N.º 14 • V Domingo de Cuaresma del Ciclo A
• 6 de Abril de 2014 •
«¡Abriré las tumbas y saldrán!»
H
ablar de tumbas y de muerte no es un tema que sacuda el ánimo. Al contrario, es asunto para evitar. Hay otra perspectiva que se añora: destruir la muerte, vencer la tumba. Este sí es un asunto clave. El tiempo cuaresmal invita a domesticar las inclinaciones perversas, dominar el cuerpo, enderezar la natural inclinación al mal y ser así, señores de nuestro destino. Esta es una forma de abrir las tumbas, vencer la destrucción, aniquilar la muerte. Esta quimera inalcanzable, con Jesús es realidad. La liturgia cuaresmal presenta hoy textos bíblicos que aumentan nuestra esperanza en lograr la victoria en esa lucha encarnizada. Hoy se puede vencer la propia destrucción, aniquilar la muerte.
todas las adversidades; la mayor de todas, en lenguaje cristiano, es el pecado. Lo que el Señor promete, lo cumple. «Yo soy la vida» En el relato del Evangelio, abundan en detalles sobre la muerte y la vida. Jesús es el vencedor de la muerte. Al contar la historia de la resurrección de Lázaro, amigo entrañable del Maestro, relata su dolor profundo ante la muerte del amigo, y cabalmente invita a todos a confiar en Él. El es el Señor de la vida. La hermana de Lázaro tiene, en este asunto, una fe apenas en pañales. Desde ahí Jesús le ayudará a cambiar, a completar sus convicciones: «El que cree en mí, aunque haya muerto, vivirá». La expresión de Marta ante la llegada de Jesús es de confianza.
Cierto, se queja por la tardanza de Jesús; sin embargo, termina por confiar en las palabras de Él. Esta enfermedad no es de muerte Los diálogos de Jesús con Marta son toda una lección para la fe cristiana. Confiar en Jesús es un camino de vida y de esperanza. El Espíritu Santo, desde el Bautismo, nos hace aptos para una vida nueva con Cristo. Nos saca de la tumba del mal para darnos la oportunidad de vivir de diferente forma; requerimos de esa transformación. El Apóstol Pablo, en su lenguaje de contraposición de carne-espíritu, abre otra perspectiva para confiar en Dios: ahí está el triunfo de la vida.
El profeta de la resurrección Ezequiel narra una historia sobre unos huesos secos; ahí ha desaparecido la vida, el Espíritu del Señor se posa y les reviste de carne, devuelve la vida. El pueblo, al vencer la muerte, puede recomenzar la vida. Dios puede y quiere abrir los sepulcros, reiniciar la vida. Así marca el final del sufrimiento y retorna la esperanza al pueblo; una nueva historia puede comenzar. El regreso a la propia tierra es un signo de tener posibilidad de continuar la lucha y vencer
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