Año LXXVIII Guadalajara, Jal., 21 de febrero de 2010
No. 8
Felicidad en su interior
E
ra el país de los pozos: grandes, pequeños, feos, hermosos, ricos, pobres... Los pozos hablaban entre sí, pero a distancia; siempre había tierra de por medio. En realidad, lo único que hablaba era el brocal y al hablar, sonaba a hueco. Porque claro, procedía de un gran hueco. Y cado uno tendía a llenarlo como podía: con cosas, ruidos, sensaciones raras, y hasta con libros y sabiduría. Pero, en el fondo, no estaban a gusto con lo que tenían. El brocal estaba siempre reseco y sediento. Algunos, a través de los huecos que dejaban las cosas, percibían en su interior algo misterioso y ante aquella sensación tan rara, unos sintieron miedo y otros, perdidos entre las cosas que atesoraban, optaron por olvidarlo. Pero hubo uno que empezó a mirar hacia dentro... y, como las cosas que había ido acumulando le molestaban, las arrojó fuera de sí. Y fue eliminando el ruido, hasta
quedarse en silencio. Entonces, oyó nacer el agua y sintió una paz enorme, viva, que venía de la profundidad. Supo que eso era su razón de ser. Feliz comenzó a sacar agua de su interior, refrescaba la tierra y pronto brotaron las flores. La noticia cundió. Unos se mostraron escépticos; otros sintieron la nostalgia, y la mayoría optó por no hacer caso. Sin embargo, algunos intentaron, y, tras liberarse de las cosas que atesoraban, encontraron el agua de su interior y comprobaron que, por más agua que sacaban no se vaciaban, sino que seguía fluyendo... Descubrieron también que todos estaban unidos por lo que era su razón de ser: el agua. Eso sí: en cada pozo el agua adquiría un sabor, incluso unas propiedades distintas: era lo característico del pozo. Pero lo maravilloso vino después cuando llegaron a la conclusión de que el agua no nacía en cada uno, sino que venía para todos de un mismo lugar... Y descubrieron... ¡el manantial!