N.º 46 • Domingo XXXIII T. Ordinario / Ciclo C • 17 de Noviembre de 2013 •
Cuando nos sobrevenga la prudencia del fin...
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l mes de noviembre en la liturgia tiene características muy especiales; en el horizonte cercano miramos la fiesta de Cristo Rey del universo, que marca tareas a lograr: que su reinado sea realidad cuando nos llegue el fin. A todos nos preocupa el fin de nuestros días, de ahí la necesidad de vivir bien y terminar mejor. Quien vive bien tiene buen fin. El día y la noche son una pedagogía permanente del inicio y el fin, de lo transitorio de las cosas, de la naturaleza de la existencia. La vida es un continuo aprendizaje para lograr formas mejores de convivencia. Desde la antigüedad, los creyentes tenían frecuentemente en la mente una verdad fundamental, todo tiene un fin. No era una negación de la vida, ni miedo a lo que sobrevendría, sino un aprendizaje para descubrir la paz y la armonía en Dios. Tiempos de lucha El profeta Malaquías nos describe puntualmente las dos escenas que llegarán al final, una u otra según nuestros merecimientos; “como es la vida es la muerte”. Son una advertencia para arrogantes y malvados, viene Dios y hará justicia. Pero también vienen días de consuelo, brillará el Sol de justicia que nos trae salud en sus rayos y será la causa de nuestra alegría; no habrá temor que nos destruya.
nera desordenada, hoy puede ser igual o más grave. Mientras llega el fin, hay tiempo de corregir y mejorar. La prudencia del fin nos invita a cambiar costumbres nada buenas para una vida digna; habrá que hacerle espacio a Dios. Señales precursoras El fin de los tiempos tiene signos nada agradables, en cada época puede ser diferente acento para cada generación. Importante es saber aprudentar, aprender a corregir; saber leer los signos de nuestra propia historia. Habrá mucha gente queriendo engañar, incluso con la Biblia en la mano. La felicidad viaja solo en el carro de la prudencia. Habrá guerras, revoluciones, pero nos recuerda Lucas en el final de su Evangelio que esto no es el fin; son señales para reflexionar. Terremotos, hambres, inundaciones, persecución, cárcel: son signos del fin. En consecuencia, habrá que confiar en Dios y corregir lo que se tenga que cambiar. Aquí no hay atajos. Sólo perseverar en la fe para alcanzar la salvación.
El que no trabaje, que no coma La carta segunda a los Tesalonicenses de Pablo, invita a no vivir desordenadamente para no ser carga para los demás. El trabajo es la primera recomendación para vivir en sana paz con los demás. En aquel entonces, los que no trabajaban, querían meter su cuchara en todo y su modo de vivir era de una ma-
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