Hoja Parroquial - 20 de Mayo de 2013 - Num. 20

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Parroquial Hoja

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N.º 20 • Solemnidad: Pentecostés / Ciclo C

• 19 de Mayo de 2013 • Fundada el 4 de junio de 1930. Registro postal: IM14-0019, impresos depositados por sus editores o agentes. INDA-04-2007-103013575500-106

Arquidiócesis de Guadalajara, A.R.

«Y empezaron a hablar»

entecostés es una fiesta que nos saca de nuestra mazmorra, de nuestras vergüenzas, de nuestra pasividad; nos da razón y fuerza para actuar en consecuencia de la fe que tenemos. Sabemos que este mundo, para cambiar, necesita “palabras de vida”, no solamente “habladas”. Es decir: razón de nuestras palabras, razón de nuestros comportamientos, razón de nuestra existencia: tenerlas y compartirlas. Esto es lo que hace el Espíritu Santo en Pentecostés y este efecto lo quiere llevar a “toda la tierra”. Hay un cambio profundo de los discípulos silenciosos, llenos de temor, a unos creyentes que se vuelven apóstoles, ya sin miedo, para compartir la experiencia de Jesús en sus vidas.

La fuerza del Espíritu En nuestra vida diaria, hay elementos que nos dan razón de cómo y de qué forma se realiza nuestra existencia; tenemos palabras como vitalidad, fuerza, dinamismo... y algunos decimos: “Se tiene espíritu” cuando hay un impulso vital de energía que invita a “vivir hacia adelante”. En la Iglesia, a esta vitalidad le llamamos el Espíritu Santo, así, con mayúsculas, porque nos dice la teología que no es sólo una fuerza o un vigor pasajero; es “cabalmente una persona”, la Tercera Persona de la Trinidad Santa. Estos renglones únicamente son una metáfora que usamos para entender lo que la Teología Trinitaria nos explica de forma profunda y basta. Nosotros confesamos y estamos en lo cierto de que “El Espíritu es la misma vida de Dios”, que se manifiesta con muchos dones y se nos regala de una manera singular en

la Fiesta de Pentecostés, al término de la Pascua. Pentecostés es una experiencia de vida nueva con dimensiones universales. Una vez iniciada la vida del Espíritu en la Iglesia, en nuestros corazones, no se agota ni se avejenta, no se destruye; al contrario: se multiplica y diversifica para hacer funcionar el Cuerpo Místico de Cristo que formamos todos los creyentes y que gracias a ese Espíritu tenemos fuerza y dirección.

«Se llenaron todos del Espíritu Santo y empezaron a hablar...» El primer efecto en la Iglesia de los discípulos de Jesús avergonzados, ocultos y temerosos, es una decisión total de empezar a ser testigos, empezaron a hablar de un forma convencida, sin tapujos, sin temblores en la voz, con una seguridad, sabiduría y atrevimiento que ellos mismos sabían no era de su propio ser, sino que era “la fuerza del Espíritu”. Es la fuerza de este Espíritu que les da vigor y diversidad para formar un solo cuerpo, como nos asegura la Carta a los Corintios de este domingo. El Espíritu Santo es el que les enseña y quita su ignorancia, Él es quien les da valentía y les tumba sus miedos; Jesús fue el Enviado del Padre y ahora envía a su Iglesia en la fuerza de este Espíritu para que salga de sus temores y se sienta llamada a dar testimonio. No es un Espíritu elitista, por el contrario: es universal, les da su Paz, su alegría, para que contagien al mundo. No es un Espíritu pusilánime, sino vigoroso, que contagia para realizar el bien.

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