Hoja parroquial Arquidiócesis de Guadalajara, A.R.
Nº 49 • II Domingo de Adviento • 6 de Diciembre de 2009
Fundado el 4 de junio de 1930. Registro postal IM14-0019, impresos depositados por sus editores o agentes INDA-04-2007-103013575500-106
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UNA VOZ EN EL DESIERTO
na voz ha resonado en el desierto; es la voz de Dios que viene sobre Juan, y es la voz de Juan que, obediente a la voz de Dios, predica la conversión y llama a un bautismo de penitencia para prepararle el camino al Señor.
La conversión
Juan predica la conversión: una conversión que tiene su punto de arranque en el reconocimiento del pecado y en la recepción del bautismo para obtener el perdón. Juan predica la conversión, nuestra conversión a Dios; pero, ¿qué significa eso de “convertirnos a Dios”? Convertirnos a Dios no significa desentendernos de nuestros quehaceres temporales y olvidarnos de nuestros deberes hacia los demás; por el contrario, convertirnos a Dios significa poner más atención a nuestros quehaceres temporales y a nuestros deberes para con los demás, porque eso es lo que Dios quiere; y significa hacer eso precisamente porque Dios lo quiere y tanto y sólo -no más, pero no menoscuanto Dios lo quiere, a fin de que nuestras responsabilidades terrenas no nos impidan prepararnos a la venida de Jesús, y así, ese día –el día de su venida- nos encuentre llenos de los frutos de justicia, para gloria y alabanza de Dios. Convertirnos a Dios significa renunciar a toda maldad y adherirnos con
devoción al bien, convencidos que aquel que comenzó en nosotros la obra, la irá perfeccionando siempre hasta el día de la venida de Cristo Jesús. Convertirnos a Dios significa, por encima de todo, dejarnos convertir por Él: que el Señor cambie nuestra suerte como los ríos cambian la suerte del desierto, y como Dios promete por medio del profeta (Baruc) cambiar la suerte de su pueblo. Pongámonos, pues, en pie. Subamos a la altura, Dios se ha acercado a nosotros. Él viene a convertirnos.
Preparar los caminos
Los caminos por los que el Hijo del Hombre (Jesús) viene a nosotros, son los caminos de los hombres. Caminos de gozo y de dolor, de llanto y de alegría, de fatiga y de descanso, de esfuerzo y superación. Los caminos
por los que viene a nosotros el Hijo de Dios son los caminos del amor; por eso dice el apóstol: “Que su amor siga creciendo más y más, y se traduzca en un mayor conocimiento y sensibilidad espiritual. Así podrán escoger siempre lo mejor y llegarán limpios e irreprochables al día de la venida de Cristo…”
Camino de Amor
El Hijo de Dios escogió un especial camino para venir hasta nosotros, camino de amor como el que más: María. En este tiempo de Adviento, María debe estar muy presente en nuestra consideración; sin ella, toda esta historia de salvación que tiene un momento relevante y decisivo en la encarnación del Hijo de Dios y en el nacimiento de Jesús, no sería la misma bella historia de amor que celebramos cada año en Navidad.