Hoja parroquial Arquidiócesis de Guadalajara, A.R.
N.º 28 • Domingo XV Ordinario, Ciclo A • 10 de Julio de 2011
Fundado el 4 de junio de 1930. Registro postal IM14-0019, impresos depositados por sus editores o agentes INDA-04-2007-103013575500-106
Un sembrador generoso
salió a sembrar
E
l verano tórrido a mucha gente le llega a angustiar y le hace sufrir noches de insomnio... vemos que las plantas se entristecen y los campos presentan otras tonalidades nada agradables; pero el mismo calor es esperanza de lluvia, el proceso normal para el temporal de las aguas, y así nos lo anuncia. Necesitamos el agua y las simientes para la mismísima subsistencia de los seres vivos. Por eso, nos alegramos sobremanera en este temporal. Con la misma suerte, la temática de las lecturas de estos días nos pueden ayudar a valorar esa dimensión espiritual de la escucha, siembra y fructificación de la Palabra de Dios. No existe momento más hermoso -cuando se tiene necesidad del agua- que ver la lluvia mansa que cae del cielo. Isaías, el profeta, nos retrata una imagen campirana que subraya el papel fundamental de la Palabra de Dios para que se verifique la eficacia de su tarea. La Palabra de Dios es entonces la lluvia que hace fecundos incluso los terrenos más áridos y duros. Dios quiere y tiene su eficacia en las condiciones más adversas, y ni qué decir de cuando colaboramos conscientemente con Él.
Para una buena cosecha
El Evangelio de Mateo complementa la imagen de la lluvia de Isaías con la parábola del sembrador. En esta parábola, hay algunos elementos decisivos: el sembrador inédito en su manera de sembrar, la excelente calidad de la semilla y la calidad tan dispareja del terreno. El sembrador ofrece una semilla excelente, y realiza su quehacer con enorme generosidad y una esperanza inquebrantable, pues ama entrañablemente a
su campo de cultivo. No escatima trabajo ni semillas, y a éstas las coloca en lugares donde no cabría esperar ningún resultado. El interés de un sembrador no es acumular bodegas llenas: eso lo hace el comerciante. Este sembrador espera que su semilla dé frutos en todos los sectores de su parcela. Su alegría es el hálito de nueva vida que se da en este proceso. El otro elemento decisivo, el terreno, responde de manera distinta, según la calidad de la tierra. La buena disposición de cada pedazo del terreno constituye el factor primordial para el éxito de la siembra. La semilla es buena, pero no siempre el terreno, que responde de manera desigual.
Más necesario en los tiempos malos
La interpretación de la parábola nos la da el mismo Evangelio; hay una clave poderosa de comprensión. La disposición del terreno se refiere a la actitud de las personas. De nada valdrían la buena semilla y generosidad del sembrador, si no hay respuesta. En nuestras parroquias hay, por supuesto, gente generosa que se deja cultivar, y ofrece una tierra dispuesta en donde la semilla echa raíces profundas. Hay también, en otros círculos humanos, terrenos donde la semilla se pierde por exceso de dureza, por descuido, superficialidad, por presunción de diversidades más entendidas o negligencia. Todos los terrenos forman parte de la misma geografía: los que producen y los áridos... están en la misma historia y en el mismo momento. No hay excusa válida para justificar la falta de acogida y de respuesta. Hoy, más que nunca, es necesaria la generosidad personal y de corazón para atender la Palabra de Vida en estos tiempos malos. 1