Hoja parroquial Arquidiócesis de Guadalajara, A.R.
Nº 40 • 25º Domingo Ordinario • 4 de Octubre de 2009
Fundado el 4 de junio de 1930. Registro postal IM14-0019, impresos depositados por sus editores o agentes INDA-04-2007-103013575500-106
“MOISÉS PERMITIÓ EL DIVORCIO” P
ero eso fue, dijo Jesús, “por la dureza del corazón de ustedes”. Porque al principio no fue así, y por ello, Jesús añadió: “Por eso, lo que Dios unió, que no lo separe el hombre”. Así fue al principio y así debió ser siempre, tal como debe ser ahora. No es una doctrina nueva que Jesús enseñe ni una exigencia nueva que él imponga; sólo nos urge a lo que desde el principio es la voluntad de Dios: “Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre y se unirá a su esposa, y serán los dos una sola cosa”.
Una sola cosa
Hombre y mujer serán una sola cosa. No únicamente una sola carne, sino más: una sola cosa. El matrimonio no es sólo la unidad de la carne, también es unidad en el espíritu a la que se llega por el don, la entrega y el amor…. sin destruir al cónyuge, sin intentar apropiárselo, respetando su alteridad. Con todo lo profundo que pueda ser la unidad de la carne, con todo su potencial significativo de amor, tiene también ella, por sí sola, una potencial y explosiva carga de miseria y de egoísmo: el desamor. Y así, en el encuentro de dos, hombre y mujer; en la intimidad de la carne, bajo las apariencias del encuentro humano, pueden cobijarse el aislamiento, la desunión, la ruptura y la soledad.
Por ello puede darse el matrimonio sin el “serán una sola carne”, ya que el amor trasciende los límites y las expresiones de la carne, y pretende llegar al “serán una sola cosa”. Y, por eso también, el “ser una sola carne” puede existir sin el amor y fuera del matrimonio, ahí donde casi siempre es sólo engaño, pasión, comercio, miseria y pecado.
El camino ordinario
Es un hecho, sin embargo, que el camino ordinario que lleva al amor pasa por la carne, y en ella encuentra expresión y fecundidad. Es el camino que deberá recorrer la mayoría de los esposos; camino humano, camino santo, pero también difícil, lleno a la vez de gozo y sufrimiento; camino largo sembrado de peligros y tentaciones…. Un camino que puede terminar en frustración si no se recorre en
compañía de Dios, en comunión con Jesús, para que la presencia del Señor –su ayuda y su gracia- transformen la dureza del corazón en suavidad de amor.
El matrimonio hoy
El matrimonio es hoy, más que en muchos otros tiempos, una tremenda aventura llena de riesgos y cercada de acechanzas. Diríamos, parafraseando a San Pablo, peligro de las costumbres, peligros de la inseguridad, peligros de la pobreza, peligros de la inmadurez, del aislamiento y la lejanía; peligros de la permisividad, de los malos ejemplos..., hasta terminar, muchas veces, en el rompimiento, la desunión y la separación. En mucho y para muchos, es verdad que ya no vale la pena el “hasta que la muerte los separe”, sino el destructivo “hasta que el divorcio nos separe”. Continúa en la página 4