Hoja parroquial Arquidiócesis de Guadalajara, A.R.
Nº 39 • Domingo XXVI Ordinario C • 26 de Septiembre de 2010
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Epulón y Lázaro
L
as lecturas de hoy ponen énfasis en la falta de solidaridad y en la indiferencia ante el sufrimiento de los demás. Esta actitud ante la vida, en el fondo, condena no sólo a los pobres y marginados, sino también a los ricos e indiferentes, porque no es posible ser verdaderamente humanos, cuando delante de nosotros se muere otro humano sin que, ni siquiera, nos inquietemos. La realización plena de nuestra propia humanidad está ligada a la defensa y promoción de la vida humana. La felicidad nuestra está ligada a la promoción de la felicidad de los demás seres humanos. Por eso, el profeta Amós criticó a quienes gustaban de una vida fácil, despilfarraban su riqueza en cosas innecesarias para aparentar grandeza y se daban la gran vida a espaldas de quienes sufrían la ruina. Divanes con adornos de marfil, la ternera escogida del establo, los mejores vinos y perfumes, el descanso permanente… en fin, cualquier parecido con la realidad de hoy no es sólo coincidencia. Asimismo, el Epulón que nos presenta el Evangelio refleja nuestra sociedad que le da culto al consumismo. El paradigma del hombre feliz es el homo consumus: aquél que tiene los medios para consumir, consumir y consumir. La radio, la televisión y los medios impresos siempre presentan felices a quienes consumen ropa, vehículos, comidas, viajes o aparatos cada día más novedosos. Los “grandes diálogos” de muchos de nuestros jóvenes son sobre la nueva marca de celular, sus ventajas y desventajas con respecto al anterior; los zapatos; el carro; el centro comercial… Muchas veces viven totalmente vacíos de humanidad, amor y sentido de vida. El Evangelio no invita propiamente a empobrecerse, no condena los bienes como tal, ni el disfrute de la vida. El Epulón no se condena por rico ni por disfrutar la vida; se condena a sí mismo, porque no logró superar su propia mediocridad humana, porque limitó su vida a ser un Epulón; es decir: un consumidor egoísta y narcisista, porque se cerró a los demás seres humanos y, por lo tanto, también a Dios y a su amor misericordioso.
Hoy, en el mundo, hay muchas personas que sobreviven condenadas porque hicieron girar toda su vida alrededor de sus sentimientos más rastreros y egoístas, no preocupándose por otra cosa mas que por tener algo para consumir y consumir; fueron indiferentes ante el dolor humano, aplastando así su propia humanidad. Actualmente, como ya vemos, hay personas que abundan en dinero y poder, tanto en tratamientos psiquiátricos, como en el intento de llenar un vacío de sentido y sin lograrlo, si no se abren al amor misericordioso. Como seguidores de Jesús, ¿cuál es nuestro aporte para mejorar la situación de tantas personas que viven en el umbral de la miseria? ¿Se puede ser cristiano y ser indiferente ante el dolor humano? ¿Consumimos alimentos algunas veces sin necesidad? ¿Tenemos objetos que realmente no necesitamos y sólo manifiestan falta de caridad, indiferencia, poca humanidad y vacío de Dios? ¿A qué nos invita Jesucristo? ¿Escuchamos su grito a través de los Lázaros que sobreviven en nuestras calles? 1