Hoja parroquial Arquidiócesis de Guadalajara, A.R.
Nº 50 • III Domingo de Adviento • 13 de Diciembre de 2009
Fundado el 4 de junio de 1930. Registro postal IM14-0019, impresos depositados por sus editores o agentes INDA-04-2007-103013575500-106
“REGOCÍJATE, JERUSALÉN” P
orque el Señor está contigo, está en medio de ti. Así habla Sofonías a una ciudad y a un pueblo que vive días de angustia, horas de aflicción: “No temas, Sión, porque el Señor, tu Dios, te ama”. ¡Cómo se parecen las palabras que el profeta dirige a Jerusalén, la hija de Sión , a las palabras que el ángel dirige a María el día de la Anunciación: “Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo!” No es así, no más porque, sí, que las palabras se parezcan; así es porque Dios así lo quiere, porque el anuncio de Sofonías va a tener, en María, el cumplimiento más pleno.
Alégrate, María, porque, por medio de ti –si tú lo aceptas-, Dios va a dar a los hombres el regalo más grande que él puede dar: su Hijo. Alégrate, porque vas a recibir, alégrate porque vas a dar.
Día de recibir, día de dar Por una ya muy larga costumbre y tradición, la Navidad es, entre nosotros, el día de los regalos, día de dar y recibir, de recibir y dar. Para nosotros, cristianos, esta costumbre y tradición está llena de sentido profundo que tiene su origen en Dios mismo y en la relación de Dios con la humanidad. Para el cristiano, Navidad es recuerdo y vivencia del acontecimiento que mejor expresa la generosidad y el don de Dios; el
nacimiento de Jesús, del que ahora estamos celebrando el aniversario dos mil nueve. Dios nos da a su Hijo, el gran regalo, el gran Don de Dios a la humanidad. Por eso tiene sentido: Navidad es el día –la fiesta- de los regalos, día de dar y recibir, de recibir y de dar. Navidad es la fiesta de la alegría: la alegría de recibir y la alegría –mayor alegría- de dar.
Alégrense en el Señor Desde su condición de prisionero, Pablo escribe a sus queridos filipenses la carta que, con razón, ha sido llamada la carta de la alegría cristiana.
¿Qué puede dar un pobre prisionero, un pobre encarcelado? A pesar de sus cadenas o, mejor quizás, por ellas, porque las lleva por Cristo, Pablo no está triste, sino muy alegre, con la alegría del que experimenta la cercanía del Señor. Y quiere Pablo hacer partícipes de la alegría que él tiene a los cristianos de Filipos, quiere que los filipenses puedan participar de esa misma alegría: por eso escribe: “Alégrense siempre en el Señor; se los repito: ¡alégrense!... el Señor ésta cerca”. Sigue en la página 4