que ponía en riesgo grande la pertinencia de la expansión de la cultura Occidental, del macizo continental americano. Si las cosas, después de ese año de 1542, tendrán refundaciones de pueblos, villas, aldeas, indianas… digamos que las poblaciones de indios, entre 1530 y 1542, casi todas desaparecen, tendrán que regenerarse de nueva cuenta a partir de este último año, y los pueblos españoles, habrán de sufrir también mutaciones grandes: pocos serán los que se mantengan en su asiento original y un ejemplo muy patente de esto, que vengo diciendo, es Guadalajara, que tuvo tres sedes provisionales antes de la cuarta definitiva. Con esto no nos extrañe que la misma capital de la Nueva Galicia y sede original del Obispado de Guadalajara, que así fue llamado luego, pues haya sido Compostela y que esa Compostela de 1546, pues haya tenido que cambiar de lugar y no sea el mismo sitio donde ahora existe una cabecera municipal en el estado de Nayarit. Estamos hablando, digo, de una conformación social inestable, con grandes retos y desafíos y así habrá de sobrevenir a la vida, la Iglesia en Guadalajara. Perdón padre, esto es el nacimiento de la Iglesia en Guadalajara: el surgimiento, la modificación. Son muchos cambios los que pasan: hay destierros, hay nuevas razas, digámoslo así... pero, ¿qué sucederá con la evangelización en estos años? Sabemos que, precisamente, la evangelización fue lo que dio armas para que todas las nuevas generaciones de los radicados, no solamente aquí en lo que es actualmente Jalisco, sino lo que es la Nueva Espala, fue la “lengua”… y de ahí conocer la palabra de Dios. Pues no. La “lengua” en el sentido de transmisión oral de conocimientos, no era una realidad en la evangelización del siglo XVI, porque había muchas lenguas, muchas, quiero decir que... según Dávila Garibi, hasta principios del siglo XVII, había más de cien idiomas en la Nueva Galicia. Y la forma de transmitir aún las nociones más rudimentarias del Evangelio, era muy complicada. La evangelización hasta, por poner un año, el primer Concilio provincial mexicano de 1555, corrió por cuenta de los frailes franciscanos, en estas tierras, sí, pero también de los catequistas indios. Yo más, insistiría, en estos últimos que en aquellos, porque los religiosos, los frailes, siempre fue una exigua minoría ante el gran número de catequistas indios: tanto de tlaxcaltecas, como de mayordomos y tepantopiles que fueron asignados al sobrevenir la segunda sedentarización... y aquí conviene aludir a algo que, lamentablemente, hasta el día de hoy no se ha estudiado, la pues… una veta riquísima para consideraciones más profundas y es: la importancia que en la 10


difusión del Evangelio tuvieron los mismos indios y el soporte de fe, de espiritualidad, que ya tenían los naturales en estas tierras. Vamos echando cuentas... según los datos que tenemos, que se han hecho, había unos siete y medio millones de habitantes originarios, en eso que los antropólogos han intitulado Mesoamérica, al filo de 1521: la caída de la gran Tenochtitlán. Frente a esos siete y medio millones de habitantes sólo hubo, hasta 1521, tres frailes; a partir de 1523, 12 frailes; en 1526, 24 frailes; en 1529, 35 frailes... no siempre dedicados al cien por ciento a la evangelización, algunos de manera heroica, tenaz y admirable… pues díganme usted, en un tiempo donde no hay caminos, donde no se hablan las mismas lenguas, donde las distancias son abismales, los peligros muchísimos… ¿qué podían hacer 35 personas, frente a siete y medio millones? Imposible que pensemos en la evangelización de estas tierras, sin los catequistas indios y sin el sustrato grande de fe y de religiosidad y espiritualidad amerindia, digamos que la semilla del Evangelio no podía haber caído en un terreno más fecundo. Y la manera como los indios van a abrazar la fe, nos permite inferir, tampoco eso se ha estudiado, que el bagaje del Evangelio ya lo tenían los naturales antes de ser, de recibir el anuncio formal del cristianismo, nada más lo conservaron, lo pulieron, lo acrisolaron y lo siguieron manteniendo porque el esquema de la república de indios no era otra cosa que delimitar comarcas, donde los naturales que habían aceptado vivir congregados tenían el derecho de poseer tierras en común, de ser gobernados por sus autoridades propias, de seguir sus usos y costumbres, de no pagar tributo a la corona, estar exentos de la jurisdicción eclesiástica, e incluso, estar al margen de los tribunales mixtos que en materias de cuestiones religiosas, tenía la Monarquía Católica en este tiempo, me refiero al Tribunal del Santo Oficio de la Inquisición. Los indios no estuvieron sometidos a la jurisdicción del Tribunal del Santo Oficio y tampoco estuvieron obligados al pago del diezmo, todo esto fue una excepción que hicieron las Leyes de Indias. Sin embargo, sobre todo en los primeros años, sí estuvieron sometidos a una institución no muy afortunada, muy desafortunada más bien, en términos de derechos humanos, que fue la encomienda y después el repartimiento de indios: era una manera obligada y de trabajo, no forzado, pero sí obligado: se remuneraba y era temporal, eran cuadrillas semaneras, pero no dejaba de prestarse para abusos. Digamos que la evangelización entre los indios, corrió por cuenta no menos de los catequistas indios que llegaron junto con los frailes evangelizadores y después de los mismos indios que quedaron en calidad de mayordomos al frente de las comunidades y de la atención de las cofradías, de las fiestas religiosas en cada comunidad y que en la república de españoles, pues, la evangelización y catequesis estuvo a cargo de la misma inercia social, de una conformación humana que aprendía junto con las primeras letras y si no había escuelas de enseñanzas, de enseñanza elemental, sí al menos bajo los principios de la demotecnia, los barruntos de la doctrina, de la disciplina y de las nociones elementales de la fe cristiana.

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Algo como… se depositaba la confianza y la fe… educaban al indio y era el indio, “ve y enseña al mayor de tus hermanos” y se fue reproduciendo una cadena... Pues la evangelización entre los pueblos de indios, fue tan profunda que en el mismo siglo XVI se hizo... se retroalimentaba: los curas doctrineros, que así se llamaba a los párrocos de los pueblos de indios, fueron frailes hasta el Siglo XVII, que hablaban la lengua mexicana por lo menos, el náhuatl, pero, más bien, se encargaban de la asistencia sacramental que de la catequesis... ésta la impartían los mismos naturales, sobre todo el respeto a los ciclos del año litúrgico, a las grandes fiestas de la Iglesia, a las fiestas patronales, a la manera de hacer el desplante de los espacios ceremoniales, digámoslo así: el atrio cementerio, la cruz atrial, la iglesia de la comunidad y la iglesia del templo del hospital. A todo esto, bueno pues, la pervivencia de una religiosidad que se fue enriqueciendo con muchos ingredientes de la cultura antigua: la danza, la dramatización de los tiempos fuertes de la liturgia, el teatro de evangelización, los pasos procesionales, los cantos… fue algo muy rico, muy importante. 2 Me platicaba un poco de las escuelas y de las nuevas formas que se implementaban para la evangelización, tales como el teatro y las artes. De ahí en más, ¿qué sucederá en los siglos siguientes, el crecimiento de las órdenes, el crecimiento de nuevas universidades? A diferencia de lo que a suceder en la Nueva España y la Nueva Galicia, la Iglesia diocesana y la orden de los franciscanos tendrán la responsabilidad y la atención de la cura de almas de la República de indios, los segundos, de la república española, los primeros. Desde que se crea en 1548 la iglesia partícular compostelana y luego de Guadalajara, pues el reto va a ser la formación de un clero nativo y la atención de las parroquias en un territorio inabarcable de más de un millón de kilómetros cuadrados, que así de grande será el Obispado de Guadalajara. La información que tenemos, que no es poca, nos permite aventurar, que desde el principio los obispos, don Pedro Gómez Maraver que fue diocesano, fray Pedro de Ayala que fue Franciscano, don Francisco Gómez de Mendiola que era un laico a semejanza de don Vasco de Quiroga... habiendo sido oidor… don Francisco Gómez de Mendiola era presidente de la Real Audiencia de la Nueva Galicia… fue presentado por el rey para ser obispo, lo consagraron obispo ordenándolo un poco antes, diácono y presbítero... y luego el dominico fray Domingo de Alzola y luego don Alonso de la Mota y Escobar, era cura diocesano nacido en estas tierras, ofrecen un rico panorama de un perfil que no es todavía homogéneo, se va consolidando y que en el siglo XVII, va a tener su referente obligado como los cultos fundantes, a cien años de haber sido, poco antes, de haber sido creada esta diócesis en 1623... de su territorio nace la Iglesia particular de Durango y por 12


esos años comienza el conocimiento y la difusión del culto a Nuestra Señora de San Juan de los Lagos. Poco después se declarara taumaturga a mediados de esa centuria, la imagen de Nuestra Señora de Zapopan que se va a relacionar, desde siempre, con la primera evangelización: la de fray Antonio de Segovia. Y finalmente la devoción y el culto a la imagen de Nuestra Señora de Talpa, Nuestra Señora del Rosario de Talpa. Yo creo que esa religiosidad mariana del siglo XVII puede sintetizar esta centuria, que va a hacer muy importante, porque es donde nace la cultura mexicana. No hay que esperar a 1821 para hablar de la cultura mexicana, sino, ya a mediados del siglo XVII, el perfil del hombre y la cultura en México, para Graciano Samuel Ramos, está ya bien consolidada. Y será una Iglesia marcadamente diocesana, pues si bien en Guadalajara tendrán convento distintas órdenes religiosas, la atención pastoral y la cura de almas corresponderá sólo a los franciscanos en el siglo XVI, y a los jesuitas en el siglo XVII, a cargo de los cuales estará la apertura de rutas del Norte al Noroeste, el establecimiento de misiones en lo que hoy son los estados de Sinaloa, Sonora, la Baja California y la Alta California, al sur de los Estados Unidos. El siglo XVIII se caracterizará por las grandes obras sociales que emprenda figuras de la talla de los obispos fray Antonio Alcalde, que gobernará esta Iglesia en 1771 - 1792, y que pues, habrá de fundar el hospital Real de San Miguel de Belén y a su iniciativa la Universidad... la Real Universidad Literaria de Guadalajara, que algunos por ignorancia llaman Real y Literaria, algo que no tiene sentido, esa expresión jamás se usó, por lo que Ignacio Zaragoza se equivocó, en una lectura precipitada que hizo de algún documento y luego ya los ignorantes han venido repitiendo esa expresión desafortunada. Y como gran obra social, no en el siglo XVIII pero sí en el principio del XIX, la Casa de Misericordia que emprenda el sucesor inmediato de Alcalde, don Juan Cruz de Cabañas y Crespo que llega a esta Iglesia, en Guadalajara, en 1796. El siglo XIX estará salpicado de contradicciones, pues, junto con la participación intensa en el proceso de emancipación de estos territorios, el trono español, que tendrán los eclesiásticos, un grupo de más de treinta sacerdotes del clero de Guadalajara habrán de participar activamente en este proceso de emancipación. Después de 1821 se dará pie a una confrontación muy visceral, en la que tomarán parte grupos antagónicos a los que no será ajena la interferencia que los Estados Unidos y las logias masónicas emprendan, con el deliberado propósito de desmoronar la única institución del antiguo régimen que no había sido mortalmente afectada, desde luego estoy hablando de la Iglesia... digamos que esos grupos antagónicos, que habrán de estar compuestos por élites, descendientes de los peninsulares, que van a compartir ciertas cosas: su aversión a la cultura india, su anticlericalismo y su manera de entender la Ilustración. Los masones de rito escocés, viendo hacia Europa y los masones de rito yorkino, viendo hacia los Estados Unidos. Y aquí van a surgir dos sectores igual de viscerales: los primeros se llamarán conservadores y los segundos liberales. A veces, de una forma arbitraria, 13


se cree que los anticlericales por esencia eran los liberales, pero si estudiamos bien las cosas, los conservadores eran tan anticlericales como los liberales, en el sentido de que veían a la Iglesia como una institución que debería de estar bajo la tutela del Estado. Quizá la manzana de la discordia fueron los bienes eclesiásticos, los cálculos que hace Luca Salamán, sin duda desproporcionados, pero que le van a dar pie a uno de los ideólogos del liberalismo, el doctor José María Luis Mora, que era clérigo secular y después cometiera apostasía, van a justificar algo que en 1857 se consigue en la Constitución de cuño anticlerical y esto dará pie a una confrontación muy virulenta, que se llamará la Guerra de los tres años, al término de la cual, serán desterrados todos los obispos de México. Cuando digo a todos me estoy refiriendo a nueve, pues no es un número muy grande, había muy pocas diócesis al terminar el proceso de dependencia de estas tierras del trono español. Y en dos etapas, hubo orfandad absoluta en las iglesias locales, de 1829 a 1831, se murieron todos los obispos que había en estas partes y los que no se murieron, dos de ellos, estaban en el exilio, se fueron a España y ya no regresaron. Se restaura el episcopado en 1831, pero luego en 1861, treinta años después, por un decreto de Benito Juárez, presidente por ministerio de ley… Juárez nunca fue votado para ser presidente de México… fue 12 años Presidente por ministerio de ley... y él dispuso que los obispos fueran desterrados acusándolos de haber patrocinado al bando conservador, en su Guerra de los tres años. Una acusación no probada y más bien falsa, cuando no calumniosa. Los obispos desterrados, entre ellos el de Guadalajara, salen al extranjero. Tres se quedan en los Estados Unidos, uno en la ciudad de La Habana, los demás se van a Roma, y permanecen más de dos años en la Corte Papal. Esto les va a dar la oportunidad de asistir a la canonización de San Felipe de Jesús en 1862. Y al regresar de Roma, después de haber gestionado ante el Papa Pío Nono, la creación de siete nuevas diócesis ya sin la necesidad de que el gobierno mexicano autorice estos trámites, porque Juárez ha dispuesto en 1861, la absoluta independencia entre la Iglesia y el Estado, una medida muy necesaria. Los obispos regresan del destierro en 1864, cuando los liberales han evacuado la capital de la República, trayendo consigo las bulas para la creación de las nuevas diócesis y el nombramiento de los pastores que habrán de encabezarlas. Digamos que el gobierno liberal de Benito Juárez queriendo exterminar a la Iglesia en México, indirectamente la duplicó. En las Leyes de Reforma, que así se van a denominar un conjunto de disposiciones que de 1855 a 1863 van a… no digo a separar, a supeditar, a someter a la Iglesia y al Estado, debemos explicarlas desde dos perspectivas, dos puntos de vista: la falta de entendimiento de la libertad religiosa y del sano laicismo y de una injerencia protagónico que quería tener el Estado sobre todas las instituciones, incluyendo la Iglesia. Si las cosas, en las Leyes de Reforma, se dispuso que desaparecieran todas las órdenes religiosas, que sus conventos fueran incautados, que la Iglesia quedara incapacitada para tener bienes raíces y administrar fondos y capitales, quedándole nada más una cierta 14


competencia de administración para los lugares de culto público: los templos, las catedrales y nada más. Quedó prohibida, incluso, el establecimiento de lugares de formación para eclesiásticos: los seminarios. El asunto es que en 1864, cuando regresan los obispos, la única arquidiócesis que existía por aquí, desde 1546 la de México, pues deja su monopolio y nacen, con el rango de arquidiócesis: Morelia, he dicho mal, Michoacán, no se llamaba Morelia, la Iglesia de Michoacán y la Iglesia de Guadalajara como cabezas de provincias eclesiásticas. A Guadalajara pertenecerán los obispados de Durando, Sonora, Linares, Zacatecas... sede recién creada, una de las siete... y el vicarial por la Baja California, su primer arzobispo también será su último obispo, don Pedro Espinoza y Dávalos. Y pues, el nacimiento de la provincia eclesiástica tendrá lugar, cuando se ejecute la bula Romana ecclesia en la parroquia de Lagos (Lagos de Moreno, Jalisco) el 17 de marzo de 1864, el 5 de abril de ese año arribará a Guadalajara el arzobispo, se dará la tarea de reconstruir lo que encontró en ruinas: desde su iglesia catedral hasta, pues, todos los inmuebles religiosos seriamente dañados durante la Guerra de los tres años y durante la ausencia de los obispos de México. Habrá de ser su sucesor don Pedro Loza y Pardavé que gobernara esta Iglesia de 1869 a 1898, quien restañe las heridas, establezca las escuelas parroquiales, el oficio catequístico, el seminario conciliar y de alguna manera las órdenes religiosas. Don Pedro no va a permitir que se abran los noviciados, Pedro Loza, pero sí que se recompongan los y las sobrevivientes en las antiguas órdenes religiosas que no se han secularizado y que aún habiéndose exclaustrado quieran recupera la vida comunitaria. A la muerte de don Pedro Loza, su sucesor don Jacinto López y Romo, entre 1899 y 1900, pues, mal arribará a esta diócesis porque va a morir junto con el siglo, el 31 de diciembre de 1900. En cambio su sucesor, don José de Jesús Ortiz, que llega de Chihuahua de la que haya sido primero obispo, hará de establecer el catolicismo social en las escuelas parroquiales y la restauración absoluta de las órdenes religiosas, masculinas y femeninas. A don José de Jesús Ortiz, tercer arzobispo de Guadalajara, esta Iglesia local le debe… he dicho mal, perdón, a don José de Jesús Ortiz y Rodríguez, cuarto arzobispo de Guadalajara, la Iglesia local le debe no poco de su restauración. Lo que don Pedro loza hizo en el terreno material humano, don José de Jesús Ortiz lo hizo en el plano de catolicismo social al grado que se le va a reconocer o la historia lo va a recordar como el “padre de los obreros”. Cuando muere en 1912, quien le suceda, don Francisco Orozco y Jiménez, obispo de San Cristóbal o de Ciudad Real, o de Chiapas, es lo mismo... así se podía referir en ese tiempo a esa sede... arribará a Guadalajara en circunstancias bastantes peculiares en el año de 1903. 3 La gestión episcopal de don Francisco Orozco y Jiménez comenzará en diciembre de 1902 y llegará a Guadalajara después de haber gobernado la Iglesia de Chia15


pas, durante diez años y haber enfrentado a los liberales de Tuxtla Gutiérrez, en un proceso en el que él no quiso participar, que consistió en trasladar la sede del gobierno de San Cristóbal a Tuxtla. Y como esto afectaba a los indios de Chiapas, con los que se identificó tanto don Francisco Orozco y Jiménez, los liberales apodaron al obispo, como si le dijeran perro, le apodaron “Chamula”, porque como he dicho y está suficientemente estudiado, para los liberales el mejor indio era el indio muerto. Esto es algo que lo vamos a ver de los Estados Unidos a Argentina: el genocidio sistemático, promovido por los que sólo entendían la cultura y la civilización desde los parámetros occidentales. Y pues la incomprensión absoluta a forma de vida y de comportamiento, distintas a las que ellos presentaban como paradigmáticas. El obispo Chamula, ahora no nos suena como una ofensa sino como una alabanza. Ya Jean Meyer ha hecho una comparación interesante entre el obispo Francisco Orozco y Jiménez y don Samuel Ruiz, salvando las diferencias, pues, ambos estarán al frente de una iglesia particular, con una distancia de medio siglo y ambos harán la opción muy decidida por la causa del indio como ya lo había hecho, pues, el primero de los obispos de esta iglesia particular: fray Bartolomé de las Casas. Francisco Orozco y Jiménez en Guadalajara va a afrontar un pontificado plagado de aristas. Toda vez que el 8 de julio de 1914, el arribo del ejército Constitucionalista, capitaneado por Álvaro Obregón, habrá de introducir la persecución religiosa en estas latitudes, de una forma muy agresiva, como no se había vivido desde los tiempos de la Guerra de los tres años. Y quizá con un actitud aún más despiadada y brutal, pues si bien, la primera persecución religiosa, la de 1857 al 63 también fue sanguinaria, la de 1914 a 1940 habrá de ser brutal e inmisericorde. Digamos que fue una guerra sin cuartel con el deliberado propósito de exterminar el catolicismo en México. Hemos hablado de la acción social de los católicos, de los primeros años del siglo XX, pero después de 1914, esta actividad se va a replegar, no va a ser la carta encíclica Rerum novarum la que aliente a los católicos a buscar la aplicación de la doctrina oficial de la Iglesia, sino la ley de “sálvese quien pueda”, que irá promoviendo una suerte de resistencia pasiva de los católicos desde el boicot económico contra los decretos 1913 y 1927 del gobierno del Estado, que pretendían reducir el número de ministros de culto a uno por cada cien mil habitantes, lo cual era absurdo en una ciudad que pasaría de los cien mil habitantes, un cura para toda la ciudad de Guadalajara y pues... en qué otra ciudad se iban a juntar cien mil habitantes... era algo desquiciante, aquello era una forma de matar por inhibición a la fe católica. ¿Cómo se llegó a esto y cuál fue la situación en la que quedó el arzobispo Francisco Orozco y Jiménez? Es un tema muy extenso, tendríamos que hablar desde el principio de su gestión, en enero de 1914 con un problema grande que hubo entre el gobernador José López Portillo y Rojas y el arzobispo; la llamada de atención del presidente Victoriano Huerta a este prelado; el exilio que se impuso 16


a partir de junio de ese año, el cual providencialmente le libró de quedar a los fuegos o en el fuego cruzado de los carrancistas, que sin duda lo habrían metido a la cárcel, los carrancistas. El 8 de julio, que ya mencioné, se van a cumplir cien años, convirtieron en cuartel todas las iglesias de Guadalajara, sin excepción de ninguna, comenzando por la Catedral. Incautaron todos los edificios de la Iglesia, sin excepción de ninguno, comenzando por el Seminario Conciliar, que, convirtieron en cuartel. Todos los conventos, hospitales, colegios, todos, se convirtieron en cuarteles. Algunos en escuelas, muchos de estos edificios fueron demolidos, aunque eran obras de arte, tanto por su antigüedad como por su construcción... es una etapa muy cruda, que se habrá de agonizar en 1917, cuando la Constitución Mexicana, emponzoñe con el artículo 130, un código y un ordenamiento jurídico que hace muchas aportaciones en el campo social. Los artículos tercero, quinto, 24 y 27 son o tienen contenidos anticlericales fuertes, pero el 130 se los lleva todos. Comenzando porque niega la personalidad jurídica a la Iglesia, es como si, al producir una ley particular en contra de una institución, jurídicamente un legislador le dijera a un individuo o a un grupo o a una asociación, “legalmente tú para mí no existes... aunque existas en la vida práctica, para mí no existes... no tienes derechos, tienes obligaciones pero no tienes derechos...”, es la máxima aberración jurídica a la que se puede llegar. Basta que pensemos que hasta 1992 estaban legalmente prohibidas las órdenes religiosas, los institutos de vida consagrada, los seminarios y usted me puede decir, “oiga pero si nunca ha dejado de haber esas organizaciones...”, bueno, nunca pero de forma ilegal, eran ilegales, “¿y por qué existían?”, bueno, pues porque eran unas, unas leyes tan absurdas que no se podían aplicar y cuando se quisieron aplicar entre 1926 y 1929 quisieron aplicar la rajeteada, provocaron una guerra civil que fue muy sanguinaria. 4 En su larga historia de cuatro siglos y medio, la Arquidiócesis de Guadalajara, ha vivido momentos especialmente relevantes para la evangelización y la catequésis: los tiempos heroícos de la primera parte de la evangelización a cargo de los misioneros, los tiempos de la organización de la diócesis propiamente dicha con un obispo al frente a partir de 1598, la organización de las parroquías en un terreno inmenso e inabarcable de dos millones de kilómetros cuadrados, la necesidad de fraccionar ese territorio en diversos momentos: 1623, Durango; 1775, Sonora; 1779, Linares; 1863, Zacatecas; fueron dando pauta para que el servicio de la evangelización y de la catequésis fuera tomando rumbos más adecuados a las necesidades del tiempo. En 1821, al firmarse el acta de la independencia del imperio mexicano, la Iglesia quedó en una situación muy peculiar, porque desvinculada del trono español, el soberano de ese tiempo, Fernando VII, se negó a reconocer la independencia 17


de México y por lo tanto se colocó como un dique a la dotación de obispos en las sedes que fueron quedando vacantes, a partir de esa fecha, de manera que en 1829, no quedaba un sólo obispo residencial en todo el territorio mexicano, y los dos sobrevivientes, el arzobispo de México y el de Oaxaca, se habían marchado al extranjero en un autoexilio que habrá de prolongranse hasta 1837. Eso dio una situación incomoda, un trienio, en el que no hubo un sólo pastor legítimo al frente de las iglesias particulares que eran diez, en toda esta parte del mundo. En 1831, la restauración del episcopado en México, marca el principio de una nueva que será caracterizada por el reacomodo entre el estado antiguo que la Iglesia tenía respecto a su relación con el gobierno; el estado nuevo, donde dos bandos contendientes, liberales y conservadores, intentarán ganar para su causa en favor de la Iglesia o de ideales donde la Iglesia ya no tiene una participación activa. Esta situación para lógica, en la ciudad de Guadalajara, se va a resolver entre septiembre y octubre de 1861, cuando los conservadores atrincherados en las iglesias y conventos de esta ciudad, resistan un sitio que les ponen los liberales, los cuales durante treinta días van a cañonear los lugares donde estaban guarecidos los conservadores, y el resultado, podemos figurarnóslo, escombros. es una fecha representativa, octubre 29 de 1860, marca el fin de una era donde la Iglesia y el Estado habrían marchado como dos instituciones que buscan lo mismo: la educación y la formación de la persona, del ciudadano, de los súbditos, de los fieles cristianos. Sin embargo, esto también va a liquidar una situación que ya se había vuelto complicada, la estrecha relación entre la Iglesia y el Estado marcada por el regio patronato indiano, y ahora, por las pretensiones del gobierno mexicano, de querer ser él quien haga los oficios de gestor ante la Santa Sede como antes lo ejercía el rey. Estos tiempos nuevos van a quedar bien cuajados en enero de 1861 cuando, por un decreto del presidente de la República, Benito Juárez, salgan todos los obispos de México. Por segunda ocasión, las sedes episcopales, las diez sedes episcopales vuelven a quedar vacías. De los obispos exiliados, en ese tiempo, residirán en la Corte Papal, serán testigos de la canonización del primer santo mexicano, San Felipe de Jesús, en 1862, y obtendrán del Papa Pío Nono que duplique el número de diócesis en este territorio en 1863, de manera que, cuando regresen del exilio, en 1864, lo harán trayendo consigo las bulas de creación de las nuevas diócesis, el nombramiento de los nuevos obispos y de erección de dos nuevas aquidiócesis, la de Michoacán y la de Guadalajara. 5 La necesidad de organizar la Iglesia en Guadalajara la comenzó el último obispo y primer arzobispo de esta sede, don Pedro Espinosa y Dávalos. Él fue consagrado en 1854, estuvo fuera de sus diócesis de 61 al 64. Fue recibido en esta ciudad el 18


5 de abril de este último año y morirá dos años en la Ciudad de México. Le va a suceder don Pedro Loza y Pardavé en 1869. Él antes der ser obispo en Guadalajara lo fue de Sonora, de manera que cuando lo trasladan a esta sede tiene ya una experiencia, tanto apostólica en un territorio de escasa evangelización, como universal, que va adquirir ya siendo arzobispo de Guadalajara cuando tome parte en el Concilio Ecumenico Vaticano I. A su retorno, don Pedro Loza, se dará a la tarea de atender tres prioridades, todas ellas destinadas a restaurar la Iglesia que había quedado devastada en el marco de la Guerra de Reforma, del 57 al 60. Las tres prioridades de don Pedro loza y Pardavé serán: la formación del clero, la educación de los bautizados y la catequésis. Para la primera reorganizará el Seminario con lo mejor de su clero y echará las bases para que esta institución se consolide, ya no sólo a beneficio de los aspiran al estado eclesiástico, sino de todos los jóvenes que quieren cursar estudios humanísticos en sus aulas, de manera que el Seminario llegará a ser a finales de esa última parte del siglo XIX la mejor escuela preparatoria que tenga la capital de Jalisco, siempre en competición con el Liceo de Varones. El arzobispo Loza dispone la construcción de un edificio que será el más hermoso y el más extenso de los que construyan en la capital de Jalisco a fines del siglo XIX. Lo dotará de una biblioteca monumental, la mejor que tenga la ciudad en ese tiempo, de laboratorios de física, de química, y hasta de un observatorio astronómico, el primero que tenga Guadalajara, y en él, dos sabios: Severo Díaz Galindo y José María Arreola. Ellos se harán cargo del observatorio, ya facellido el arzobispo Loza, pero, ciertamente, gozarán de los frutos de este laboriozo pastor. En lo que a la educación respecta, el arzobispo Loza se encargó de organziar las escuelas parroquiales. Por cuenta del arzobispado llegó a sostener 18 de estas escuelas en la ciudad de Guadalajara. Y en lo que respecta a la catequésis don Pedro Loza organiza el Oficio Catequístico, lo hace a través de una Asosiación Catequística que él mismo funda y establece. Ya en el ocaso de su gobierno episcopal encontrándose él en el extremo de la vida, decrépito, organiza el primer Concilio Provincial de Guadalajara entre 1896 y 97. En la gestión de don Pedro Loza se duplicaron el número de templos en la ciudad de Guadalajara y los ya existentes se remozaron. En toda la arquidiócesis se edificaron cien templos, podríamos decir que su gobierno fue de reconstrucción. 6 La evangelización y la catequésis, en los albores del siglo XX, en la Arquidiócesis de Guadalajara, eran de tomar muy en cuenta la labor que emprendiera de 1902 a 1912 el arzobispo José de Jesús Ortiz y Rodríguez. Michoacano de origen, nacido en Pátzcuaro, abogado de profesión, licenciado también en derecho canónico, fue nombrado primer obispo de Chihuahua en 1891. Gobernó esa sede hasta su tras19


lado a la de Guadalajara en 1902. Tuvo la oportunidad de participar en 1899 en el Concilio Plenario Latinoamericano que convocó en Roma el Papa León XIII, al filo del años jubilar de la redensión 1900. Don José de Jesús Ortiz y Rodríguez arriba a esta capital de Jalisco para darle impulsos muy decididos a tres prioridades: retomará la labor educativa de su antecesor inmediato, el señor Loza, pero hará un especial hincapié en la acción social católica que incluirá diversos aspectos, entre ellos la prensa; y la formación de cuadros de élite entre los fieles laicos. Mucho le ayudará una organización que se va a crear en este tiempo, los operarios guadalupanos, a cargo del presbítero Antonio Correa, párroco del santuario de Guadalupe. Ese interés por la cuestión social le valdrá al arzobispo Ortiz el título de “padre de los obreros”. En lo que respecta a la evangelización y a la catequesis, recuperando en parte la herencia de su predecesor, establecerá secciones catequéticas en las foranías de su arquidiócesis y dictará reglamentos y normas para que la catequésis no se reduzca a la preparación previa a la primera comunión sino que alcance un rango programático y metido en un sistema, sino escolarizado en este tiempo, sí suficiente para complementar lo que ya no se impartía en las aulas. La catequésis en tiempos del señor Ortiz va a adquirir un rango de madurez que no lo habría tenido en los años presedentes donde la sociedad en general era católica, y todo en ella invitaba a reforzar los signos sensibles e internos de la fe. A su muerte, quien le suceda, don Francisco Orozco y Jiménez, encontrará una sede episcopal robusta, madura, bien consolidada. Pero esto sólo es momentáneo, vienen tiempos de fronda: 1913 será un año conflictivo, incluso para el mismo arzobispo que enfrentará un conflicto con el gobernador de Jalisco, José López Portillo y Rojas. La participación de los fieles laicos del catolicismo social de la generación anterior ha madurado al rango de organizar una sección del Partido Católico Nacional muy importante en esta parte de la República Mexicana. Eso mismo dará pie a que el arzobispo Francisco Orozco y Jiménez sea objeto de especiales prevenciones por parte del gobierno espurio de Victoriano Huerta. Eso dará pie a un capítuclo no desdeñable en lo que a la interpretación de la catequésis respecta en esta arquidiócesis tapatía. 7 Tiempos complejos para la historia de la Iglesia en Guadalajara los que comienzan el 8 de julio de 1914. Hace cien años, en tal día irrumpen en la capital de Jalislco las huestes capitaneadas por Álvaro Obregón, a quien se hacve una recepción muy lucida cuyo aspecto acústico incomoda al caudillo sonorense: el repique de las 18 iglesias del Centro de la ciudad, algo atronador. Se dice que esa noche, al terminar un sarao que se le ofreció en el palacio de gobierno, Álvaro Obregón dedicó a los allí presentes un improvisado discurso que comenzó con estas palabras, “estoy 20


en el gallinero de la República”, los jaliscienses recibieron el insulto como un escupitajo. Las tropas de Obregón se acuartelaron en todos los templos de la ciudad, incluyendo la catedral, que usaron camo caballeriza, lugar para meter pastura, dormitorios, cocina, excusado. Todos los templos y lugares ocupados por la Iglesia, escuelas, hospitales, el Seminario conciliar, fueron convertidos en cuarteles encautados por el gobierno, esto es sólo el principio. Dos semanas después, el gobierno carrancista que había asesinado a tiros al gobernador militar José María Mier y que ahora encabezaba el improvisado miliciano Manuel M. Diéguez, dispuso que todos los sacerdotes por el hecho de serlo fueran encarcelados, 1230 sacerdotes fueron recluídos en la penitenciaria de Escobedo y obtuvieron su libertad a la vuelta de varios días no sin antes pagar una multa de mil pesos. A partir de esta fecha la persecución religiosa que no conocerá tregua hasta 1940, aunque tenga distintas fases, se va a ensañar en contra de la Iglesia con el deliberado propósito de exterminarla. ¿Qué odio concitaba a los constitucionalistas, a los adeptos, al carrancismo, en contra de la Iglesia? Podemos encontrar tres detonadores: el estado irritante que se vino gestando con la educación positivista que introdujó en México Gabino Barreda para contrarrestar la influencia de la Iglesia en México, educación tal que despreciaba los valores espírituales y religiosos y a cambio de eso, divinizando a la razón, le daba a la ciencia y a la técnica una categoría que ciertamente esta no tiene. Una leyenda negra que se había ido acrisolando con el tiempo, que tiene su origen en los países de cultura anglosajona, y que para denigrar la obra de España en el continente americano, hizo circular versiones algunas de ellas infantiles e injuriosas, grotescas, en contra de la Iglesia, sus instituciones y sus ministros, y finalmente, un sentimiento de revancha que el militarismo carrancista capitalizó para potenciar ese argumento que se usó para hacer a un lado el terreno bien ganado hasta ese momento por el catolicismo social, las armas. La constitución de 1917 en cinco de sus artículos: tercero, quinto, 24, 27 y 130, condensó ese odio hacia la Iglesia y deseo de exterminarla. Sobre todo el 130 que es un monumento a la estulticia, se dice que lo produjó Francisco J. Múgica, que había sido seminarista en el conciliar de Colima. Lo cierto es que, a partir de ese momento, el estado mexicano a diferencia de las Leyes de Reforma, desconoció la personalidad jurídica de la Iglesia, incautó todos edificios destinados al culto público y pretendió conferirle a la Secretaría de Gobernación el oficio de rector supremo para los administradores de los templos en la República Mexicana, y a los congresos locales, la facultad de decidir cuántos ministros sagrados podrían ejercer sus servicios entre la comunidad creyente. Cito dos ejemplos: un decreto de Adalberto Tejeda, gobernador de Veracruz por estos años, dispusó, “el gobierno constitucional del Estado de Veracruz, decreta, artículo único: habrá un sólo ministro de culto por cada una de las confesiones reconocidas por el Estado”. Se trataba entonces de aniquilar a la Iglesia. Los seminarios fueron clausurados, el 21


clero se tuvo que dispersar. El arzobispo en exilio desde 1914 no podrá retornar a su diócesis sino hasta 1918. En lo sucesivo habrá de vivir a “salto de mata”, de manera que, en los 25 años de su gobierno, más de la mitad los pasará fuera. El año de 1915 fue terrible para la Iglesia en Guadalajara: el culto estaba suspendido, las iglesias cerradas, los sacerdotes viviendo en la clandestinidad o sobreviviendo, el arzobispo exiliado. Don Manuel Alvarado, vicarío general, gobernador de la mitra, (...) del cabildo eclesiástico, hará en lo que pueda las veces de el arzobispo, y en tal tecitura, una de las actividades que quedarán desplazadas en ese tiempo y en esas circunstancias será la catequésis. Años vacíos, años perdidos de la catequésis en la Arquidiócesis de Guadalajara, también años heróicos donde algunos de los laicos de los tiempos del catolicismo social como Anacleto González, organizarán grupos espontáneos de catequésis en las periferias, en las barriadas, en la zona conurbana de Guadalajara. Cuando recrudezca la persecusión religiosa bajo el gobierno de Plutarco Elías Calles, surgirá en Guadalajara una asociación capital para entender este proceso, las congregaciones marianas de San José de Gracia, con el siervo de Dios, Federico de Aguinaga al frente, quien retomará la cuestión de la catequésis a título personal con un entusiasmo y un empeño edificantes. Nadie hará tanto a favor de la evangelización y la catequésis durante la persecución religiosa en Guadalajara que las congregaciones marianas del santuario de San José de Gracia. Claro, abarcando una zona gegráfica muy específica: la capital de Jalisco y las poblaciones aledañas a la misma. Este estado de persecución religiosa no va a cesar sino hasta 1940, sin embargo tiene etapas: la guerra cristera de 1927 a 1929. La persecución religiosa solapada que comienza después del llamado modus vivendi que pactan los obispos Leopoldo Ruíz y Flores y Pascual Díaz con el presidente interino, emilo Portes Gil, pelele de Plutarco Elías Calles, después de los arreglos así llamados, dejunio del 29, los obispos habrá de sufrir el desencanto de un Estado mexicano guiado por la masonería y el deseo explícito de extirpar la fe católica del país. Poco después vendrá, en 1930, la educación socialista. El Estado mexicano no sólo es areligioso sino que combate también todo germén de religiosidad entre sus súbditos. La religión se soporta, se tolera, en la intimidad del hogar pero no puede manifestarse más allá del espacio íntimo o más allá de los edificios explícitamente edificados para esto. Un Estado totalitario, con pespuntes fascistas, bajo el marbete de políticas de izquierdas, que en el fondo lo único que oculta es un presidencialismo, una actitud protagónica del tlatoani en turno. El maximato, que así se conoce la gestión en la que Plutarco Elías Calles seguirá manipulando a los presidentes en turno, ya eludido a Portes Gil, Pascual Ortiz Rubio, Abelardo L. Rodríguez, concluirá con la gestión del general michoacano Lázaro Cárdenas, el “Cachorro” de la Revolución, y que ciertamente le dará cuerpo y figura a las aportaciones que haga el movimiento armado que hasta entonces se había limitado a suceder a caudillos, uno después del otro, en sanguinarías ordalías. En 1935, ya con don José Garibi Rivera como arzobispo auxiliar de Guadalajara, coadjutor de monseñor Orozco, aún en exilio, nacerá el Oficio Catequístico. 22


Esta es una fecha clave y verdaderamente importante para entender lo que venga luego, la sistematizaciĂłn de la enseĂąanza de la catequĂŠsis en Guadalajara.

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