Hoja parroquial Arquidiócesis de Guadalajara, A.R.
N.º 16 • Domingo de Ramos, Ciclo A • 17 de Abril de 2011
Fundado el 4 de junio de 1930. Registro postal IM14-0019, impresos depositados por sus editores o agentes INDA-04-2007-103013575500-106
Sufrimiento y confianza en días difíciles
C
omienza la «semana mayor»: la «Semana Santa» por excelencia. Hoy por hoy, se ha convertido en muchos lugares en una mini vacación… o la única oportunidad de vacacionar. Va de entrada una sugerencia: aprovechar bien la oportunidad de esta Semana Santa. Dedicar esta «vacación» a atender lo que en la agitada vida diaria me veo imposibilitado de cuidar de manera correcta: mi vida cristiana, mi oración, mi paz interior, la oportunidad de convivir con mi familia... La Semana Santa viene cargada de muchas actividades, pero si pongo un poco de atención a las celebraciones, también vienen muchas sorpresas agradables. Para empezar este Domingo de Ramos, la lectura de Isaías es una invitación -como Jesús en su pasión- a redescubrir en medio de los sufrimientos y los ajetreos de la vida una confianza total en Dios, "sabiendo que no quedaría defraudado"; "El Señor me abrió el oído, yo no me resistí". Dice en este sentido el llamado filósofo de la esperanza, Gabriel Marcel: "Ignoro por completo lo que el futuro hará de mí; quizá un andrajo. No presumo, en absoluto, de mis fuerzas. Pero creo en Dios, y espero que no me abandonará, que me evitará la suprema decadencia, y que, o bien me llevará consigo o me dará fuerzas para soportar la tortura".
Pascua y Eucaristía, transformación y dádiva En el Pórtico Solemne de la semana mayor, somos invitados a ser acompañantes cercanos de los misterios santos. Iniciamos con las palmas para reconocer a Jesús como el Mesías, para sentirnos consagrados por su humildad y cercanía a su pueblo, a su gente. La Pasión -según san Mateoque escucharemos, es un drama en donde es menester que cada uno de nosotros se sienta identificado con algún personaje para mejorar o, dado el caso, transformar nuestras actitudes ante Dios. Judas, desilusionado, ha dirigido su vida por caminos torcidos. No nos toca juzgar, nos toca prevenir. Jesús ha invitado a su Pascua a todos sus discípulos sin excepción, con el fin de invitarlos a todos a tener parte en su Reino. Antes de la entrega total, en su muerte en Cruz, nos ha dejado el regalo increíble de la Eucaristía, como fuente de alimento, como presencia permanente. Dios se trasforma: se destruye a sí mismo en su pasión, para poder darse transformado en alimento. La invitación
se repite una y otra vez para curar nuestros olvidos y refrescarnos la memoria: "Esta noche todos van a fallar por mi causa…". Pedro quiere corregir a su Señor, diciéndole: "... yo no fallaré". Y Jesús dará la lección de vida en el Huerto de los Olivos, entre su tristeza y dolor por la cercanía de la muerte. Nos insiste: "Velen y recen para no sucumbir en la prueba". Todavía pasarán días y meses hasta que sus discípulos podrán entender el gesto del Pan y el Vino como dádiva de su Cuerpo y Sangre, para vivir la unidad, la cercanía con el maestro.
Palmas de Victoria, Cruz de Muerte Esto es el Domingo de Ramos, un prólogo a toda la vida cristiana: lucha, caídas, levantarse, orar, pedir perdón, sentirnos salvados por la Cruz de Cristo y, sobre todo, sentirnos resucitados para iniciar nuevos modos de vivir, siguiendo el ejemplo del Maestro. También nosotros estamos llamados a realizar lo que Él ha hecho. 1