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La voz deL PaPa CIUDAD DEL VATICANO, martes 22 de febrero de 2011. Ofrecemos el Mensaje del Papa Benedicto XVI para la Cuaresma de este año.
CUARESMA, TIEMPO BAUTISMAL «Con Cristo sois sepultados en el Bautismo, con él también habéis resucitado» (cf. Col 2, 12)
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a Cuaresma, que nos lleva a la celebración de la Santa Pascua, es para la Iglesia un tiempo litúrgico muy valioso e importante, con vistas al cual me alegra dirigiros unas palabras específicas para que lo vivamos con el debido compromiso. La Comunidad eclesial, asidua en la oración y en la caridad operosa, mientras mira hacia el encuentro definitivo con su Esposo en la Pascua eterna, intensifica su camino de purificación en el espíritu, para obtener con más abundancia del Misterio de la redención la vida nueva en Cristo Señor (Cf. Prefacio I de Cuaresma). 1. Esta misma vida ya se nos transmitió el día del Bautismo, cuando «al participar de la muerte y resurrección de Cristo», comenzó para nosotros «la aventura gozosa y entusiasmante del discípulo» (Homilía en la fiesta del Bautismo del Señor, 10 de enero de 2010). San Pablo, en sus Cartas, insiste repetidamente en la comunión singular con el Hijo de Dios que se realiza en este lavacro. El hecho de que en la mayoría de los casos el Bautismo se reciba en la infancia, pone de relieve que se trata de un don de Dios: nadie merece la vida eterna con sus fuerzas. La misericordia de Dios, que borra el pecado y permite vivir en la propia existencia «los mismos sentimientos que Cristo Jesús» (Flp 2, 5), se comunica al hombre gratuitamente. El Apóstol de los gentiles, en la Carta a los Filipenses, expresa el sentido de la transformación que tiene lugar al participar en la muerte y resurrección de Cristo, indicando su meta: que yo pueda «conocerle a Él, el poder de su resurrección y la comunión en sus padecimientos hasta hacerme semejante a Él en su muerte, tratando de llegar a la resurrección de entre los muertos» (Flp 3, 10-11). El Bautismo, por tanto, no es un rito del pasado sino el encuentro con Cristo que conforma toda la existencia del bautizado, le da la vida divina y lo llama a una conversión sincera, iniciada y sostenida por la Gracia, que lo lleve a alcanzar la talla adulta de Cristo. Un nexo particular vincula al Bautismo con la Cuaresma como momento favorable para experimentar la Gracia que salva. Los Padres del Concilio Vaticano II exhortaron a todos los Pastores de la Iglesia a utilizar «con mayor abundancia los elementos bautismales propios de la liturgia cuaresmal» (Sacrosanctum Concilium, 109). En efecto, desde siempre, la Iglesia asocia la Vigilia Pascual a la celebración del Bautismo: en este Sacramento se realiza el gran misterio por el cual el hombre muere al pecado, participa de la vida nueva en Jesucristo Resucitado y recibe el mismo espíritu de Dios que resucitó a Jesús de entre los muertos (Cf. Rm 8, 11). Este don gratuito debe ser reavivado en cada uno de nosotros, y la Cuaresma nos ofrece un recorrido análogo al catecumenado, que para los cristianos de la Iglesia antigua, así como para los catecúmenos de hoy, es una escuela insustituible de fe y de vida cristiana: viven realmente el Bautismo como un acto decisivo para toda su existencia. 2. Para emprender seriamente el camino hacia la Pascua y prepararnos a celebrar la Resurrección del Señor —la fiesta más gozosa y solemne de todo el Año litúrgico—, ¿qué puede haber más adecuado que dejarnos guiar por la Palabra de Dios? Por esto la Iglesia, en los textos evangélicos de los domingos de Cuaresma, nos guía a un encuentro especialmente intenso con el Señor, haciéndonos recorrer las etapas del camino de la iniciación cristiana: para los catecúmenos, en la perspectiva de recibir el Sacramento del renacimiento, y para quien está bautizado, con vistas a nuevos y decisivos pasos en el seguimiento de Cristo y en la entrega más plena a Él. El primer domingo del itinerario cuaresmal subraya nuestra condición de hombre en esta tierra. La batalla victoriosa contra las tentaciones, que da inicio a la misión de Jesús, es una invitación a tomar conciencia de la propia fragilidad para acoger la Gracia que libera del pecado e infunde nueva fuerza en Cristo, camino, verdad y vida (Cf. Ordo Initiationis Christianae Adultorum, n. 25). Es una llamada decidida a recordar que la fe cristiana implica, siguiendo el ejemplo de Jesús y en unión con Él, una lucha «contra los Dominadores de este mundo tenebroso» (Ef 6, 12), en el cual el diablo actúa y no se cansa, tampoco hoy, de tentar al hombre que quiere acercarse al Señor: Cristo sale victorioso, para abrir también nuestro corazón a la esperanza y guiarnos a vencer las seducciones del mal. El Evangelio de la Transfiguración del Señor pone delante de nuestros ojos la gloria de Cristo, que anticipa la resurrección y que anuncia la divinización del hombre. La comunidad cristiana toma conciencia de que es llevada, como los Apóstoles Pedro, Santiago y Juan, «aparte, a un monte alto» (Mt 17, 1), para acoger nuevamente en Cristo, como hijos en el Hijo, el don de la gracia de Dios: «Éste es mi Hijo amado, en quien me complazco; escuchadle» (v. 5). Es la invitación a alejarse del ruido de la vida diaria para sumergirse en la presencia de Dios: Él quiere transmitirnos, cada día, una palabra que penetra en las profundidades de nuestro espíritu, donde discierne el bien y el mal (Cf. Hb 4, 12) y fortalece la voluntad de seguir al Señor. La petición de Jesús a la samaritana: «Dame de beber» (Jn 4, 7), que se lee en la liturgia del tercer domingo, expresa la pasión de Dios por todo hombre, y quiere suscitar en nuestro corazón el deseo del don del «agua que brota para vida eterna» (v. 14): es el don del Espíritu Santo, que hace de los cristianos «adoradores verdaderos» capaces
Boletín enero-febrero de 2011
Queridos hermanos y hermanas:
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2 de orar al Padre «en espíritu y en verdad» (v. 23). ¡Sólo esta agua puede apagar nuestra sed de bien, de verdad y de belleza! Sólo esta agua, que nos da el Hijo, irriga los desiertos del alma inquieta e insatisfecha, «hasta que descanse en Dios», según las célebres palabras de san Agustín. El domingo del ciego de nacimiento presenta a Cristo como luz del mundo. El Evangelio nos interpela a cada uno de nosotros: «¿Tú crees en el Hijo del hombre?». «Creo, Señor» (Jn 9, 35. 38), afirma con alegría el ciego de nacimiento, dando voz a todo creyente. El milagro de la curación es el signo de que Cristo, junto con la vista, quiere abrir nuestra mirada interior, para que nuestra fe sea cada vez más profunda y podamos reconocer en Él a nuestro único Salvador. Él ilumina todas las oscuridades de la vida y lleva al hombre a vivir como «hijo de la luz». Cuando, en el quinto domingo, se proclama la resurrección de Lázaro, nos encontramos frente al misterio último de nuestra existencia: «Yo soy la resurrección y la vida... ¿Crees esto?» (Jn 11, 25-26). Para la comunidad cristiana es el momento de volver a poner con sinceridad, junto con Marta, toda la esperanza en Jesús de Nazaret: «Sí, Señor, yo creo que Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, el que iba a venir al mundo» (v. 27). La comunión con Cristo en esta vida nos prepara a cruzar la frontera de la muerte, para vivir sin fin en Él. La fe en la resurrección de los muertos y la esperanza en la vida eterna abren nuestra mirada al sentido último de nuestra existencia: Dios ha creado al hombre para la resurrección y para la vida, y esta verdad da la dimensión auténtica y definitiva a la historia de los hombres, a su existencia personal y a su vida social, a la cultura, a la política, a la economía. Privado de la luz de la fe, todo el universo acaba encerrado dentro de un sepulcro sin futuro, sin esperanza. El recorrido cuaresmal encuentra su cumplimiento en el Triduo Pascual, en particular en la Gran Vigilia de la Noche Santa: al renovar las promesas bautismales, reafirmamos que Cristo es el Señor de nuestra vida, la vida que Dios nos comunicó cuando renacimos «del agua y del Espíritu Santo», y confirmamos de nuevo nuestro firme compromiso de corresponder a la acción de la Gracia para ser sus discípulos. 3. Nuestro sumergirnos en la muerte y resurrección de Cristo mediante el sacramento del Bautismo, nos impulsa cada día a liberar nuestro corazón del peso de las cosas materiales, de un vínculo egoísta con la «tierra», que nos empobrece y nos impide estar disponibles y abiertos a Dios y al prójimo. En Cristo, Dios se ha revelado como Amor (Cf. 1Jn 4, 7-10). La Cruz de Cristo, la «palabra de la Cruz», manifiesta el poder salvífico de Dios (Cf. 1Co 1, 18), que se da para levantar al hombre y traerle la salvación: amor en su forma más radical (Cf. Enc. Deus caritas est, 12). Mediante las prácticas tradicionales del ayuno, la limosna y la oración, expresiones del compromiso de conversión, la Cuaresma educa a vivir de modo cada vez más radical el amor de Cristo. El ayuno, que puede tener distintas motivaciones, adquiere para el cristiano un significado profundamente religioso: haciendo más pobre nuestra mesa aprendemos a superar el egoísmo para vivir en la lógica del don y del amor; soportando la privación de alguna cosa —y no sólo de lo superfluo— aprendemos a apartar la mirada de nuestro “yo”, para descubrir a Alguien a nuestro lado y reconocer a Dios en los rostros de tantos de nuestros hermanos. Para el cristiano, el ayuno no tiene nada de intimista, sino que abre mayormente a Dios y a las necesidades de los hombres, y hace que el amor a Dios sea también amor al prójimo (Cf. Mc 12, 31). En nuestro camino también nos encontramos ante la tentación del tener, de la avidez de dinero, que insidia el primado de Dios en nuestra vida. El afán de poseer provoca violencia, prevaricación y muerte; por esto la Iglesia, especialmente en el tiempo cuaresmal, recuerda la práctica de la limosna, es decir, la capacidad de compartir. La idolatría de los bienes, en cambio, no sólo aleja del otro, sino que despoja al hombre, lo hace infeliz, lo engaña, lo defrauda sin realizar lo que promete, porque sitúa las cosas materiales en el lugar de Dios, única fuente de la vida. ¿Cómo comprender la bondad paterna de Dios si el corazón está lleno de uno mismo y de los propios proyectos, con los cuales nos hacemos ilusiones de que podemos asegurar el futuro? La tentación es pensar, como el rico de la parábola: «Alma, tienes muchos bienes en reserva para muchos años... Pero Dios le dijo: ‘¡Necio! Esta misma noche te reclamarán el alma’» (Lc 12, 19-20). La práctica de la limosna nos recuerda el primado de Dios y la atención hacia los demás, para redescubrir a nuestro Padre bueno y recibir su misericordia. En todo el período cuaresmal, la Iglesia nos ofrece con particular abundancia la Palabra de Dios. Meditándola e interiorizándola para vivirla diariamente, aprendemos una forma preciosa e insustituible de oración, porque la escucha atenta de Dios, que sigue hablando a nuestro corazón, alimenta el camino de fe que iniciamos en el día del Bautismo. La oración nos permite también adquirir una nueva concepción del tiempo: de hecho, sin la perspectiva de la eternidad y de la trascendencia, simplemente marca nuestros pasos hacia un horizonte que no tiene futuro. En la oración encontramos, en cambio, tiempo para Dios, para conocer que «sus palabras no pasarán» (Cf. Mc 13, 31), para entrar en la íntima comunión con Él que «nadie podrá quitarnos» (Cf. Jn 16, 22), y que nos abre a la esperanza que no falla, a la vida eterna. En síntesis, el itinerario cuaresmal, en el cual se nos invita a contemplar el Misterio de la cruz, es «hacerme semejante a Él en su muerte» (Flp 3, 10), para llevar a cabo una conversión profunda de nuestra vida: dejarnos transformar por la acción del Espíritu Santo, como san Pablo en el camino de Damasco; orientar con decisión nuestra existencia según la voluntad de Dios; liberarnos de nuestro egoísmo, superando el instinto de dominio sobre los demás y abriéndonos a la caridad de Cristo. El período cuaresmal es el momento favorable para reconocer nuestra debilidad, acoger, con una sincera revisión de vida, la Gracia renovadora del Sacramento de la Penitencia y caminar con decisión hacia Cristo. Queridos hermanos y hermanas, mediante el encuentro personal con nuestro Redentor y mediante el ayuno, la limosna y la oración, el camino de conversión hacia la Pascua nos lleva a redescubrir nuestro Bautismo. Renovemos en esta Cuaresma la acogida de la Gracia que Dios nos dio en ese momento, para que ilumine y guíe todas nuestras acciones. Lo que el Sacramento significa y realiza estamos llamados a vivirlo cada día siguiendo a Cristo de modo cada vez más generoso y auténtico. Encomendamos nuestro itinerario a la Virgen María, que engendró al Verbo de Dios en la fe y en la carne, para sumergirnos como ella en la muerte y resurrección de su Hijo Jesús, y obtener la vida eterna. Vaticano, 4 de noviembre de 2010
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La voz deL Pastor Violencia en todas partes y de muchos modos Estimados lectores:
Juan Card. sandovaL Íñiguez arzobisPo de guadaLaJara
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ay una violencia que nos duele mucho, y es la violencia de la sangre, la que estamos padeciendo, sobre todo en estos días en que se han registrado cierres de avenidas, balaceras, explosiones, muertos, heridos. Ante todo eso, clamamos porque se le ponga un Alto. Es por ello que pedimos a las autoridades que se organicen, que extremen sus cuidados del orden y la seguridad, porque la violencia de la sangre es ya, por desgracia, un mal presente en nuestra ciudad y en casi todo México. Al mismo tiempo, hay otra violencia que casi no se ve ni se siente tanto como para ser denunciada y suscitar protestas cotidianas, pero de la cual sí se sufren sus dañinos efectos: es la violencia de las instituciones y de muchos que han estado o están al frente de ellas, quienes han sido los culpables del empobrecimiento de la mayor parte de este pueblo, al que han sumido en la ignorancia y en la miseria, propiciando así un clima ideal y un magnífico caldo de cultivo para la generación y acrecentamiento de esta plaga del crimen organizado que nos está asfixiando. La violencia en las instituciones se da en el Gobierno; en un Gobierno recaudador que favorece cargas impositivas cada día más duras a los contribuyentes; ese Gobierno que, además, deja impunemente sin castigo los enormes fraudes, que de manera permanente cometen muchos de los funcionarios y servidores que detentan cargos públicos en esta Nación. Esa violencia que también se da en las instituciones bancarias, la mayoría en manos de extranjeros, en donde hay directivos muy pulcros y bien educados, pero que contribuyen al detrimento económico del país y de aquellos que solicitan o requieren sus servicios, haciéndoles pagar cargos desmedidos por realizar transacciones; tasas de interés muy altas en caso de préstamos, o escaso pago de los mismos, cuando de depósitos o ahorros se trata. También esa violencia la generan los empresarios que pagan sueldos bajísimos a sus empleados; salarios que, a veces, no alcanzan a emparejar el deterioro de la moneda por la inflación, y que, por lo tanto, van empobreciendo al trabajador hasta llegar al punto en que, en muchos casos, no les alcance siquiera para lo básico, como es la alimentación, ya no digamos para satisfacer otras necesidades. Esa violencia se da, asimismo, en muchos sindicatos, esos enormes cotos de poder político y económico que se crearon hace muchos años como soporte del régimen, y que ahora obstruyen, con sus “conquistas” inamovibles, el desarrollo de México. A esto hay que sumar la violencia de un sistema educativo que anda por los suelos porque está politizado, como lo está la principal riqueza de México, PEMEX, donde también abunda la corrupción y la falta de rendición de cuentas. Y se halla, asimismo, en las instituciones de Salud, como el IMSS, tan inflexible para cobrar sus cuotas, pero tan cuestionable para dar atención y buen servicio a sus afiliados. Esta violencia institucional, de efectos poco visibles pero sí profundamente sensibles y permanentes, es la que ha propiciado, como digo, la ignorancia, el resentimiento y la miseria de tantos mexicanos, que al no ver posibilidad alguna de progreso, son presa fácil para engrosar los cárteles de la droga, las agrupaciones criminales, cuyos miembros, enfrentados entre sí, se disputan las plazas y el dinero fácil y abundante, dejando una estela de violencia, sangre, crueldad, atentados y muertes cada día más abundantes, tanto de narcos y sicarios como de personas inocentes. La solución a esta situación de México viene, pues, de lejos; no se trata sólo de salir a la calle a protestar, ni de exigir la fuerza del Estado para aplastar a los grupos de maleantes; es necesario buscar las causas profundas e ir poniendo remedio desde la raíz. Se requiere acabar con la impunidad institucional, hacer que brille la justicia y la honestidad de quienes integran cualquier entidad pública o de carácter privado; sólo así podrán generarse la paz y el progreso de nuestra Patria, dando la posibilidad a que cada día más mexicanos, trabajando y siendo responsables, puedan vivir, honesta, tranquila y decentemente, y no se vean empujados a engrosar las filas de la criminalidad, tal como sucede actualmente. A todos los que me están leyendo, si son creyentes, los invito a poner en práctica la moral de la fe, que es la moral de los Mandamientos de la Ley de Dios, y también los exhorto a orar, a pedir a Dios por esta Sociedad nuestra, que necesita paz, justicia social, seguridad, honestidad y unidad para poder salir adelante y progresar. Que Dios los bendiga a todos.
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estimados LeCtores:
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a Iglesia que peregrina en Guadalajara late al unísono de la Iglesia universal, muy particularmente con la Iglesia de América latina y del Caribe, y por lo tanto su empeño pastoral se dirige hoy hacia la nueva evangelización tan solicitada por el Papa Juan Pablo II de feliz memoria, y por Benedicto XVI, nueva en su ardor y en sus métodos y que implica la renovación de la parroquia como comunidad de comunidades eucarísticas y misioneras. Fue precisamente en Aparecida donde nuestros obispos, encabezados por el Papa Benedicto XVI, convocaron a los fieles de América y del Caribe a una misión continental y permanente que llegue a todos los católicos, en primer lugar a los agentes de pastoral y luego a todos aquellos que por algún motivo se hayan alejado de la práctica cristiana y de la Iglesia. Condición indispensable para que la misión tenga buenos resultados, es la conversión personal de los agentes, presbíteros, laicos y consagrados, a partir del encuentro vivo con Jesucristo, así como la conversión de actitudes y prácticas pastorales para que éstas no se limiten a esperar que las ovejas vengan a nuestros espacios de evangelización y celebración, sino que hay que salir a buscarlas para que se haga efectivo el mandato misionero de Jesús: «Vayan por el mundo y prediquen el Evangelio a toda creatura». Nuestra Iglesia diocesana cuenta con organismos y estructuras para impulsar la acción pastoral de una manera organizada, entre ellos están las Vicarías episcopales y los decanatos. En mayo del 2010 entraron en funciones los nuevos vicarios episcopales, nombrados por el Sr. Cardenal D. Juan Sandoval; ellos cuentan con el equipo de decanos como colaboradores inmediatos. Hemos estrenado decanos en enero de 2011, y una de sus primeras tareas ha sido su participación en un cuso de inducción para prepararse a sus nuevas responsabilidades pastorales. La Vicaría de pastoral ha creído oportuno dedicar el presente boletín a los decanos como un manual, para explicitar sus atribuciones y tareas, en vista de hacer el decanato una instancia de comunión y participación efectiva para las comunidades del decanato y sus agentes de pastoral: presbíteros, consagrados y laicos. Presupuesto imprescindible para los decanos, es el conocimiento del V Plan diocesano de pastoral y el documento de Aparecida, así como el itinerario de la misión permanente en nuestra diócesis, para que no se pierdan en acciones inconexas o improvisadas, sino que más bien promuevan procesos de formación de los discípulos misioneros que lleguen a todas las familias. Que el Señor bendiga todos sus esfuerzos en su nueva encomienda pastoral como decanos.
+ Juan Humberto gutiérrez vaLenCia viCario de PastoraL
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PresentaCión
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l Sr. Cardenal Juan Sandoval Íñiguez, en comunión con el Papa Benedicto XVI y los obispos reunidos en Aparecida, inauguró la Misión Continental el 31 de mayo 2009, en la solemnidad de Pentecostés. En nuestra Arquidiócesis de Guadalajara, el itinerario lo encontramos en el Folleto MISIÓN CONTINENTAL EN LA ARQUIDIÓCESIS DE GUADALAJARA.
Tres preguntas nos pueden ayudar a potenciar la comprensión y la aplicación de esta Tercera Etapa que conocemos como Misión Territorial: El primer cuestionamiento es el siguiente: ¿En qué consiste la “Misión territorial”? (Agosto 2010 – Agosto 2013). El número 64 del Folleto nos dice: Es el tiempo propicio para que el discípulo misionero, entusiasmado y alegre por haber experimentado un encuentro renovador con Cristo en la Palabra, en la Eucaristía y en el hermano sufriente, se ponga en camino para salir al encuentro de todos los fieles cristianos de la parroquia, especialmente de los bautizados no evangelizados y de los cristianos que viven lejos de la comunidad eclesial. La tarea consistirá en difundir en nuestra Arquidiócesis el amor de Cristo para que todos los miembros de nuestras familias lo conozcan, tengan vida y la tengan en abundancia, y lleguen a ser discípulos misioneros. La segunda pregunta que nos ayudará a comprender la importancia de la Tercera Etapa, es: ¿Cuáles son las metas pastorales que debemos de trabajar? Y el número 65 del Folleto dice: 1) Llevar el Kerigma a todos los hogares. 2) Suscitar y consolidar procesos de iniciación o reiniciación cristiana, favoreciendo la creación de pequeñas comunidades donde se forma el discípulo misionero. 3) Tomar en cuenta y responder a las necesidades que surgieron en la “encuesta”, especialmente en lo que se refiere a la familia. 4) Renovar o consolidar las estructuras parroquiales, para que la parroquia pase de ser centro de servicios a un centro misionero. Finalmente, la tercera pregunta que nos ayudará a comprender la importancia de la Tercera Etapa es: ¿Cuáles son los grandes ejes de la Misión Territorial? En la página 34 del Folleto encontramos el esquema siguiente.
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En el contexto de aplicación del V Plan Diocesano de Pastoral, el cual está al servicio de la Misión Continental, actualmente nos encontramos en la Tercera Etapa.
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PROPUESTAS 1. Consolidar el equipo de Misioneros. Capacitarlos para dirigir la lectio divina y coordinar una pequeña comunidad. 2. Fecha de inicio de la misión territorial y envío de los misioneros.
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3. Visita a hogares y bendición de familias.
MEDIOS
Formación integral.
Agosto 2010 y siguientes años.
El equipo de misioneros.
A determinar por cada Comunidad.
-Preparar a las personas (espiritual y doctrinalmente)
-Sesiones periódicas organizadas en cada comunidad.
-Entregar el tríptico y oración por la Misión Continental.
4. Explicitar el kerigma.
TIEMPOS
Retiros y encuentros de evangelización.
-Cada visita. Cada comunidad los programa en su plan pastoral.
- Retiros y encuentros. 5. Crear pequeñas comunidades
- Formación integral.
Cada comunidad los programa en su plan pastoral.
- Vivencia de los sacramentos.
6. Visitar todos los lugares de la parroquia y realizar actividades festivas.
- Llevar el tríptico y la oración por la Misión Continental.
Durante la misión territorial.
- En lugares de convocación: cantos, teatro, deporte, etc. 7. Destacar los rostros sufrientes de Cristo.
Atención a los ancianos, enfermos, presos, etc.
Durante toda la etapa.
- Retiros y encuentros de evangelización. - Formación de pequeñas comunidades en las parroquias (formación integral). 8. Atender de manera prioritaria a adolescentes y jóvenes.
- Actividades coloridas: canto, deporte, teatro, concursos, campamentos, etc.
Durante toda la etapa.
- Horas santas juveniles. - Secciones de lectio divina. - Actividades a favor de la comunidad. - Peregrinaciones.
9. Considerar los signos comunes de la Misión.
Fiesta de Pentecostés y Nuestra Señora de Guadalupe.
En la fecha correspondiente.
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El Itinerario de la Misión Continental en la Arquidiócesis de Guadalajara ofrecerá en el presente año, 2011, diversos apoyos que vendrán a enriquecer la COLECCIÓN SUBSIDIOS PASTORALES “EL V PLAN DE PASTORAL AL SERVICIO DE LA MISIÓN CONTINENTAL”, del Boletín de Información Pastoral.
El Boletín 202 corresponde al bimestre enero-febrero y al subsidio 9, EL DECANATO. Recordemos: La COLECCIÓN SUBSIDIOS PASTORALES “EL V PLAN DE PASTORAL AL SERVICIO DE LA MISIÓN CONTINENTAL” tiene como finalidad: 1. Fortalecer el proceso diocesano pastoral de Renovación Parroquial a partir de la comprensión de la parroquia como comunidad de comunidades misioneras.
2. Desarrollar itinerarios formativos para los discípulos misioneros.
sr. Cura Juan CarLos viteri saLinas direCtor deL boLetÍn de informaCión PastoraL
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En esta edición destacamos la importancia del DECANATO como estructura válida para la Misión Territorial en nuestra Arquidiócesis de Guadalajara. ¿Cuál es el origen y evolución del Decanato? ¿Cuáles son las facultades y obligaciones del Decano? ¿Cuál es la organización mínima para la animación pastoral en el Decanato? El capital humano sacerdotes, religiosos y laicos.
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evoLuCión HistóriCa de Las estruCturas eCLesiaLes en La dióCesis de guadaLaJara
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«Las estructuras eclesiales diocesanas han de ser fiel expresión de una eclesiología de comunión y participación al servicio de la nueva evangelización»
INTRODUCCIÓN
En un mundo envuelto en una corriente vertiginosa de cambio, la Iglesia se ve exigida a responder a los profundos desafíos pastorales que le plantea la sociedad contemporánea. Ante esta situación, no podemos dejar de plantearnos desde su visión como Sacramento de Salvación: -
¿Qué papel desempeñan las estructuras eclesiales en la diócesis? ¿Cuál es la razón de ser de las estructuras en la Iglesia? ¿Son permanentes o transitorias? ¿Modificables, evolutivas o estáticas? ¿Qué relación guardan con el proceso pastoral? ¿Influyen en ellas la eclesiología vigente y el tipo de sociedad que se vive? ¿Cuál es su ser y quehacer de las estructuras hoy exigentes en la diócesis?
1. RAZÓN DE LAS ESTRUCTURAS La Iglesia, como sociedad humana y divina, necesita de estructuras que como instrumentos ayuden al pueblo de Dios a realizar la misión de salvación que Jesucristo le ha encomendado: «Vayan y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos…» (Mt 28, 19). Las estructuras eclesiales son organizaciones de la Iglesia, a través de las cuales ella busca realizar su misión de evangelizar integralmente al hombre en sus diferentes aspectos: proféticos, litúrgico y social, dentro de la dimensión de la comunión. Unas son de carácter esencial–fundamental, porque pertenecen a la misma naturaleza o ser de la Iglesia como Jesucristo la fundó, por ejemplo: la organización jerárquica. Otras son de carácter no–esencial, porque son organizaciones de origen humano, por ejemplo: la parroquia, decanatos, zona pastoral, comisiones, etc. Unas son más jurídicas–administrativas, otras más pastorales. Sin embargo, todas están llamadas a realizar la misión de Jesucristo Buen Pastor, Sacramento del Padre. Dios no ha querido «que los hombres reciban la santificación y salvación en forma aislada, fuera de la relación mutua» (LG 9), sino en la Iglesia, con sus diferentes niveles y manifestaciones, donde todos los creyentes vivamos nuestra vocación de hijos y hermanos los unos de los otros. Las estructuras no esenciales siempre han estado en íntima relación con la conciencia de la Iglesia que se va teniendo en distintas épocas, de aquí que son sujetas de revisión, modificación o cambio. Estas tienen una función de servicio, son instrumentos de organización para realizar el Reino de Dios. Todas las estructuras no esenciales son modificables y de ellas tratamos en esta reflexión.
2. ANTECEDENTES Nuestra Diócesis fue creada el 13 de julio de 1548, bajo el pontificado de Paulo III, como diócesis de Nueva Galicia, con sede en Compostela (hoy Estado de Nayarit), luego el Papa Pío IV aprobó el cambio de sede a Guadalajara. Las estructuras de este tiempo y de los siglos siguientes hasta antes del Vaticano II, llevan el sello propio de la eclesiología emanada de los Concilios de Trento y Vaticano I, de la legislación del Código de Derecho Canónico de 1917, y la influencia de la organización de su tiempo.
9 Se caracterizan por un acento jurídico–administrativo, por ejemplo: la Curia, el Cabildo de canónigos, Vicario General, Seminario, etc. Otras son de índole más pastoral, por ejemplo: las Vicarías pastorales, Secretariado de Evangelización y Catequesis, Pastoral de los Sacramentos, etc.
La Iglesia, con multitud de miembros y diversidad de carismas y actividades, ha de converger hacia el bien común de toda la comunidad eclesial en razón de ser Cuerpo Místico de Cristo. Por eso debe de reedificar continuamente sus estructuras no esenciales; debe encarnarse, adaptarse a las nuevas situaciones del pueblo de Dios en el mundo, debe revisar, modificar, o muchas veces crear otras nuevas estructuras para cumplir eficazmente la misión que Cristo le ha encomendado. Así, las estructuras eclesiales no esenciales como instrumentos del Reino, no han sido siempre las mismas en nuestra diócesis, han EVOLUCIONADO en la línea de la modificación, transformación y creación, en fidelidad al Plan de Salvación. En esta tarea de las estructuras subyace la «eclesiología de COMUNIÓN» como idea central y fundamental, que se desprende de todos los documentos del Vaticano II. Los factores que más influyen: a) La Eclesiología del Vaticano II y el Magisterio regional y local. b) El Grado de conciencia de Iglesia que se tiene por el proceso pastoral. c) El estilo de sociedad que se vive. d) La mentalidad del Ordinario que pastorea.
3. RENOVACIÓN Y CREACIÓN DE ESTRUCTURAS ECLESIALES La evolución, renovación y creación de las estructuras diocesanas se enmarcan dentro de la tarea de la renovación de la Iglesia a la Luz del Vaticano II y las Conferencias Episcopales de Medellín (1968), Puebla (1979) y Sto. Domingo (1992), lo cual le exigió una etapa de una necesaria MENTALIZACIÓN que lograra una renovación de las personas y, principalmente, de los agentes de pastoral como factor necesario de la restructuración. La mentalización se inició a través de cursos y jornadas de estudio, con base en lineamientos teológicos–pastorales de: + Eclesiología y Cristología del Vaticano II. + Pastoral Orgánica y de Conjunto. + Pastoral Integral. + Cursos de Evangelización, Mística y técnica de planeación pastora, dinámicas de grupo, etc. Al mismo tiempo que se va mentalizando, se inicia la renovación y creación de nuevas estructuras. 3.1 CONSEJO PRESBITERAL Y OTROS CONSEJOS Pertenece al aspecto de consejos diocesanos que son organismos cuya función es ofrecer al Obispo consultas, consejos, opiniones, sobre asuntos concernientes a la vida y organización de la Diócesis. Un primer esfuerzo por constituirlo se hizo en tiempos del Sr. Cardenal D. José Garibi Rivera, en marzo 26 de 1967. Oficialmente se creó en octubre de 1970 bajo el pastoreo del entonces arzobispo D. José Salazar López, y empezó a funcionar en enero de 1971. Una de sus propuestas es reestructurar la Curia diocesana. Ha tenido que pasar por la búsqueda de su identidad y organización interna, reglamentación, hasta llegar a desempeñar su papel con mayor eficacia. Es un grupo de sacerdotes que, representando al presbiterio, hace las veces de senado del Obispo y ayuda a éste en el gobierno y en el bien pastoral de la Iglesia particular (CIC 495). Es un órgano de carácter consultivo. Otros consejos: a) CONSEJO DE ASUNTOS ECONÓMICOS Presidido por un Obispo Auxiliar. Posee estatutos propios desde el 27 de febrero de 1988.
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ESTRUCTURAS Y EVOLUCIÓN
10 b) COLEGIO DE CONSULTORES Formado por sacerdotes, nombrados directamente por el Obispo. Su carácter es consultivo. Presidido por el señor arzobispo o quien haga sus veces en sede vacante. Guarda una relación muy estrecha con el Consejo Presbiteral, hasta considerarse como una especie de Comisión Permanente ante el Obispo. Tiene la función de elegir administrador diocesano en caso de sede vacante. c) CABILDO DE CATEDRAL Está formado por miembros con el nombramiento de canónigos. Su función es directamente cultual.
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3.2 CURIA DIOCESANA Es una institución establecida por la Iglesia, a través de la cual el Obispo ejerce la función de administrar, ordenar o guiar a su propia Diócesis. La integran: el Obispo diocesano, los Obispos auxiliares, los Vicarios episcopales, el Vicario general, Vicario judicial y el Secretario-Canciller. Se revisó y reestructuró en 1972, con un espíritu más adecuado, combinando lo jurídico con lo pastoral. 3.3 DECANATOS Es el conjunto de varias parroquias vecinas, más o menos afines en su situación, que tiene como finalidad facilitar el compromiso pastoral mediante una actividad común y promover la evangelización integral y orgánica (CIC 374). Se crearon en 1971. Su antecedente son las vicarías pastorales. Al frente está un sacerdote con el cargo de Decano. El carácter de esta estructura es eminentemente pastoral. 3.4 ZONAS PASTORALES Es un «conjunto humano en un territorio bien definido, que forma parte de una comunidad particular, relativamente autónoma en su desarrollo y que exige una acción pastoral distinta» (Directorio para los Obispos 189). Se reflexionó y se creó esta estructura en 1977, estableciéndose 8 zonas pastorales. Hoy son llamadas Vicarías de Pastoral. Es un conjunto humano con una realidad común que rebasa a los decanatos; por eso, las zonas pastorales están integradas ordinariamente por 3 o 4 decanatos. Están presididas por un Vicario Episcopal. Pertenece a lo que se denomina Pastoral Territorial. 3.5 VICARÍA DE PASTORAL Es el organismo del Obispo que, en su nombre, anima y coordina la acción pastoral en la diócesis. Tiene al frente al Vicario Episcopal Diocesano de Pastoral. Antecedentes: Al inicio de 1970 se estableció la Comisión Diocesana de Preparatoria de Pastoral (CPP). En 1973 se transformó en Departamento Diocesano de Pastoral (DD), y en 1985 se convirtió definitivamente en la actual Vicaría Episcopal de Pastoral. Del Vicario Episcopal de Pastoral Diocesana dependen: las Comisiones Diocesanas con sus respectivas Secciones (IISD 736), el Instituto Diocesano de Pastoral, el Centro Diocesano de Pastoral y la Librería. No dependen directamente de la Vicaría, pero ha de apoyarse y coordinarse recíprocamente con ella (IISD 725) el Instituto Bíblico, el Instituto Teológico, y los que convenga instituir en los años siguientes, así como las Comisiones de Formación Integral el Presbiterio, de Pastoral del Seminario y la de Pastoral de Religiosos. La Vicaría activa su función a través de reuniones periódicas de los entes ya mencionados, además del Boletín de Información Pastoral y Asambleas Diocesanas. 3.6 COMISIONES Las Comisiones diocesanas son estructuras creadas para dar respuesta a problemas específicos más allá de cualquier circunscripción territorial (IISD 733). Lo que las identifica es «la función» que desempeñan. Están dentro de lo que se denomina «Pastoral Funcional». Mediante estos organismos, se cuida de las tareas fundamentales de la pastoral: lo profético, lo litúrgico y lo social. Muchas de ellas tienen como antecedentes un equipo, vicaría o cargo, por ejemplo: Secretariado de Evangelización y Catequesis, o Vicaría de Religiosos (1981). Al frente de ellas, el Obispo nombra un Coordinador general. 3.7 INSTITUTOS TEOLÓGICOS PASTORALES Son centros de formación superior para agentes de evangelización. Su finalidad es generar procesos formativos que logren que el agente se constituya realmente en un “agente de cambio”, pastoralmente apto para misión (IISD 738).
11 Actualmente existen 3 Institutos: Bíblico Católico (1975), Diocesano de Pastoral (1981) y Ciencias Teológicas (1990). Dependen directamente de la Diócesis.
3.9 PARROQUIA Antecedentes: La Parroquia, antes del Vaticano II, fue concebida como territorio, título, beneficio, masa– gente, con un acento fuertemente jurídico–administrativo. Hasta antes del Vaticano II se crearon 82 parroquias en lo que hoy comprende nuestra diócesis. Después del Vaticano II se han creado 223, haciendo un total de 305 (hasta Marzo 1.º de 1996). En los tiempos actuales, el Concilio Vaticano II, Medellín 1968, Puebla 1979, nos impulsó a la renovación de la Iglesia con la ayuda de un Plan Diocesano de Pastoral (1981), que nos llevó a realizar una tarea ardua pero gozosa: LA RENOVACIÓN DE LA PARROQUIA desde 1985, tarea que hoy es fortalecida y potencializada por Santo Domingo (1992) y nuestro II Sínodo Diocesano; de tal manera que en el presente nos proponemos alcanzar, conscientes de que la obra es de Jesucristo, que la Parroquia sea «Comunidad de comunidades menores, bajo la guía de un pastor (párroco), que es instrumento del Reino y hace visible a la Iglesia universal en un determinado lugar de la Diócesis, con personas y circunstancias concretas, y constituida de manera estable» (CIC 515; DP 644; SD 58).
P. José viCente ortega
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3.8 SEMINARIO DIOCESANO Es una comunidad de jóvenes candidatos al sacerdocio ministerial, en formación, así como una continuación de la íntima comunidad apostólica en torno a Jesús, en la escucha de la Palabra, a la espera del don del Espíritu para la misión (PDV 60). Su objetivo es «formar verdaderos pastores al modelo de Jesucristo Buen Pastor, Maestro y Sacerdote» (OT 4). La formación abarca y desarrolla los aspectos: humano, espiritual, intelectual, pastoral. Antecedentes: En atención a las inquietudes de siglo XV y del Concilio de Trento, se fundó el Seminario del Señor San Pedro en 1570 (duró poco tiempo). Se fundó definitivamente en 1696, bajo la guía del obispo fray Felipe Galindo y Chávez. Actualmente existe como Seminario Diocesano Señor San José.
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faCuLtades y obLigaCiones deL deCano Según el Código de Derecho Canónico, II Sínodo de Guadalajara, y el Manual de Funciones de la Arquidiócesis de Guadalajara.
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INTRODUCCIÓN:
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na de las primeras ideas que vienen a la mente del canonista es cómo hacer una exposición sobre la materia del Derecho Canónico o de la Ley sin provocar tanto enfado en los oyentes. Algo así como lo que sucede con los fieles que recurren a nosotros para iniciar trámites para la celebración de algún sacramento. Cuando se les habla de la necesidad de cumplir ciertos requisitos empiezan las dificultades... Claro, no es bueno generalizar, sobre todo si se trata del hecho de que tengan que recibir la catequesis presacramental, cosa que algunos no pueden cumplir por motivos de trabajo. Otras personas piensan que sólo son requisitos que hacen más difícil la situación, otros porque han tenido la experiencia de encontrarse con la ineptitud de algún catequista, o simple y sencillamente porque les parece algo inútil.
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El misterio de la Iglesia Sea cual fuere el nuevo horizonte interpretativo del misterio de la Iglesia, el Concilio Vaticano II nos da la pauta para introducirnos en este misterio en la hora de nuestra historia. La anámnesis o memoria ecclessiae de la que debemos partir, es la que asume el Vaticano II, y hace centro y punto de partida de su reflexión ulterior: la dimensión trascendental de la Iglesia. En el Vaticano II tenemos una declaración conciliar solemne, que quiere manifestar a todos los hombres los orígenes eternos y el fundamento último del misterio de la Iglesia, su naturaleza profunda, y su finalidad última, a fin de captar mejor el sentido de su misión divina y de su acción sobrenatural en el mundo. En esta línea, el mismo concilio nos enseña que el misterio de la Iglesia no se explica más que a la luz de la Trinidad. Su naturaleza última encuentra en el misterio trinitario sus orígenes eternos, su forma ejemplar y su finalidad. Esto quiere decir que la Iglesia es un acontecimiento trinitario; y lo es por una doble relación al misterio de Dios: 1) Ad extra. La Iglesia es trinitaria extrínsecamente en cuanto querida y programada por Dios desde la eternidad: su sabiduría la ha concebido; su bondad la ha querido; su potencia la ha realizado. La Iglesia comenzó a existir y sigue existiendo por la voluntad salvífica universal del Padre, por la misión redentora del Hijo y por la acción santificadora del Espíritu Santo. La Iglesia en cuanto término ad extra de una acción de Dios es necesariamente trinitaria. El Concilio resalta tres momentos que por apropiación vienen referidos respectivamente al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo: a) a Dios Padre se le atribuye la obra de la creación del mundo y la iniciativa de la divinización de los hombres por la gracia de la adopción (LG, 2); b) Jesucristo es origen de la Iglesia por aquello que Él mismo es: Verbo encarnado; por aquello que ha hecho durante su vida terrena y por aquello que ha donado a la comunidad de sus discípulos (LG, 3); c) la Iglesia es criatura del Espíritu. Nace de Él y bajo la acción del Espíritu crece y se desarrolla, perfecciona sus estructuras, elabora su lenguaje, define sus símbolos, formula sus leyes, proclama sus valores, etc. (LG, 4). 2) Ad intra. La Iglesia es trinitaria intrínsecamente porque las tres divinas personas forman también parte de ella. La Iglesia vive constantemente de la Trinidad. Ella es la familia de Dios, el templo del Espíritu Santo, el cuerpo de Cristo. «Nuestra comunión es con el Padre y con su Hijo Jesucristo» (1Jn 1,13). La pertenencia recíproca de las personas de la Trinidad a la Iglesia y de la Iglesia a las personas divinas es intrínseca, profunda y perenne (Colegialidad episcopal y conferencias nacionales, Aportes teológicojurídicos a la LVIII Asamblea Plenaria de la Conferencia del Episcopado Mexicano, UPM, 1995).
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El decanato como estructura dentro de la Iglesia misterio de comunión Según el c. 374, I del Código de Derecho Canónico, «toda diócesis o cualquier otra Iglesia particular debe dividirse en partes distintas o parroquias», y en el párrafo siguiente, señala: «Para facilitar la cura pastoral mediante una actividad común, varias parroquias cercanas entre sí pueden unirse en grupos peculiares, como son los arciprestazgos».
Y más precisamente el Código de 1983 trata de los vicarios foráneos (arciprestes) (cap. VII del tit. III de la parte II del Lib. II), y solamente dedica tres cánones al tema: el 553 cuyo contenido es la noción y nombramiento del Decano; el 554 que señala los requisitos del titular, nombramiento temporal y remoción; y el último canon, el 555, el más extenso de los tres, que señala un elenco de derechos y deberes del Decano. Según el c. 463 (7mo.), el Decano debe ser llamado a participar en el Sínodo diocesano. La historia de los vicariatos foráneos, o decanatos, evidencia que su origen está más ligado a exigencias prácticas que a reflexiones doctrinales. La difusión del cristianismo por las zonas rurales a partir del siglo IV, impone la constitución de comunidades extraurbanas con un presbítero encargado de la cura de almas, al igual que una iglesia propia para las reuniones y el culto. En torno a la iglesia principal, dotada de pila bautismal, nacen gradualmente nuevas iglesias que se reconocen ligadas y dependientes de la iglesia matriz. En la época carolingia, cuando las diócesis son divididas en archidiaconados, se va afirmando también una nueva subdivisión. En el siglo VIII podemos considerar establecidos en Occidente estos agrupamientos de comunidades cristianas en torno a la iglesia principal, con el título de decanatos, vicariatos foráneos o arciprestazgos. Las Decretales (Lib. I, tit. XXIV) tratan de ellos para disciplinar la institución, sin prescribir su constitución obligatoria. El Concilio de Trento (ses. XXIV De ref., c. 3, 20) trata de los vicarios foráneos, establece su derecho de visitar las parroquias y fija sus competencias en materia de causas matrimoniales y criminales. El CIC 17 es la primera ley universal que disciplina la institución en su conjunto: el c. 217 establece la obligatoriedad de su institución; en casos de particular dificultad el obispo tiene obligación de consultar a la Santa Sede. Así se prepara la actual legislación. En cambio, la distribución y las agrupaciones de la parroquia de los centros urbanos, sede del obispo, son distintas, más articuladas y más variadas.
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El Decano Tratándose de la figura canónico-pastoral del Decano, lo primero que hay que señalar es que el sacerdote que ostenta dicho título ya es avalado por los hermanos sacerdotes que lo han puesto como un candidato idóneo y en definitiva por la decisión del obispo, para el cumplimiento de una misión dentro de la Iglesia. El nombramiento del Decano, de suyo, es libre por parte del obispo, como alguno o más de alguno se ha podido dar cuenta, aunque éste puede recabar prudentemente el asesoramiento y opinión de los sacerdotes interesados; en la práctica dependerá en concreto de la forma establecida por el derecho particular (en el caso nuestro, el Manual de Funciones), que, con frecuencia, lo hace depender del voto de los párrocos y vicarios parroquiales del decanato, siempre que el candidato reúna, a juicio del obispo, las suficientes cualidades de idoneidad (c. 554) para realizar dicha misión, la cual conlleva fundamentalmente cuatro aspectos: actividad pastoral, sacerdotes, liturgia y bienes parroquiales. Una de las tareas del Decano es favorecer entre los sacerdotes, a quienes les ha sido encomendada la cura de almas en una determinada porción del pueblo de Dios, la comunión entre ellos y con el obispo. Esta situación, de hecho, parece no comportar dificultades pero en la práctica no es así. La comunión en el decanato ha de ser siempre una realidad concreta, viva y operante. Las relaciones interpersonales, a partir de la vivencia de fe, tienen que traducirse en actitudes y comportamientos concretos entre los creyentes: laicos y clérigos, comunicando cada cual las propias riquezas, y aceptando y valorando lo que los otros miembros ofrecen, tratando de superar cada día la tentación de la autosuficiencia, sabiendo que la manifestación particular del Espíritu se le da a cada uno para el bien común (Cf. 1Co 4, 7).
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La parroquia como ámbito propio de comunión entre los fieles cristianos 1.º La Iglesia es proyección del mismo ser de Dios, que es comunión trinitaria tanto económica como inmanente, de donde se sigue que todas las articulaciones estructurales y jerárquicas de la misma deben dar testimonio de vida y de amor. Vemos, pues, que la Iglesia corresponde fielmente a aquel maravilloso designio de salvación que Dios había concebido para la humanidad desde antes que ésta peregrinara por el mundo. Para conducir a la humanidad a aquella inefable comunión consigo misma a la cual había predestinado desde la eternidad, Dios ha realizado, en el curso de los siglos, una larga serie de signos extraordinarios por su pura sabiduría y bondad, por su pura generosidad y misericordia. De entre todos estos, tres son los más significativos y decisivos; son aquellos con los cuales ha estipulado los tres grandes pactos: el pacto inicial con la humanidad en Adán y Eva; el antiguo pacto con la casa de Israel y el nuevo pacto con el ahora nuevo pueblo de Dios.
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14 Este designio maravilloso de comunión de Dios se va realizando misteriosamente en nuestro mundo, y debe encontrar su plena realización en el seno de su familia, que es la Iglesia a través de la palabra y los sacramentos. La Iglesia es por lo tanto, en su aspecto más fundamental, la comunidad de vida resultante de la participación de los hombres en la plenitud de la vida divina en Cristo, por lo que la Iglesia representa en ese sentido la culminación de su misterio, el Cristo total (LG 7; GS 32; 40; 42). 2.º Por tanto, una Iglesia de comunión tiene que articularse en el interior de cada parroquia como una auténtica comunidad de comunidades, sin ignorar ni preferir a ninguna de las comunidades o grupos presentes en el área parroquial, y sin privilegiar a ninguna de ellas por encima de las otras, porque existiría el riesgo de dejar en la sombra un “don” del Espíritu a su Iglesia. De ahí la importancia de que el Decano esté atento a que cada parroquia, iluminada y alentada por el propio pastor, viva en la apertura a las demás parroquias que forman el decanato, la vicaría o la diócesis. La parroquia, en efecto, no puede ser una realidad completamente aislada, autosuficiente e ignorante de las demás parroquias de la propia diócesis: por el contrario, tiene que saber compartir las propias posibilidades y carencias, los logros y las dificultades, la búsqueda apasionada de nuevos planteamientos pastorales, exigidos por los desafíos que presenta hoy la Nueva Evangelización.
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Los sacerdotes Cristo envió a sus apóstoles como el Padre lo había enviado a Él, y por medio de los apóstoles hizo que los sucesores de éstos, los obispos, participaran de su consagración y misión. Su función ministerial en grado subordinado, fue encomendada a los presbíteros para que, constituidos en el orden del presbiterado, fueran los colaboradores del orden episcopal para realizar adecuadamente la misión apostólica confiada por Cristo (PO 2). El número 81 del Manual de Funciones señala que el Decano tiene la misión de estimular en las comunidades la misión profética, litúrgica y regia de Cristo. El mismo documento conciliar sobre la vida de los presbíteros en la Iglesia señala sobre este triple ministerio que los sacerdotes son: • Ministros de la Palabra «Los presbíteros, como colaboradores de los obispos, tienen como primer deber el anunciar a todos el Evangelio de Dios… [enseñando] no su propia sabiduría, sino la palabra de Dios, e invitan insistentemente a todos a la conversión y a la santidad» (PO, 4). • Ministros de los sacramentos y de la Eucaristía «Dios consagra a los presbíteros por medio del obispo, para que, participando de manera especial del sacerdocio de Cristo, actúen en las celebraciones sagradas como ministros de Aquél que ejerce siempre por nosotros su función sacerdotal en la liturgia por medio del Espíritu» (PO, 5). Y más adelante dice: «Como lo atestigua San Ignacio Mártir ya en tiempos de la Iglesia primitiva, en la celebración de todos los sacramentos, los presbíteros están unidos jerárquicamente con sus obispos de diversas maneras. Así lo hacen presente, en cierto sentido, en cada una de las comunidades de los fieles» (PO, 5). • Rectores del pueblo de Dios «Los presbíteros ejercen la función de Cristo, Cabeza y Pastor, según la parte de autoridad que les corresponde. Reúnen en nombre del obispo a la familia de Dios, como una fraternidad con una sola alma, y la conducen a Dios Padre por Cristo en el Espíritu. Para ejercer este ministerio, como para las demás funciones del presbítero, se les concede un poder espiritual, que ciertamente se da para edificación. Para construir la Iglesia, los presbíteros deben tener con todos un trato exquisitamente humano, a ejemplo del Señor. Deben portarse con ellos no según los gustos de los hombres, sino conforme a las exigencias de las enseñanzas de la vida cristiana» (PO, 6).
sr. C. LiC. Jorge Jiménez
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fraternidad saCerdotaL
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ara hablar de la fraternidad sacerdotal, debemos decir como un primer punto que no basta el conocimiento de definiciones, aunque éstas sean necesarias. Por consiguiente, tomando los documentos conciliares, decimos que la fraternidad sacerdotal surge del orden sagrado y ésta viene a ser como el signo sacramental de la ordenación sacerdotal. En este sentido, la fraternidad se podrá vivir en la medida que el presbítero se empapa de la espiritualidad diocesana, la cual lo irá configurando cada vez más con el sacerdocio único de Cristo, la cual ha ido cultivando a lo largo de su vida sacerdotal. Pero sin ser pesimistas, podemos encontrarnos con muchas dificultades en el momento de la práctica para realizar el signo visible, el cual es de suma importancia para la evangelización y pastoral parroquial. Sin fraternidad sacerdotal no habrá evangelización. Si recordamos un poco nuestro caminar sacerdotal, podemos ver que más de alguna vez nos hemos cuestionado sobre la espiritualidad diocesana, y a la vez hemos admirado la comunión y espiritualidad de los religiosos: si queremos una espiritualidad como diocesanos, no debemos trasponer en nuestras vidas una espiritualidad religiosa. Se dice en PO 31: los presbíteros «alcanzan la santidad de manera propia si, en el Espíritu de Cristo, ejercitan las propias funciones con generosidad incansable». Por ello no se puede pensar en una espiritualidad diocesana sin un ministerio y un ministerio sin espiritualidad. Nuestra espiritualidad está enraizada en el único sacerdocio de la nueva alianza, que es Cristo sumo y eterno sacerdote. Por ello, el sacerdote actúa en persona de Cristo ejerciendo su triple ministerio: profético, regio y sacerdotal (Lc 22, 19; Mt 28, 19-20). De esta forma, al ser sacerdotal corresponde una espiritualidad sacerdotal, con lo cual se afirma la participación del sacerdocio de Cristo, por ello el sacerdote le basta vivir como sacerdote que es. De este ser sacerdotal se desprende la relación con el Obispo, los hermanos sacerdotes y el Pueblo de Dios. La relación para con los hermanos sacerdotes se le llama fraternidad sacerdotal, la cual -como ya hemos mencionado- surge del sacramento del orden, y por consiguiente decimos que el sacerdote pasa a pertenecer a otra familia: los suyos son ahora los miembros del presbiterio (jóvenes y mayores). Es por esto que la fraternidad sacramental es como un vínculo de consanguinidad que une a todos y sobre todos pesa la común misión apostólica. La comunión presbiteral: «no es un elemento extrínseco al sacramento del orden, sino desenvolvimiento connatural sin el cual el sacramento no lograría su pleno significado» (Card. J. Ratzinger). Para construirla no basta tener unos cuantos amigos, que son necesarios pero no es suficiente, o encontrar un grupo afín en el pensar y querer. Es necesaria la oración personal y común, la ayuda mutua, la comunión de bienes, etc. En concreto lo expresa PO 8: «Los presbíteros… se unen todos entre sí por íntima fraternidad sacramental; pero especialmente en la diócesis, a cuyo servicio se consagran bajo el propio obispo, forman un solo presbiterio». A esta comunión sacerdotal el Concilio la llama “fraternidad sacerdotal”, lo cual significa una especie de signo sacramental. Sin ésta, faltaría un signo instituido por Jesús para la evangelización. No se realiza la santificación, ni la evangelización sin comunión entre el presbiterio. Mientras no haya fidelidad a esta gracia, los problemas sacerdotales aumentan personal y socialmente. Esta doctrina tiene su fundamento en el Evangelio (Jn 17, 11. 21), que habla de la unión entre los Apóstoles. A partir de esta comunión, construye cada uno la existencia en el amor, así como lo dice Pablo (1Cor 13, 1-13). La unidad, fraternidad, no significa uniformidad, ya que es una conquista de la caridad, dándose así la comunión externa. Somos un signo colectivo, que tiene su base en la ordenación sagrada y en la misión común (LG 28). En consecuencia, en la medida que vivamos la caridad del Buen Pastor, reflejaremos al mundo este signo de comunión.
16 Algunos puntos concretos que el Concilio señala para construir la fraternidad sacerdotal:
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* Relación con todos los sacerdotes (diocesanos y religiosos). * Armonía entre generaciones (jóvenes y no tan jóvenes). * Hospitalidad (tener siempre la casa abierta y preparada para los hermanos). * Vida comunitaria (comunión de bienes, revisión de vida, compromisos y disponibilidad). * Responsabilidad mutua (cuidarnos). * Cuando algún hermano se separa, «debo sentirlo como una rama que se desgaja o desprende». * Revisar «dónde tengo mi corazón en cuanto al dinero, tiempo, honores, méritos, comodidades, etc.». * «¿Mi egoísmo destroza o impide el signo colectivo del Buen Pastor?». * «Yo soy el primer responsable de las vocaciones sacerdotales». Así, hermanos, continuando con la doctrina de LG 28, somos responsables de la espiritualidad, cultura, medios de pastoral y entrega. Es una exigencia del don del Espíritu y de nuestra participación en el único sacerdocio de Cristo. No es un consejo piadoso, ya que en la Iglesia somos signo colectivo de Cristo resucitado presente y operante, si falla alguien todos estamos afectados y se resiente en la evangelización. Ante dicha situación, Cristo nos puede preguntar: «¿Dónde está tu hermano…?». Es toda una ascética de la caridad pastoral la que debe modelar nuestra vida en la comunión. No seamos ingenuos si pensamos que la fraternidad sacerdotal es un regalo. Tú, yo, cada uno de nosotros debemos construirla con ayuda de la gracia. Por lo que es indispensable la discreción, paciencia, solidaridad, caridad y disponibilidad–apertura; pues cada uno tiene algo que aportar, responsabilizándose de su labor y dando un paso más a la fraternidad.
Pbro. José Carmen torÍz renterÍa
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organizaCión requerida Para La animaCión PastoraL en eL deCanato Código de Derecho Canónico (CIC 553) II Sínodo Diocesano de Guadalajara (II SDG 682–692) Manual de Funciones: Aspecto Pastoral (MF 72 al 84)
SER Y QUEHACER DEL DECANO
CIC 553: «Obispo nombra al Decano habiendo consultado a los sacerdotes de decanato». MF 63: «Tiene el derecho y el deber de fomentar y coordinar la acción pastoral común en el decanato». MF 72: «El Decanato es un lugar donde se promueve y expresa la comunión eclesial de todos los agentes de pastoral». MF 73: «El Decano debe facilitar e impulsar la pastoral mediante la actividad común». MF 75: «El Decano está llamado a ser el alma de la acción pastoral en su decanato; es el sacerdote promotor, animador y coordinador de la acción común. Debe de estar comprometido en el proceso pastoral diocesano, abierto y con capacidad de trabajar en equipo, con una cercanía de comunión efectiva con el Obispo y el Vicario Episcopal». MF 76: CON EL OBISPO: asegurará la comunión con él, fomentará su confianza y amistad, el cumplimiento fiel de sus directrices pastorales expresadas en el Plan diocesano, en el documento sinodal y otras directrices. MF 77: CON EL VICARIO EPISCOPAL: relación estrecha, manteniéndolo informado; le presentará la programación anual y le informará por escrito sobre la marcha del decanato. MF 79: CON LOS RELIGIOSOS (AS): alimentará la inserción en la pastoral de los religiosos que viven en el territorio del decanato, respetando siempre sus carismas y campos específicos de acción. MF 80: CON LOS SACERDOTES: cuidará que no falten a los sacerdotes los medios para fortalecer la espiritualidad y la formación permanente. Alentará la fraternidad, la mutua ayuda con los que pasan por una etapa difícil. MF 81: PARROQUIAS: estimulará en todas las comunidades la misión profética, litúrgica y regia de Cristo conforme al Plan Diocesano en vistas a impulsar la renovación de la parroquia como comunidad de comunidades. Organizará los equipos y servicios necesarios para apoyar a las parroquias en las tareas fundamentales y prioridades diocesanas. Prestará atención especial a los Equipos Coordinadores Básicos, dada la importancia que tienen entre nosotros. II.
DEFINICIÓN DEL DECANATO (IISDG 686) -
Conjunto de parroquias vecinas. Con la finalidad de facilitar la atención pastoral. Mediante la actividad común. Es un lugar donde se promueve y se expresa la comunión eclesial de todos los agentes de pastoral (687).
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I.
18 - La comunión y evangelización integral están en la base del mismo ser y quehacer del decanato (688). - El decanato ha de ofrecer apoyos cercanos y prácticos a las comunidades parroquiales (691). III.
EXPERIENCIA PROPIA PARA LA ORGANIZACIÓN
- Formar el equipo nato o motor del decanato. Se nos sugiere que el equipo lo forme el Decano, Decano suplente y el delegado ante el consejo presbiteral, pero también conviene invitar al secretario y a algún otro sacerdote.
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- Formación de los equipos de servicio (tareas fundamentales, y prioridades diocesanas, u otros según realidad propia). - Plan de trabajo (por escrito), conocimiento de la realidad (sacerdotes, comunidades); metas alcanzables y que respondan a las necesidades de las comunidades. - Involucrar a los laicos en la planeación, ejecución y evaluación. - Estar al pendiente de los avances o retrocesos. - Visitar los equipos de servicios conformados por laicos para animarlos y orientarlos. - Estar en contacto con el Obispo, la Vicaría Diocesana de Pastoral, las Comisiones Diocesanas y ser enlace entre estas instancias y el decanato. - Programar con tiempo la visita parroquial junto con el equipo nato, cuyo objetivo es animar el trabajo decanal. Tomar en cuenta a los sacerdotes para acordar la agenda de esta visita. Recorrido físico, Misa y encuentro con los laicos. - Recuperar la memoria histórica pastoral del decanato, tomando en cuenta desde que fue erigido, programaciones, nombramientos, actas, etc. Esto sirve para las generaciones futuras, se sugiere resguardar el archivo en la sede del decanato. - Estar al tanto de que en las parroquias se cuente con un Plan de trabajo y los servicios necesarios. - Orientar, animar, apoyar a los sacerdotes para la creación de nuevas parroquias o capellanías. - Velar para que los equipos de servicio estén integrados a la Vicaría, a la Diócesis (vivir la comunión). Se sugiere patrocinar a los equipos de servicio para que asistan a los cursos de formación de agentes. - El Decano debe integrarse al equipo de la Vicaría: llevar inquietudes, necesidades y proyectos del Decanato para que le brinden orientación, apoyo. - Comunicar a tiempo y destiempo información a los sacerdotes, parroquias. En ocasiones nos damos cuenta de acontecimientos demasiado tarde, el Decano debe ser un gran comunicador y contar con los medios modernos de comunicación, se sugiere actualizar los directorios. - Es recomendable que el Decano promueva una agenda decanal de servicios parroquiales y compartirlo.
sr. C. timoteo madrigaL
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