Hoja parroquial Arquidiócesis de Guadalajara, A.R.
Nº 41 • Domingo XXVIII Ordinario C • 10 de Octubre de 2010
Fundado el 4 de junio de 1930. Registro postal IM14-0019, impresos depositados por sus editores o agentes INDA-04-2007-103013575500-106
Dios siempre atento al que clama justicia
E
n la jerga popular, para hablar de asuntos difíciles en los que hay que buscar insistentemente la solución, se ha impreso en la memoria colectiva una expresión para ser previsores, nunca desesperar y saber exactamente qué suelo estamos pisando, para lo que se dice coloquialmente: “Entre abogados te veas”. La palabra de Dios en este domingo quiere invitarnos precisamente a saber de esos asuntos difíciles en la vida, asuntos que están más presentes de lo que desearíamos. Se nos invita, sobre todo, a dejarnos seducir por la Palabra de Dios y dejarnos nacer suficiente confianza en el gran “abogado” que tenemos: Dios mismo es nuestra fuerza y nuestro escudo, por eso levantamos los ojos a los montes… de Dios nos viene el auxilio. Él, por supuesto, no va a permitir que nos sucedan más cosas de las que no podríamos librar sin su ayuda. No está para hundirnos sino para tendernos la mano.
Las viudas, los huérfanos, los pobres… Hoy hay muchísima gente desprotegida, demasiada gente tocando de puerta en puerta, muchos que buscan dónde asirse en sus dificultades de todos los días, aunque sea de un clavo ardiendo. Sin embargo, esto indica que no hemos tenido suficiente confianza en la Palabra y la obra del Señor que nos tiende su mano y que supera en mucho a los jueces inicuos, quienes incluso, como relata el Evangelio, también hacen favores para que ya no se les moleste. Pero Dios, contrariamente a
ello, en su oficio, su gusto y su tarea nos ayudará para estar en nuestro auxilio.
El proyecto de Jesús va lejos Ciertamente nosotros queremos invocar a Jesús en nuestras oraciones para situaciones muy específicas, para “cuellos de botella” de nuestros días llenos de problemas y colmados de impaciencia y desesperanza. Pero es una realidad que Él tiene soluciones más amplias y totales. Esto no lo debemos olvidar nunca para acercarnos a nuestro Creador con confianza y que nos ayude a mirar el horizonte de una manera más alegre y confiada en su providencia. Jesús propuso esta parábola a sus oyentes para invitar a todos sus seguidores, simpatizantes, y discípulos: que después de conocerlo se irían convirtiendo en apóstoles sin desánimo en su intento por implantar el reinado de Dios en el mundo. Para eso, es menester aprender a ser constantes
en la oración, como la viuda lo fue en pedir justicia hasta ser oída por aquél juez que hacía oídos sordos a su súplica. Su constancia, que rayaba en la imprudencia y en la pesadez, llevó al juez a hacer justicia a la viuda, liberándose de este modo de ser importunado por ella. Y Dios nos viene a decir que es mucho más que un juez banal que sólo se interesa por su salario, sin atender en su corazón a la verdadera justicia. En nuestras parroquias, en nuestros pueblos... ¿cuántos pobres luchan por sobrevivir sin que nadie les haga justicia? Pero también hay muchísimos cristianos que no sabemos pedir a Dios. ¿Cuántos creyentes se preguntan hasta cuándo va a durar el silencio de Dios; cuándo va a intervenir en este mundo desordenado, de injusticia empapelada y casi olvidada? Aprendamos a rezar todos los días constantemente para exclamar confiados: “Venga a nosotros tu Reino, Señor”. 1