Año LXXV Guadalajara, Jal., 6 de Septiembre de 2009
No. 36
Lección de amor
“H
oy fue un día interesante en la escuela”, le dijo Andrés a su mamá. “¿Si? ¿Qué hiciste hoy?” “Hablamos de la eutanasia”, dijo Andrés. “Cuéntame más de esa charla”. Contestó la madre. “Bueno, mi profesora, quiere que escribamos acerca de qué creemos que se debe hacer. Nos dijo que algunas personas piensan que debemos dejar de pagar por el cuidado de ancianos y enfermos y dicen que debemos ponerlos a dormir con una droga cuando ya no son útiles, a lo cual llamó muerte digna”. “¿Y qué es lo que vas a escribir?”, le preguntó la mamá. “No sé”, contestó Andrés. “Yo pienso que está mal, pero la gente a favor de la eutanasia dice que las personas mayores no quieren vivir”. “Antes de que te pongas a escribir, ¿por qué no te comes esta naranja”. “¡Mamá!” exclamó Andrés. “Está vieja y de color café y toda arrugada”. “Pártela y ábrela”, le propuso la madre. Andrés obedeció y encontró que la naranja estaba jugosa y dulce. “Está deliciosa”, le dijo.
“Vaya, y estuviste a punto de botarla; te hubieras perdido de una delicia”. “Mamá, ¿estás tratando de decirme algo con esta naranja?”, le preguntó Andrés receloso. “Cuando hagas tu escrito sólo quiero que recuerdes que viejo no significa inútil”, le dijo la mamá. “Aun cuando una persona parezca inútil, es valiosa para Dios y nos da la oportunidad de practicar la bondad y la amabilidad”. Has escuchado a la gente hablar acerca de la eutanasia, o muerte digna. Esto es asesinato. Recuerda que toda la vida humana es especial para Dios.