Año LXXVIII Guadalajara, Jal., 4 de julio de 2010
No. 27
Crudeza infantil E
n el Jardín de Niños, se acababan de tomar la fotografía de fin de curso todos los grupos. La maestra Lucía, conocedora de la cruda franqueza de sus alumnos, con mucha delicadeza -y no sin interés económico- trataba de convencerlos de lo conveniente
que sería que cada uno comprara y conservara esa fotografía, pues en el futuro sería un gran recuerdo. Todos los niños la escuchaban atentos mientras ella decía: -Imagínense qué bonito será cuando ya sean todos grandes y digan: allí está Catalina, es abogada; o también: ése es Miguel, ahora es doctor. Vean a Mariana, ahora es Arquitecto. Y hubiera seguido con su lista de frases si no hubiera sonado una pequeña vocecita desde atrás del salón: - Y allí está la maestra. Ya murió. La franqueza de los niños casi nunca es malintencionada. Somos los adultos los que caemos en el error de interpretarla, y casi siempre, por el lado negativo. Si quieres hablar con un niño, hazlo con sinceridad, porque ellos creerán lo que digas y responderán en el mismo tenor.