Hoja parroquial Arquidiócesis de Guadalajara, A.R.
N.º 39 • Domingo XXVI Ordinario, Ciclo A • 25 de Septiembre de 2011
Fundada el 4 de junio de 1930. Registro postal: IM14-0019, impresos depositados por sus editores o agentes. INDA-04-2007-103013575500-106
Sordera
S
omos humanos, y habitualmente nos molesta hacer la voluntad de otro. Muchas veces, lo que más nos molesta no es hacer una cosa concreta, sino que nos la mande alguien. El Señor, que esto lo sabe, nos pone un ejemplo en el Evangelio de hoy: "Un hombre tenía dos hijos. Se acercó al primero y le dijo: 'Hijo, ve hoy a trabajar en la viña'. Él le contestó: 'No quiero' " (Mt 21, 28-32). Como estamos inclinados al orgullo, hacemos más a gusto lo que no nos manda nadie. Y si tenemos que obedecer, nuestra primera reacción puede ser de rebeldía. Pero podemos rectificar tal y como nos dice el Evangelio. Hablando Jesús del hijo que se negó al principio a obedecer, sigue contando que "después recapacitó y fue". A Dios le agrada que recapacitemos. La conversión no puede darse sin la obediencia, que es una virtud que nos asemeja al Hijo de Dios hecho hombre. Hay gente que es incapaz de escuchar... No escucha nada que no sea ella misma. Se cuenta que una escritora iba paseando por la calle, y se encuentra a una amiga. Se saludan y empiezan a hablar. Durante más de media hora la escritora le habla de sí misma, sin parar ni un momento. De pronto,
para de hablar y le dice a su amiga: "Bueno, ya hemos hablado bastante de mí. Ahora hablemos de ti. A ver, tú ¿qué opinas de mí?". No deja de ser un cuento un poco exagerado, pero es verdad que hay gente que no escucha, porque no para de pensar en sus propias cosas. Y es que escuchar es algo que no es fácil. Y obedecer, hacer lo que te dicen, menos todavía. Escuchar la voz de Dios es fundamental; escucharla y seguirla, si no, de poco sirve. Algunas personas elegidas por Dios tuvieron debilidades, como es el caso del rey David. Y hay gente que ha tenido experiencias como las tuvo este santo rey, que también fue pecador, pero se arrepintió luego. Él escuchó lo que le dijo el Señor a través de un profeta, rectificó su conducta y salió adelante. Otras personas, en cambio, quieren hacer cosas buenas por Dios, pero no escucharon la voz del Señor. Este fue el caso de otro rey de Israel: Salomón. Empezó muy bien y terminó muy mal. Justamente porque no quiso rectificar y hacer lo que Dios le pedía. El Señor no quería sus sacrificios sino su obediencia, y no la tuvo. La Virgen ha sido la persona que ha tenido el oído más fino: a Ella le pedimos nuestra conversión. 1