Año LXXV Guadalajara, Jal., 22 de noviembre de 2009
No. 47
Sacrificio de madre
M
amá siempre está allí cuando la necesitas. Ayuda, protege, escucha, aconseja, y alimenta física y moralmente. Se asegura de que su familia sea amada veinticuatro horas al día. Al menos así es como yo recuerdo a mi madre, los pocos años maravillosos que tuve la suerte de estar con ella. Pero no hay palabras que describan el sacrificio que hizo por amor a mí, su joven hijo. Yo tenía diecinueve años cuando nos conducían a un campo de concentración en un grupo grande con otros judíos. Era evidente que estábamos destinados a morir. De repente, mi madre ingresó en el grupo y cambió de puesto conmigo. Aun cuando esto sucedió hace más de cincuenta años, nunca olvidaré
las últimas palabras que me dirigió cuando vi su mirada de despedida: “Ya he vivido suficiente. Debes sobrevivir porque eres muy joven”. La mayoría de los niños nace sólo una vez. Yo nací dos veces... de la misma madre. Todos los días las madres realizan un sacrificio por sus hijos. ¿Realmente lo apreciamos en todo lo que vale?