Hoja parroquial Arquidiócesis de Guadalajara, A.R.
N.º 15 • V domingo de Cuaresma, Ciclo A • 10 de Abril de 2011
Fundado el 4 de junio de 1930. Registro postal IM14-0019, impresos depositados por sus editores o agentes INDA-04-2007-103013575500-106
"El que Cree en Mí, aunque
haya muerto, Vivirá"
"D
esde lo hondo, a ti grito, Señor". Así comienza el salmo de la Misa de este último domingo de Cuaresma. Si cada uno de nosotros, muy sinceramente y realistamente, no se sitúa también en lo más hondo de la propia vida, hasta el corazón de lo que cada uno es, le será imposible acompañar a Jesús durante estos últimos días de la Cuaresma, durante los días de Semana Santa, y -más aún- unirse a Él en la gran celebración de su y nuestra Pascua. Probablemente, la mayor tentación para nuestro caminar cristiano sea la de situar lo que a ella se refiere -lo religioso, nuestra relación con Dios y ante Dios- en lo marginal de nuestra vida, en cosas y aspectos secundarios que no son los más importantes, decisivos y hondos para nuestra existencia. Entonces, el corazón se queda sin Dios, al margen de Jesús. "Yo soy la resurrección y la vida: el que cree en mí, aunque haya muerto, vivirá: y el que está vivo y cree en mí, no morirá para siempre". Esto es lo que -en el Evangelio de Juan que se proclama hoy- dijo Jesús a su amiga Marta. E, inmediatamente, le preguntó: "¿Crees esto?". Esto es la afirmación y la pregunta de Jesús dirigidas a lo más hondo de cada uno de nosotros, y que sólo desde esta hondura puede cap-
tarse y responderse. En la profundiad de experiencia y realidad humana, las palabras vida y muerte tienen sentido, siendo algo decisivo para cada mujer y cada hombre: conforman lo más fundamental e importante. Pero fijémonos en la respuesta de aquella mujer, llamada Marta: responde con un "Sí, Señor", que rápidamente explica: "Yo creo que Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios, el que tenía que venir al mundo". Es decir: porque cree en Jesús como Mesías, como Hijo de Dios, como Enviado
del Padre, se atreve a decir que también cree en aquello tan difícil de creer para el hombre: que el que haya muerto, vivirá, y el que está vivo, no morirá para siempre. Es su fe en Jesús lo que le permite dar el salto a la fe en la victoria de la Vida sobre la muerte, el salto a la fe en la resurrección personal. Estamos a quince días de la celebración de la Pascua. La resurrección de Lázaro fue -según el Evangelio de Juan- el último "signo" que obró Jesús antes de su pasión y muerte, el signo que anunciaba su propia resurrección. En los domingos anteriores, Jesús ha afirmado que Él es para nosotros la fuente de agua que brota para darnos vida, la luz que nos ilumina por el camino. Hoy nos ha dicho que Él es nuestra vida. Una vida que -decía san Pablo- está en nosotros, como en nosotros puede brotar su fuente de agua viva, y en nosotros puede brillar su luz. Es -dicho de otro modo- creer que en nosotros está presente la fuerza renovadora del Espíritu Santo que nos comunica Jesús resucitado. Esta es nuestra fe, esta es nuestra esperanza. Que durante estos días de última y más honda preparación para las celebraciones pascuales, pidamos y anhelemos que esto sea verdad en lo más hondo de cada uno de nosotros, en el corazón de nuestra vida. 1