Hoja parroquial Arquidiócesis de Guadalajara, A.R.
N.º 18 • Domingo II de Pascua, Ciclo A • 1º de Mayo de 2011
Fundado el 4 de junio de 1930. Registro postal IM14-0019, impresos depositados por sus editores o agentes INDA-04-2007-103013575500-106
La Resurrección es la
re-creación del ser humano
E
ste domingo de Pascua tiene fuertes resonancias en la memoria del hoy beato Juan Pablo II; curiosamente coincide esta fecha con la ceremonia de su beatificación. El mismo Papa quiso reflexionarlo, e invitó a toda la Iglesia a tener este día como el domingo de la Divina Misericordia. La ceremonia que se celebra en la explanada de la basílica vaticana, con todos los ojos del mundo puestos ahí (por la ingeniería de hombres y aparatos), nos muestra, más allá de todo, la necesidad que tiene cada uno de nostros, de cualquier condición, de llenarnos de la misericordia de Dios. Cuando la Iglesia proclama a un beato o santo, no es otra cosa que reconocer que Dios ha sido sumamente misericordioso con aquella persona, y que ésta, por su parte, ha sabido corresponder a los dones abundantes de Él.
Una cercanía que destila amor
Ya no nos podrá destruir ni la muerte. Lo único que nos aniquila es el pecado, el decirle "No" a Dios. El haber celebrado la Pascua, junto con un largo periodo cuaresmal que le antecedió, nos capacita para que Dios nos re-cree: literalmente nos vuelve a crear a través de su muerte y de su resurrección. El Evangelio nos dice que los apóstoles siguen encerrados por miedo; ya han descubierto que su cuerpo no está en la tumba; van poco a poco convenciéndose que están vivos; pero no es fácil reconstruir todo lo que ha sido dañado por el escándalo de la cruz, y ellos no podían entender todo esto. Jesús les va a dar pruebas de su amor, pruebas tangibles para reconstruir el tejido de su fe dañada. El saludo de Paz los empieza a cambiar, Él les muestra sus manos y pies, y ellos adquieren más confianza. Jesús los envía a realizar nuevas tareas dándoles su Espíritu, los invita a perdonar, y a compartir ese perdón. Está el ejemplo de la incredulidad de Tomás, el ausente, quien no estaba en la manifestación. Habría que esperar hasta esta fecha para ser reconstruido en su fe, con la cercanía de la presencia del Redentor del mundo. Así, pudo llegar a realizar su acto de fe: "¡Señor mío
y Dios mío!". Ahí está el Señor bondadoso, haciendo sentir su misericordia cercana.
No lo hemos visto, pero ya lo amamos
Por su Resurrección, Jesús nos ha hecho renacer a una esperanza viva; ya no nos podrá acomplejar ninguna desventaja, y ningún sufrimiento o prueba nos podrá arrebatar la alegría. La carta de San Pedro que hoy leemos, nos da un aliento enorme. Pero nuestra emoción no viene del verlo cara a cara, o por sueños guajiros, sino de querer entender sus promesas, y empezar a vivir su estilo de vida: es el modo de ser creyente, retratado a la perfección en el libro de los Hechos de los Apóstoles. Aprenderemos a reunirnos con la enseñanza de los apóstoles de manera frecuente, a ser caritativos, solidarios con todos, compartir la Fracción del Pan, y no dejar nunca de lado nuestras oraciones. La razón de todo esto es porque la misericordia divina es eterna. 1