N.º 52 • I Navidad: La Sagrada Familia. Ciclo A • 29 de Diciembre de 2013 •
¡Familias en apuros!
J
esús es un exiliado más que padece persecución desde pequeño; por defenderlo toda a su familia sale expulsada a la intemperie en muchos sentidos. Es arrojado de un hogar, marginado social, familia de casi nulo valor económico; incluso, en el aspecto religioso, aunque Él y sus padres son profundamente cercanos al templo y cumplen con las leyes; su misma gente lo persigue y lo mira como a un extraño, como a alguien indeseable. Y todo por rescatar la paz para la convivencia familiar, por buscar el derecho a vivir en un hogar en donde ir haciendo vida. Por eso salen expulsados huyendo a Egipto, alejándose del peligro. En este domingo, la lectura del Evangelio es muy explícita en este sentido. Signo y reflejo de miles y miles de familias que a lo largo de la historia han sufrido por innumerables razones la desintegración, el sufrimiento, la persecución. Hoy, por muchas razones que vemos a nuestro alrededor que han deteriorado el núcleo familiar, es de primera necesidad voltear a ver la familia, mi propia familia, para recatarla de tantas contradicciones. El que teme al Señor, honra a sus padres ¿Por dónde hay que empezar a mejorar las familias en las circunstancias actuales? Hoy se dan desajustes incontrolables, riesgos de toda clase, incluso ataques académicos, gobiernistas y al mismo interior de quienes forman la familia. El libro del
Eclesiástico nos ha recordado cosas sencillas de hace milenios pero que siguen siendo necesarias. El mandamiento del amor a los padres y a darles su honra debida, el preocuparse por cuidarlos en la vejez, aprender a tenerles paciencia aunque chocheen, es algo de primera necesidad para mejorar el entorno familiar, «...el bien hecho a los padres no quedará en el olvido y se tomará a cuenta de tus pecados». Así afirma categóricamente la Biblia. Mujeres, maridos, hijos «...respeten la autoridad de sus maridos. Maridos, no sean rudos con ellas». Todos sean compasivos, magnánimos, humildes, afables, pacientes, perdónense y sobre todo amor, que es el vínculo de la perfecta unión. Este puñado de virtudes puede hacerse enorme para que alcance a llegar a cada una de las familias. «No exijan demasiado a los hijos para que no se depriman».Pero sobre todo es saber escuchar a Dios, al corazón de cada familia, como lo señala el Evangelio de Lucas, que ante el riesgo de la persecución, José supo escuchar a Dios y obedecer diligentemente. El nacimiento de un niño en la familia siempre trae alegría, también preocupaciones; y más que nada trae una tarea que en el lenguaje de la Biblia se llama vocación: Dios nos trae a la existencia con un fin, para una historia, por una razón; todo esto envuelto en el amor.
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