Hoja Parroquial - 19 de Enero de 2014 - Num. 3

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N.º 3 • II D omingo O rdinario. C iclo A

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• 19 de Enero de 2014 •

El Cordero de DIOS

n el Evangelio de hoy, ¿quién es ese Jesús del que Juan Bautista da testimonio? Él lo define como el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. Es una definición conocida, ya que la repetimos siempre que celebramos la Eucaristía, antes de comulgar: «Éste es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo». La referencia al cordero tiene varios significados: por un lado, nos recuerda que Jesús se presenta como humilde servidor; recordemos lo que nos ha dicho el profeta en la Primera Lectura: «Y ahora habla el Señor, que desde el vientre me formó siervo suyo». Y también tiene resonancias bíblicas, puesto que nos recuerda los sacrificios de corderos que hacían los judíos en el templo de Jerusalén para expiar los pecados del pueblo. Así, Jesús se convierte en aquel que, con su muerte, liberará de pecado no sólo al pueblo de Israel sino a todo el mundo.

Pero, más allá de las interpretaciones, la definición de Juan nos está diciendo que Jesús es el Salvador, aquel que viene a traer al mundo una palabra de esperanza. En un mundo como el nuestro, tan lleno de pecado, es decir: de sufrimientos, de pobreza, de violencia, de injusticias, de marginación... Jesús es aquel que viene a “quitar el pecado del mundo”, el que trae, de parte de Dios y lleno del Espíritu Santo, un mensaje de alegría, de paz, de justicia, de solidaridad, de perdón, de amor. Como dice Isaías en la Primera Lectura: «Él es luz de las naciones, para que mi salvación alcance hasta el confín de la tierra». O como decía san Pablo en la Segunda Lectura, en su carta a los corintios:

«Él es quien nos trae la gracia y la paz de parte de Dios». Pero San Juan quiere también revelar a ese Jesús salvador a los demás, a quienes no lo conocen, a quienes no lo saben. «Éste es el Cordero de Dios», expresa esa condición de evangelizador, de misionero, tan importante para la difusión de la fe. «Yo lo he visto, y he dado testimonio», nos dice San Juan al final del Evangelio de hoy. Y nosotros ¿damos suficiente testimonio de nuestra fe? ¿Somos capaces de mostrar a la gente, de palabra y de obra, a ese Cordero de Dios, Señor y salvador, que es Jesús? Hoy día, más que nunca, todos los cristianos deberíamos sentirnos, como Pablo, llamados a ser apóstoles de Jesucristo en nuestro mundo.

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