Hoja Parroquial - 10 de enero de 2010 - num 2

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Hoja parroquial Arquidiócesis de Guadalajara, A.R.

Nº 02 • El Bautismo del Señor • 10 de Enero de 2010

Fundado el 4 de junio de 1930. Registro postal IM14-0019, impresos depositados por sus editores o agentes INDA-04-2007-103013575500-106

Tú eres mi hijo muy querido C

uando llega esta fiesta, el Bautismo del Señor Jesús, en el calendario litúrgico; recordamos casi automáticamente que nosotros también hemos sido bautizados y de alguna forma sacamos cuentas en lo que se parece nuestro bautismo al de Jesús. Habrá que decir que ciertamente tienen algunas similitudes pero también algunas diferencias. En Jesús el Padre manifiesta a su Hijo, hace, por así decirlo, la presentación oficial, nos dice al mundo que “Él es en el que tiene todos sus gustos y complacencias”; en nosotros, en cambio, hay una transformación sustancial; Dios nos toma como sus hijos, empieza una historia importante; ese día Dios toma posesión de nuestra vida para hacernos parte de su familia y lo hace en nombre de la Santísima Trinidad para darle toda la solemnidad e importancia debidos.

Juan el Bautista, Jesús y nosotros El bautismo de Jesús, por supuesto que, aunque fue asistido por Juan el Bautista, no fue a la manera de Juan, un bautismo de penitencia. Jesús vino a

quien testifica la categoría del que está sumergido en las aguas del Jordán. Este Jesús, al que Juan se negaba a bautizar, es alguien totalmente distinto, es el Hijo predilecto del Padre. Jesús convence a Juan para que proceda diciéndole que es para que se haga “justicia plena”. Le está diciendo en términos de la Sagrada Escritura que Él ha venido a cumplir la voluntad de Dios y en ese momento el Padre quiere que su Hijo sea reconocido por todos como tal.

Isaías, Jesús y nosotros

vivir con nosotros y entregar su vida por nuestra salvación, pero no tenía por qué hacer penitencia; no tenía nada de que arrepentirse. No vino tampoco a realizar un bautismo ejemplar “para enseñarnos”. Se trata de algo totalmente diferente; es la manifestación del Hijo para que el mundo lo reconozca en la misma voz del Padre, es la presencia del Espíritu Santo

Hermosas palabras y comprometedoras lo que dice el Profeta para Jesús y en cierta manera para cada uno de nosotros. “Nos ha llamado para la justicia, porque Dios mismo nos ha formado” nos ha hecho; nos toma de en medio del mundo para que seamos luz para los demás; esta es la exigencia de nuestro bautismo. También dice: “para abrir los ojos de los ciegos”, significa que nuestra tarea no es para ser espectadores del mal y dejar a los demás en su ignorancia, sino para tomar cartas en los asuntos de este mundo y ayudar a que los demás sean diferentes. Sigue en la página cuatro

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