Parroquial Hoja
N.º 28 • Domingo XV Tiempo Ordinario / Ciclo C
• 14 de Julio de 2013 • Fundada el 4 de junio de 1930. Registro postal: IM14-0019, impresos depositados por sus editores o agentes. INDA-04-2007-103013575500-106
Arquidiócesis de Guadalajara, A.R.
¿Quién se portó como prójimo?
«B
ajaba un hombre de Jerusalén a Jericó...», venía de allá en donde está el templo, a donde sube la gente para encontrarse con Dios, en donde acuden los hombres y mujeres para corregir actitudes, mejorar comportamientos, porque se ven azotados en la dolorosa realidad del pecado de cada día. Y bajaba a Jericó, a la dura realidad de todos los días, pudiéramos decir, a seguir soportando la rutina de cada día, pero no sabía lo que le esperaba en el camino antes de llegar a reposar a su casa. Se encontró asaltado, despojado y herido en medio del camino, abandonado a su suerte, era una situación ya bastante dolorosa de por sí; y lo más terrible que nadie se acomedía a ayudarle. Tal vez allá en el templo le había pedido a Dios que lo socorriera, que le ayudara en su familia, o tal vez no fue ni siquiera al templo por andar en sus negocios. Y ahora, ante la golpiza y el abandono, ante tal situación, sólo espera que alguien lo ayude, que se apiade de su desgracia. Dice el Evangelio que ya habían pasado dos personajes, el sacerdote y el levita que eran los cumplidores de la ley –tal vez sólo de dientes para afuera, porque no hicieron nada–. Y ante aquel hombre abandonado, prefirieron seguir por su camino. Lo evitaron
y lo dejaron a su suerte. En cambio, es socorrido por un ilegal samaritano que no tenía buenas relaciones con los israelitas. Es ayudado por una persona que poco conocía de mandamientos y de preceptos religiosos.
¿Quién es mi prójimo? Este es un pasaje del Evangelio conocido ampliamente. Un experto en la ley quiere saber qué tiene que hacer
para conseguir “la vida eterna”. Jesús le da una respuesta muy directa; pero el conocedor de la ley quiere apretar las tuercas para dejar mal parado a Jesús; pues él bien conocía las respuestas porque había estudiado muy bien el libro de la ley, el Deuteronomio. Es entonces cuando Jesús le va a explicar con una historia demasiado real. Se da todos los días en todas las latitudes del mundo, retrata de forma singular a los que tienen y a los que sufren, y en donde la diferencia en este mundo la van a hacer los que ayudan sin esperar nada a cambio.
El Deuteronomio, un camino
«El mandamiento está muy cerca de ti; cúmplelo». Desde siglos, al pueblo de Israel, Dios lo exhortaba a tener en cuenta la ley, a no olvidarla, a aprenderla para que fuera la guía de todo el pueblo. Pero apenas este camino fue un comenzar para poder llegar a la manifestación plena de la ley que es sobre todo el amor, del cual Cristo insistirá de muchas formas para ir a lo fundamental, y no andar por las ramas. Este domingo, la invitación para todos es comportarnos como prójimos de los demás. Una vez que el escriba, especialista en la ley, entendió la parábola Jesús, Él sólo añade: «Vete y haz tú lo mismo».
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