Hoja Parroquial - 15 de Enero de 2012 - Num. 3

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Hoja parroquial Arquidiócesis de Guadalajara, A.R.

N.º 3 • II Domingo Ordinario, Ciclo B • 15 de Enero de 2012

Fundada el 4 de junio de 1930. Registro postal: IM14-0019, impresos depositados por sus editores o agentes. INDA-04-2007-103013575500-106

Jesús nos llama... sigámoslo

L

as lecturas bíblicas de hoy nos dan la oportunidad de que reflexionemos sobre el llamado que nos ha hecho Jesucristo para que lo sigamos. Lo que se nos ha leído se refiere a cada uno de nosotros que, al igual que Samuel, Juan, Andrés o Pedro, hemos descubierto a Dios que se cruzó en nuestro camino. El texto del evangelista Juan nos aporta varios elementos importantes para nuestra reflexión. En primer lugar, el discípulo sigue a Jesús porque se siente atraído por Él, por la fuerza de su personalidad. Así les sucedió a los dos primeros apóstoles, Andrés y Juan: Jesús pasaba por las cercanías y fue señalado por el Bautista como “el Cordero de Dios”. Entonces, lo siguieron. En ese momento poco saben de Jesús, de su doctrina y a dónde va a parar el seguimiento. Simplemente lo siguen como quien descubre algo fundamental en su vida. En efecto, Andrés y Juan eran discípulos del Bautista, se habían hecho bautizar por él y formaban parte de su pequeña comunidad. Ahora lo abandonan en un momento concreto y determinado, “las cuatro de la tarde”, y siguen a alguien de quien no saben su nombre, dónde vive o qué hace. Ambos discípulos pertenecían al Antiguo Testamento, cuyo último profeta era el Bautista. El paso que dan hacia Jesús es el comienzo de una vida nueva, de la que aún no tienen experiencia alguna y cuyos últimos alcances sólo muy tarde comprenderán. Incluso podemos afirmar que sus ideas acerca del Mesías —al que creen haber encontrado— estaban bastante distorsionadas. Todo esto puede constituir una primera característica del discipulado cristiano: es el paso hacia un mundo nuevo, desconocido aún, pero deseado desde lo más profundo del corazón. Cuando decimos que los primeros apóstoles debieron abandonar el Antiguo Testamento, decimos algo que posiblemente nosotros no podamos comprender en toda su profundidad. El Antiguo Testamento era el mundo cultural y religioso en el que se habían educado, era su esquema de valores, su patria, sus instituciones; en una palabra, era su todo. Un todo representado en Juan el Bautista, hombre atrayente por la fuerza de su fe, por su valentía y por su palabra enardecida. Y, sin embargo, Juan, el primer maestro, debe ceder el paso al auténtico Maestro que trae toda la

Palabra del Padre. El Antiguo Testamento representa, pues, el mundo de lo conocido, de lo seguro, de lo vivido, de lo experimentado; el mundo ya hecho y terminado. En cambio, el seguimiento de Jesús es el paso hacia el mundo de lo desconocido, de lo nuevo e inseguro, de lo que se debe hacer y completar. A partir de aquel día, aquellos primeros discípulos, como el resto de los apóstoles, deberán aprender lección a lección la nueva Palabra divina, el nuevo Camino de la vida. Todo el Evangelio, en cualquiera de sus versiones, es un testimonio de lo difícil que les resultará a los apóstoles recorrer este nuevo camino; pero también es testigo (por medio de sus escritores inspirados por el Espíritu Santo) de la inquebrantable confianza de los apóstoles en el Señor que un día los eligiera como iniciadores de un nuevo pueblo. También nosotros estamos comprometidos en este seguimiento de Jesús, y es importante que nos demos cuenta de que se trata de un camino nuevo y oscuro. Sentimos que Jesús juega un papel muy importante, pero sólo paso a paso y lentamente iremos descubriendo todo lo que implica seguirlo. Seguramente que nuestro Bautismo, cuando aún éramos pequeños e inconscientes de lo que hacíamos, fue como ese seguir a alguien en la oscuridad. Jesús no nos exige comprenderlo todo desde el comienzo, ni tampoco nos da toda su palabra de una vez y para siempre. Esto se va haciendo en el seguimiento de todos los días. 1


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