Hoja parroquial Arquidiócesis de Guadalajara, A.R.
N.º 10 • IX del Tiempo Ordinario, Ciclo A • 6 de Marzo de 2011
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¿Rezamos para quedar bien o para vivir bien?
C
uando elegimos algo, implica nuestra renuncia a muchas cosas; y cuando elegimos, usamos nuestra libertad, que por supuesto siempre tiene un costo; no es posible elegir sin rechazar algo. Por el simple hecho de vivir, tenemos que aprender a elegir, pero también a renunciar: ahí es donde nuestra libertad se traba o se engrandece. Ahí está la bendición o la maldición. Bendición, como nos dice el libro del Deuteronomio en la Primera Lectura, si acatamos los mandamientos de Dios. Maldición si despreciamos lo que Dios nos dice, si nos desbarrancamos por otros caminos. Una responsabilidad significativa, trascendente para nuestra felicidad. Es menester aprender a distinguir lo mejor, lo bueno, entre la basura de tantas opciones que se nos presentan. Sucede que, con frecuencia, nos vamos detrás de otros diosecillos en apariencia más atrayentes y de mayor petulancia para nuestra vida social.
elección. Por eso somos libres para decir “sí” o “no” a una propuesta del amor de Dios.
¿Fe o buenas obras? ¿Cumplir la ley o nada más rezar?
Jesús tiene autoridad para decirnos cómo vivir
Pero la vida tiene muchas cuestiones más finas y de difícil discernimiento, en las que no pocas veces, a la hora de decidir, lo hacemos mal o nos atoramos. San Pablo trata en la Segunda Lectura un asunto medular: a veces nos inclinamos por hacer una sola cosa entre la fe y el cumplimiento de la ley. Así ha sido a lo largo de los siglos pasados, en diversas culturas. En ocasiones, damos prioridad a la fe, decimos que tenemos mucha y que con eso basta. Ha habido otros modos de pensar que manifiestan esta discusión: con hacer lo que marca la ley, aunque uno no crea, ya está salvado. La Palabra del Señor nos dice que la justicia de Dios es la que nos salva, su gratuidad es la que nos va a dar, en definitiva, la salvación, y no el cumplimiento exacto de la ley. Sin embargo, nuestra fe debe de ser de tal manera que siempre nos lleve a concluir en buenas obras: solo así le pondremos el sello de nuestra
Así lo subraya el Evangelio de Mateo este día: No bastan muchas oraciones… ni decir hasta el cansancio “Señor, Señor…”. Hay que aprender a adquirir fortaleza para llevar adelante el cumplimiento de la ley de Dios. Es la primacía del hacer sobre el decir. Los mexicanos tenemos un rico refranero que condena las muchas palabras y bendice las buenas obras. Los filósofos de ciertas corrientes pudieran decir que es “la filosofía de la praxis”. Tenemos que realizar buenas obras para demostrar lo que creemos. No se trata de hacer cosas espectaculares para quedar bien ante los espectadores del mundo. “Escuchar la Palabra de Dios y ponerla en práctica”: a eso se le llama construir en firme sobre roca. Y el Evangelio termina diciendo que cuando oyeron a Jesús hablar de esto, la gente estaba feliz, porque “les enseñaba con autoridad”. Él nos manda que así sean las cosas. 1