N.º 13 • IV Domingo de Cuaresma del Ciclo A
• 30 de Marzo de 2014 •
JESÚS nos da la Luz de la Fe
H
oy, cuarto Domingo de Cuaresma, el Evangelio nos presenta la curación del ciego de nacimiento en la narración del evangelista San Juan. Jesús es Luz para todo aquel que lo acoja en su propia oscuridad. Miramos con ojos muy materiales. En la Primera Lectura, el profeta Samuel no logra discernir quién podrá ser el elegido de Dios para gobernar a Israel. Dios guía ("ilumina") al profeta y le dice quién habrá de ser el Ungido de Dios (el consagrado). Le señala a David –el Ungido de Yavhé–, quien no estaba en las expectativas del profeta Samuel, que miraba en el posible candidato fuerza, buena presentación. Pero Dios elige a un jovencito. El ciego de nacimiento no conoce la luz. Su vida siempre ha sido oscura. Jesús se vale de la misma materia –barro– y de la saliva para sugerirnos que las mismas realidades materiales bajo la intervención de Dios, logran resultados que superan la materia y sus condicionamientos. Lo terreno, las cosas, están como mediación para conseguir libertad interior y abrirse al misterio de Dios. La luz que dona Jesús es la Fe. Esa disposición a aceptar en lo cotidiano de nuestra experiencia que Dios –por Jesucristo– decide y participa de todo lo creado con justicia y equidad. La fe es más que un sentimiento.
La fe es establecer una relación de amistad con Jesucristo y ser iniciados a un camino de veracidad sobre sí mismo y el cumplimiento de la propia vida en un amor que se apoya en la exigencia de autenticidad, servicio, solidaridad y justicia. La luz necesita ser alimentada para que no se apague. El sentido trascendente de nuestra vida necesita ser reafirmado cada día y cada semana en el seno de nuestra comunidad parroquial. Que el Señor nos conceda, a todos, la gracia de saber reconocerlo y de aceptar su presencia en nosotros y por medio de nosotros. La Cuaresma nos purifica de otras realidades que quieren ser "un dios" en nuestra vida, para que nos convirtamos al único Dios que da vida.
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