N.º 32 • XIX DOMINGO TIEMPO ORDINARIO CICLO A
• 10 de Agosto de 2014 •
Ante la adversidad, la presencia de JESÚS nos anima
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l mundo puede ser muy cruel si no buscamos motivos profundamente humanos y, por supuesto, también espirituales para vivir. Hemos visto en días recientes, en las justas deportivas del futbol, que para algunas personas, el que perdiera su equipo favorito, es la catástrofe más infinita del planeta y se llora y hace uno tonterías inconcebibles porque parece que ya no tenemos motivos para vivir. Cierto, en la vida hay situaciones mucho más complicadas, peligros exteriores y también internos que derrumban nuestras ilusiones y frustran nuestros proyectos. Es aquí en donde necesitamos un fuerte aliciente que nos motive en nuestra persona para seguir adelante. Hoy, ante tanta violencia o la falta de dinero, sufrimos temores y desesperanzas que nos abruman; hay una lista enorme de problemas internos y
externos. Pánico, miedo, desconfianza, nos acechan si no confiamos en Dios… El Evangelio de hoy nos muestra lo duro que es no estar seguros de nuestra propia fe. Sin Jesús, hasta los pescadores más entrenados son presa del pánico ante los problemas de una tempestad. Y al ver a Jesús, ni siquiera lo reconocen ni se dan cuenta de lo que Él puede hacer por ellos. La única razón es que el Maestro los ama. Sin fe, somos presa del miedo Al presente hay muchas fuerzas adversas que se oponen a la tarea de la Iglesia. Preferimos confiar en cualquier baratija de amuleto o "magia" o ideas contradictorias de la valía de cada hijo de Dios. Es necesario saber que Él es capaz de traer la paz y disipar las tormentas que nos preocupan. A pesar de tantas dificultades, Jesús nos sigue diciendo: "¡Ánimo, soy yo, no teman!". Él siempre quiere ser compañero de
nuestro viaje. Y también nos invita a difundir esa buena noticia. El Dios de la suave brisa Cuando nos sentimos solos, ya no queremos cumplir nuestros deberes y las tareas de Dios que nos ha dado a cada uno. Pero, a pesar de todo, las Lecturas de este domingo nos animan a querer cumplirle a Dios cuando le hemos quedado mal. Todos, alguna vez, hemos sentido vergüenza y temor para encontrarnos con Dios… la mejor sorpresa es que Él se quiere mostrar en la ternura y la humildad. Para el que quiere hacer caso, Dios se manifiesta en las cosas sencillas, se muestra con cariño y con amor, como en la suave brisa del viento, en la frescura del agua, en cada amanecer y en cada puesta de sol. Es menester aprender a contemplar las cosas bellas que Dios ha puesto en nuestro mundo y así confiar en Él.
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