Año LXXVIII Guadalajara, Jal., 22 de agosto de 2010
Viviendo con compasión M i esposo y yo íbamos camino a casa y decidimos detenernos en una gasolinera para tomar café y comer algo ya que todavía estábamos lejos. Cuando acabamos, ya en el auto, vimos a un hombre de pie, fuera, frente al edificio. Su ropa estaba hecha andrajos y desgastada y parecía que él había entrado y comprado café o algo para mantenerse caliente ya que hacía frío. Pensamos que tal vez no tenía dinero suficiente para comprarse algo de comer. Lo siguiente que recuerdo es una perra que caminó hacia el frente del edificio. Supe que se trataba de una perra porque uno podía darse cuenta de que había estado amamantando cachorros. Me di cuenta de que si no comía pronto, ella y tal vez sus cachorros perecerían. Mi esposo y yo nos quedamos sentados y la miramos. Notamos que la gente le pasaba al lado y ni siquiera la acariciaban, como hace la mayor parte de la gente al pasar frente a alguien necesitado. Pero todavía no hicimos nada. Alguien más lo hizo. El hombre desposeído, que pensé que no podía comprarse nada para comer, regresó a la tienda. Y lo que vimos nos aguó los ojos a mi esposo y a mí. Había vuelto a la tienda y con el dinero que tenía, compró una lata de comida para perros y dio de comer a aquella perra.
No. 34
Esta historia jugó un papel importante en nuestras vidas. A mucha gente se le olvida que algunos animales son padres también. Y tanto los animales como nosotros somos creación de Dios. Se necesitó a un hombre desposeído para mostrarme lo que yo debí haber hecho. Él me hizo una mejor persona ese día. Compasión es algo que necesita estar en nuestro corazón. Compasión puede hacer la vida diferente para alguien.