Hoja Parroquial - 14 de Septiembre de 2014 - Num. 37

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N.º 37 • XXIV DOMINGO TIEMPO ORDINARIO CICLO A • 14 de Septiembre de 2014 •

¿Cuántas veces hay que PERDONAR?

P

edro, en el Evangelio, le pregunta a Jesús cuántas veces debemos perdonar... El “perdón” cristiano no es una actitud de superioridad en quien perdona: quedaría reducido a un acto de diplomacia y buena educación que no renovaría la relación con el otro. Para entender su sentido, es preferible llamarle “reconciliación”, que implica el común esfuerzo del ofendido y del ofensor por detener y superar el mal causado por la ofensa. No se limita a olvidar el mal rato pasado, sino que busca encontrar, más que nada, una fórmula de convivencia capaz de hacerlos sentir nuevamente hermanos. La reconciliación no es sólo el esfuerzo que hacemos para superar una ofensa, sino –fundamentalmente– una actitud permanente por eliminar distancias, recelos, prejuicios... que impiden una auténtica convivencia fraterna. Nuestro amor y relación con Dios lo manifestamos en saber amar y relacionarnos con nuestro prójimo. ¿De qué sirve recibir el Sacramento de la reconciliación si las relaciones con el prójimo no se han restañado? Es verdad que a veces no es posible pedir perdón directamente al ofendido y otras es difícil saber a quiénes se ha perjudicado..., pero ¿en las demás? ¿Qué pensaba Jesús sobre la reincidencia del prójimo en las mismas faltas que ya se le habían perdonado una o más veces? ¿Qué hacer entonces? ¿No está la vida llena de reincidencias perdonadas? Es lo que trata de saber Pedro y a lo que responde Jesús. El número siete es en la literatura judía muchas veces símbolo de lo universal, de lo indefinido. Jesús responde al modo hebreo, recalcando con los múltiplos de siete, para dejar claro la necesidad de un perdón sin límites: hay que perdonar siempre a todos y todo. Para hacer más gráfica esta obligación de perdonar siempre y hacer ver el plan del Padre sobre los que no perdonan,

Jesús expone una de sus parábolas más bellas: el Rey que perdonó y el súbdito que no supo perdonar. Así, Dios, para perdonarnos, no nos pide más que perdonemos también nosotros siempre a todos y todo lo que nos hagan. ¿Con quién tenemos los conflictos, los problemas, a lo largo del día: con Dios o con el prójimo? ¿Con quién reñimos y nos enfrentamos, a quién tratamos mal o despreciamos...? Si nuestros conflictos son con las demás personas, con ellas debemos arreglarnos y reconciliarnos. El Sacramento del perdón es la celebración del reencuentro y de la reconciliación con los hermanos, y con Dios a través de ellos.

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