Hoja Parroquial - 26 de Junio de 2011 - Num.26

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Hoja parroquial Arquidiócesis de Guadalajara, A.R.

N.º 26 • Domingo XIII Ordinario, Ciclo A • 26 de Junio de 2011

Fundado el 4 de junio de 1930. Registro postal IM14-0019, impresos depositados por sus editores o agentes INDA-04-2007-103013575500-106

Exigencias y alegrías del Evangelio

H

emos terminado las grandes fiestas: Adviento, Navidad, Epifanía, Cuaresma y Pascua. Volvemos al ritmo de las cosas sencillas, pero al mismo tiempo volvemos a los elementos fundamentales de los que está hecha nuestra vida diaria. La frase Volver al tiempo ordinario en la liturgia puede sonar para algunos como: “No hay novedades ni nada que hacer… hagamos lo mismo”; sin embargo, conocemos a la riqueza del tiempo ordinario en la liturgia como la vereda más sencilla y más usual para llegar a cosas trascendentales que pueden significar bastante. Este tiempo se trata de poner cuidado, para darle su lugar de importancia a esos detalles insignificantes de los que están compuestos todos nuestros días. Darnos cuenta que esas cosas más sencillas, que nos suceden y que “tenemos que hacer”, tienen a los ojos del Padre Dios una riqueza inigualable en donde Él nos deposita invariablemente su amor sincero y grandioso.

Las exigencias de Jesús

El tomar la cruz de cada día nunca ha sido un tema agradable que levante multitud de seguidores, más bien la comodidad nos invita para el lado contrario: el “ir pasándola” sin tener muchas exigencias. Nos damos cabal cuenta que para llevar adelante esa exigencia de llevar la cruz, hay antes unas condiciones indispensables; hay que hacer ciertas renuncias para estar libres y tener modo de llevar la cruz. Es sin duda un “Evangelio incómodo”. Aún así, Jesús nos promete que quien ayude a un enviado del Señor, recibirá su recompensa correspondiente por este mismo hecho. Hay ya un ejem-

plo de esto mismo en la Primera Lectura del libro de los Reyes: Eliseo es hospedado y quien lo recibe es recompensado con creces. En las consejas antiguas de la gente sencilla, se afirma todavía: “Cuando se hace algo por Dios, Dios nunca se queda a deber”. Hasta en la sencillez de dar un vaso de agua por Dios, Él lo restituye con creces.

Tomar la cruz de Jesús

El tomar la cruz de cada día parece una tarea ingrata y hasta masoquista; algunos dicen que se puede ser cristiano con menos, pero Jesús afirma de forma contundente que quien quiera salvar su vida la perderá, y el que la pierda por Él, la salvará. Parecen ser temas excluyentes y dolorosos, sin embargo, la

experiencia milenaria de la Iglesia nos sigue hablando de que esta es la forma única de salvar al mundo: con la cruz de Jesús. No se trata, y bien lo sabemos, de sufrir por sufrir, no se trata tampoco de parar de sufrir, como lo ofrece cierta propaganda, sino de saber sufrir con un sentido redentor para unirnos a la cruz de Cristo, y saber llevar nuestra propia cruz con las mismas razones que Jesús. Y hay una razón fundamental y fundacional de esto: en la raíz de todo está nuestro bautismo, y por este bautismo fuimos sepultados con Cristo para ser capaces de llevar una vida nueva. Cristo murió para que podamos ser libres. Así, la muerte ya no puede tener dominio sobre nosotros. 1


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