Año LXXVIII Guadalajara, Jal., 31 de julio de 2011
Núm. 31
DANDO SENTIDO A LA VIDA
H
abía una mujer de la nobleza, muy rica, que había crecido cansada de la vida. Tenía todo lo que una persona pueda desear, excepto felicidad y alegría. Ella dijo: -Estoy aburrida de la vida. Me voy a ir al río y voy a acabar con ella. Mientras caminaba sola, sintió una pequeña mano tirando de su falda. Miró hacia abajo y vio a un niño pequeño, frágil y aparentemente hambriento que le imploraba: -Nosotros somos seis. ¡Nos estamos muriendo de hambre! La mujer pensó: “¿Por qué no aliviar a esta desdichada familia? Tengo los medios y mis riquezas ya no van a tener más uso cuando yo muera”.
Siguió al pequeño y entró a aquella escena de miseria, enfermedad y necesidad. Ella abrió la cartera y vació su contenido. Los miembros de la familia lloraban a su lado con alegría y gratitud. Identificándose aún más con sus necesidades, la rica mujer dijo: -¡Yo vuelvo mañana, y voy a compartir con ustedes más cosas buenas que Dios me ha dado abundantemente! Dejó aquel cuadro de necesidad y desdicha, contenta de que el niño la hubiera encontrado. Por primera vez en su vida comprendió la razón de su riqueza. Jamás volvió a pensar en acabar con su vida, porque eso no tenía sentido ni propósito.